En el segmento noroeste del litoral gallego, allí donde la tierra se rinde ante la inmesidad del Atlántico, la Costa da Morte despliega un encanto magnético que hechiza a aquellos viajeros que se atreven a descubrirla. Hablamos de un territorio legendario conocido tanto por sus historias de naufragios como por la fuerza indomable de su naturaleza. En este punto de la geografía, los acantilados desafían al viento, las playas se refugian entre dunas y pinares, y los pueblos parecen susurrar secretos al compás de las mareas.
Dicen que en la Costa da Morte el tiempo tiene otro ritmo. Cada rincón está plagado de historias que se entrelazan con la magia y el sabor de esta tierra. Un lugar en el que la tradición vive en cada detalle: desde pequeños y pintorescos puertos pesqueros hasta aldeas escondidas entre verdes valles y montañas, esta región ofrece un mosaico de paisajes y experiencias que cautivan a quienes buscan lo genuino.
En esta breve guía, te llevaremos por 15 pueblos espectaculares de la Costa da Morte que no puedes dejar de visitar antes de que termine 2024. Descubrirás lugares donde las tradiciones cobran vida, donde el mar parece hablarte al oído y donde cada paso es una invitación a enamorarte de la Galicia más auténtica.
Malpica
Malpica de Bergantiños, con su vibrante esencia marinera, es la puerta de entrada a la fascinante Costa da Morte. Este rincón gallego, bañado por el Atlántico, combina historia, tradición y naturaleza en un escenario lleno de vida y color. Su puerto, nacido en el siglo XVII como enclave ballenero, es hoy el corazón del mayor puerto pesquero de bajura de Galicia.
Aquí, entre calles estrechas y casas de pescadores, el aroma del mar impregna cada rincón. Frente a sus costas, las islas Sisargas emergen como un santuario natural para las aves marinas, añadiendo un toque salvaje a este colorido destino del norte de la provincia de A Coruña.
Buño
El último refugio del arte oleiro en Galicia es a su vez uno de los grandes tesoros ocultos de la Costa da Morte. En este rincón de Malpica de Bergantiños, la tradición oleira, que se remonta a principios del siglo XVI, sigue viva todavía gracias a los artesanos que dedican su vida a preservar este bonito oficio. Aquí, los alfares han sido testigos de siglos de historia, produciendo cerámica con un carácter único.
Una de las paradas imprescindibles en este destino es el Eco-Museo do Forno do Forte, un espacio singular donde los visitantes pueden explorar un fascinante catálogo de obras creadas por oleiros y oleiras de Galicia, así como las técnicas y herramientas que dan vida a estas creaciones. Además, el pueblo cuenta con talleres artesanales abiertos al público que convierten cada visita en una experiencia inolvidable.
Corme-Porto
En el corazón de la Costa da Morte, en los límites de Ponteceso se encuentra la pequeña y pintoresca villa marinera de Corme, famosa por sus percebes, considerados por muchos como los mejores del mundo. Lo cierto es que los percebes de O Roncudo no sólo son un motor económico y símbolo de identidad del pueblo, sino que también forman el alma de una de sus fiestas gastronómicas más importantes.
Callejear por Corme significa sumergirse en un universo de viviendas coloridas marineras y rincones plagados de historia y leyenda. Entre ellos destaca la Pedra da Serpe, un tesoro rupestre único en Europa Occidental, donde una serpiente alada cobra vida sobre una roca granítica, testigo mudo de los misterios que rodean a este rincón de Galicia.
Ponteceso
Desde el imponente Faro do Roncudo hasta la emblemática playa de Balarés o el espectacular mirador do Monte Branco, Ponteceso se presenta al viajero como uno de los destinos más fascinantes de la Costa da Morte. Esta encantadora villa marinera, enclavada en la fachada atlántica de la comarca de Bergantiños, destaca por su carácter singular, moldeado por las pequeñas sierras que surcan su territorio y le otorgan un perfil único.
