Desde la sinuosa costa hasta el interior más rural, Asturias conforma un auténtico paraíso al que merece la pena escaparse siempre que sea posible. Un clima moderado, una gastronomía exquisita y un entorno mágico marcado por las suaves brisas del mar Cantábrico así como los paisajes montañosos en su cara más recóndita. Lo cierto es que la enorme belleza de esta región del norte peninsular se pone de manifiesto en rincones tan especiales como Castropol, una villa marinera enmarcada en pleno occidente asturiano, justo en la frontera con Galicia. En este destino costero pintado de blanco, los visitantes podrán disfrutar de un casco histórico de ensueño, del encanto natural de la ría de Ribadeo (que los asturianos reclaman que se llame ría del Eo) e incluso de los deliciosos manjares que se ocultan bajo sus aguas.
Situada a apenas hora y media en coche de ciudades como Lugo y A Coruña, la villa de Castropol conserva en su callejero numerosos ejemplos de la arquitectura típica del occidente asturiano. Este pintoresco pueblito se alza sobre un promontorio escarpado coronado por la Iglesia de Santiago Apóstol y se encuentra rodeado por un espacio natural de enorme riqueza que forma parte de la Reserva de la Biosfera de la Ría del Eo, Oscos y Tierras de Burón. Además, la localidad está considerada uno de los mejores lugares del Principado de Asturias para degustar ostras y disfrutar de la festividad del Corpus Christi, cuando las calles de la villa se adornan con increíbles y llamativas alfombras florales. En cualquier caso, ese aroma marinero que se extiende desde sus parajes hasta sus fogones es una de las razones que hacen que Castropol ostente el título de Pueblo Ejemplar desde el año 1987.
Entre los logros más recientes de esta localidad fronteriza, cabe destacar que Castropol fue en su día el tercer municipio asturiano en formar parte de la Red de Destinos Turísticos Inteligentes (Red DTI), un sistema de gestión y planificación turística integral que busca dar apoyo en la mejora del desarrollo de los pueblos basándose en un modelo de gestión inteligente, digital y sostenible.
Un destino de cuento a un paso de Galicia
La ría de Ribadeo conforma la frontera natural entre las comunidades autónomas de Galicia y Asturias, unidas desde hace décadas gracias al Puente de los Santos. Como curiosidad cabe decir que la pasarela fue bautizada con dicho nombre porque en cada extremo de la misma se alza una capilla: la iglesia de San Miguel en los límites gallegos y el templo de San Román en la parte asturiana. En esta última zona es donde se erige además la localidad de Castropol, un lugar que presume de ser uno de los pueblos pesqueros más pintorescos del norte de España, capaz de seducir al viajero por su bonito litoral y unas callejuelas que permiten viajar a través del tiempo con la imaginación.
Declarado Bien de Interés Cultural en mayo de 2004, el grueso del casco histórico de Castropol se encuentra repleto de viviendas blasonadas (muchas de ellas pintadas de blanco), parques y jardines que dan forma a un auténtico remanso de paz a orillas del Cantábrico. Al recorrer las principales avenidas de la villa, los visitantes podrán descubrir del mismo modo importantes ejemplos de la arquitectura civil y religiosa típica de Asturias, siendo la iglesia barroca de Santiago Apóstol uno de los elementos patrimoniales más destacados. De hecho, la silueta de su torre blanca erigida sobre el resto de construcciones del municipio constituye uno de los perfiles más característicos de Castropol. Además, muy cerca del templo religioso también merece la pena visitar el mirador de la Mirandilla, un balcón natural que ofrece unas vistas excepcionales de la ría y la ensenada de la Linera.
Otra de las paradas obligatorias de Castropol nos traslada hasta el céntrico Parque Vicente Loriente. Allí se emplaza la famosa estatua al marino y escritor Villamil, un curioso personaje que en el año 1892 emprendió una vuelta alrededor del mundo. En la misma zona también se localiza el antiguo Teatro Casino de Castropol (actual Casa de la Cultura y Biblioteca Municipal Menéndez Pelayo), un edificio histórico que fue construido en 1911 bajo un singular estilo ecléctico y neorrenacentista. La iglesia de Santa María del Campo, el Palacio del Marqués de Santa Cruz,, Villa Rosita, el Palacio de Montenegro-Casa del Cura o la Plaza del Cruzadero (donde se ubica su monumento al Pueblo Ejemplar) son otras de las paradas obligatorias en cualquier ruta por el callejero de Castropol.
Entre puertos, arenales y cascadas
La vida económica y social de Castropol ha girado siempre en torno a su puerto pesquero, pues se trata de una villa vinculada históricamente a las diferentes actividades del mar, desde la pesca de bajura hasta el tradicional cultivo de las ostras. De hecho, en el estuario del Eo se crían más de 5 millones de toneladas del mencionado molusco al año. Es por ello que Castropol se presenta como uno de los mejores destinos costeros para degustar este exquisito manjar marino, siendo el restaurante Peña Mar uno de los principales referentes de la zona desde su puesta en marcha en el año 1963. Además, también es posible realizar experiencias guiadas para descubrir los entresijos de la acuicultura y el encanto de esta ría fronteriza, e incluso disfrutar de su particular fiesta de exaltación gastronómica cada mes de agosto en el archiconocido Festival de las Ostras del Eo.
Más allá del puerto pesquero, el litoral de Castropol también alberga algunos tesoros naturales en formas de arenales. Una de las playas más famosas es la de Penarronda, un rincón mágico y perfecto para todos aquellos amantes del surf. Cabe señalar que esta preciosa lengua de arena se enmarca entre acantilados bajos, dunas y una naturaleza autóctona que la convierten en un auténtico monumento natural. De hecho, se trata de la única playa de toda la región donde crece el alhelí de mar, una planta en peligro de extinción. Por su parte, la localidad también esconde una cara interior enclavada entre ríos, pozas y bosques de ribera como en el caso de la majestuosa Cascada del Cioyo, un salto de agua con una caída libre de 30 metros de altura que da forma a un verdadero espectáculo de la naturaleza.