A escasos metros de María Pita está Capitán Troncoso, una calle icónica para la hostelería del centro de la ciudad. Al final de la empedrada vía está la Taberna del Arriero, que lleva creciendo desde el 2009 gracias a su cocina tradicional, su variedad de platos y su calidad en los productos.
Se trata del local que ocupó durante décadas A Roda. "De hecho, son nuestros caseros", afirma Cristina Rodríguez, que junto a su marido, el uruguayo Alejandro García, lleva las riendas del local. Estos últimos años, su hija Paula también está apoyando desde detrás de la barra.
En la Taberna del Arriero no todo es lo que parece. Hay tortilla, raxo y pulpo, pero con un producto de primera calidad y elaboraciones para todo tipo de comensales. También hay platos que son un auténtico reclamo, como los Secretos del Bosque o el provolone. Hablamos a fondo con Cristina sobre su taberna.
¿Cómo surge la idea de abrir esta taberna?
Toda la vida me he dedicado a la estética. He sido encargada de los centros Icaria. Me quedé un poco saturada porque tenía mucha responsabilidad, así que decidí tomarme un descanso. Mi hermano tiene el Pato Mareado, en la calle Padre Feijóo. Cocino mucho desde muy jovencita y siempre me dio envidia. Quise probar suerte.
¿Tenías claro que querías una taberna?
La estética nació de los primeros Lizarrán, con mucha madera. De hecho, las mesas y las sillas es del mismo fabricante. Quisimos desde un principio centrarnos en el tema de la comida. No somos un sitio de pinchos ni de vermú. Somos de comidas y cenas.
¿Y la ubicación?
Tenía que ser en el centro. Nosotros vivimos hace años en el portal de aquí al lado. Manolo, nuestro casero, el de A Roda, nos conoce de toda la vida. Casualidades de la vida, vimos que se alquilaba este local y fuimos a preguntarle. "Si vosotros lo queréis, no hay problema", nos dijo. Nos conocía perfectamente.
¿Cómo fueron aquellos primeros meses?
Aún hoy, casi 12 años después, tengo la sensación de acabar de abrir. En redes y foros también asumen nuestros clientes que llevamos muchos años y yo todavía sigo con la sensación de acabar de empezar, que para mí es bueno.
¿Necesitasteis ayuda?
Mi hermano me echó una mano con el tema de la bebida. Yo lo pasé muy bien en aquella época, pese a abrir el negocio durante la crisis económica. Antes hubo años de bonanza en la hostelería y se vivía a todo trapo. Nosotros llegamos en una situación muy diferente y creo que nos fue bien porque nos acostumbramos y supimos superarlo. Fue muy divertido elaborar la carta. Hicimos muchos experimentos. Tenía una cocinera buenísima que nos ayudó un montón. Ahora tenemos a otros dos cracks en los fogones. Desde la inconsciencia te diría que volvería a abrirlo hoy en día, pese a la situación.
¿Cómo es trabajar en Capitán Troncoso?
Troncoso es una calle muy complicada. No tiene que ver con el más allá de la plaza de María Pita. Tú vas por la Galera a las nueve de la noche y aquello está a barrer de gente. Aquí a veces corren las pelusas. Capitán Troncoso es un lugar en el que te tienes que ganar a la clientela. Muchos vienen aquí a propósito. A veces nos dicen que tenemos a la gente del Ayuntamiento pero, salvo algunas veces los políticos, no se quedan a comer por el centro. Tenemos clientes de todos los grupos políticos, pero los funcionarios no suelen venir, porque acaban su jornada al mediodía. Te tienes que ganar mucho al cliente. Es algo que hemos trabajado y con lo que estamos muy contentos.
¿Cómo ha evolucionado vuestra carta?