Entre sus secretos mejor guardados se encuentran unas dunas móviles con vistas a la ría de Corme e Laxe, un paraje de extraordinaria riqueza natural y paisajística. Este entorno, además, alberga la duna rampante más alta de Galicia, un fenómeno que añade un toque de singularidad a este rincón de la Costa da Morte.
Vimianzo
Aunque no se trata de un pueblo costero, Vimianzo conforma una parada imprescindible en cualquier ruta por la Costa da Morte. Este destino coruñés destaca por su impresionante riqueza patrimonial y su conexión con la historia a través de sus antiguos dólmenes. En el corazón del municipio también se alza la majestuosa fortaleza de Vimianzo, un castillo donde la tradición sigue viva a pesar del paso del tiempo.
Cada año, sus muros reviven el histórico asalto de los Irmandiños, convirtiendo el lugar en un epicentro cultural y festivo. En su interior, el viajero también encontrará una exposición permanente del Centro de Interpretación de la Costa da Morte y una fascinante muestra de artesanía en vivo, que preserva y promueve el patrimonio intangible y las tradiciones de la comarca.
Laxe
Al sur de la ría de Corme e Laxe se encuentra uno de los pueblos más encantadores de la comarca de Bergantiños. Laxe es un destino lleno de historia, naturaleza y una belleza impresionante que lo convierte en el lugar perfecto para unas vacaciones inolvidables. Sus extensos arenales y rincones únicos, como la famosa playa de los Cristales —donde la naturaleza transformó los restos de vidrio en una auténtica obra de arte visual—, son sólo algunas de sus joyas.
Cerca del faro de Laxe, inspirado en el vigía de O Roncudo, se alza uno de los monumentos más conmovedores de la Costa da Morte: un homenaje en bronce a los marineros que nunca regresaron y a las familias que esperaron su llegada con el corazón en un puño.
Camelle
En la localidad de Camariñas nos encontramos con Camelle, un pequeño puerto pesquero que conserva el encanto de los pueblos marineros de antaño. Este rincón de la Costa da Morte, enclavado en un tramo especialmente agreste, es famoso por su conexión con Manfred Gnädinger, un filósofo, pintor y escultor alemán que dejó una huella imborrable en este municipio coruñés.
Conocido como El Man de Camelle, vivió y murió entre sus calles, en las que habitó entre 1962 y diciembre de 2002, llevando una vida sencilla y profundamente vinculada con la naturaleza. Hoy, su legado sigue vivo en el Museo de Man, uno de los principales atractivos turísticos del lugar, donde su arte e historia invitan a reflexionar sobre la relación entre el ser humano y el entorno.
Camariñas
Famoso por su tradición en el encaje de bolillos, Camariñas es una parada imprescindible en todo viaje por la Costa da Morte. Su territorio, que se extiende a lo largo de una península de dos caras, ofrece un contraste de paisajes fascinante: una frente al bravío del Atlántico y otra que fija mirada en las tranquilas aguas de la ría que comparte con Muxía.
En esta localidad también se alza el emblemático Faro de Cabo Vilán, uno de los vigías más cautivadores de Galicia y el lugar donde los atardeceres regalan una de las postales más bellas del país. Otro rincón cargado de historia en Camariñas es el Cementerio de los Ingleses, un emotivo homenaje a los más de 170 marineros que perdieron la vida en el naufragio del Serpent, ocurrido frente a estas costas en 1890.
Muxía
Muxía se ha convertido en uno de los tesoros más fascinantes de la Costa da Morte, un lugar plagado de magia y misterio. Aquí, donde las leyendas celtas se entrelazan con el mar, el sol y las piedras, se encuentran los ecos de los antiguos ritos. En su corazón se alza el Santuario da Virxe da Barca, un destino de peregrinación en el que se cuenta que la Virgen María llegó en barca para dar ánimos al Apóstol Santiago.
De hecho, se dice que las rocas que rodean el templo son los restos del barco que la acompañaba. No lejos de allí, Cabo Touriñán marca el fin de la tierra en estas costas, convertido en el punto más occidental de la península Ibérica.
