Faltan cinco minutos para las diez, hora de la entrevista. Para entonces, Félix de Azúa (Barcelona, 1944) ha tomado un café cortado, un bollo y ha devorado la prensa. Tras la silla que ocupa, una cortina de candados diminutos dibuja una pared sin consistencia, que sólo el modernismo calificaría como tal. Con sus respuestas, a las que acompaña agitando la mano derecha, rompe las cerraduras que han venido cercando la sociedad española: el nacionalismo, la falta de lectura, la mala educación…
Habla de su país como “una aldea feliz y analfabeta del Orinoco”, donde la cultura se concibe como “el chunda chunda del que hablaba Sánchez Ferlosio”. De Azúa detesta el fútbol, pero se le notan los colores tanto como al aficionado que acude al campo engalanado con bufandas y banderas: “Apoyo a Ciudadanos”, dice sin tapujos. No obstante, tiene cera para todos, incluido el partido de Rivera.
¿Cuál considera hoy el principal problema de España?
Los problemas son como las cerezas. Si coges una de un cesto, arrastras dieciocho. Dicho esto, creo que el mayor problema es el separatismo catalán, la sublevación de un pequeño grupo de fanáticos que está poniendo en jaque a las instituciones. Durante treinta años se les ha permitido controlar la prensa y se les ha dado todo lo que han pedido. La secesión se ha pagado con dinero público, la hemos financiado usted y yo. El Estado ha consentido toda clase de tropelías y su dejadez ha hecho posible lo que ahora sucede.
¿Cómo define el nacionalismo?
Es un viejo sentimiento humano. Se despertó con el romanticismo, desde finales del siglo XVIII hasta la última parte del XIX. En ese periodo se crearon las grandes sociedades burguesas en las que desaparecieron las ideas religiosas. Los hombres necesitaban algún tipo de trascendencia para suplir el dolor que les producía la ausencia de Dios. Ahí es cuando surge la patria como sustituto de la religión. El nacionalismo triunfa en los sitios con más necesidades de lo trascendente.
¿Tiene esta ideología alguna razón filosófica?
No que yo sepa. Parafraseando a Samuel Johnson, el nacionalismo es el último recurso de los canallas.
¿Y estética?
Asistimos a la estetificación de todo. Walter Benjamin ya denunció en los años treinta que la política se estaba tornando pura estética. Lo primero que hicieron los nazis fue diseñar un uniforme, contratar a un magnífico arquitecto como Albert Speer y rodearse de la música de Wagner. La política es ya un espectáculo dependiente de la estética.
El mayor problema de España es el separatismo catalán, la sublevación de un pequeño grupo de fanáticos que pone en jaque a las instituciones
¿Cómo desmonta un filósofo la idea nacionalista?
Durante el romanticismo, la patria era una abstracción defendida con las armas. En el momento en el que eso desaparece, la patria queda como una abstracción absoluta que se utiliza para borrar los derechos del individuo. ETA se dio cuenta y dotó de un ejército al nacionalismo. En el siglo XXI es muy difícil sostener las naciones románticas con un ejército. Por eso, su causa está llamada al fracaso. El nacionalismo acabará en la nada, no puede triunfar. No me cabe la menor duda. La abstracción de la patria puede movilizar a los fanáticos, pero a nadie más.
Decía Pío Baroja que el nacionalismo se cura viajando. ¿Lo comparte?
En su época era cierto. Cuando estuve en el País Vasco dando clase me di cuenta de que los nacionalistas eran los más paletos. Era una ideología de caserío. Del mismo modo, el independentismo catalán tiene más arraigo en las zonas rurales. En la actualidad, lo que decía Baroja no tiene mucho sentido porque basta con encender la pantalla para viajar por todo el mundo.
Los nacionalistas hablan de un sentimiento que sólo pueden comprender quienes lo tienen. ¿Se puede razonar acerca de los sentimientos?
¡No, por Dios! Cuando dicen eso, ellos no lo saben, pero están repitiendo lo que gritan las cupletistas en la procesión del Rocío: “El que no ha vivido esto no puede entenderlo”. Son cupletistas del independentismo.
Ortega y Gasset hablaba de la conllevancia y de la imposibilidad de solucionar el problema catalán. Azaña, en cambio, creía en un Estatuto como remedio. ¿Usted qué opina?
Creo que no existe una solución. Hay que aguantar, resistir sus porrazos. El tiempo corre a nuestro favor. Se trata sencillamente de no ceder. No hay que volver a darles un duro. Aunque un remedio de fondo podría ser la educación que, en Cataluña, ha estado en manos de comisarios, talibanes, fanáticos y clérigos que han destrozado la sociedad. Debemos volver a empezar.