Se mantienen muchos de los platos con los que empezamos. Mi marido es uruguayo y hacemos una milanesa típica de allí. Se vende muchísimo. También nuestra pizza es con la receta de allí y se vende un montón. Los secretos del bosque, nuestros champiñones rebozados, también tienen un gran éxito. Surgieron por una camarera que trabajó aquí al principio y que se inspiró en un bar de Monte Alto donde había trabajado y los hacía. No lo tuvimos muy claro, pero ella se empeñó y al final resultó ser un éxito. Fuimos añadiendo platos con aportaciones varias. Donde más cambiamos ahora mismo es en el menú del día. Ha costado un par de años que arrancara bien. Tenemos cuatro platos fijos de primero y segundo y otros dos de cada, con opción vegetariana. Hemos ido ganando terreno gracias a este menú.
No faltan los clásicos de una taberna.
Tenemos bastante más que una tortilla. El raxo es raxo, pero tiene una calidad excelente. Se lo compramos a un carnicero de San Agustín que selecciona con mucho mimo las piezas. Después le hacemos una salsa casera al Oporto. El pulpo lo tenemos a la feira, pero también a lo Arriero, con pimientos y tomates según una receta de mi madre. Solemos tener opciones variadas. También en las ensaladas, que se venden muy bien. Tenemos una de bacalao ahumado y otra de pollo crujiente y queso de cabra caramelizado. También salen mucho nuestros postres. Nunca fue muy de hacerlos, como cocinera. La que más éxito tiene es la tarta de queso del país y la leche frita.
¿Cómo está el ambiente este verano en una calle tan turística?
La situación está rara este año. Se empieza a ver algún turista, pero no demasiados. No me quejo porque estamos trabajando bien. Temerosos de lo que suceda, eso sí. El mal tiempo también creo que beneficia a los bares y restaurantes del centro. Si hace sol, la gente suele escapar de la ciudad. Veo que hay ganas de ir a los bares. Veo a la gente tranquila. Nosotros nos tomamos muy en serio las medidas y no damos pie a que se preocupen lo más mínimo.
¿Cómo fue la pandemia?
Claro que estábamos preocupados. Nuestra familia vive de este local. Pero, pese a todo, estuvimos bien. Aprovechamos el tiempo para estar con la familia. Preocupados, sí. Pero no llegó la sangre al río. Además, al reabrir se nos recibió tan bien que lo olvidamos rápido.
¿Esa clientela fiel es de alguna zona en particular?
Con el paso del tiempo hemos captado mucha clientela. Está muy repartida en toda A Coruña. No te sabría decir un barrio mayoritario, ni entre los más cercanos. Aquí la gente viene a propósito. Yo no cambiaría por nada esta zona, con la Ciudad Vieja al lado, su ambiente tranquilo, los niños jugando por la calle…
¿Hay alguna anécdota que te venga a la cabeza?
Yo estoy muy orgullosa de la clientela que tenemos. Nos ha pasado alguna vez, al estar al lado de María Pita, que hemos tenido el local con una mesa del BNG, una del PP, una del PSOE y otra de la Marea. Tiene su mérito, porque seguramente no tengan ganas de seguir viendo a sus rivales después del trabajo. Y aún así deciden venir al Arriero a comer. Otra curiosidad es que hay un Arriero en Madrid y hay muchas veces que reservan allí y viceversa.
¿Por qué se llama el local La Taberna del Arriero?
El Arriero es un personaje típico de Uruguay. Y de León. De hecho, muchos nos preguntan si somos de León por el nombre. Es un personaje que transporta mercancía, principalmente viandas, comida y bebidas. De ahí viene el logo del caballo con los perros. Cuando empezamos a pensar nombres, quería que tuviese personalidad y tuviese un pequeño guiño al país de mi marido, sin que pareciese un local de comida uruguaya. Tenemos muchos clientes que son turistas que vienen cada año y deciden venir aquí a cenar.
¿Cómo ves el futuro?
Con mantenerme como estoy, sería feliz. Que sea un negocio ameno en el que lo pasemos bien. No creo que nos expandamos ni nada por el estilo. La vida da muchas vueltas, pero estamos bien.