El Monasterio de A Coruña oculto en plena naturaleza: fue uno de los más ricos de Galicia
- El antiguo cenobio de San Xusto de Toxosoutos logró acumular propiedades por toda Galicia, provincias cercanas como Zamora e incluso Portugal gracias, en gran medida, a su vínculo directo con la corte de Alfonso VII
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Repartidos por todo el territorio como guardianes silenciosos del tiempo, los monasterios de Galicia se han convertido en un importante reflejo de la historia, escondidos entre oníricos paisajes que parecen sacados de un cuento. Estas reliquias patrimoniales no sólo nos hablan de una espiritualidad profunda, sino que también nos invitan a descubrir su inigualable riqueza artística, cultural e incluso arquitectónica.
Fundados en su mayoría durante la época del reino suevo de Galicia, allá por el siglo VI, estos cenobios fueron concebidos en su origen como lugares para el retiro espiritual. Lejos del bullicio, la silueta de cientos de monasterios se erige majestuosa en algunos de los rincones más apartados de la región, allí donde la naturaleza se convierte en el marco perfecto para la contemplación.
En el corazón de Lousame, entre los frondosos bosques y valles verdes que se despliegan con generosidad a orillas del río San Xusto, se esconde uno de estos tesoros religiosos. En mitad de este paraje incomparable, el antiguo Monasterio de San Xusto de Toxosoutos ―o Toxos Outos― se alza discreto, perfectamente mimetizado con el entorno, casi como si la naturaleza lo hubiese reclamado para sí.
Lo cierto es que, en tiempos remotos, este cenobio fue uno de los conjuntos monásticos más influyentes de Galicia. Hoy, envuelto por el murmullo constante del agua y bajo un cielo que parece conspirar para proteger su quietud, el monasterio y sus alrededores invitan al viajero a sumergirse en varios siglos de historia, fe y serenidad.
Breve historia de una joya histórica
En Lousame, la piedra y el agua se entrelazan para crear un escenario único donde la naturaleza despliega su fuerza como la más fiel guardiana de la historia. Este mágico rincón, marcado por el latido sereno del río San Xusto, fue el lugar elegido en el pasado para levantar un monumental monasterio que, entre los siglos XIV y XV, llegó a figurar entre los más prósperos y poderosos de Galicia. Y aunque hoy en día apenas han sobrevivido algunos vestigios de aquel esplendor, su legado todavía permanece vivo en el actual templo de San Xusto de Toxosoutos, enraizado en una arcaica ermita románica del siglo XII que marcó el inicio de todo.
Las crónicas fragmentadas del pasado cuentan que, entre 1120 y 1133 aproximadamente, un monje llamado Pedro Crescón, del Monasterio de San Paio de Antealtares, cedió o vendió (según la versión) la ermita a dos caballeros, Froilá Alonso y Pedro Muñiz de Carnota, quienes dejaron atrás su vida militar para acogerse a la regla benedictina y escribir un nuevo capítulo de la historia en este rincón sagrado.
Su vínculo directo con la corte de Alfonso VII les abrió las puertas a un flujo constante de concesiones por parte del rey y del influyente obispo Xelmírez. En poco tiempo, el monasterio logró acumular propiedades que se extendieron por toda Galicia, provincias cercanas como Zamora e incluso Portugal. Con tanto poder y riqueza, la comunidad monástica se vio obligada a establecer prioratos para administrar todo su vasto patrimonio.
Sin embargo, el esplendor de Toxosoutos, como el cauce de un río que cambia en cada estación, no estaba destinado a durar para siempre. Ya en el siglo XIV, el antiguo monasterio comenzó a perder fuerza bajo el peso de las tensiones entre nobles y clérigos, ambos grupos sociales atraídos por las riquezas acumuladas en Lousame. Pese a todo, no sería hasta el año 1504 cuando llegaría el golpe definitivo para la este cenobio, al ser anexionado al Monasterio de Sobrado dos Monxes y convertirse a la Orden del Císter.
Con este cambio, las propiedades que aún conservaba fueron absorbidas por la inmensa red de posesiones del emblemático Monasterio de Sobrado, difuminando poco a poco la identidad del de Toxosoutos. De hecho, como ocurrió con tantas otras joyas monásticas de Galicia, el antiguo cenobio no pudo escapar a los estragos de la historia. Tanto la invasión francesa como la famosa desamortización de 1835 sellaron su destino y lo empujaron hacia un lento abandono e inevitable olvido.
Hoy, de aquel conjunto monástico que una vez dominó las tierras de Lousame apenas sobreviven algunos restos, sombras de su grandeza que se mantienen en alguna dependencia rehabilitada de la iglesia barroca del siglo XVIII que ahora domina la escena, reconocible en la distancia por su imponente torreón adosado a la izquierda de la fachada.
Frente a ella, la casa rectoral, y a su alrededor, el río San Xusto dibuja un paisaje de extraordinaria belleza entre bosques, rápidos y pequeñas cascadas. Las pasarelas de madera, una pequeña área recreativa y varios senderos bien trazados invitan al visitante a recorrer los márgenes de este riachuelo y a sumergirse en los ecos de un pasado medieval, que aunque ya lejano, todavía resuena con ímpetu en cada rincón.