En 2022 fue Norma, de Bellini. En 2023, Aida, de Verdi. Y este año será La Bohème, de Puccini, el domingo 8 de septiembre y el martes 10 a las 19:00 horas en el Palacio de la Ópera. Así arrancan las tres últimas temporadas líricas programadas por Amigos de la Ópera en A Coruña, las tres con la batuta de José Miguel Pérez-Sierra (Madrid, 1981), actual director musical del Teatro de la Zarzuela, como principal director invitado.
Su relación con la orquesta ante la que se situará, la Sinfónica de Galicia, es larga, y ha visto evolucionar a sus músicos más experimentados y crecer a los más jóvenes. Escucharlo hablar (de Puccini, de la OSG, de la pedagogía musical, de la ópera, de la zarzuela) es comprobar la entrega del maestro a la pasión por su oficio y por divulgar la música. La temporada despega hoy con una conferencia de Irene de Juan Bernabéu en torno a La Bohème, en Afundación a las 19:00 horas.
Cuando dirigió Aida hace un año dijo que era una ópera colosal. Póngale adjetivo a La Bohème.
Es complicado porque Puccini es poliédrico, pero La Bohème no. Es una obra de muchas facetas, todavía más intimista que Aida, una ópera de emociones, de juventud, de diversión, drama... girando alrededor de un segundo acto que es una explosión de alegría y fiesta.
¿Qué le transmite a usted, cuando está entre el público o al frente con la batuta?
Soy un pucciniano convencido. Igual que mi amor intelectual es Rossini, mi amor pasional es Puccini, con el que comparto la fecha de nacimiento, un 22 de diciembre. Es una música muy natural. Puccini tiene algo que yo también tengo: una manera de tener pasión adolescente, de ser eternamente joven. En La Bohème se representa a sí mismo en los cuatro bohemios, con el romanticismo desesperado de Rodolfo, el desencanto del amor de Marcello, el ascetismo de Colline y la alegría y despreocupación de Schaunard.
Esas características, ¿deben interpretarse con la misma jovialidad que desprende la obra?
Absolutamente. En esta ópera utiliza la técnica del leit motiv, el tema conductor de cada personaje que nos va llevando a través de la historia. Pero hay un contraste atroz entre la música que escribe para las bromas cultas de los bohemios y la poesía sencilla que crea para Mimí. Cuando ella llega todo se relaja respecto a la vivacidad de lo anterior, todo se hace dramático. Es una ópera que es casi una película, con las emociones de todos los personajes reflejadas milimétricamente en la música.
Vuelve a esta casa, el Palacio, y a esta orquesta, la Sinfónica. ¿Qué supone este reencuentro?
Tengo una profunda admiración por la Sinfónica, es una orquesta top a nivel nacional e internacional. La primera vez que toqué con ellos fue hace 19 años y en este tiempo me han visto crecer y yo les he visto crecer. Los veteranos han visto que yo podría ser su hijo y ahora veo yo que entran las nuevas generaciones, con chicos que he dirigido en la Orquesta Joven estos últimos años.
Esta orquesta es un milagro, que de repente naciese una orquesta así en A Coruña y se convirtiese en un puntal sinfónico del país. Son espectaculares haciendo óperas, además. Rara vez en mi carrera he disfrutado más que dirigiendo ópera como en la Aida del año pasado en A Coruña. La OSG es un hilo conductor a través de mi carrera. Y a nivel personal, diría que más que amigos son familia.
¿Cómo ha visto crecer también al público en A Coruña?
Veo que es un público fiel y que a la vez se renueva. Siempre he dicho que A Coruña está viva musicalmente, lo recuerdo desde que empecé a venir, sobre 2005 y cuando fui asistente de Alberto Zedda.
"Ojalá las administraciones se den cuenta de que la temporada lírica se puede hacer más larga y con más medios porque A Coruña lo demanda y lo demuestra"
Quien ha sido fiel a usted es Amigos de la Ópera de A Coruña, que vuelve a llamarle para participar en la temporada lírica. ¿Qué destaca del trabajo de la asociación?
