Se calcula que en España alrededor de seis millones de personas sufren incontinencia urinaria, y entre dos y cuatro millones de personas incontinencia anal, de los que solo lo cuentan un 20% "por vergüenza". Así lo traslada Ana Rodríguez, delegada en A Coruña de la Asociación de incontinencia anal y urinaria, que nació en 2013 y ofrece asesoramiento y atención telefónica 24 horas, además de trabajar para hacer visible un problema común que a menudo se lleva en silencio.

Rodríguez decidió hacerse cargo de esta delegación gallega para ofrecer apoyo a todas las personas que como ella puedan sufrir incontinencia urinaria o anal y dar a conocer las soluciones que existen para atajarlas. Lamenta que se trata de problemas muy incapacitantes que tienen una gran repercusión en la calidad de vida y en la salud mental de quienes la sufren.

Ella misma comenzó a sufrir una incontinencia urinaria que fue agravándose con el paso de los años, y explica que es habitual comenzar así, con pequeñas pérdidas a edades tempranas a las que no se les da importancia pero que, si no se tratan, van en aumento con el paso de los años. En el caso de las mujeres el parto es un desencadenante habitual de esa incontinencia urinaria.

"Yo tuve un desgarro en mi primer parto al que no se le dio importancia y luego tuve una histerectomía", rememora Rodríguez, que relata que la primera pérdida de orina que recuerda fue hace 15 años en una clase de zumba, pero era "algo esporádico". Sin embargo, "después de la histerectomía fue a peor y llegó un punto en el que ya no llegaba al baño", cuenta.

Rodríguez apunta que es un problema que en muchos casos se puede prevenir si se ataja a tiempo con fisioterapia y ejercicios de suelo pélvico. Para otros casos más avanzados, como el suyo, existen opciones, como la implantación de una malla pélvica, que pueden ayudar a atajar el problema. "A mi la malla pélvica me cambió la vida", asegura.

"No te atreves a salir de casa"

Sin embargo, con el paso del tiempo, Rodríguez también comenzó a padecer incontinencia anal, algo que "te rompe la vida por la mitad porque no te atreves a salir de casa", ya que "afecta a todas la esferas de tu vida: laboral, social, familiar, sexual…". Se trata de un problema aún más silenciado y que sufren con frecuencia personas que padecen patologías como "cáncer de colon, de próstata o esclerosis múltiple", o que tengan "fistulas o hemorroides", explica.

"Es una patología tabú y cuando la empiezas a padecer tú misma no te la crees y empiezas a buscar explicaciones en lo que comiste, bebiste…", relata, por lo que en un principio ni siquiera se atrevía a hablar de ello con su marido y sus hijos. "Finalmente ya no puedes más y cuentas lo que te está pasando". "No es solo gente mayor, le puede pasar a cualquiera", señala.

Sin embargo, cuando se atrevió a contarlo encontrar ayuda tampoco fue fácil. "No la encuentras, el médico de cabecera no sabe a dónde mandarte, el ginecólogo te manda a protólogos… vi a muchos hasta que me mandaron a protología del Sergas, a donde llegué desesperada, sin vida", rememora.

Por suerte, allí dio con una doctora que le pudo dar alguna solución. "Hay trampas para pasar mejor el día a día y en muchos casos hay cura", alienta. En su caso lleva implantado un neuromodulador en la raíz sacra y "no estoy curada al 100% pero mi vida a mejorado en un 80%", celebra.

"Yo no tengo culpa de lo que me pasa y es algo que le pasa a mucha gente, pero que no se cuenta", subraya, y por eso ella misma cuenta su historia para evitar que otras personas se sientan solas frente a este problema, y para poder asesorarlas en su camino en busca de la solución que les permita seguir viviendo sus vidas sin sentir esa vergüenza.