En el 106 de la calle San Andrés está desde hace un cuarto de siglo El café de Macondo. Un lugar diferente cobijado bajo el nombre de un pueblo imaginario capturado del imaginario de Gabriel García Márquez. De hecho, en su interior hay varias referencias al autor colombiano.
El arte jugó un papel muy importante a la hora de abrir este céntrico local de dos plantas. Ángel Brey y su hermana querían en A Coruña un espacio como los que frecuentaban en Malasaña, cuando vivían en Madrid. La pintura y la fotografía se fue abriendo camino en este establecimiento. Tanto fue así que ya no quedan huecos libres en sus paredes, llenas de obras cedidas por artistas que expusieron en el Macondo, en la segunda planta, con un espacio reservado para muestras pictóricas.
Al entrar, uno ya entiende que este es un bar diferente. El Macondo es un referente cultural en A Coruña. Un local de tertulia, de echar la tarde conversando con una taza de café o un chocolate caliente. También es idóneo para jugar unas cartas o echar un ajedrez. No hay televisión ni máquinas tragaperras. El único atisbo de tecnología se puede encontrar en los portátiles que muchos clientes llevan, pues el ambiente tranquilo del Macondo permite trabajar en un clima más distendido que el de una oficina.
25 años llenos de historias
Fue el 17 de marzo el día marcado en rojo. 25 años que no tuvieron más celebración que un torneo de ajedrez. "No hubo tiempo, estábamos hasta arriba de trabajo. Quizá en verano hagamos algo", señala Ángel, que se permite el lujo de saltar al otro lado de la barra para charlar con nosotros.
El Macondo da la sensación de no cerrar nunca. Solo lo hace los domingos por la mañana. En sus orígenes, cuando los bares escaseaban en la zona, ostentó una gran fama como local de copas. En él te puedes encontrar a clientes habituales o turistas de paso. 25 años dan para muchas historias y recuerdos. Quien mejor que Ángel para contarnos cómo le ha sentado el cuarto de siglo al Macondo.
La cafetería que trajo Malasaña a San Andrés
¿Cómo surgió la idea de abrir este bar?
Yo estaba con mi hermana viviendo en Madrid. Teníamos nuestros negocios anteriores y se nos ocurrió la idea de montar un local aquí, en A Coruña, como los que veíamos en la capital. Que combinase la hostelería con el arte. Queríamos tener actuaciones en directo, exposiciones, recitales… Mi hermana ya había tenido un negocio en A Coruña. Una tienda de ropa que se llamaba Macondo, de ahí el nombre. Bueno, lógicamente viene de la novela Cien años de soledad de Gabriel García Márquez.
Una apuesta arriesgada en una ciudad sin locales similares, ¿no te parece?
Decidimos aventurarnos en el mundo de la hostelería y así fue como abrimos esto. En 1994 había pocos locales como este. Estaba el Picasso, O Patacón y alguno más. Es verdad que en Madrid había muchos más. Pero conseguimos abrir este local y organizarlo como nos gustaba, con la cafetería en la planta baja y una sala de exposiciones arriba.
¿Fueron duros los comienzos?
Al contrario. Yo me incorporé al cabo de un año, porque tenía otro trabajo fuera. Mi hermana lo llevó desde el principio. Hay que pensar que había otra forma de vivir en A Coruña. Tuvimos una aceptación tremenda, sobre todo como local donde tomar la primera copa. Había pocos locales en la zona, así que destacábamos bastante. El resto de negocios fueron pasando de unas manos a otras, pero nosotros llevamos 25 años aquí, manteniendo la misma gerencia.
Aquí pasaba algo fantástico. Estábamos totalmente fuera de zona. La gente venía aquí solo por el local. Salías a la calle por la noche y no había nada. Todo estaba oscuro. Y se llenaba. Estuvimos así 4 o 5 años. Después abrieron más locales y la cosa se fue estabilizando.
La calle San Andrés ha cambiado mucho desde entonces.