Fisterra
En el extremo sur de la Costa da Morte, el Cabo Fisterra se erige con majestuosidad como el cabo del fin del mundo (Finis Terrae). Cada año, cientos de peregrinos llegan hasta aquí extendiendo su camino más allá de Santiago de Compostela. El corazón de este pintoresco pueblo gallego late junto al Faro de Fisterra, cuyo faro vigía contempla la vastedad del océano Atlántico.
Pero Fisterra no se limita únicamente a este enclave mágico, sino que ofrece al viajero un sinfín de tesoros por descubrir. Desde su animado puerto y casco histórico, hasta el emblemático Castillo de San Carlos o sus arenales de ensueño.
Corcubión
Corcubión, el municipio más pequeño de la provincia de A Coruña, es un verdadero tesoro de la costa gallega. Su casco antiguo fue declarado Conjunto Histórico-Artístico en 1985 debido a su enorme riqueza patrimonial, que incluye auténticas joyas como el Palacio de Altamira o el Castillo do Cardenal.
Esta villa marinera, una de las más representativas de la Costa da Morte, fusiona la fuerza indómita del mar con la serenidad que tanto caracteriza a las Rías Baixas, creando un escenario único repleto de historia y magnetismo.
Cee
Cee guarda la esencia más auténtica de la Costa da Morte. Su nombre, que algunos creen que proviene del latín Cetus (que significaría atún o ballena), parece resonar con la memoria de las antiguas factorías de cetáceos y el poderío que la industria ballenera llegó a tener en esta región en el siglo XVI.
Aunque es uno de los pueblos menos conocidos del litoral gallego, Cee es un lugar plagado de magia y encanto, con sus avenidas estrechas y edificios centenarios que actúan como cápsulas del tiempo, preservando su rica historia, patrimonio y cultura.
Ézaro
Santa Uxía do Ézaro, al sur del municipio de Dumbría, es una joya costera bañada por las aguas de la ría de Corcubión y conocida por albergar uno de los espectáculos naturales más impresionantes de Galicia. La realidad es que el protagonismo de este pueblo se lo lleva la Fervenza do Ézaro, donde el río Xallas se lanza en un vertiginoso salto de 40 metros directamente al océano Atlántico, una rareza casi única en Europa.
Sobre la cascada, un imponente mirador regala al visitante unas vistas inolvidables. Desde este punto se puede contemplar el majestuoso estuario del Xallas, el horizonte infinito del Atlántico y las escarpadas laderas del Monte Pindo, ofreciendo una de las panorámicas más bonitas de la Costa da Morte.
Carnota
Carnota, un rincón imprescindible de la Costa da Morte, se enorgullece de custodiar la playa más extensa de toda Galicia: un paraíso natural que se despliega a lo largo de siete kilómetros entre naturaleza y aguas cristalinas. Este majestuoso paisaje ya es razón suficiente para visitar la localidad, pero lo cierto es que Carnota guarda aún más tesoros para sus viajeros.
Sin ir más lejos, la propia desembocadura del río Vadebois forma una curiosa ideal para el baño, más conocida como Boca do Río. Este idílico rincón también se convirtió hace poco en el escenario de uno de los spin-off de The Wlaking Dead. Además, al margen de la riqueza natural y paisajística, Carnota también presume de tener uno de los hórreos más grandes de Galicia: un pieza de 34 metros de largo y casi dos de ancho que se alza como el testimonio vivo del ingenio y la historia rural de Galicia.
Muros
A medio camino entre la Costa da Morte y las Rías Baixas, Muros es un lugar donde confluyen la esencia y el carácter de dos de los geodestinos más emblemáticos de Galicia. Este pintoresco pueblo coruñés conserva intacto el encanto de las antiguas villas marineras, con su entramado de estrechas callejuelas, plazas y viviendas que siguen la arquitectura tradicional de estos barrios de pescadores.
De hecho, como sucede en todo pueblo que vive del mar, el corazón turístico de Muros también late al compás de las mareas. Su puerto, el paseo marítimo y arenales tan impresionantes como el de Louro convierten a este rincón en un destino perfecto para quienes buscan tradición, belleza y la serenidad que ofrece el océano Atlántico.