En Zalaeta está una de las cocinas más innovadoras de A Coruña. Desde hace unos días cuentan con su primer gran reconocimiento: una mención en la guía Repsol. Se trata de Pracer, una taberna comandada por Moncho Bargo y Javi Freijeiro.
Su amistad viene de lejos. El primero trabajaba en el grupo SPOOM, responsable de locales como Fire Capitano o Tío Xan. El segundo estaba en el grupo El Huerto, gestionando la cocina de sus diferentes establecimientos. Llegó el momento de dejar esa etapa atrás y unir fuerzas.
Fue a comienzos de 2019 cuando sus estilos, totalmente enfrentados en lo gastronómico, confluyeron en Pracer. Lo definen como una cocina gamberra, pero con fondo gastronómico. En apenas dos años nadie puede negar que su apertura ha sido todo un éxito. Incluso durante la pandemia fueron de los primeros en atreverse con el reparto a domicilio.
Pracer es mucho más que platos arriesgados y sabores de muchas culturas culinarias. Su estética, su música y ambiente cercano y acogedor es algo único en la ciudad. Hablamos con Moncho y Javi sobre todo ello.
¿Como se forjó Pracer y vuestra alianza en la cocina?
Javi: Nos conocimos en el 2008. Moncho trabajaba en La Postrería y mi mujer también. Ahí nos hicimos amigos y vimos que había ciertos vínculos. Estuvimos a punto de coger el local de Pepa a Loba, pero estábamos cómodos en nuestros trabajos. Nos quedamos cinco años más,
Moncho: Decidí dejarlo todo cuando fui padre. Me dio un giro a la cabeza y abandoné la cocina durante dos años. Fue cuando empezamos a planear abrir Pracer. Nos presentamos a Incitus y lo ganamos. Ya colaborábamos juntos en eventos antes de abrir aquí. Siempre nos llevamos muy bien, y es algo que nos ha venido bien este año, para poder aguantar todo esto. Porque pasamos más tiempo aquí que con nuestras mujeres y nuestros hijos.
¿Y cómo ha cambiado vuestra relación desde entonces?
J: Hemos tenido tiempo para conocernos como socios, porque éramos colegas, pero nunca habíamos tenido esa visión como socios. Pasamos mucho tiempo juntos aquí. Podían pasar dos cosas: consolidar la relación o que se fuera al garete. Y pasó lo primero por suerte.
M: Ya podemos ir a La Isla de las tentaciones (bromea). Al final solo podemos estar agradecidos. Viendo como estaba todo y nosotros trabajando.
¿Y este año?
M: Fue un año bastante duro. Mira que nosotros lo llevamos bien, somos muy positivos. Estuvimos prácticamente todo el tiempo codo con codo. Ahora llevábamos tres meses solos, desde el último cierre del 11 de enero hasta ahora. Volvemos a las cenas, que algo es algo. Vuelven los dj también. Volvemos a la normalidad, poco a poco. Con todas las medidas de seguridad, eso sí. Ya está metido en nuestro día a día la desinfección.
¿Cómo lleváis el hecho de conseguir una mención en la Guía Repsol?
M: Con mucha ilusión. Nunca pensamos que podríamos entrar en una de estas guías. Por nuestro concepto.
J: No es muy protocolario ni gastronómico. Creo que este tipo de guías están evolucionando un poco y se están abriendo a toda la oferta del mercado. Les interesan conceptos como este, que destilen calidad y ofrezcan productos de la tierra. Hace diez años era impensable que un concepto tan gamberro estuviese en este tipo de guías.
Además en este año, que no habéis podido demostrar toda esa locura que es Pracer.
J: Nos lo han desmontado todo. Estuvimos en agosto un tiempo con toda esa escenografía y desde entonces a medio gas.
M: Abrimos en febrero de 2019. El primer año fue impresionante. Había colas para entrar a la barra. A las 20:30 se ponía la gente fuera a esperar. Hemos tenido que hacer cambios. La barra nunca se reservaba. Estaba funcionando que te cagas. Con la pandemia supimos adaptarnos. Ya teníamos algo de experiencia con el servicio a domicilio.
¿Teníais una idea definida de lo que queríais que fuese Pracer?
M: Quisimos hacer un garito muy diferente a lo que había en la ciudad. Siempre nos gustó el tema musical y queríamos algo que lo pudiese compaginar. Un garito-restaurante.
