Siete años después del inicio de la Gran Recesión, ningún colectivo se ha visto tan afectado por el desempleo de larga duración como los mayores de 50 años. La edad y los meses en la cola del paro se han convertido en un estigma que genera rechazo en el mercado laboral.
En España hay 2,3 millones de personas que se encuentran en paro desde hace más de un año. Más de 730.000 tienen más de 50 años. Algunos buscan empleo desde hace más de un lustro. En esos años se han agotado las prestaciones por desempleo, las ayudas y los subsidios hasta quedar en una tierra de nadie en la que se han evaporado poco a poco las esperanzas de encontrar una salida laboral.
"Para los jóvenes se ha hecho más: contratos formativos, contratos para jóvenes… Para mayores de 50 años a veces da la sensación de que se tira un poco la toalla. Se sabe que las empresas difícilmente les van a contratar pero se les da un camino de renta social hasta que conectan con la jubilación y tienen allí más o menos una salida", comenta Jesús Lahera, profesor titular de Derecho Laboral en la Universidad Complutense de Madrid.
"Es más fácil lo que se ha hecho hasta ahora", explica. "Es decir, dificultar la salida del mercado laboral, limitar las prejubilaciones y hacer que sean más costosas. Esto se ha limitado mucho en los últimos años. En el incentivo a la contratación de mayores, se siguen utilizando subvenciones a la contratación pero no dan resultado".
"Invisibles", "olvidados" o "papelera" son algunos de los adjetivos con los que estos parados definen su situación. Muchos no están dispuestos a quedarse con los brazos cruzados hasta los 61 años esperando que llegue su prejubilación. Entonces recibirían una pensión recortada dos veces: la primera por la penalización de la jubilación anticipada y la segunda por un calculo hecho sobre una parte de la vida laboral (los últimos 15 años) en la que pesan estos últimos años en paro.
Quienes se resisten a la resignación se organizan en grupos y colectivos que han ido naciendo espontáneamente en varias ciudades. Uno de ellos es la Coordinadora de Desempleados y Precarios de la Comunidad de Madrid, que se presentó hace unos días y que aglutina a su vez a grupos que se han ido creando en esos años en barrios de la capital como Carabanchel o San Blas-Canillejas.
El objetivo de la coordinadora es impulsar iniciativas que puedan dar una salida a esta situación. Por eso entre sus reivindicaciones está la rehabilitación o la cesión de espacios públicos para la creación de cooperativas. Seis de esos parados de larga duración cuentan aquí su historia en primera persona.
Enrique Castro, 52 años
Me quedé en el paro en 2010. Se terminó la obra en la que estaba y me dijeron que no podían contratarme. Yo había ido encadenando hasta entonces contratos por obra como ingeniero técnico de obras públicas. Tenía un buen sueldo: superaba los 2.500 euros al mes.
Cuando me quedé en el paro, tenía derecho a dos años de prestación y a la liquidación. Hice cursos y me planteé hacer el grado de ingeniería civil que es como se llama ahora mi especialidad. Pero veía que en mi profesión con 47 años no me salía nada. Me fui desanimando. Hay otros compañeros que sí lo hicieron y tampoco consiguieron nada.
Fui tirando con lo que me iba saliendo: de vigilante de museo en fin de semana o en una imprenta, empaquetando revistas durante ocho horas con un cuarto de hora de descanso. Con los trabajos esporádicos que he tenido desde 2010 he conseguido una prestación de desempleo de seis meses. Pero el último contrato era a media jornada y me dan unos 260 euros.
Con esto no puedo ni irme a vivir en un piso. ¡Si ya de por sí con eso no llega ni para comer! Estoy viviendo con mi hermana y con su familia: mi cuñado y mi sobrino. Durante todo este tiempo también se rompió mi relación de pareja porque esto influye y ya no tenía un sitio adonde ir. Por suerte pudimos vender el piso que compartíamos y con el dinero cubrir la hipoteca que teníamos. Así por lo menos no nos queda deuda.
Tenemos dos niños acogidos de 10 y ocho años y son como mis hijos. Ahora les paso una pensión de 75 euros mensuales: el mínimo que he pactado con mi ex mujer. En cuanto pueda, les daré más. Ahora que me quedan unos 190 euros para mí.
En casa de mi hermana duermo en el sofá. Pero mientras pueda tengo que estar así... Y tengo que decir que tengo suerte porque por lo menos tengo un sitio donde dormir.
