El Noroeste, el Coliseum, la Mardi… Son algunos de los escenarios de A Coruña a los que se han subido innumerables bandas nacionales e internacionales. De hecho, muchas han pasado por cada uno de estos lugares según ha avanzado su carrera. Sin embargo, lejos de los focos y de los fans, muchas estrellas de la música parecen tener claro cuáles son sus locales fetiche en la ciudad: Os Tigres y el Bristol Bar.
Es un secreto a voces. Se puede ver en las redes sociales de guitarristas, baterías, cantantes, pero también de técnicos de sonido y otros trabajadores ambulantes de la música. María Cancela, propietaria del Bristol y de Os Tigres, se mostró en un primer momento muy reacia a ofrecer esta entrevista: "Nunca he utilizado su imagen para mis locales. No tengo fotos con ellos en ninguno y lo que nos une es una amistad verdadera". Finalmente, decidió contar qué une a las estrellas con estos locales.
"Mi padre siempre me decía que nunca hay que hacerse amigo del dueño del restaurante. Hay que hacerse amigo del cocinero y así siempre comerás bien. Todo se debe a los tour managers, gente que conocía que trabajaba con músicos o pipas", afirma María. A lo largo de estos 27 años al frente del Bristol, ha tejido una amplia red de contactos. "Gente que comenzó descargando el camión y viniendo a tomar una caña al Bristol ahora es el jefe y deciden traer aquí a la banda", comenta.
"Bendito ‘Sierra y Canadá'"
"Todo explotó", afirma María. Si tuviese que poner un día clave, sería la presentación del disco Sierra y Canadá, de Sidonie. "Estaba pactado que se hiciese en otro local de la ciudad, pero Axel Pi, el batería, estuvo ojeando en Internet y le gustó mucho el Bristol. Hablaron con Estrella Galicia, que organizaba la presentación, y no pusieron pegas. Axel incluso vino a comer ese día a Os Tigres. De ahí salió una gran amistad", comenta.
"Bendito Sierra y Canadá", afirma María. De la ciudad ya era amiga desde la adolescencia de una de sus grandes figuras musicales: Xoel López. "Lo conozco desde los 16 años", afirma. De hecho, gracias a su hermano Adrián, del que también es muy amigo, consiguió que el cómico Ignatius Farray actuase en el 18 aniversario del Bristol. "Adri tiene dos pedazo de locales en Madrid, el TupperWare y el Picnic, donde organiza monólogos. Le pregunté por alguien para que viniese y de aquellas Ignatius no era todavía tan popular. Recuerdo que vino con Pepe Colubi de invitado. A raíz de eso, cuando triunfó con La Vida Moderna y vino de gira, se trajo a Quequé y a David Broncano", cuenta.
No son los únicos monologuistas que tienen afición por el Bristol, pues Róber Bodegas y Alberto Casado, de Pantomima Full, también lo frecuentan cuando actúan en A Coruña. "Róber es de Carballo y yo soy de Malpica. No ha sido nada buscado", dice.
Naturalidad y cariño
Tras aquellos días junto a Sidonie, la propia María y el artista coruñés Álvaro Dorda fueron invitados a unas calçotadas en Barcelona organizadas por la banda catalana. Allí conocieron a los integrantes de Love of Lesbian o a Iván y Amaro Ferreiro. Fue en esos encuentros casuales cuando se forjó esta "familia".
"Yo soy Forrest Gump. De repente, me veo en situaciones inverosímiles, rodeada de gente a la que admiro muchísimo", dice María. ¿Cuál es su secreto? "Ninguno. Todo se basa en la naturalidad y el cariño. Nos hicimos amigos porque sí. No los trato como músicos, sino como personas. Tengo 20.000 fotos con ellos pero nunca he puesto ninguna en los locales", afirma.
"Lo que quiero darles es calma y tranquilidad. Es mi trabajo. Ser músico y ser artista es muy difícil. Mi trabajo personal es que su único pensamiento es en cómo van a salir a hacer su obra o su función. Son personas, aunque sea el puto Mick Jagger. Mi trabajo es que no piensen mientras están en mis bares. Mi preocupación es que la comida esté bien y su copa esté bien. Que estén en casa", cuenta María.
‘Los irrompibles’, más que una canción
Con los integrantes de Love of Lesbian se fraguó otra gran amistad. En agosto acudieron a la ciudad un día antes de su actuación en el Morriña Fest de Culleredo exclusivamente para conocer el nuevo local de Os Tigres en la calle Galera. "Desde que pasó todo esto de la pandemia, los abrazos que me dan cuando me ven son muy sinceros. Me dicen que están en casa cuando vienen", comenta María.
Acudió al concierto que dieron junto a la ría do Burgo y Santi Balmes le dedicó la canción Los irrompibles. "Rompí a llorar. Significaba muchísimo para mí. Durante la pandemia nos contábamos nuestras penas. Yo con mis dos locales cerrados y él preparando un disco que no sabía si podría tocar en directo. Y aquí estamos. Lo conseguimos", comenta.
A sus "lesbianos" les ha pedido un favor muy personal en su última visita. "Yo de joven era súper fan de Bunbury por Héroes del Silencio. Ahora ellos han colaborado con él y no paro de imaginar que viene a mi bar. Me volvería loca. También con los Hombres G", cuenta María.
Los mejores conciertos
"Hay veces que el concierto lo dan en el Bristol después de la actuación oficial", cuenta María. En el camerino del local guarda un ukelele. "Ha pasado por todas las manos", dice sin dar nombres. Amaral, Pablo Novoa, León Benavente, Julián Hernández o Josele Santiago son otras de las personas que han pasado por estos locales.
"No hay que olvidarse nunca de nuestras maravillosas salas de conciertos, como la Mardi Gras. Gracias a ellas podemos disfrutar de estos pedazos de artistas", reivindica María. En el camerino de dicha sala recuerda que Santiago Auserón, antiguo líder de Radio Futura, le tocó en exclusiva La estatua del jardín botánico.
Cuando le reservan para cenar en Os Tigres, María acostumbra a sacar todo el arsenal de marisco, aunque hay quienes prefieren la carne asada y los pimientos de Padrón, como es el caso de Eva Amaral. "A Rosalía le enseñé a comer una nécora, porque con las uñas que tiene le costaba abrirla. Fue antes de que se hiciese tan famosa, cuando actuó en el Noroeste", comenta.
Pero María sabe cómo es la vida de las estrellas del rock y su equipo, y lo mucho que agradecen un plato de sopa caliente tras una larga y dura jornada de viaje. "Estar en la carretera es muy duro. Muchas veces vienen en furgoneta, con calor, durante muchas horas. Yo cuando llegan trato que estén tranquilos y relajados. Les preparo una sopa y les dejo tranquilos. Ellos lo agradecen mucho", comenta María, que no esconde que en ocasiones se siente como una "mamá". "Es amor verdadero. No hay postureo", concluye.