J: Habíamos estado en Europa viendo modelos de negocio similares, habíamos estado en las capitales españolas viendo conceptos…
M: Al final, volvimos empapados de ideas que nos apetecía hacer aquí. Fue poner todo encima de la mesa y plasmarlo. Nadie nos entendía y nadie nos avalaba. No creían en este tipo de locales, una mezcla de sala de conciertos británica y okupa de Berlín. La clave fue ser diferentes.
¿Cuál es la clave de que funcione tan bien?
M: Que nos llevamos muy bien. Estamos muy a gusto. Hicimos un equipo muy guay desde el primer momento y no ha cambiado nada. No hay reglas en la cocina, hacemos lo que nos da la gana.
Es un local que invita a meterse en la cocina.
J: Nos gusta mucho interactuar. Hace tiempo que la gente no sale solo por alimentarse. Busca una experiencia, y nosotros les ofrecemos una gastromusical y, aún encima, nos echamos unas risas con ellos. Si tienes un mal día y vienes aquí, seguramente salgas un poco más motivado.
M: Es nuestra personalidad. Miramos la parte positiva de las cosas. Dentro de todo lo malo que ha pasado, hemos podido trabajar.
J: Cuando te llega un reconocimiento como este después de un año tan duro, significa que algo hemos hecho bien.
El local sugiere una cocina rompedora y canalla. ¿Esa era vuestra idea?
M: Venimos de dos cocinas muy diferentes. Javi es un poco más gastronómico, le gusta mucho el producto. Y yo soy muy gamberro, me gusta mucho el streetfood, comer con las manos. Al final creo que hemos compaginado muy bien esas dos cuestiones. Hemos creado platos que parten de una base muy gastronómica y le damos un golpe de efecto con una salsa que ni te imaginas. Te transportas a la India o a otro lugar. Hacemos viajar mucho los platos. No son, eso sí, platos complicados. Son propuestas sencillas. Nos dicen que tenemos platos con muchísimo sabor. Nos gusta mucho hacer productos a la brasa, jugar con las verduras… Viene mucha gente vegana ahora y empezamos a hacer propuestas y menús degustación veganos. Es todo un reto.
¿Cuáles son los platos que caracterizan a Pracer?
M: No te podría decir uno. Nos gusta que nuestros clientes se transporten a otros lugares. Por ejemplo, tuvimos un plato de durum. Venían unos clientes turcos que nos decían que lo clavábamos. Nos gusta mucho probar productos de otros lugares y experimentar después con ellos. Coger un poco de uno, otro de otro. Hacemos una pequeña investigación y a partir de ahí creamos nuestros platos. Lo traemos a nuestro campo, pero nos abrimos a todo tipo de cocinas. Por ejemplo, en pandemia nos hemos convertido prácticamente en hamburguesería. A domicilio hemos vendido una barbaridad.
¿Pero qué platos triunfan por encima del resto?
M: El codillo, la carrillera, la costilla, las hamburguesas, el calamar… Todos estos son un éxito. Al final, aquí sale de todo. Tenemos muy presente nuestra presencia en redes sociales. Hicimos un vídeo de nuestras alitas y esa noche agotamos las existencias. Por culpa de ese vídeo.
¿Qué impresión se lleva la gente cuando entra y hay una persona en directo poniendo música?
M: Flipan. Sobre todo porque esté ahí en las alturas, que le tenemos que poner una escalera para que vaya al baño. Conciertos intentábamos hacer cada mes uno. Vinieron bastantes bandas gallegas. Los hacíamos los miércoles. Lo del dj al principio nos costó que la gente se acostumbrase. Al final, la gente ya sabe que aquí hay música siempre. Ponemos punk, hardcore, ska, funk…
J: Menos reguetón, de todo. La gente flipa porque no es una música muy habitual en la ciudad. Ves el tipo de cocina, y la música, y alucinas.
¿Buscabais un local pequeño?
M: Sí. No queríamos más de 45 personas. De hecho, nuestro aforo son 35. Ahora nos hemos quedado en 9. Ahora, al 50 %, estamos en 16. Lo peor es no tener nuestra barra. Es un local muy personal. Sí o sí, hay relación con nosotros.
J: La vamos a disfrutar mucho más cuando nos permitan usar la barra.
¿Un plato que os caracterice de la carta?
J: Yo lo tengo claro. La croqueta. Es una de las reinas de la casa.
M: Yo las alitas o la costilla. Porque es lo más gamberro