En 1968 no había ningún bar en la calle Fuente Seoane, junto a Orillamar. Por no haber, no había ni carretera. Era un viejo camino de tierra. Por estos motivos es totalmente entendible que a Ángel Barrós y María de los Ángeles Freire los llamasen "locos" cuando decidieron comprar un almacén de patatas y convertirlo en un bar de tapas.
Junto a Flora Freire, madre de María de los Ángeles, echó a andar este local. Habiendo tanto Ángel en la familia, el nombre estaba claro. "Las casas de cerveza no nos querían ni poner el letrero del bar porque decían que no teníamos futuro", cuenta María Barrós, hija de los fundadores de Los Ángeles. Todos se equivocaron y el éxito de este local fue constante desde entonces.
¿Cuál es su secreto? Un ambiente acogedor y su deliciosa comida casera. ¿No es suficiente? También tienen una de las mejores tortillas que puedes probar hoy en día en A Coruña. ¿Necesitas algo más para convencerte? Es de los pocos establecimientos de la ciudad donde poner una tapa con cada consumición.
María Barrós se hizo con el bar en el 2008, año en el que se jubilaron sus padres. Presume de haber crecido en un bar muy querido en el barrio: "En 51 años no hemos tenido ninguna denuncia". Los fines de semana son frenéticos en este establecimiento junto a la calle San Juan. María nos cuenta la historia de este sitio, sus recuerdos de la infancia y los secretos de su tortilla
Referente del tapeo coruñés desde 1968
¿En qué momento coges Los Ángeles?
Soy licenciada en Psicología. En el 2007 estaba preparando oposiciones para la Xunta y no tenía trabajo. Mi padre me propuso coger este local cuando se jubilaron. El otro, donde ahora está el Lambón, lo traspasaron. Así que me aventuré a cogerlo y al final ni oposiciones, ni Psicología, ni nada. Y aquí sigo. Lo reformé hace 4 años.
Prácticamente te criaste aquí.
Nací aquí. Mis padres se casaron al año siguiente de empezar con el negocio. Yo aún no estaba ni en proyecto ni nada. Me crié aquí.
¿Qué era este local cuando se abrió?
Esto era un almacén de patatas. No había nada. Lo que pasa es que mis padres y mi abuela trabajaban en la cafetería Cristal, al lado del cine Coruña. Decidieron emprender algo nuevo y se vinieron para aquí.
¿Cómo escogieron este lugar?
La verdad es que no lo tengo claro. Ya te digo que esto no estaba asfaltado ni nada.
Y pese a ello, el negocio prosperó.
Mis padres siempre tuvieron mucha clientela. Desde que abrieron. El exalcalde Domingos Merino comía aquí todos los días con sus padres. El periodista Vituco Leirachá también era un fijo, muy fiel a las filloas de mi abuela. También venían muchos inspectores de la Policía, abogados, médicos…
¿Cuál fue la clave para que Los Ángeles tuviese éxito en aquel momento?
Su cocina casera. Recuerdo que venían muchos inspectores de Hacienda a comer aquí y se servían ellos mismos de las potas en la cocina. Hubo uno que llegó de Valladolid y dijo: "Yo quiero que me sirvan". Al tiempo ya era el primero en servirse él mismo y al resto de sus compañeros. Este fue siempre un ambiente muy familiar.
Como estar en casa.
Exacto. Ya lo dice nuestro logo. La gente se sentía así cuando venía. Los clientes hasta se ponían a recoger las mesas. Ahora ya no se puede hacer, que te viene una inspección y se te cae el pelo.
¿Notabais la popularidad de la calle San Juan?
Siempre fue una calle de vinos. Cuando yo era pequeña era una zona de chateo. Había más bares que ahora. Los fines de semana siempre había gente. También hubo una época en la que tuvo mucho tirón por la noche. La cosa se desmadró un poco y cerraron muchos bares. Ahora, con la sesión vermú, se volvió a poner de moda, junto a la calle San José. Hay un gran ambiente.
¿Es el domingo el día con más carga de trabajo de la semana hoy en día?
Sin duda, sobre todo en invierno. Las horas fuertes son de ocho a nueve de la noche. En verano, con la playita y las terrazas, la gente viene algo más tarde. Los sábados también solemos tener mucha gente.
¿Vienen muchos grupos grandes a cenar?
Sí. Trabajamos con menú de grupos o por carta. No tenemos menú del día, porque por la semana solo abrimos por la tarde. Viene mucha gente joven y estudiantes porque tenemos unos precios muy económicos.
Imagino que pondréis también vuestra deliciosa tortilla.
Claro. La mayoría de la gente viene por la tortilla. Le gusta mucho a la clientela.
¿Tiene algún secreto?
Ninguno. La hace el cocinero o la hago yo misma. Freímos la patata bien pochada en aceite de girasol, unos buenos huevos y listo. No tiene secretos. Eso sí, la hacemos muy finita.
¿Desde cuando ofrecéis una tapa con la consumición?
Es algo que metí yo. Mis padres ponían tapas, pero se cobraban. Al haber estudiado en Santiago, agradecía un montón que con la consumición me dieran algo de comer. Cuando me quedé con el bar, lo incorporé. Me gusta que me den, así que yo también voy a hacerlo, pensé. Los clientes escogen lo que les apetece, y listo.
Imagino que la tortilla será la más pedida.
Sí, es la tapa estrella. Ahora también mucha demanda las albóndigas. Y los fines de semana, los callos. Pero, sin duda, la tortilla arrasa. Los sábados y domingos podemos llegar a hacer unas 200 o más. También las tenemos para llevar.
Se mantiene la cocina tradicional como seña de identidad de Los Ángeles.
Hubo un tiempo que tratamos de innovar un poco. Pero al final la gente lo que demanda es la cocina de toda la vida y casera. También tenemos algo de marisco los fines de semana y pescado fresco. ¿Para qué cambiar si lleva tantos años funcionando?
Los fines de semana hay momentos en los que no se puede ni entrar. ¿No habéis pensado en cambiaros a un local más grande?
Yo nací aquí y me crié aquí. Hay veces que pienso que es un local muy pequeño e incómodo. Pero un sitio más grande es más complicado de llenar. A no ser que surgiese algo muy bueno… Cuando hice la reforma sí que me planteé moverme a otro local en Orillamar.
¿Qué anécdotas te vienen a la mente?
Muchas. Quizá es una pregunta más para mis padres, que abrieron el local. El día que nací estaban jugando aquí una timba de póker. No había horarios de cierre ni nada. Mi madre estaba en el hospital a punto de parir y a mi padre lo llevó un inspector de policía que paraba en el local. Y aquí quedó el bar, en manos de los clientes. Era algo que pasaba mucho antes: "Toma las llaves y cierra tú".
¿Se mantiene esa clientela que tenía tu padre?
Claro. Sigue viniendo la gente de siempre. Ahora con sus hijos y nietos.
Está de actualidad la peatonalización. ¿Os gustaría que se hiciese aquí?
Es algo que está sobre la mesa. Hubo alguna propuesta para la zona de San Juan. Pero en principio, habrá que esperar. Yo creo que esta zona es más importante para peatonalizar que Los Cantones. Por esta calle pasan mangados y las aceras son muy estrechas. Un carrito de bebé o una silla de ruedas no cabe.
Como buena hostelera
¿Una tapa?
Con la tortilla. Está claro.
¿Algo para acompañarla?
Soy muy de vinos. Un buen ribeiro le pega.
¿Algún bar al que ir?
O Mentireiro, en Orillamar. Y, para algo más tarde, O Patachín.