En septiembre de 2015, Anderson Quintiliano abandonó Brasil y emprendió un viaje que le cambiaría la vida. Con tan solo 26 años, enfundó su violín, se lo colgó a la espalda, y cogió un avión sin billete de vuelta. El joven, sin saber muy bien a donde, se lanzó a la aventura, pero todo con un único objetivo: encontrar un lugar en el que poder dedicarse a la música, su pasión.

Lo de acabar en A Coruña fue de pura casualidad. Su primer destino fue Portugal. "No tenía pensado ni venir a España, pero un primo de mi padre vivía aquí, así que lo vine a visitar y me gusto la ciudad", cuenta el violinista, aunque confiesa que algo que le gustó de aquí fue el clima. 

Anderson aprendió a tocar por su cuenta. Ya en Brasil, con lo poco que ganaba iba juntando dinero para pagarse sus clases, pero casi todo lo aprendía por su cuenta y escuchando a artistas como Bach o Vivaldi.

Anderson Quintiliano, violinista de A Coruña Quincemil

De aquellas ya han pasado 10 años. Toda una década en la que se ha mantenido viva su pasión y se ha podido dedicar a ello. Se considera un artista callejero, y lo cierto es que lo es, ya que en todo este tiempo se ha hecho conocido A Coruña por tocar el violín en varios puntos de la ciudad herculina.

En la calle Real, en el Obelisco, en la calle Barcelona... en cuanto ve un buen escenario y con bastante afluencia de gente, no tarda ni un minuto en levantar su atril, desenfundar el instrumento y ponerse a tocar. En cuanto a su música: "Depende de las caras de la gente". "Yo toco lo que el público quiere escuchar: si es gente joven puedo hacer mi propia versión de Quédate de Quevedo", confiesa Anderson, sin embargo, lo que a él realmente le gusta es la música clásica.

Un autodidacta

"Una de las ventajas de tocar en la calle, por ejemplo, es que yo estoy tocando una pieza romántica, o una pieza temática de alguna película, que son piezas muy conocidas, pero cada vez que toco esta pieza no es igual, siempre es una forma diferente", explica Anderson.

Así, con sus 36 años ha logrado entrar en el Conservatorio Superior de Música de A Coruña. Pero ya antes de acceder a estos estudios, llegó a recibir lecciones de profesionales de la Orquesta Sinfónica de Galicia, o incluso del propio Carlos Baute, todo ello gracias a tocar para todo el mundo y estar siempre accesible para el que quisiera. "Así todo el que quiera disfrutar de un concierto no se tiene que ir a un teatro, en la misma calle puede disfrutar de uno", asegura el violinista.

Entre las clases y las bodas de verano, de donde lo llaman para tocar, ya no pasa tanto tiempo en la calle, sin embargo, para el ha terminado siendo un hobbie, más que un trabajo. Se conoce de pe a pa los soportales en los que las palomas depositan sus excrementos, y eso es algo que aunque pasen los años, no se le olvidará.