El próximo año se cumplirá medio siglo desde que el jamón york, el queso y el pan de molde triunfaron sobre los callos o el raxo de los bares del Agra del Orzán. En la plaza del Comercio, Manuel Curraño abrió en 1971 el Emporio de los sándwiches. Ahora, este local está regentado por la tercera generación, aunque su hijo Manolo, que tenía en aquel entonces 17 años, todavía sigue dispuesto a echar una mano.
Valentín y Rosa Curraño, nietos del fundador, son quienes sostienen este negocio tan singular de A Coruña. Pasan los años "y las crisis" y ahí sigue el Emporio, despachando emparedados todos los días. Su éxito solo se entiende si se acude a la plaza del Comercio y se observa el mimo con el que tratan cada ingrediente.
El pan artesanal se hace en los moldes que Manuel Curraño inventó en los setenta. El fiambre es "de primerísima calidad", como dice Manolo. Y los postres, obra de Rosa, llegaron a la carta y son ahora imprescindibles. Los sándwiches apenas han cambiado durante todos estos años. El Completo sigue siendo el más pedido; el Plus, que lleva piña, también se agota; y el más caro cuesta solo 4,40 euros.
Manolo, que rememora toda una vida de dedicación, reconoce el cambio generacional: "Valentín le da de la hostia. Tiene mano con los clientes". Ambos nos cuentan todos los secretos del Emporio de los sándwiches.
Los emparedados más famosos de A Coruña
¿Había en 1971 más locales de este estilo en la ciudad?
Valentín: Para nada. No había nada como esto. Cuando los introdujo mi abuelo aquí, ni siquiera había el bikini. Mi abuelo hizo unos moldes de hierro grandes para hacer su propio pan, para no tener que comprarlo.
Entonces, ¿cómo se le ocurrió?
V: Lo abrió con algo de incertidumbre. En A Coruña no se estilaba mucho este tipo de comida. Ibas a un bar y comías raxo, zorza o callos. Pero se aventuraron y mi abuelo lo hizo todo a mano. Las mesas, las sillas… Tenía tantas ganas de abrir que el último día, como no le daba tiempo a terminar las paredes, colocó un montón de cartones de huevos. Fue algo que se acabó quedando y a la gente le gustó. Ahora tenemos unas pocas para recordarlo.
¿Cómo fueron aquellos primeros años?
V: Se abrió para probar, a ver cómo funcionaba. Y, al final, llevamos casi 50 años.
Manolo: Fue un negocio pionero. En Galicia no había ningún local igual, que hiciese sándwiches con pan artesanal.
¿Cómo reaccionó la gente?
M: Al principio se pensaban que era un bar normal, venía la gente a jugar a las cartas y al dominó. Fue lo primero que eliminamos. Queríamos que la gente viniese a comer y se marchase, nada de tirar aquí la tarde. Éramos un sitio de comida rápida.
¿A quién se le ocurrió la idea?
M: A un empleado uruguayo que tuvo mi padre. Estuvo los primeros años. Valía mucho para el negocio pero tenía muchas novias y terminó teniendo que marcharse.
¿Cómo fue evolucionando el negocio?
M: Poco a poco fuimos ampliando nuestra oferta de sándwiches tostados. Con nuestro propio pan y gracias al molde que creó mi padre. Ahora lo hacen en una panadería con nuestro sistema y trabajan en exclusiva para nosotros. No hay otro local que tenga este pan.
¿Cuándo se puso de moda?
M: La aceptación fue inmediata. Las personas mayores no estaban muy por la labor al principio. Estaban acostumbrados a ir al bar a tomar los callos o las tapas. Venían con los nietos y se mostraban reacios. Pero al final, lo probaban y les gustaba mucho.
¿Cuántas variedades teníais?
M: Al principio había unas 12 variedades de sándwich, ahora hay más de 40. Siempre se trabajó como base el jamón york. Combina muy bien con cualquier ingrediente y le da sabor al pan. El que más se vende es el Completo, que lleva jamón, lechuga, tomate y queso gratinado.
¿Dónde está la clave de que gusten tanto?
M: Usamos muy buenos productos. Un jamón muy bueno, un queso de calidad y muy conocido, aceite virgen extra, mantequilla… No tenemos nada congelado, todo es fresco.
¿Cuál es el secreto para haberos mantenido aquí casi medio siglo?
M: Tuvimos la desgracia de que mi padre murió en un accidente de tráfico en el año 94. De aquella, yo trabajaba en los seguros y estuvimos a punto de traspasar el negocio.
¿Cómo era tu padre cuando estuvo al frente del negocio?
M: Era una persona muy trabajadora, que procedía de una familia muy humilde. Se fue a Venezuela a ganarse la vida y yo no lo conocí hasta los 10 años. Era un buscavidas y cuando vino montó un taller. Al final, se animó a montar este negocio.
¿Cómo ha evolucionado la clientela?
M: Da gusto la clientela que tenemos. Son todos muy buena gente. Hay nietos e, incluso, bisnietos de nuestros primeros clientes. Vienen de todos los lugares. Tenemos gente de todas las edades, de los cero a los cien años.
V: Viene gente de muchos sitios. Tenemos incluso unos clientes de Ortigueira.
Mantiene su esencia el local.
V: Y la mantendrá, mientras siga siendo de nuestra familia.
M: Eso es lo que le gusta a nuestros clientes. Por eso siguen viniendo después de tantos años.
¿Cuál es el sándwich más vendido?
V: El Completo, sin duda.Un chico que viene aquí dice que tiene sabor a nostalgia. Comía ese sándwich con sus padres hace años y le trae recuerdos. Todas nuevas variedades cambian mucho de una a otra.
M: Del resto de la carta, el Chivito tiene mucho éxito. Es un bollo con filete de cerdo adobado a la plancha.
¿Nunca surgió ningún otro local similar?
M: Hubo alguna oferta para crear una franquicia, pero eso nos impedía controlar el negocio. También nos ofrecieron ir al centro comercial de Los Rosales cuando abrió, pero no lo tuvimos claro y al final no fuimos.
¿Hay algún día de la semana que sea difícil encontrar mesa?
V: Viernes, sábado y domingo, como toda la hostelería. En los últimos años también está subiendo el resto de días. Ya casi no quedan días tranquilos, tanto en las mesas o para llevar. Por las noches viene muchísima gente. Se forman grupos en la calle esperando sus pedidos.
¿Cómo podría evolucionar esto?
V: No podemos cambiar una fórmula que ha funcionado durante casi 50 años. Se pueden ir tocando cosas, pero el Emporio se conoce por lo que es y lo que ha sido. Yo, si te soy sincero, espero jubilarme aquí.