Un espacio que no se deja definir pero que sorprende con un poquito de todo. Pintura, fotografía, futbolín, tostas y cañas, conciertos y presentaciones de libros forman parte del popurrí de elementos que hacen del Monty Ambigú en el bulevar del Papagayo un original referente en el mundo de la cultura en A Coruña.
Abierto desde el 4 de julio de 2013, Ramón Souto tenía muy claro lo que quería cuando lo inauguró: la hostelería como excusa para crear una sala de exposiciones, amplia pero un poco escondida. En el Monty hay alimento para el cuerpo pero también, y sobre todo, para el espíritu.
Casi no existe barra y la cocina se reduce a tapas y tostas. La idea remite a los ambigús de los teatros donde se tomaba un café o un refrigerio entre actos de las obras. En un espacio recientemente recuperado, el lugar que al principio parecía un poco inhóspito, abandonado y escondido se ha convertido ya en un rincón más del panorama cultural coruñés.
Cursos de arte contemporáneo o de geometría sagrada, noches de martes de Tangos y fados, eventos para recaudar fondos para una ONG… No es raro entrar en el Monty Ambigú y sorprenderse con un concierto o sencillamente una nueva exposición artística en las paredes del pasillo de entrada. Hablamos con Ramón Souto, que se lanzó a crear el Monty hace ya más de siete años.
¿Cómo nació el Monty?
Es una historia un poco rocambolesca porque no tengo nada que ver con la hostelería, sino que me he dedicado al negocio inmobiliario. Viene de la tentación de todo español por tener su propio local de hostelería . Hace siete años, cuando abrimos, fue necesario abusar de los amigos y había que estar 17 horas aquí. Ya después de año y medio de rodaje llegó la parte bonita, en la que en vez de llamar tú, te llaman. Sí que tenía claro que quería hacer algo que fuese diferente y no un bar más.
¿Cómo lo defines?
Un espacio multidisciplinar donde lo más relevante es la cantidad de actividades socioculturales que desarrollamos. La hostelería es el apoyo que nos permite hacer eventos. En resumen, cualquier propuesta de evento que tenga entidad y una base social y cultural tiene cabida en el Monty. No es un bar al uso.
¿Y el nombre?
De la colaboración con la galería de arte Monty4. También hay un juego con mi nombre, Ramón. Lo de Ambigú viene de los espacios de los antiguos teatros donde se tomaba algo en los descansos de las funciones. Al final el nombre de los espacios es lo de menos, lo importante es lo que haya en él.
¿Qué era esto antes de ser el Monty?
Un almacén lleno de restos de obra. Me insistían en otro local que tenía mucha luz entrando a través de ventanas. Pero a mí me gustó más este. Vi un sótano con mucha pared y poca ventana, que al final era lo que quería. Al venir yo del sector inmobiliario, fue muy fácil poner a punto el espacio. Lo inauguramos un 4 de julio de 2013.
¿Cuáles fueron los primeros retos a superar?
El primero de todos, cuando tuve que aprender a llevar una bandeja. En uno de los primeros días me llamaron y al girar perdí el equilibrio de la bandeja y se me cayó. Llevaba dos zumos, uno de tomate y otro de melocotón y me tocó pasar todo el día con los lamparones. Por otro lado, el reto se mantiene día a día. Me gusta que cada vez que vengan los clientes, los que no vienen a diario, encuentren algo diferente en el local.
¿A Coruña también ayuda a que haya tanto movimiento, no?
Sí, claro. A Coruña es una ciudad muy viva. En verano con la terraza hay mucha gente, pero también es verdad que los inviernos son muy largos y organizar actividades que se llenan en una noche de temporal es un reto. Solemos conseguirlo, pero no deja de ser increíble.
¿Qué balance haces de estos años, qué has aprendido como hostelero?
Te diré que la parte de hostelero es la que menos me gusta. Me encanta organizar los eventos culturales, y ahora con la experiencia de estos años además ya podemos asesorar, dar ideas. Al final, como estamos abiertos con un horario tan amplio ofrecemos un poco de todo. Evidentemente, en un restaurante quien está al mando es un cocinero, pero aquí es para tomar algo a cualquier hora. Desayuno, aperitivo y también comidas a base de una tosta, una ensalada… tenemos una clientela muy diversa, desde padres con niños a gente que se toma la primera copa, los emprendedores que están en el Papagayo…
¿Momentos especiales?
Cada año, en nuestra fiesta de cumpleaños, los 4 de julio. Ha pasado mucha gente por aquí, recuerdo a Luis Tosar, que muy amablemente pidió si podía traer unas empanadas, y podría decir otros momentos como el día de Lugrís, que celebramos aquí dos veces.
Las paredes del Monty son de galería de arte…
Son obras que nos han cedido varios artistas para el espacio. Creo que tenemos aquí la flor y nata del arte coruñés: hay un lienzos de Xaime Tenreiro, Correa Corredoira, Abelenda… que ya son emblemas del Monty. También tenemos la curiosidad de las mesas; cada una tiene una obra distinta. Hemos vendido varias. Esa de allí, por ejemplo, tiene una fotografía de Vari Caramés. Y una obra muy especial es la que nos cedió Chema Madoz, en una de las mesas del fondo. En un local como el Monty, en el que hacemos exposiciones de fotografía y charlas sobre la historia de la fotografía es un honor contar con una obra del Premio Nacional de Fotografía.
También tengo que destacar la presencia del futbolín. Aunque hay quien se extraña de que esté en este espacio en el que predomina el arte, pero siempre quise tener un futbolín así que rebusqué por pueblos de Galicia hasta dar con uno de los clásicos. Y motos, que no pueden faltar porque me encantan y, de alguna forma, también son historia. Y libros. Muchos libros. Es una pena que la lectura se esté perdiendo. Los clientes pueden cogerlos y llevárselos solo avisando. Y si les gusta mucho y se lo quieren quedar, con traernos otro para reponerlo es suficiente.
¿Hay Monty para rato?
Sí, desde luego. Me reconforta cuando escucho a hablar a otros del Monty. cuando viene gente de Madrid a presentar sus obras y escogen al Monty en A Coruña. El tiempo nos va dando la razón.
Como buen hostelero…
¿Café o té, que veo que es lo que te estás tomando?
Depende de la hora. Té verde, o café, que me gusta de una manera que los camareros de aquí saben. Es como una especie de cortado.
¿Un vino o una caña?
Tercio de Estrella en botellín.
¿Una canción?
Ahora mismo, te tengo que decir tres: Hurricane de Dylan, Paranoid de Black Sabbath y El Extranjero de Bunbury.
¿Y un libro que leerías en el Monty?
Mi libro de cabecera, El Quijote.
¿Un destino para desconectar del Monty, o inspirarte?
Este puente me voy a Ámsterdam