Galicia alberga en sus cerca de 1.500 kilómetros de costa auténticas joyas naturales en forma de grandes y pequeños arenales paradisíacos, pero también de playas de gran singularidad y rareza como pueden ser los casos de la única playa de arena negra no volcánica del mundo (el arenal de Teixidelo en Cedeira) o la impresionante playa de cristales de Laxe, un lugar donde la naturaleza ha logrado convertir la basura en monumento. De hecho, este curioso arenal de la localidad coruñesa conforma uno de los rincones más turísticos del norte de Galicia, con una historia vinculada a la industria de los vidrios como causante de su actual aspecto multicolor.
Pese a que la pequeña cala de los cristales de Laxe es la más famosa de Galicia entre las de su especie, en todo el territorio gallego podemos encontrar otras dos playas cuyas lenguas de arenas están también formadas por cientos de fragmentos de vidrio, una de ellas situada al sur de las Rías Baixas y la otra en el corazón de la Mariña lucense. No es casualidad por tanto que estos tres arenales compartan un pasado común marcado por las industrias de los vertederos de vidrio en Galicia. Lo cierto es que la formación de esta arena de cristales tuvo su origen en un mal uso de los recursos, pues antaño estas tres playas fueron utilizadas como puntos de basura en los que se llegaron a acumular cientos de botellas de cristal. Con el tiempo, la fuerza del mar y los vientos provocaron la ruptura y erosión de dichos residuos y dieron lugar a estos tres singulares arenales repletos de encanto y color.
Bajo los pies de un faro y con un acceso por mar
Reino Unido, California, Wisconsin, Bermudas e incluso Rusia pueden presumir de tener en su territorio algún que otro arenal donde los cristales multicolor son los grandes protagonistas. Un cóctel de basura y naturaleza que en Galicia deja ejemplos tan espectaculares como los de Baiona o Viveiro, menos conocidos pero con el mismo encanto o más que el de Laxe. Por un lado, al sur de la provincia de Pontevedra, y enmarcado en pleno corazón de las Rías Baixas, nos encontramos con un enclave natural de gran belleza formado por una pequeña lengua de arena, de semblante más bien verde, situada bajo la silueta del antiguo Faro de Cabo Silleiro. Es importante señalar que tiempo atrás la zona también fue utilizada como basurero de vidrios y hoy en día conforma uno de los rincones más especiales de Baiona para disfrutar de la caída de sol con vistas a las islas Cíes.
En el caso de la provincia de Lugo, la localidad de Viveiro también oculta en su litoral una pequeña playa de los cristales. De hecho, se trata del arenal con el acceso más difícil de las tres existentes, ya que la única forma de llegar a la misma es hacerlo a través del mar. Hablamos de la playa del Salto do Can, un tesoro prácticamente innacesible que se sitúa en la orilla izquierda de la ría de Viviero y muy cerca de la punta del Caballo. Además, la magia de este arenal lucense se hace visible cuando la marea baja deja al descubierto su curiosa lengua de arena de colores verdes, pues al igual que sucede con su homónimas coruñesa y pontevedresa, la playa de los cristales de Viveiro debe su forma y esencia a un antiguo vertedero de vidrios que antaño era visible desde cualquier sitio de la ría debido al gran tamaño que alcanzaba el humo del fuego que consumía.
La playa de Laxe como referente
Tal y como avanzamos unas líneas más arriba, la playa de los cristales de Laxe es el referente a nivel gallego de este tipo de arenales. Este arenal se localiza en la ensenada de Baleeira, rodeado por escarpados acantilados y una naturaleza agreste que suman un encanto especial a la riqueza paisajística y natural de este rincón de la comarca de Bergantiños. Si bien la playa de los cristales de Laxe conforma un entorno ideal para disfrutar de un bonito paseo a orillas del mar, se trata de un lugar no apto para el baño pues las corrientes marinas que se forman en la zona pueden resultar muy peligrosas para los bañistas. Además, y como es lógico, tampoco está permitido llevarse ninguna de las piedras de colores que se reparten por toda la lengua de arena ya que sin ellas el arenal perdería toda su esencia.