En la calle de la Franja no todo son marisquerías y establecimientos donde abundan los turistas. También hay propuestas gastronómicas únicas y diferentes. Es el caso de El Rincón de Alba. Este pequeño restaurante de Iago Cagiao se ha labrado un nombre en la zona en poco más de tres años.
Este chef vive "enamorado de A Coruña". "Malgasté 10 años de mi vida fuera de la ciudad", llega a afirmar. Antes de aventurarse a abrir su propio negocio trabajó en otros destacados locales hosteleros como el Tira do Playa, La Penela o La Estación de Cambre. Se define como un chef "todoterreno".
En El Rincón de Alba priman las propuestas que fusionan varios estilos. Su carta es itinerante y sus clientes suelen meter mano en ella, a petición del propio Iago, que les pide consejos y escucha sus recomendaciones, como la creación de una carta paralela totalmente vegana. Además de todo ello, este es un restaurante solidario. Siempre está implicado en alguna campaña y destina un porcentaje de alguno de sus platos a causas benéficas. El propio Iago Cagiao nos cuenta la historia de su restaurante, llamado así en honor a su hija.
En un rincón de la Franja
¿Cómo surgió la idea de abrir este local?
Hace unos años tenía la concesión de la cafetería de un tanatorio. Decidí soltar todo para montármelo por mi cuenta. Buscaba un sitio pequeño en el centro de la ciudad y encontré este local. Era un momento delicado a nivel personal y decidí reiniciar desde cero todo. En diciembre hacemos cuatro años.
¿Cómo fue el primer año?
Durísimo. La Franja ha cambiado un montón en estos tres añitos. Cuando me vine para aquí muchos compañeros de profesión me decían que estaba loco. Que era una calle para guiris. Algo me decía que el local era este y que iba a funcionar. El primer año fue muy difícil. Era un desconocido.
¿Dónde estuvo el punto de inflexión?
Ganar el concurso de tapas Picadillo, en el 2019. Ya veníamos currando bastante bien, y terminó de impulsarnos ese premio. Desde entonces trabajamos muy bien y empezó a venir mucha gente. Pero llegó la pandemia.
¿Temiste por el local?
Fue un cierre total. Tenía mucho miedo por la vuelta. No sabía si los clientes que habíamos afianzado nos iban a respaldar o no en la reapertura. Al final sí que lo hicieron y fue una pasada. Hace un año que volvimos y estamos mejor que nunca.
¿Cómo afectó el hecho de ser un local pequeño?
Tiene el lado bueno y el lado malo. El malo es que hay mesas que llevan paradas un año. El bueno, o menos malo, es poder seguir trabajando sin parar. No tuve ayudas, ni ERTE, los caseros nos han apoyado cuando hizo falta…
¿Qué concepto gastronómico buscabas cuando abriste?
Siempre quise que fuese una cocina fusión. Platos cuidados y bien hechos, con precios competitivos. Tenía miedo por estar en esta zona. Por eso cambiamos mucho la carta. Echas un vistazo a la primera y la última y no son ni parecidas. Fuimos metiendo poco a poco cosas nuevas. También tenemos muy en cuenta a los clientes. Cambiamos en función a lo que más les gusta. Creo que estamos en un momento muy dulce.
Sois conocidos por vuestra gran labor social.
Intentamos implicarnos siempre que podemos. El año pasado, cuando hubo el último cierre, decidí empezar a servir a domicilio. Sin embargo, no estaba de acuerdo con las políticas de Just Eat y otras compañías. Así que decidí mandar cada 15 días el 30% de mi facturación, que era lo que me querían cobrar estas empresas, a causas solidarias. Seguimos haciendo este tipo de campañas.
¿Hay algún plato que sea el más demandado?
Desde que abrí solo quedan tres platos de la carta original. Me gusta interactuar con mis clientes. Por ejemplo, estos días me escribió una chica por Instagram pidiendo que volviese nuestro postre Pantera Rosa y le hemos hecho caso. Me gusta mucho el ambiente que tenemos. Sonará demagogo, pero me jode llamar "clientes" a la gente que viene. Estoy como en mi casa.
De hecho, el local está lleno de detalles y guitarras que parece que vienen de tu casa.
Todo viene de mi antigua casa. Como tengo esto insonorizado, me traje mis guitarras y muchas veces me pongo a tocar por la tarde. Es un local muy íntimo y personal. Yo vivo en el segundo, y pese a ello considero que este local es mi auténtica casa.
¿Preguntaba mucha gente si servías mariscadas cuando abriste?
Sí, muchos. Era terrible. Yo sabía que esto iba a funcionar, pero el verano que abrí venían mil cruceros y mil guiris. Todos me decían que cambiase el concepto, pero yo no quise. Fue una apuesta muy firme a un estilo. Acompañó la clientela. Creo que no lo he pasado tan mal este año sin cruceros porque mi clientela es de A Coruña. En cuanto a turistas, prefiero los de Semana Santa, que suelen probar más que cocina gallega.
Toda esta zona es muy frecuentada los fines de semana, para cenas sobre todo. ¿Lo notáis?
Es muy complicado que consigas una mesa si no tienes reserva. O vienes a primerísima hora o al cierre. Hay que sumarle que ahora mismo solo tenemos tres mesas en el interior. Pero antes, cuando tenía el 100%, ya era complicado.
Optaste a regentar el Copacabana. ¿Fue por una cuestión sentimental o porque buscas otro local?
Un poco de todo. Ahora, a toro pasado, te digo que fue una apuesta más sentimental. ¿Me hubiese gustado ganar? Sí. ¿Estoy fastidiado? No. La oferta ganadora sería inviable para mí. Me gustó mucho el apoyo de la gente cuando se enteraron de que me presentaba. Mi madre trabajó 15 años allí trabajando. Me parece el mejor sitio que hay en A Coruña para hacer algo diferente. Pero a día de hoy ya estoy con otro proyecto en mente. Lo frené por el Copacabana, pero ahora lo he retomado. No puedo desvelarlo, pero va a ser primo hermano de este local.