No me cabe la menor duda de que el nacionalismo catalán es totalitario. Sólo se disfraza de demócrata porque tiene que mantener las formas
Cuando habla de Cataluña hace referencia a términos como 'totalitarismo' y 'estalinismo'. ¿Le suelen decir que exagera?
Cuando alguien cree que estás exagerando, conviene esperar un par de años a que te diga: cuánta razón tenías. El fascismo y el estalinismo son dos caras de la misma moneda, la totalitaria. No me cabe la menor duda de que el nacionalismo catalán es totalitario. Sólo se disfraza de demócrata porque tiene que mantener las formas ante Europa. La ingenuidad y la comodidad de los diferentes gobiernos centrales, tanto de izquierdas como de derechas, han impedido que se viera cómo son realmente.
Hay un dicho que reza: “Partir es morir un poco”. ¿Usted murió un poco cuando dejó Barcelona?
No ha sido morir, pero sí sufrir bastante. He tenido que volver a inventarme la vida. Han pasado tres años y estoy encantado. Ya había vivido en Madrid, en mi época de estudiante, pero esta ciudad era una aldea cuando la conocí. Ahora es una capital europea. Barcelona, en cambio, es la capital de Cataluña. Se ha tornado desordenada, sucia, ruidosa y pelmaza. Todo está lleno de carteles que te dicen que eres un sinvergüenza por no apoyar el independentismo.
Dejemos Cataluña. ¿Qué otros asuntos incluiría en una agenda reformista?
Hay que acabar con lo que Pablo Iglesias llama “capitalismo de amiguetes”. No tenemos por qué cargar con las jubilaciones de los políticos incapaces de ganarse la vida, o aceptar el trato privilegiado de la banca o los ejecutivos, por poner algunos ejemplos. La estructura misma del capitalismo español es corrupta. Los partidos mienten más que hablan sobre este asunto. Creo que Ciudadanos puede luchar contra esto, los demás no harán nada.
Han pasado cuarenta años desde el final del franquismo. ¿Ha terminado la dialéctica de vencedores y vencidos?
¡Qué va! La Guerra Civil sigue abierta porque hay fuerzas, que dicen ser de izquierdas, empeñadas en mantener abierta la herida. Una cosa es buscar a los familiares para darles sepultura; otra, acusar de franquistas a quienes no comulgan con ellos. Hay mucha gente que gana reavivando la guerra.
Usted escribió: “Los revolucionarios de ahora son mucho más tontos que los de antaño”.
Cualquiera que haya sido izquierdista en la juventud ha leído las vidas de los revolucionarios y a los clásicos. Antes, la gente de izquierdas era inteligente y tenía sentido de la moral. Los ahora proclamados izquierdistas son un cromo, unos frikis. Una concejala de Barcelona que orina por las calles, la portavoz madrileña de la almeja, el concejal que quiere meter a los judíos en un cenicero… Han destruido la imagen de la izquierda.
Tanto usted como otros muchos intelectuales comenzaron su camino en posiciones muy izquierdistas. Parece que existe un sendero trazado.
Cuando eres joven no hay nada que perder. Uno puede arriesgar mucho en sus opciones. Abrazas ideas que sabes impracticables, pero te puedes permitir apostar para perder. Fui ultraizquierdista, de bandera roja, incluso un tiempo, maoísta… Elegíamos lo más fuerte para asustar al enemigo. Si nos hubiéramos definido como socialdemócratas se hubieran reído de nosotros.
¿Eso le hace entender a quien ahora vota a formaciones de ultra izquierda?
Sí, claro que lo entiendo. Estamos en un país donde todo el dinero se lo lleva una élite repugnante.
¿Cambiaría la Constitución?
Sí. Acabaría con el concierto económico y con los privilegios identitarios.
¿Qué me dice del Estado de las autonomías?
Una descentralización bien hecha podría haber servido para algo. En este momento, se ha ido más allá del federalismo alemán. Este error se ha mantenido por comodidad y corrupción. Las Comunidades manejan una cantidad de dinero monstruosa. Siempre que exista una corrección económica se podrá mantener este sistema, pero no la hay.
Fui ultraizquierdista, de bandera roja, incluso un tiempo, maoísta… Elegíamos lo más fuerte para asustar al enemigo
¿Monarquía o república?
