Fernando Freire cumple su sueño: el sastre gallego abre su propio taller a los 58 años
- El arzuano, único sastre con carta de artesano de Galicia, acerca el oficio a los que lo desconocen por redes sociales, se deja ver trabajando en las cristaleras de su taller para los más curiosos e intenta dar relevo a su amada profesión con clases de sastrería
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Lo de Fernando Freire con los trajes es pasión y un modo de vida. Su padre, Manuel Freire, ya era sastre en su ayuntamiento natal, Arzúa: "Ao comezo, de novo, meu pai ía coa máquina ao lombo polas casas". Si estaba lejos de su aldea, dormía en aquellos domicilios ajenos hasta que acabase con las vestimentas que le pedían. Cuando se casó con María Vázquez, ella lo acompañó en la profesión, siendo su principal oficial.
Así que Fernando mamó la sastrería desde su nacimiento, por ambos progenitores. "Empapeime do oficio sen sabelo, xa que o taller era unha estancia máis da casa", explica el sastre, "antes de empezar a falar xa xogaba coas agullas, a collelas da mesa". Esto último muy complicado, por cierto, pruébenlo. "Non me digas desde cando son sastre porque eu non o sei", sentencia entre risas. "Para min foi sempre un xogo", sigue, "empezamos a coser cun folio, para aprender a facelo recto".
Su padre fue su mentor y el de muchos otros aprendices. De hecho, Fernando explica con orgullo que su progenitor enseñó el oficio incluso a un sordomudo. Además de la profesión, su padre le dejó impregnado mucho más a Fernando: "A humildade, constancia, esforzo, querer conseguir as cousas, colaborar e axudar". No duda al nombrar esta lista de valores, con los ojos bañados en lágrimas. "Esas raíces é algo que che queda", sigue.
Su taller, un sueño hecho realidad a los 58 años
Fernando abría su propio taller con su nombre en mayo de este 2024, a sus 58 años, después de muchas décadas de sastre en una multinacional. Todo derivó de haber obtenido primero la carta de artesano por parte de Artesanía de Galicia, justo en el año que se cumplían 70 desde que su padre había empezado en el mundo de la sastrería. Luego, le propusieron convertirse en maestro del oficio. Su entonces empleo no le permitía toda la compatibilidad que requería esta responsabilidad y optó entonces por cumplir su sueño y abrir su propio taller, hoy también registrado como taller de Artesanía de Galicia. Nunca es tarde, ni con 58 años.
Situado en el número 11 de Ramón Cabanillas en el Ensanche compostelano, hay muchos recuerdos familiares que hacen a Fernando sentir este espacio -todavía estrenándose- ya en su casa. Llaman la atención, al entrar, dos fotografías en una de las columnas que nos reciben. En la superior, Manuel Freire cosiendo en un jardín y, en la inferior, su hijo con la misma máquina -hoy histórica- cosiendo en su taller compostelano.
Pero hay más. A la izquierda de la puerta de entrada, donde se encuentran varios paraguas en un saco de paja, hay una preciosa manta que la madre regaló a Fernando en la inauguración de este taller. Un elemento no solo especial por quien lo entrega, sino porque la manta es de lino elaborado en su propia casa y lana de sus ovejas, todo tejido e incluso teñido por ella. Todavía hay más recuerdos: las tijeras de su padre, primeros dedales y diseños y fotografías colgadas. "Aquí todo ten un por que" explica Fernando. Las luces laterales en el probador, las paredes o un reloj prominente medio escondido. Todo.
Un oficio verdaderamente vocacional
Fernando es el único sastre con carta de artesano en Galicia. Entre sus muestrarios encontramos telas con origen inglés e italiano, algunas de ellas muy selectas con hilo de oro, destellos de diamantes e incluso la especial vicuña, una lana tan extremadamente suave y delicada como elevada de precio. De este último tejido, Fernando es el sastre que más trajes hace en España. De todos modos, que esto no asuste, ya que el arzuano resalta que, además de este lujo, también parten de trajes más económicos.
El día a día de Fernando es variado. Para organizarse, tiene en cuenta varios puntos. Lo primero, los tiempos para la confección de cada pieza. "Só unha chaqueta son 60 horas mínimo e se é de cadros ou raias, máis", explica. Pero antes de ponerse manos a la obra con la confección, tiene las citas con los clientes.
La primera cita es la más importante, ya que es cuando conoce al cliente y se tiene que empapar de todo lo que este busca. "Poño só unha cita pola mañá e outra soa pola tarde, isto non é unha visita ao médico", dice entre risas, ya que el comprador sabe cuándo entra, pero no cuándo sale. "Eu o que non podo é disfrazar ao cliente", explica el artesano, por lo que hace todas las preguntas necesarias para saber qué quiere exactamente.
"Fago preguntas que parece que non teñen sentido pero si que nos axudan, como por exemplo, saber se vai casar con ese traxe e despois o quere volver usar", sigue. "Creo un ambiente cómodo e ameno", añade, "ás veces é un acto de fe e confianza en min porque están comprando algo que non existe". El cliente escoge tela, forro, forma y entonces Fernando realiza también su interpretación. Aquí no hay números, ni centímetros, sino interpretación. Después de esta primera cita y de mucho trabajo, hay una prueba de la prenda -o prendas-. Con una solo es suficiente, señala.
Es un trabajo que se hace con mimo, pero dedicándole mucho tiempo. Sobre esto, Fernando es sincero: "Rechazo máis do que traballo". No se puede llegar a todo. Por este motivo su trabajo también es una labor de equipo, ya que cuenta con varios oficiales que trabajan desde sus talleres confeccionando la pieza que previamente el sastre cortó y afinó. Algunos encargos sí que los hace Fernando de principio a fin, otros se los va derivando a ellos.
Como resultado después de todo este proceso hay prendas únicas, señala, que él distingue a la perfección entre cualquier otra. Trajes, camisas, corbatas y tirantes a medida y únicos. "Ademais a peza pode adaptarse co paso dos anos, esa é a esencia da sastrería de toda a vida: traballar con esas marxes", explica Fernando.
Una profesión sin relevo y, además, denostada
Como ya no se pueden tener aprendices en los talleres de sastrería es difícil hacer cantera para un oficio como este que, además, muchos creen que está mal pagado. "Non hai relevo xeracional, a nivel xeral somos xubilados ou a piques de selo", explica Freire. Es un oficio desconocido incluso para la clientela, que lo asocia a trajes solo para hombres.
Por todo esto, Fernando empezó en las redes sociales para hacer pedagogía de su profesión: "Ensinar as horas que leva, os tecidos cos que se traballa, como se traballa e facer ver que isto non é de uraños como se cría, desmitificarnos e facer ver que somos xente accesible".
Para transmitir el oficio y darle relevo, Fernando imparte clases de sastrería con uno de sus oficiales, Ramón Lareo, en la Academia Ana Prados, en la rúa da Rosa. Se imparten los jueves y son algo más de una decena de alumnos, casi todos ligados ya al mundo de la moda y/o la costura. Los más jóvenes tienen 19, 22, 24 o 25 años, aunque la media de edad se queda en 34. "Sairán grandes profesionais do curso e, ademais, a taxa de paro neste oficio é do 0%", dice sonriente Fernando.
"É vocacional, tes que querer o que fas", sigue. Además, destaca que no es un trabajo en cadena, sino dinámico y creativo. Para él, tras toda una vida ligada a la sastrería, este es un oficio del que sigue aprendiendo cada día porque, como bien señala: "A perfección non existe".