Desde hace meses, venimos publicando en Quincemil artículos en los que figuras reconocidas de la ciudad nos cuentan cuáles son sus lugares favoritos de Santiago. Sorprendía un jardín terraza que gran cantidad de personas repetían como favorito: desde el cantante Fredi Leis, pasando por el político Borja Verea o el actor Tamar Novas. ¿Pero cuál es ese sitio y por qué gusta tanto?
Aunque ya conocíamos el Costa Vella, quisimos volver. Y lo hicimos de la mano de Jose Antonio, su amable responsable que nos guió a través de una visita muy especial por este sitio que se ha ganado el corazón de cualquiera que se pase por allí, ya sea buscándolo o encontrándose con este Edén por casualidad.
De familia de tradición hostelera, José Antonio jugaba desde pequeño simulando que el portalón número 17 de la Rúa da Porta da Pena era una portería de fútbol. "Yo sabía que había algo detrás de esa entrada, porque aunque estaba siempre cerrada, se veía algo verde desde donde jugábamos", confiesa.
Años después, en 1999, esa propiedad se puso en venta. "Cuando mi hermana Ana y yo la visitamos fue amor a primera vista, un efecto wow al ver lo que había detrás de ese portalón…", asegura, y añade: "La adquirimos y comenzamos la rehabilitación para convertirlo en el primer hotel con encanto de la ciudad". Sería el Hotel Costa Vella.
Sobre los inicios, rememora José Antonio que abrieron en octubre coincidiendo con Año Santo y que aunque el éxito fue bastante inmediato, fue con la llegada de la primavera cuando vieron el enorme atractivo del jardín-terraza. "Si bien a nivel negocio no es un elemento muy rentable – porque su uso depende del tiempo atmosférico – sí es un reclamo inmenso", explica, "creo que no hay en Santiago un lugar privado en el que se hagan más fotos que aquí".
Como curiosidad, nos cuenta que la primera semana de su apertura recibieron una petición de alojamiento para el entonces secretario general de la Organización Mundial del Turismo, Francesco Frangiall. "No supimos cómo nos descubrió porque no nos conocía nadie y de aquella no había internet", se sorprende, "fue como un milagro". El alto cargo se alojó en la 205, una habitación acogedora y con unas vistas tan maravillosas que, aun siendo local, bien vale la pena dormir una noche para disfrutar de la vida tranquila en el corazón de ese jardín.
Un jardín, por cierto, cuyo mantenimiento es tarea del propio José Antonio, quien siempre trata de encontrar plantas y árboles que se adapten a cada estación para que en todo momento haya flores. Así, el blanco del magnolio se mezcla con las violáceas azaleas y el rosa de las camelias; todo ello rodeado de un verde espléndido.
Pero los colores de las flores y los olores de los frutales no son las únicas sensaciones que se pueden percibir en el Costa Vella, pues los sonidos también juegan un papel importante. "Tenemos una fuente para que el caer del agua mejore la sensación de calor y también una familia de gorriones charlatanes adictos al azúcar…", ríe, "o los quieres o los odias, porque se lanzan a la tarta de Santiago y a los bizcochos que ofrecemos con el café".
Sobre la clientela que visita el Costa Vella, detalla José Antonio que en su mayoría son turistas que, acostumbrados a viajar en business y alojarse en hoteles de cadenas como podría ser JW Marriott, buscan alojamientos sencillos, con gran encanto, en los que se vean mezclados con el ambiente más local. "El otro día estaba cuidando el jardín y en una mesa estaba una chica inglesa sola tomándose un café", relata, "admiró el jardín, se me quedó mirando y me dijo this is insane". Un adjetivo que se traduce como loco, absurdo, y que se usa con frecuencia para expresar un grado de maravilla difícil de explicar.
Además, como curiosidad, comparte con nosotros que les visitan muchos clientes australianos. "Tienen al lado la Polinesia Francesa pero cruzan el globo terráqueo una o dos veces al año para venir a Santiago, al Costa Vella", afirma sorprendido "son grandes viajeros que saben que esta ciudad es única en el mundo".
Si algo deja claro José Antonio durante este rato que pasamos con él es su amor por esta ciudad. De hecho, afirma que siempre encontraremos abierto el portal del Hotel Costa Vella porque aunque sea una propiedad privada, ha sido un regalo de Santiago de Compostela. "Queremos mantenerlo en las mejores condiciones para que la gente lo disfrute porque forma parte del patrimonio", asegura y recuerda apenado cuando durante la pandemia tuvieron que cerrar. "Fue muy triste porque estaba todo muy bonito por la llegada de la primavera… pero nadie lo podía ver".
Llama la atención de entre las casi 3.000 reseñas que acumulan en Google la cantidad de clientes que además de alabar el trato del personal, aseguran que volverán o que ya han vuelto en cada una de sus visitas a Santiago. Sin duda, el mejor sello de calidad al que un lugar puede aspirar: que siempre queramos volver para caer rendidos ante el jardín de postal que aparece al cruzar el portal del Costa Vella.