Inglaterra es una monarquía y Venezuela, una república. El problema nominalista es engañoso y se utiliza como arma arrojadiza. España ha ido muy bien como monarquía y fatal, dos veces, como república. Los reyes españoles me parecen sensatos y prudentes. Estoy encantado con ellos. Aunque hay un punto discutible: el rey es jefe de las fuerzas armadas y eso me parece un privilegio demasiado grande. Dicho esto, me fío más de un rey que de un generalote con dos botellas de whisky encima. El caso del fútbol, por ejemplo, es distinto. Nos cuesta un dineral, pero de eso no se habla. El fútbol es la niña bonita del totalitarismo. Prefiero un millón de veces antes al rey de España que a Florentino Pérez.
No le gusta el fútbol.
Nada de nada.
¿No vería un Barcelona-Real Madrid?
No.
¿Nunca ha ido a un campo de fútbol?
Mi tío me llevó cuando era niño. Pienso ahora lo mismo que decía Tierno Galván: “Menudo espectáculo el de ver a unos tíos corriendo en calzoncillos”. Uno de los problemas más graves de Rajoy es que, en toda su vida, sólo ha leído el Marca.
Iglesias le regaló “Juan de Mairena”, de Antonio Machado, al presidente. ¿Con qué libro le obsequiaría usted?
No sé si Iglesias habrá leído el Mairena. En él hay muchas más cosas que debiera aprender Iglesias antes que Rajoy. Al presidente del Gobierno no se le puede regalar ningún libro. En realidad, no le regalaría nada. No me gusta. Ahora estoy haciendo algo que odio, hablar de los políticos como personas. Pero confieso que no me ilusiona. No me inspira confianza. Mi simpatía está clara: Albert Rivera. Lo conozco y me parece una persona formidable.
Se le notan los colores, pero algo tendrá que achacar a Ciudadanos.
Sí, además lo tengo clarísimo. Me extraña mucho que no hayan dicho una palabra de Cultura. Ni una. Han hablado de educación y van por el buen camino. Quieren consensuar un programa básico para toda España. Uno de los problemas de este país es que la gente no lee. España es un territorio de futbolistas, Belenes Estebán, que controla Berlusconi a través de unos canales abyectos. A la derecha, la cultura le parece una moda, un ornamento. En cambio, a la izquierda le da vergüenza. La cultura es para ellos el bailongo, la charanga y el chunda chunda que decía Sánchez Ferlosio. No distinguen entre popular y populachero.
Es una lástima que España no se convirtiera al protestantismo. Si lo hubiera hecho, ahora seríamos una nación de corte más europeo
¿Por qué tanta corrupción?
En términos generales, la corrupción es propia de aquellos países que han sufrido una maleducación católica muy fuerte. De ahí que prolifere enormemente en Italia y Latinoamérica. No se ha enseñado a los españoles a responsabilizarse de sus actos o a respetarse como individuos. El ciudadano no entiende lo que significa tener soberanía propia.
La crisis económica ha levantado muchas voces contra el libre mercado. ¿Conviene cambiar las reglas del juego?
Siempre tengo la misma respuesta para esta pregunta. El libre mercado ha provocado pobreza pero, ¿qué puedes ofrecer a cambio? Algunos siguen pensando en términos de lucha de clases. Debemos hallar reglas, estatutos o técnicas que corrijan los graves problemas de la economía española. Necesitamos planteamientos prácticos, no concepciones abstractas que pasen por decir que el capitalismo es muy malo.
Hablemos de la crisis de los refugiados. ¿Por qué suele decir que de Siria e Irak no quedarán relatos como los que sí dejó la emigración europea?
No hay un relato respetable porque el abismo cultural entre ellos y nosotros es demasiado grande. Es muy difícil conseguir la integración. He vivido mucho tiempo en Londres y París. El modelo inglés es nefasto. Cada pueblo vive a su aire y construye sus propios barrios. En Francia la integración es mayor, pero todavía queda mucho... La integración con el islam puede tardar tres o cuatro generaciones más en llegar.
Hace poco escribió en El País: “Los españoles necesitamos una enorme inyección de individualismo osado, de iniciativa personal, de amor propio”. ¿Por qué somos lo que somos?
Es una lástima que España no se convirtiera al protestantismo. Si lo hubiera hecho, ahora seríamos una nación de corte más europeo. Hemos estado en manos de los clérigos militarizados durante más de seis siglos. La democracia no tiene ni siquiera cuarenta años de vida. No hemos sabido formar individuos. Queda un largo camino por recorrer.