Conocidos por su espíritu bromista, caprichoso y juguetón, se dice que estos pequeños seres disfrutan haciendo trastadas que a menudo los humanos percibimos como despistes: una ventana abierta un día de lluvia, objetos perdidos, líquidos derramados, obstáculos en el suelo que nos hacen tropezar, ruidos durante la noche...
Vilarxubín.
Turismo de Vilarxubín.
Pero sus habilidades mágicas también sirven para hacer el bien, ayudar en las tareas diarias o simplemente acompañar a los humanos. De hecho, hay una región de Lugo en la que se han asentado con un objetivo muy alejado de sus clásicas maldades. ¿Nos adentramos en la Galicia mágica y misteriosa para descubrirlo?
Ubicadas casi en la frontera con Asturias, las aldeas rurales lucenses de Bogo, San Paio y Vilarxubín comenzaron a sufrir hace años la amenaza de la despoblación rural. Ante ello y teniendo claro que debían hacer algo para evitar desaparecer del mapa, buscaron un hilo narrativo conductor que atrajese a visitantes para descubrir este lugar rodeado de maravillosa naturaleza que esconde una arquitectura única.
Vilarxubín, en Lugo.
Turismo de Vilarxubín.
"Todo comenzó cuando el conocido fotógrafo Vicente Ansola vino a Vilarxubín a sacar fotografías de la zona y se enamoró del pueblo", comienza a relatar Montse Fernández Álvarez, una de las impulsoras de este proyecto.
Poco tiempo después, cuando el artista ganó el premio Hasselblad Master Awards, insistió en hacer un regalo al pueblo que tanto le había ayudando: una estatua de un trasno como guiño a todas esas veces que los vecinos le habían dicho que allí habitaban esos pequeños seres mágicos.
Día del Bautizo del trasno Gorca Rete.
Montse Fernández.
"Cuando al día siguiente la gente del pueblo se levantó, había un trasno sobre un pedestal que habíamos colocado con la ayuda de la empresa de construcción de Pepe", recuerda Montse, que añade: "lo bautizamos como Gorca Rete porque publiqué un libro con ese nombre contando una historia ficticia para niños de cómo había llegado ahí y participaron los más pequeños de la zona con sus dibujos".
Desde entonces esta zona de la Galicia rural, levantada a lo largo de tantas generaciones con sacrificio y esfuerzo, agradece contar con la presencia de estos guardianes de los bosques que se han instalado en las aldeas para merodear entre los vecinos y visitantes recordándoles que la mágica autenticidad de lo rural ha perdurado a lo largo de los años y debe seguir haciéndolo.
Dibujo de niños de la zona que participaron en el cuento de Montse.
"Aunque sigue existiendo la creencia errónea de que no hay salidas para vivir en el rural, gracias a ese hilo narrativo el pueblo mejoró", afirma Montse, "porque la zona se convirtió en una visita obligada para ver al trasno y hacer alguna ruta de senderismo".
De esta manera, estas criaturas de orejas puntiagudas consiguieron capturar la atención de todas aquellas personas que desde entonces se acercan al Triángulo de los Trasnos con la esperanza de cruzarse con alguno de esos descendientes directos de los dioses celtas para que les demuestren todo lo fantástico que aun ocurre en las zonas más rurales de Galicia.
Dibujo de niños de la zona que participaron en el cuento de Montse.