Es un tema muy complejo y largo de explicar. La calle San Andrés es un proyecto inconcluso. Hubo muchas propuestas, incluso planteamos su peatonalización entre los comerciantes y hosteleros, incluso montamos una plataforma para ello. Aquí vimos de todo: un carril, dos en la misma dirección, cuando se podía aparcar en los dos lados, cuando no se podía en ninguno… Hubo de todo.
Por eso digo que San Andrés es inconclusa. Hay proyectos y proyectos, pero ninguno se concreta. Con la crisis lo pasamos muy mal. Cerraron muchos negocios, uno detrás de otro. Por ejemplo, antes venían unas 15 o 20 personas del Banco Pastor. Ahora vienen una o dos. Creo que ahora está mejorando la situación. Ya no es lo que era, pero se ha frenado esa caída libre.
¿Ha incluido en su éxito esa dualidad del Macondo: cafetería de día, local de copas de noche?
Puede ser, sí. Hay que decir que de noche bajó el volumen porque aumentó la oferta en la zona. Lo que pasaba aquí es que la gente intentaba socializar todo el rato en el mismo sitio. Se tomaban aquí la primera y el resto. Cambiaron muchos los hábitos de la gente.
¿Buscabais darle al local esta estética clásica que tiene?
Sí, era algo que queríamos hacer. Queríamos hacer un bar de comienzos del siglo XX. El Macondo es un café de tertulia, de charla. No tenemos televisión, ni máquina tragaperras. Queríamos un local cómodo, cálido y tranquilo. Nos inspiramos en locales de la zona de Malasaña, en Madrid.
¿De dónde viene ese interés por el arte?
Mi hermana era la más inquieta en ese sentido. Yo me fui introduciendo en el mundillo con el tiempo. La idea era esa, crear un local donde el arte estuviese muy presente, con exposiciones y eventos periódicos.
Supongo que todos los cuadros que adornan el local se han ido recopilando con los años.
Cuando se celebran exposiciones, los artistas suelen dejar algo. Así que lo fuimos colocando por el local. Son recuerdos que quedan para siempre. La gran mayoría son de gente que expuso. También hay de personas que quisieron tener un detalle con el bar.
También veo que es habitual que retraten el propio local.
Sí. En algún caso también lo sugerí yo. Me dicen que quieren tener un detalle y yo les digo que hagan algo representativo de la cafetería.
¿El ajedrez también es por afición?
Eso es cosa mía, totalmente. Montamos el club Macondo hace cinco años. Como te dije antes, no tenemos televisión, pero compré una pantalla para arriba y así poder ver los mundiales de ajedrez. Me gusta mucho. Soy muy malo, pero me gusta (se ríe). Jugábamos entre amigos y un día alguien sugirió formar el club. Al final lo echamos para adelante. Ahora somos 40 personas y cuatro equipos. Cada vez lo hacemos mejor. Antes de formar el equipo también había ambiente de ajedrez en el Macondo, pero era algo espontáneo, como lo era jugar al tute o al mus.
Supongo que 25 años darán para muchas historias y anécdotas.
Siempre hay cosas, buenas y malas. Recuerdo un día que desembarcó aquí un portaaviones británico. Entraron en el local un grupo de marinos. Cada uno de ellos era dos personas como yo. Se calentaron y acabaron a palos entre ellos. Aquello parecía una película del oeste. Y yo intentando poner paz por el medio.
Hay otra historia muy graciosa. El local donde está el Macondo antes fue la Maja, una tienda de ropa femenina. Te hablo de los años de nuestros padres. Un día que había bastante gente, desde la puerta, una señora empezó a decir en voz alta: "¿Tienen bragas?". Yo, desde la barra, no daba crédito. La señora insistía: "¡Qué si tienen bragas!". Yo pensaba que era una cámara oculta o algo y solo supe decirle: "No, señora. Aquí solo tenemos café". Se fue indignada.
¿Qué esperas del futuro?
A veces parece que no depende de uno el futuro. Una vez pasados los años de la crisis te das cuenta de ello. La idea es mantenernos. Pretendo contratar más personal y poder retirarme. Hay que pensar que mucha gente no superó la época de la crisis, se quedaron sin negocios, sin casas, sin dinero. Lo que viene a veces no está en nuestras manos, y otras veces sí.