Yo pensaba que iba a tener una seguridad básica. Que el estado me daría una estabilidad básica para poder hacer mi vida... Y no. Encima te miran mal como si fueras un delincuente cuando vas a solicitar alguna ayuda. A mí me ha llegado a decir una señora del SEPE [el Servicio Público de Empleo Estatal] que cómo podía estar segura de que no tenía ingresos y que no estaba en la economía sumergida. Yo me la quedé mirando. ¿Aquí se presupone que eres culpable antes que un necesitado?
Ahora nos estamos organizando para que nos den soluciones.
No es que seamos vagos y no queramos trabajar. ¡Si yo estoy trabajando desde que me levanto hasta que me acuesto buscando trabajo! Necesitamos tener unos ingresos mínimos porque la sociedad no puede funcionar si la gente no tiene qué comer. No podemos entrar así en el ciclo de producción. Si lo piensas acabas deprimiéndose y no puedes.
En febrero se me agota el paro que estoy cobrando e intentaré que me den la renta mínima de inserción. Son 380 euros al mes. Si no, tendré que buscar trabajo como sea y aceptar lo que sea. En el último empleo que tuve estuve limpiando en un centro comercial para cubrir las vacaciones y era en Majadahonda y la mitad de lo que gané, unos 300 euros, se me fue en el transporte. Trabajaba cuatro días seguidos y dos de descanso, cinco horas al día. Limpiando papeleras, cristales.
Nunca me imaginé en esto. Tenía un puesto que me gustaba dentro de mi profesión y siempre se dijo que en la obra pública siempre habría trabajo. Pero no. Busco un empleo y si lo encuentro, maravilloso. Pero por lo menos que me den una posibilidad de no morirme de asco.
Conchi Ferrero, 54 años
En el paro llevo ya desde 2012. Desde entonces no he tenido trabajo y no tengo ningún subsidio. Ahora estoy esperando en unos meses para pedir el subsidio de 426 euros para mayores de 55 años.
Desde hace un año y un mes no cobró nada. Vivo sola pero tengo dos hijos. Aunque ellos viven cada uno en su casa, son ellos los que me están echando una mano. Por suerte, la casa es mía y de mi ex pareja pero yo estoy viviendo allí.
Empecé allí con 14 años en una tienda de lámparas y artículos de regalos en la calle Marcelo Usera. Iba bien y empezó a aflojar cuando empezaron a entrar las grandes superficies. Mi última nómina era de 1.100 euros. No llegaba a los 1.200 pero no estaba mal. Yo iba andando al trabajo.
Me gustaría volver a trabajar porque me hace falta. Tengo 39 años cotizados pero hasta el 2026 no me puedo jubilar. He escrito a supermercados y empresas de limpieza, hice un curso de informática y otro de atención al cliente. He echado muchos CV y llamado a muchos sitios, pero nada.
Cuando no vengo a la asociación, me quedo en casa. Hasta mi hijo cuando vivía conmigo, me decía: “Mamá me da una cosa verte ahora aquí, abrir la puerta y ver que estás aquí".
Mi hija tiene 31 y mi hijo cumple 26 en marzo, y tengo un nieto de 10 meses, que nos da una gran alegría. Ellos viven en Seseña y vienen muy a menudo a verme. Me dicen: “Mamá, de comer no te va de faltar”. Pero es muy penoso. Es lamentable tener que estar dependiendo de que te tengan que ayudar.
Iosune Sola, 60 años
Empecé a trabajar cotizando a los 17 años como administrativa y mientras estudiaba en la universidad. Luego trabajé como socióloga hasta que me pilló la crisis de 1993. Ya vi que no me salía trabajo de lo mío y entonces opté por un trabajo de un nivel más bajo y estuve de administrativo en una empresa. El problema de esa empresa es que mi jefe enfermó y entonces por enfermedad se tuvo que dar por anticipada la jubilación y la otra persona liquidó la empresa.
Me dieron la indemnización y entonces empecé a hacer cursos para rescatar los temas sociales y volver a trabajar.
La última vez que me quedé en paro hace seis años tenía 54 años y estaba trabajando en la Consejería de Inmigración de la Comunidad de Madrid como monitora. Ahora, por ser mayor de 55 años, cobro 426 euros de subsidio. No tengo otros ingresos y vivo sola pero con 426 euros.
Llevo cinco años así. Mi vida ha cambiado totalmente. Tengo vivienda en propriedad y la tengo pagada, pero me siento muy mal. No puedo ni quedar ni hacer nada.
Me paso el día buscando empleo. Vivo en el barrio de la Concepción y he puesto carteles en todos los sitios. Trabajé en Cáritas y en Cruz Roja como socióloga cuando tenía 30 años y sé que hay algunos servicios que se pueden ofrecer. Allí me he presentado también. Pero nada.
