El amor de Tammy y Sarah es simétrico: hay dos tazas blancas encima de la mesa con un "Mrs. Kennedy" impreso, su apellido de casadas. Un tatuaje con el nombre de su pareja rodea sus antebrazos y otro con la frase "Te amo", sus cuellos. Dos postales de San Valentín se mantienen erguidas a cada lado de la chimenea como dos guardias en Buckingham Palace.
Tammy, de 29 años, empezó una relación con un hombre a los doce. Juntos tuvieron cuatro hijos: Dylan (12), Denva Rae (10), Kian (8) y Kody (7). A los 24 rompió con él y alquiló una casa para ella y para sus hijos en Stockport, a las afueras de Manchester. No podía pagarla, así que Sarah, que acababa de cumplir la mayoría de edad, alquiló una de las habitaciones. Un año después, eran pareja.
"Al principio sólo era una amiga. Yo siempre había pensado que me podían atraer las mujeres, pero nunca había estado con una", explica Tammy. Después de casi cuatro años de relación, decidieron casarse en octubre de 2015. La iglesia católica a la que ambas acudían desde pequeñas se negó a celebrar la ceremonia. "Queríamos contraer matrimonio en una iglesia, teníamos el mismo derecho que una pareja heterosexual a hacerlo. En la católica ni siquiera había podido bautizar a mis hijos: como su padre y yo no estábamos casados, no me dejaron".
Juntas miraron qué opciones tenían y pronto descubrieron que la iglesia protestante New Chapel Unitarian, en Denton, anunciaba en su página web la posibilidad de celebrar bodas entre personas del mismo sexo.
Tammy suele llevar un tupé elevado como una colina, y el pelo de Sarah cae lánguido y recto como las cortinas de su comedor. A su lado, Denva Rae, la niña de la familia, dice que de mayor quiere ser peluquera. Mientras sus madres hablan del matrimonio, Denva interrumpe para decir que ella escribió un poema para el día de la boda.
"Es el amor visto por los ojos de una niña; la idea fue suya, lo leyó el día que nos casamos y todo el mundo lloró", dice Tammy. La chiquilla carraspea y comienza a recitar:
"Everyone has new clothes, grandad even wear a suit. My mum and Sarah are looking pretty and we look kinda cute" ("Todo el mundo tiene ropa nueva, el abuelo incluso lleva un traje. Mamá y Sarah están preciosas y nosotros bastante monos").
Aseguran que nunca han tenido problemas por ser lesbianas, ni con su familia ni en el barrio. "Mi padre me acompañó al altar, y el padre de Sarah hizo lo mismo con su hija. Todos nuestros familiares vinieron a la boda. Están muy contentos de que tenga al lado a alguien como Sarah. Alguna vez alguien mayor nos ha visto por la calle juntas y ha movido la cabeza como negando lo que veía. Y en mi caso, que trabajo en un geriátrico, un anciano dejó la residencia porque no quería que le atendiera alguien como yo", apunta Tammy.
Una iglesia diferente
En Denton hay muchas más iglesias y funerarias que en el centro de Manchester. Se hacen hueco entre peluquerías, pizzerías baratas, supermercados y centros donde hacerse la manicura. "Extensiones de pelo natural", "2X1 en pizzas", "Brillo para tus uñas", "Compra aquí tu lápida", "Hoy, misa a las 11am", gritan simultáneamente los escaparates de unos y otros.
Aquí ni la muerte ni la religión se esconden; sacan pecho entre los edificios para dar muestra de su relevancia en el entorno urbano. En el camino a la New Chapel Unitarian desde la calle principal hay cuatro funerarias y un McDonald’s. Hay que sortear los tarros de plástico de ketchup y salsa barbacoa desparramados por el suelo.
A la entrada de la iglesia siempre hay algún miembro que mantiene la puerta abierta para los que llegan. John ofrece los libros de cánticos –uno rojo y otro morado– ordenados en una mesa en la que también hay tazas de té y café a medio beber.
Cada domingo, la barra que hay justo enfrente del altar se llena de bizcochos y bebidas. Son unas 30 personas en la comunidad y sólo hay 10 tazas y cucharillas. Por eso los utensilios rotan de una mano a otra. A la izquierda del altar, un perro de peluche permanece inmóvil como si fuese el más devoto de la congregación.
A las 11 en punto, todos se sientan en las sillas de terciopelo rojo y madera, entrelazan sus manos y miran cuál es el primer cántico del día: dos pizarras a cada lado del altar indican los números de los salmos elegidos para la misa. Al fondo, la líder de la iglesia, Jean Clements, comienza su discurso frente al púlpito de madera, adornado con un plato dorado y un bote de cristal con flores de plástico.
La comunidad unitaria se ha abierto por completo a la llegada de nuevos modelos de familia. Después de la boda de Tammy y Sarah, la primera que se celebró en esta iglesia entre dos personas del mismo sexo, llegaron algunas más. La última, la de una pareja de chicas con un hijo de 10 años en proceso de cambio de sexo.
Su bautizo, ya como niña, se celebrará en agosto: "Estoy muy contenta de que me dejen bautizarme de nuevo. Ya fui bautizada pero como niño y con un nombre distinto. Siento que no me bautizaron a mí sino a otra persona. En mi nueva identidad me siento separada de Dios y yo tengo una fe muy fuerte, así que quiero estar cerca de él otra vez", explicó al diario The Independent la menor, cuyo nombre no se ha revelado para preservar su intimidad.
