Desde el corazón de las Rías Baixas hasta el horizonte infinito de la Mariña lucense, los paisajes costeros desprenden una belleza inherente en cada rincón de Galicia en el que se vive y se siente el mar. En los cerca de 1.500 kilómetros que recorren este sinuoso litoral del norte peninsular, los faros se erigen como guardianes silenciosos de un sinfín de historias marítimas. Lo cierto es que a lo largo de toda la costa gallega, estos vigías del océano siempre han sabido guiar en la oscuridad de la noche y ofrecer una panorámica extraordinaria a plena luz del día, acompañados en todo momento de la suave brisa y el inconfundible sonido de las olas rompiendo contras las rocas. Y es que el encanto evocador de los faros gallegos encuentra su verdadera esencia en la arquitectura atemporal de los mismos, convertidos en el elemento central de un lienzo imaginario de escenas marineras.
De todos cuantos existen en Galicia, hoy queremos descubrir la historia detrás de un emblemático faro ubicado en el punto más septentrional del municipio de Xove ―y el segundo de la Mariña lucense―, en un entorno excepcional perfilado entre abruptos acantilados y naturaleza salvaje. Si bien es cierto que este gigante costero fue construido ya en el año 1974, no sería hasta 1986 cuando la luz del conocido como Faro de Punta Roncadoira empezaría a resplandecer sobre las aguas del mar Cantábrico. Y más allá de su semblante, una de las curiosidades que alberga este vigía gallego tiene mucho que ver con su nombre y origen, pues el faro en cuestión fue bautizado como Roncadoira como una especie de guiño al ruidoso sonido que produce el océano bravo al batir sus aguas contra el litoral en este punto de la localidad de Xove.
Así es el solitario faro de Punta Roncadoira
Las laderas del Monte Castelo se elevan frente al horizonte marino hasta superar los 130 metros de altura, junto a unas aguas que han sido testigos de una veintena de naufragios, entre ellos el del buque comercial Honor, que se hundió en mitad de una galerna un 24 de septiembre de 1544. Es precisamente en este entorno agreste y abrupto donde se enmarca el faro de Punta Roncadoira, cuya torre se encuentra situada a unos 94 metros de altitud sobre el nivel del mar. La estructura cilíndrica de este vigía ronda los 12,7 metros de altura y otros 3 de diámetro, provisto con una luz blanca que alcanza una distancia de 21 millas náuticas y produce destellos cada 7,5 segundos.
Abrupto, accidentado y repleto de pequeños islotes, el litoral de Xove constituye un punto realmente peligroso para la navegación marítima. No solo por la orografía de su costa, sino también por la climatología habitual de esta zona del norte de Galicia, muy adversa y propensa a los temporales y bancos de niebla. A pesar de todo, el entorno de Punta Roncadoira conforma un excelente observatorio natural de aves marinas y desde el lugar también se obtienen unas vistas privilegiadas del paisaje marítimo que recorre este rincón del litoral lucense. Además, cabe señalar que en las proximidades de este faro de Xove se localizan varios miradores, como los de Nacente y Poñente, desde los cuales es posible divisar los entrecortados acantilados de Estaca de Bares y del Cabo Morás en el extremo opuesto, así como también las islas Coelleira, Ansarón y Farallóns, y los islotes de Os Netos.
Más allá del faro lucense
El Faro Roncadoira es, sin lugar a dudas, uno de los grandes atractivos del municipio lucense de Xove, si bien este no es el único reclamo turístico que los viajeros podrán encontrar en la zona. Lo cierto es que la localidad alberga entre sus límites territoriales otros importantes puntos de interés, entre ellos las conocidas Ruinas de San Tirso, uno de los yacimientos mejor conservados de los primeros asentamientos en el municipio. En toda su línea costera existen un sinnúmero de arenales paradisíacos, pero también varias fervenzas y miradores naturales que, ya en su cara más interior, permiten a los visitantes disfrutar de toda la riqueza natural y paisajística de esta zona.
Más allá de los rincones ya mencionados, uno de los enclaves más singulares y visitados de Xove nos traslada hasta las inmediaciones del Cabo de Morás. Allí se localiza una maravilla natural convertida en uno de los escenarios más llamativos del norte de Galicia: los bautizados como Acantilados de Papel o Cantís de papel, en gallego. Se trata de unos precipicios de apenas 40 metros de altura, moldeados por los efectos del viento y la fuerza del mar a lo largo de los siglos. De hecho, su nombre viene dado por su apariencia, ya que las formaciones graníticas presentan todo tipo de pliegues y dobleces con formas caprichosas que hacen recordar al aspecto del papel.
Por otro lado, a poco más de 100 metros de estos acantilados, muy cerca del Portiño de Morás se encuentra otro lugar que merece la pena visitar en Xove. Hablamos de un antiguo parque de fabricación de dolos, unas gigantescas piezas de hormigón (cuya forma geométrica se asemeja a la de un martillo) que en el presente y tras el cese de actividad han dado lugar a un curioso paisaje pétreo de lo más marciano. Cabe destacar que dichos bloques de hormigón sirvieron en su día para construir el Puerto de San Cibrao, colocando cada una de las piezas entrelazadas como si de un rompecabezas se tratase.