Acabo de cumplir 60 años y a los 61 el subsidio te lo quitan. A los que hemos cotizado 30 o más años, nos mandan a la prejubilación y nos hacen un descuento sobre lo que nos correspondía.
La pensión se calcula sobre los últimos 15 años, de los cuales la mitad son de paro. De esto se descuenta un porcentaje al año. Yo he calculado que para mí ese descuento será un mínimo del 32%. Así que lo más probable es que me quede con la pensión mínima.
Me he planteado vender la casa. Con este dinero, para mantener la casa y los gastos tendría que seguir o pidiendo ayuda a gente o irme a vivir un sitio más barato, vendiendo o alquilando mi casa. El único bien que tengo es la vivienda. Ya no voy a recibir herencias. Y si las tuviera y las recibiera, me quitarían el subsidio.
Antes salía, tenía más intereses fuera del trabajo… Vacaciones ya no tengo. No me compro ropa y compro toda la comida en oferta. La luz hay un trámite para que te salga más barata. Si tengo algún ingreso, me puedo comprar el bono transporte. Si no, no tengo ni para eso. El año pasado una amiga me invitaba a comer a su casa una vez a la semana y yo le daba clases de inglés. Cosas de trueques. A veces ayudas a gente en cosas y te compran un pantalón o un jersey porque otra cosa ya no.
Nunca me imaginé que me podía llegar a pasar. He tenido un trabajo con una nómina, he cotizado los 30 años y tengo estudios superiores. Además me encuentro capacitada para trabajar o de administrativo.
Si no hubiera habido la crisis, yo habría tenido trabajo. A mí me gusta trabajar, me siento bien trabajando, me siento útil. Cuando me preguntan los amigos, yo les digo que no nos han quitado el trabajo sino la dignidad. Porque cuando pides el subsidio, que no es una prestación por haber trabajado, tienes que presentar una declaración de la renta en la que te declaras pobre de solemnidad. Además te dicen que en cualquier momento te lo pueden quitar si tienes un ingreso.
Estamos en la papelera total. Me van a prejubilar y no me dará para vivir.
Manolo Rodrigo, 58 años
Me quedé en paro el 11 marzo de 2015. No llevo un año aún... Lo que pasa es que la empresa ha ido haciendo más de un ERE temporal y he estado consumiendo paro. Me queda otro año de prestación.
Tengo 58 años y parece que después me toca el subsidio. De todo esto me estoy enterando ahora porque yo no sabía ni qué era el paro. En toda mi vida he ido pasando de una empresa a otra y vas a ciegas.
He sido mecánico durante toda mi vida laboral. Luego me contrató una empresa italiana que se dedicaba a la venta de maquinaria, en la época del boom del ladrillo. Me habían dicho que tenía que viajar dos veces al mes y eran dos pero del 1 al 15 y del 15 al 30 del mes. Me pasaba la vida en un hotel. Mis hijos crecieron y yo no les conocía. Entonces lo primero que me surgió era una empresa de mantenimiento en Madrid y lo cogí.
En este año he intentado buscar trabajo, pero siempre te dicen: “Te llamaremos”. No te dicen que es por la edad pero...
Estoy divorciado pero sigo viviendo en la casa que teníamos. Tengo que pasarles una pensión a mis hijos. Levantarte de un divorcio, de un desempleo y de un aislamiento no es fácil sin una ayuda psicológica. ¿Y quién se paga un psicólogo ahora? Si tengo que pagar una pensión, pagar mi casa y comer, con el paro no me da y no puedo ahorrar aunque no me dé ni un capricho. Me tengo prohibido comer un sábado fuera de casa. Todo esto forma parte del desempleo.
Me he planteado ir a la cárcel. Si no encuentras trabajo y se te acaba el paro, la ayuda la puedes cobrar hasta los 61 años. Luego te prejubilan y con los últimos años que has cotizado te queda una mierda… Si me voy a la cárcel, que no me prejubilen. Y si me asignan un trabajo, puedo seguir cotizando. Si lo pienso en serio, a veces pienso que debo hacerlo en esta manera: cometer un delito para que no me prejubilen.
Carmen Torres, 58 años
Trabajaba en la lavandería en un centro de menores. Cuando otro centro que tenía empresa se quedó sin subvención de la Comunidad de Madrid, reubicaron a la gente de este centro y a otros nos despidieron. Llevo en el paro desde julio de 2012 y de trabajo en estos años, nada de nada. Algunos se quedan con el currículum y otros ni me lo recogen.
