Publicada

La costa gallega, tan bella, tan verde y tan fiel a su naturaleza es el lugar perfecto al que escaparse bajo el más puro espíritu wanderlust, es decir, con esa pasión inconmensurable por explorar el mundo y vivir un sinnúmero de experiencias. Los brazos de tierra sobre el océano Atlántico y el mar Cantábrico dan forma a una estampa hipnótica en todo el territorio litoral, a una suerte de mosaico de contrastes entre los rincones más salvajes y vírgenes de Galicia. Uno de los destinos más genuinos para empaparse de esta Galicia mágica es Ribeira, un pueblo costero donde el mar es la esencia misma de la cultura, tradición y vida cotidiana. 

La realidad es que en Ribeira existen muchas maneras de acercarse al mar, pero pocas experiencias resultan tan sobrecogedoras como contemplar el horizonte azul desde las alturas de la península do Barbanza. Pocas panorámicas pueden compararse con la que ofrece al viajero el Mirador da Pedra da Rá, una ventana natural a la desembocadura de la ría de Arousa y los tesoros naturales que se extienden por uno de los segmentos más mágicos de las Rías Baixas.

Gracias a su despejada panorámica, este balcón ribeirense no sólo permite otear la ría más grande de Galicia sino también rincones tan emblemáticos como el Parque Natural de las Dunas de Corrubedo, donde la arena dorada se despliega en suaves ondulaciones hacia el Atlántico. Desde este punto, el horizonte se convierte en una suerte de lienzo en vivo, un espectáculo visual que fusiona tierra y mar en una armonía tan inmensa como cautivadora.

La auténtica panorámica do Barbanza

Mirador da Pedra da Rá. Turismo de Galicia Ribeira

En las tierras altas del municipio de Ribeira, ocultos entre los misteriosos montes gallegos, se encuentran tesoros naturales y arqueológicos tan importantes como el del Castro da Cidá, una asentamiento castrexo cuya historia se remonta a la primera Edad de Hierro. A pocos pasos de este famoso yacimiento, y elevándose unos 190 metros sobre el nivel del mar, el bautizado como mirador da Pedra da Rá regala una de las panorámicas más bonitas de las Rías Baixas. 

El complejo dunar de Corrubedo y las lagunas de Carregal e Vixán son las grandes protagonistas de esta escena ribeirense, cuyo recorrido visual se extiende hacia la bocana de la ría de Arousa, con el trazado costero del Barbanza en primer plano y la comarca do Salnés como telón de fondo. Dejando a un lado tierra firme, sobre el océano también podremos observar las figuras de varias islas del Parque Natural das Illas Atlánticas, entre ellas los archipiélagos de Cíes, Ons y Sálvora, la más cercana de este tridente de emblemáticos islotes. 

Al margen de su posición estratégica y las espectaculares vistas que ofrece, merece la pena recordar que la balconada ribeirense es famosa por la gran mole de piedra que corona esta cima y se alza verticalmente, unos 15 metros sobre el suelo, como un guardián de la montaña. Conocida como A Pedra da Rá, este enorme peñasco debe su nombre a la peculiar silueta granítica que proyecta desde la lejanía, la de una rana con la boca abierta que observa el horizonte en un gesto enigmático y prácticamente eterno. 

De cuando el mirador tenía una escalinata

El mirador da Pedra da Rá tras su rehabilitación. Turismo de Galicia Ribeira

Hasta la primavera de 2016, el mirador da Pedra da Rá presentaba una imagen bastante diferente a la actual. Por aquel entonces una enorme escalinata ascendía hasta lo más alto de la gran mole granítica, culminando su recorrido en una especie de plataforma suspendida con vistas directas al Atlántico. Esta estructura, erigida en los años ochenta con la intención de fomentar el uso de este espacio como mirador turístico, permitía a los visitantes asomarse desde la cima y disfrutar de las espectaculares vistas.

Con el paso del tiempo la escalera empezó a deteriorarse y su existencia fue perdiendo poco a poco todo su sentido. No obstante, no sería hasta el año 2016 cuando se llevaría a cabo la demolición de la estructura y la puesta en marcha de un proyecto de rehabilitación del mirador dirigido por Carlos Seoane. Dicho proyecto pretendía poner en valor la riqueza natural y paisajística de este entorno en el Monte Castro, haciendo renacer al mirador y respetando la esencia más auténtica del lugar.

Así, la gran mole de piedra volvió a ser la protagonista, rodeada en el presente de losas y adoquines reciclados, flora autóctona y discretos elementos como bancos, escaleras y barandillas de metal que se integran a la perfección con el paisaje gallego. Una rehabilitación necesaria que, sin lugar a dudas, ha logrado devolver su belleza y esplendor natural a este mágico enclave en Ribeira.