Todo coruñés ha ido alguna vez en su vida a La Bombilla. Es así. Como una asignatura obligatoria para conseguir el título de CTV (Coruñés de Toda la Vida). Haciendo esquina entre la calle Torreiro y la Galera está este emblemático establecimiento de pequeñas dimensiones y gran fama.
Sin embargo, los más jóvenes no conocerán apenas su historia. El por qué de sus servilleteros de Cola Cao, su croqueta gigante o su nombre. Hay que remontarse a 1937 para descubrir su origen. La Bombilla surgió como un café bar. Pero su fama subió vertiginosamente a partir de 1966, cuando dos matrimonios provenientes de Sudamérica compraron el local. Generoso y Esperanza, por un lado, y Ricardo y Fina, por el otro, transformaron La Bombilla en un bar de tapas asequibles y rapidez en el servicio. Características que se mantienen hoy en día.
Diana Bar, hija del primer matrimonio, es la actual gerente del local. Su apellido parecía anunciar a qué se dedicaría: "Bromean mucho con ello". Nació el mismo año que sus padres abrieron el local y desde hace 6 años, cuando estos fallecieron, se ha hecho cargo de él. "La Bombilla es lo que es gracias a la gente que trabaja aquí, que te atienden tras la barra y en la cocina", dice.
"Tortilla, milanesa y croqueta: 3,30 euros"
¿De dónde viene la tradición de pinchos y tapas de este emblemático local?
Desde 1966, cuando mis padres cogieron el local junto a otro matrimonio. Antes era una cafetería, pero desde aquel año se comenzaron a servir los pinchos en bandejas. Lógicamente, con el tiempo han ido evolucionando y cambiando. Cuando empezaron mis padres ya había la tortilla, pero el filete era de hígado y las empanadillas se decía que estaban rellenas de viento.
¿Te contaron tus padres por qué decidieron coger este local?
Mis padres eran de la zona de Santiago y decidieron emigrar en su momento a Uruguay. Vivían en Montevideo y mi madre se quedó embarazada de mí, por lo que decidieron volver. Junto con otro matrimonio de gallegos que vivían en Brasil que se querían volver también, decidieron cogerlo. Mis padres siempre se dedicaron a la hostelería.
Supongo que vivirías en primera persona los primeros años de La Bombilla.
Sí, exacto. Yo mamé la hostelería desde que era un bebé. Estudié psicología y ejercí durante un tiempo, pero por mis padres siempre estuve vinculada a la hostelería. Llegó un momento en el que tuve que ponerme al mando de La Bombilla y lo hice encantada.
¿Llegaste a trabajar tras la barra?
No, la verdad es que no. Yo terminé llevando esto cuando mis padres fallecieron. Yo antes tenía mi profesión, pero al ser de familia hostelera algo vas sabiendo. Yo comía todos los días mientras mis padres hablaban del negocio y sus entresijos.
Uno de los encantos de La Bombilla es que mantiene la esencia de toda la vida.
Por supuesto. Este es un negocio clásico, con unas tapas clásicas. Además, por las dimensiones del local y de su cocina tenemos que ceñirnos a lo que podemos hacer. Aquí prima la rapidez frente a la comodidad. Bueno, bonito y barato.
También se ha mantenido, en la medida de lo posible, los precios populares.
Exacto. Antes era la tapa a 100 pesetas, después pasó a ser a 1 euro y ahora está a 1,10.
¿Conserváis clientes de la época de tus padres o van cambiando?
Claro, tenemos clientes de varias generaciones. De hecho, ayer vino un cliente de toda la vida con su nieto. Él ya venía soltero, trajo a sus hijos y ahora ya es abuelo.
Se suele decir que no es coruñés quien no ha probado la tortilla o la croqueta de La Bombilla. ¿Estás de acuerdo?
La Bombilla creemos que ya es parte de la ciudad. Es tan típica como la Torre de Hércules. Yo creo que ese dicho es verdad. Somos uno de los locales más antiguos, no creo que haya muchos con más de 50 años de actividad ininterrumpida.
Pero también habéis añadido nuevas tapas, como caldo o gazpacho.
Lógicamente, nos hemos ido adaptando a los tiempos que corren sin perder nuestra esencia. Hay que darse cuenta de que la competencia es feroz en esta zona, que está llena de restaurantes y bares. Hemos añadido al menú habitual un par de tapas de cuchara, pero sin perder nuestra esencia.
Uno de los últimos hitos de este negocio fue aparecer en un reportaje de The Guardian. ¿Habéis notado un incremento de los clientes extranjeros?
Siempre vino bastante turista, pero evidentemente ese artículo hizo que viniesen más. Recibimos muchos cruceristas, ya que nos recomientan. También a la gente que busca Internet bares de tapas en A Coruña le acabamos saliendo nosotros.
Hace tres años se cumplió medio siglo desde que tu familia regenta La Bombilla. ¿Ha habido momentos duros, como la crisis?
La Bombilla siempre ha sido un negocio muy estable. Crucemos los dedos, pero es algo que siempre nos ha caracterizado. Lo que hacemos, funciona bien siempre.
Una curiosidad que tienen muchos coruñeses son los botes de Cola Cao como servilleteros. ¿Existe algún motivo detrás?
Fue una ocurrencia de mis tíos, que también trabajaron aquí. En aquel momento servíamos muchos desayunos y acumulamos muchos botes de Cola Cao. Se les ocurrió hacerles unos orificios y usarlos como servilleteros. Después, como a la gente le gustaron, decidimos mantenerlos.
En el local imagino que también hubo pocos cambios con el paso del tiempo.
Exacto. Hemos tenido mucho cuidado con todo y cambiado lo mínimo posible para que no perdiese su esencia. El suelo, por ejemplo, por desgaste se tuvo que modificar, pero mantuvimos uno que estuviese a juego con el local. Si haces una reforma, pasas a ser como el resto de locales.
¿En qué momento surgió esa croqueta de gran tamaño?
Pues el croquetón, como lo llamamos aquí, surge porque en la cocina no daba tiempo ha hacerlas más pequeñas. Había una gran demanda de croquetas y no daban a basto, así que se decidió hacerlas más grandes. Debe de hacer ya 20 años que es así. Yo ya no recuerdo la croqueta pequeña. Fue una cuestión de funcionalidad.
¿Han venido muchas personalidades a La Bombilla?
Ernesto Pérez Balladares, que fue presidente de Panamá, la cantante Rosana, María Isbert, Belinda Washington, los socialistas Emilio Pérez Touriño y Pedro Sánchez, el torero Francisco Rivera Ordóñez, Los Morancos… Han pasado muchos por aquí, la verdad.
¿Hasta Pedro Sánchez?
Sí, vino en su última visita a la ciudad con compañeros de partido en A Coruña.
¿De dónde viene el nombre de La Bombilla?
Se lo pusieron sus primeros dueños y, la verdad, es que no lo tengo claro. Dicen que es porque en esta esquina estaba la única farola de la calle.
¿Te decantarías por una tapa?
La milanesa me gusta mucho y, como no, la tortilla. Sobre todo cuando está recién hecha y jugosa. Es deliciosa. La croqueta no puedo tomarla, porque soy alérgica a la lactosa.
¿Cómo ves el futuro de La Bombilla?
Sinceramente, pensaba que no iba a continuar y aquí estoy. Tengo esperanzas de que mis hijos en algún momento se animen a cogerlo. Para mí tiene mucho valor sentimental y creo que para mis hijos también.