Más allá de los arenales paradisíacos que recorren el grueso del litoral gallego desde las Rías Baixas hasta la Mariña lucense, lo cierto es que Galicia también presume entre sus límites de una enorme riqueza fluvial. Sea como fuere, no existe un rincón en el territorio que no se encuentre atravesado por algún río o riachuelo capaz de dar forma a todo tipo de saltos de agua, pozas, piscinas y playas fluviales en las que los más intrépidos aventureros pueden disfrutar de un buen baño en un entorno inigualable durante el verano. De hecho, muchos de estos espacios naturales han alcanzado una fama considerable en los últimos años, destacando casos como el de las Pozas de Melón en Ourense, el Pozo de Corme o las Caldeiras do Castro en la Costa da Morte o la playa fluvial da Cova, en O Saviñao. 

Ahora bien, son muchos otros los tesoros fluviales ocultos a lo largo y ancho de la región. Sin ir más lejos, en el corazón de la Mariña Occidental, justo en el límite natural entre las localidades de Viveiro y Xove se esconde una espectacular piscina natural situada al pie de una bonita cascada que presenta una caída libre de alrededor de 30 metros.

Este mágico rincón en la provincia de Lugo es conocido por todos como Pozo da Ferida, un nombre cuyo origen se le atribuye a una leyenda popular en la zona. Además, y aunque el entorno de la fervenza no pertenece a ningún espacio natural protegido, cabe destacar que esta piscina natural se encuentra rodeada por dos enclaves de enorme valor: el Monte Maio y el río Landro, ambas catalogadas como Lugares de Importancia Comunitaria. 

Un lugar mágico en Lugo

Pozo da Ferida, Viveiro. Foto: iStock

Entre frondosos bosques y naturaleza autóctona, el Pozo da Ferida conforma uno de los secretos mejor guardados de la comarca de la Mariña Occidental. Nacido entre las aguas del Rego do Loureiro ―un importante afluente del Landro―, este extraordinario salto de agua da forma a una piscina circular justo a sus pies. Además, desde lo más alto de la fervenza lucense también es posible observar una curiosa presa, la cual proporcionaba agua en el pasado a una pequeña central hidroeléctrica situada en la zona más baja. Una vez superado el Pozo da Ferida, el curso de este río continúa su descenso creando a su paso una buena serie de rápidos rodeados de grandes arboledas, especialmente de eucaliptos, alisos, sauces, robles y helechos.  

El Pozo da Ferida se encuentra enmarcado en las cercanías de los montes del Buio, una pequeña sierra que se extiende entre las parroquias del Monte (Xove) y Chavín (Viveiro), en donde también encuentra su nacimiento el Rego de Loureiro o río Xudreiro. Para llegar a las entrañas de esta poza natural será suficiente con seguir los pasos de una pequeña ruta de senderismo muy bien señalizada.

De hecho, se trata de un recorrido breve y agradable, de unos 15 minutos y que apenas tiene dificultad, al menos hasta su tramo final. La realidad es que cuanto más nos acercamos a la cascada más desafíos presenta el terreno, pues las rocas se vuelven más resbaladizas y existe asimismo una ligera pendiente. Cabe destacar que existe una zona de aparcamiento en las proximidades muy fácil de encontrar ya que se encuentra ubicada en Google Maps. 

Las leyendas del Pozo da Ferida

Pozo da Ferida (Viveiro) wonderful waterfalls of Galicia

El Pozo da Ferida conforma un lugar mágico y repleto de misterios, pues son muchos los relatos que envuelven al entorno y sugieren cosas como que el nombre de "Ferida" (herida) podría hacer referencia a la hendidura producida por la erosión del agua al discurrir entre las formaciones rocosas de este gran valle lucense. Varias de las leyendas cuentan asimismo que la presa de la cascada habría sido construida por los habitantes del castro de Loureiro, mientras que otras tantas indican que se trataría de un pozo infinito y sin fondo. 

Pero sin lugar a dudas, el mito más recordado y repetido sobre el Pozo da Ferida alude directamente al color estiércol de sus aguas. Según este relato popular, la poza tendría esa tonalidad oscura porque en el pasado cayó sobre ella una vieja gigante que llevaba a cuestas este material, el cual solían echar en las cortes de los animales para eliminar la humedad. Al quedarse herida durante la caída, se dice también que la anciana ya nunca más se pudo levantar, y de ahí el nombre del Pozo da Ferida.