El resurgir del ocio nocturno en la calle Magdalena de Ferrol es una realidad y, desde ayer, la vía cuenta con un nuevo establecimiento en el número 125, Kiwi Bar, que contribuirá a dinamizar la noche en la ciudad.
Su propietario, Aitor Gómez Goás, es una figura conocida en el sector hostelero de la zona para el que lleva trabajando 12 años en locales como Apoteka, Sala La Room o Vermutería Portiño. Tal y como sucede con un alto porcentaje de aquellos que se atreven a dar el salto y emprender, Aitor asegura que "me aburrí de trabajar para otros y decidí dar el empujoncito de trabajar para mi mismo". Un empujoncito de récord ya que en solo nueve días ha firmado los pertinentes documentos que le permiten desarrollar su actividad y ha puesto a punto el bajo, que albergó en los últimos años el Denver Café Club y el Chocolate.
El concepto de Kiwi Bar se basa en ofrecer un espacio donde "tomar un vino, una caña o la primera copa de la noche" en un horario de 19:00 a 02:30 horas de martes a sábado. "Quise abrir el abanico a casi toda la semana porque la gente se cerraba a viernes o a sábado", explica, ofreciendo así la opción de poder disfrutar de un buen momento entre semana con amigos durante todo el año y especialmente en estas fechas navideñas en las que muchos ferrolanos y ferrolanas regresan a la ciudad para pasar unos días de descanso.
Todo en Kiwi bar tiene un porqué, una historia detrás, como el propio nombre. Aitor explica que lo escogió en recuerdo a su local favorito de Fuerteventura, isla donde residió, y ha sido su hermana la encargada de diseñar el logo que representa el ave homónima procedente de Nueva Zelanda. En lo que respecta a la decoración, el surf es el protagonista, un deporte muy vinculado a la comarca de Ferrolterra, por ello quien se adentre en el local encontrará una tabla de surf, plantas en la barra y acabados en madera donde predominan los colores blanco y azul. "Vengo de familia de surferos y no hay nada así por aquí", afirma.
La inauguración, celebrada en la noche de ayer, ha contado con la asistencia de 200 personas, un éxito no solo para el propietario, sino para una ciudad que suma un nuevo negocio en tiempos en los que abundan los bajos vacíos, gracias a la apuesta decidida de emprendedores que convierten el potencial de la urbe en su forma de vida.