La ópera en A Coruña es algo fundamental, y es una pena que en la ciudad se perdiese el festival Mozart. Por fortuna, Amigos de la Ópera mantienen la afición y el interés. Su labor como la asociación más antigua de España es magnífica. Ojalá se den cuenta las administraciones de que la temporada se puede hacer más larga y con más medios porque la ciudad lo demanda y se demuestra: el año pasado llenamos con Aida y este año creo que lo haremos con La Bohème.
Ya que ha mencionado al maestro Zedda... su carrera ha evolucionado junto a grandes formaciones y le ha llevado a los mejores escenarios del mundo. ¿Es ahora usted un maestro?
Por desgracia he perdido a casi todos mis maestros. Alberto fue fundamental para entender la música y profundizar en su estudio. Yo no me siento maestro, aunque te conviertes en maestro cuando te van abandonando. Pero me encantaría poder seguir aprendiendo de ellos ante ciertas dudas y situaciones que se me plantean en los teatros. ¿Qué consejo me daría Alberto?, me digo. Soy el fruto de varias influencias, y eso es lo que configura mi personalidad.
Lleva un año en el Teatro de la Zarzuela. ¿En qué consiste ser su director musical?
Ocuparse de dirigir una parte importante de su programación, un 40% de todo lo que hay en un año. A la hora de programar en un teatro público tienes que pensar en la mayor apertura posible. Colaboro permanentemente con Isamay Benavente, su directora general. Hacemos audiciones a cantantes jóvenes, y en el año que llevo hay seis o siete que estamos siguiendo porque nos pueden dar satisfacciones. La faceta pedagógica es otra de las herencias que he tenido de Zedda. Y tenemos el deber, como único teatro nacional lírico completamente público, de ofrecer un servicio al ciudadano y de ser la casa de todos los artistas, de cierto nivel lógicamente.
Y la zarzuela, como género, ¿qué salud presenta?
Uno de los roles que tenemos en el teatro es ser embajadores del género, al que representamos. Estoy poniendo empeño en sacar la zarzuela de España, y vamos a llevarla a muchos teatros europeos.
¿Es difícil exportarla?
Es casi más difícil moverla dentro de España. En Cracovia nos han pedido Luisa Fernanda, quieren nuestros espectáculos, como en otras cinco ciudades europeas, mientras que en nuestro país ves todavía reticencias porque se ve el género como algo menor, casposo. Todavía hay mucha España a la que la zarzuela le da vergüenza, y a mí me da vergüenza que la zarzuela enloquezca a público avezado fuera de España.
El meollo del problema es que no existe la zarzuela en los conservatorios del país, donde la mayor parte de los profesores les cuentan a los alumnos que los dos únicos compositores interesantes son Albéniz y Falla, los demás un cero a la izquierda. Por eso me tomo a pecho formar a los jóvenes en la cultura de la zarzuela. Quiero crear a directores jóvenes dentro del Teatro de la Zarzuela.
"Es más difícil mover la zarzuela dentro de España que exportarla. En nuestro país todavía hay reticencias porque el género se ve como algo menor, casposo"
El niño que usted fue, cuando empezó a estudiar piano, ¿quería llegar a ser director? ¿Quería llegar tan lejos?
Siempre quise dedicarme a la música. Empecé con 4 años, cuando sacaba de oído al piano cosas que escuchaba. Luego llegaron clases, la academia, el conservatorio. En la Nochevieja de 1988 a 1989 tuve claro que quería estar sobre un escenario, al escuchar en la televisión el Concierto de San Silvestre de la Filarmónica de Berlín con Karajan dirigiendo a Evgeny Kissin, que tenía 17 años y tocaba a Tchaikovski. Ahí me dije: quiero ser el que toca el piano o el que dirige, así que entendí que para dirigir antes había que tocar.
El piano implicaba mucha soledad y me costaba socializar con otros músicos, yo le dedicaba ocho horas al día, y eso implicaba esclavitud. Pero luego me fui dando cuenta, al empezar a hacer música de cámara con 17 años, de que disfrutaba más haciendo música con otros, cuanto más grande era el grupo. ¿Por qué no intentarlo con la dirección? Y ahí llegué por la necesidad de compartir la música con más gente.