A través de un anuncio que puse en Segundamano, me llamaron para un contrato de camarera de planta. Dije que en este ámbito no tenía experiencia y me dijeron que no importaba y que se me daría una formación. Cuando me preguntó la edad, ya dijo que no alegando que era porque no tenía práctica en este oficio. ¡Pero si acababa de decirme que no importaba!
Otra señora me llamó para la limpieza en su casa y cuando le dije la edad no me quiso ni hacer la entrevista. Lo que te desespera y te hunde es la edad. Agoté la prestación por desempleo. Tenía solo 18 meses porque durante un periodo trabajé a media jornada. Ahora me dan un subsidio de 404 euros. Ya apenas me quedan ahorros.
La persona de recursos humanos que me despidió creo que nunca se planteó lo que iba a suponer para mí ni hasta qué punto me ha hundido la vida. Me quedé sin trabajo en la peor época y después de hacer de todo. He sido maquinista industrial, trabajé una época cuidando niños, hice un curso de solador y alicatador y me contrataron seis meses. No se me han caído los anillos nunca, pero ahora no me sale nada. Ni para limpiar.
Los jóvenes lo pasan mal... Pero para los que tenemos más de 50 años es que no hay nada. Yo lo que quiero es trabajar. Quiero tener una obligación diaria y no que nadie me regale nada. Si no tienes una obligación, pues que te levantas, te duchas y a veces te quedas con la ropa de casa. Y si no tienes pan, pues comes pan bimbo.
Venir aquí [al Grupo de Empleo San Isidro, uno de los que forman parte de la Coordinadora] te viene muy bien porque estás con otra gente, hablas, compartes la situación. Aquí seguimos luchando. En el rato que estamos, se te van ocurriendo ideas. El cerebro sigue andando y vas pensando en cosas que se puedan hacer, en buscar soluciones. Pensamos por ejemplo en montar una cooperativa para preparar la cena para los mayores que acuden a centros de día. Pero hace falta una inversión.
Si no, te quedas en casa a ver la tele y te deprimes aún más. Ves cómo dicen que el paro baja pero en mi entorno están todos igual o peor que hace dos años.
Yolanda Zabaleta, 58 años
Me quedé sin trabajo en 2013. En el último trabajo era jefa de cocina y el sueldo era bueno. Estaba entonces trabajando de cocinera en una residencia para menores. Me despidieron cuando caí enferma, a raíz de mis problemas de columna. Llevaba varios días con dolores de espalda y me ingresaron. Estuve cuatro meses ingresada. Pero a la semana me llego un burofax que me comunicaba el despido.
Aquel burofax lo recogió mi hijo y yo recurrí. Cuando pasó el juicio, yo estaba de nuevo ingresada pero la jueza estableció que como no me había presentado ganaba la empresa.
Ahora llevó un corsé. Pasé por un tribunal médico y me dijeron que estaba "muy apta" para trabajar en la hostelería. Pero tengo placas en las vertebras. Me metí en el juicio y el juez me dijo que me opere y que pase otra vez por el tribunal médico. Y que si si siguen diciendo que soy “muy apta” que recurra a saco.
Agoté las prestaciones y ahora vivimos con los 600 euros de la prestación por desempleo que está cobrando mi hijo. Si no, estaría en la calle. Vivo en alquiler en una casa del IVIMA, el Instituto de la Vivienda de Madrid. Pago unos 300 euros.
Desde 2013 los ahorros se han ido y ya no recibo ningún subsidio. Mi vida ha cambiado muchísimo. Yo antes estaba trabajando unas 10 o 12 horas. Mi tiempo libre se lo dedicaba a mi hijo y me iba con él por ahí. Los fines de semana iba a Albacete a ver a mi otro hijo, el mayor. Ahora no nos podemos ver a menudo porque él y su mujer trabajan en la hostelería también y tienen niños y es complicado. Para mí también es difícil por el dinero y por los problemas de la columna.
Ahora estoy pendiente de la quinta operación. Tengo reconocida una discapacidad del 35% por la que no percibo nada.
Desde abril soy también la presidenta de la coordinadora. La creamos para dar visibilidad a nuestros problemas. Somos un colectivo abandonado en la mano de Dios.
Leo las ofertas de trabajo y veo que buscan cocineros de 25-30 años con seis años de experiencia. ¿Cómo van a tener esta experiencia? Cuando leo que no ponen la edad, me apunto. Luego te llaman y preguntan cuántos años llevo en la profesión. Yo les digo que tengo 53 años y 20 en la profesión. Y entonces todo es un "ya le llamaremos". Y sabemos lo que esto significa.