"Me entristecí mucho cuando estas mujeres vinieron a mí para casarse y poder bautizar a su hija porque muchas iglesias las habían rechazado. Nosotros lo hablamos, lo votamos y todo el mundo dijo que sí. Es una celebración de la vida, la religión debería incluir a todas las personas, independientemente de su género", explica Jean Clements.
Margaret y Maureen Tovey (76 y 73 años) son dos hermanas de Manchester que vienen a esta iglesia desde hace décadas.
Margaret perdió a su marido hace años; la piel que rodea su boca, agrietada como barro seco, se arruga todavía más cuando lo recuerda. La vejez acumulada sólo se revela en su rostro y en sus manos: a pesar de haber tenido una crianza católica, su mentalidad es muy progresista. "El catolicismo juzga a todo el mundo, es una imposición constante. La religión debe abrazar los cambios sociales que se producen. Jesús dijo: ‘Dejad que los niños se acerquen a mí’. ¿Cómo es posible entonces que haya iglesias que no acepten bautizar a un niño transgénero? Todas las creencias y todas las formas de vida deben ser aceptadas. Uno no debe confesarse ante un cura, sino ante uno mismo", señala.
Jack Hinds, de 84 años, nació en la antigua New Chapel Unitarian de Denton, donde ahora se eleva un Mark&Spencer. Se desplaza por la iglesia con pasitas cortos como una tortuga vetusta y su voz suena como un hilo muy fino que se enhebra con dificultad por sus cuerdas vocales. “Sé que hay mucha gente de mi edad que no ve normal que personas del mismo sexo se casen, pero hay que dejar que la gente haga lo que quiera”, explica. Su mujer, Vivienne, de 83 años, le acompaña cada domingo a misa. “Si alguien quiere cambiarse de sexo y luego bautizarse, ¿por qué no va a hacerlo?”, apunta.
El protestantismo progresista
El unitarismo nació en Polonia y Transilvania en el siglo XVI como rechazo a la doctrina de la Santísima Trinidad. Considerada una de las ramas más radicales de la Reforma, eliminaba intermediarios y ofrecía al individuo total libertad en su relación con la religión y con Dios.
Su foco en la razón enfrentó al unitarismo con la fuerza de la Iglesia anglicana en Inglaterra, con una doctrina dominante hasta que en el siglo XVIII florecieron movimientos contrarios a su hegemonía. 1774 es la fecha de construcción de la primera sede unitaria en Inglaterra, en Londres. Desde entonces, la vertiente del protestantismo considerada más liberal y progresista ha sumado 170 congregaciones en el Reino Unido. Su lema, "todo el mundo es bienvenido", describe sus intenciones.
Los unitarios se definen como un movimiento de "mente abierta" en el que no hay discriminación por género, edad, raza, religión u orientación sexual. En sus bases, dicen, no hay dogma sino razón.
"Aceptamos a quien abrace la libertad", aseguran. Para ellos, entrar en cuestiones éticas y morales es casi imposible, por lo que aceptan que cada uno establezca sus propias conclusiones. No impone pero sí guía en cuatro aspectos fundamentales: la sexualidad es una cuestión íntima donde sólo importa el amor –de ahí la rápida acogida de las uniones homosexuales–; la guerra no es forma de lograr algo; se debe cuidar de un modo espiritual el medio ambiente en el que se vive; y las cuestiones políticas son individuales.
"Muchos unitarios se llaman a sí mismos libres o cristianos liberales", se puede leer en su web. Esta apertura del unitarismo hace que, pese a que sus raíces se sitúan en el cristianismo y el judaísmo, acoja todo tipo de "fe, ciencia, arte y mundo natural". Precisamente por eso nunca establecen ideas con rotundidad, sino que hablan de lo que opinan "la mayoría" de sus practicantes. En este caso, la mayoría, según recogen en sus preceptos, está de acuerdo en que Dios es uno, Jesús no era una deidad, la Biblia no tiene autoridad y sólo hay una vida, así que la mejor preparación para la muerte es vivirla.
La libertad de la que presume esta rama del protestantismo coincide con una de las leyes más aperturistas en Europa sobre el matrimonio gay, la británica, que no se aplica en Irlanda del Norte y Escocia, que tienen su propia ley.
La norma permite a las parejas homosexuales casarse en templos religiosos, salvo los pertenecientes a la iglesia anglicana, abiertamente contraria a estas uniones. La iglesia unitaria fue una de las primeras en aplaudir la ley de 2013 impulsada por David Cameron, que está en vigor desde 2014. "Es una cuestión de libertad religiosa, de no imponer nuestra visión a los otros; pese a la oposición de los demás, nosotros seguiremos haciendo lo que creemos justo y correcto", explicaron al Gobierno durante la elaboración del proyecto de ley.
La mujer al frente
Cuando reza, Jean Clements siempre cierra los ojos. Antes de ser la líder de la New Chapel Unitarian en Denton fue cantante y su voz se alza como un rascacielos por encima de las del resto durante los cánticos en la iglesia.
Apenas mira las letras de las canciones en el libro religioso que tiene entre las manos. Después de siete años, se las sabe de memoria. Llegó a esta comunidad con 34 años (ahora tiene 41) después de quedarse embarazada y tener que criar al bebé como madre soltera.
"Fui educada en el catolicismo pero abandoné la fe cuando era adulta", explica. "Tenía muchas preguntas que no podía contestar. Entonces tuve a mi hijo y empecé a pensar sobre el milagro de la vida, yo había creado a ese pequeño ser. La gente me decía que tendría que haberle bautizado, pero el bautismo significa lavar tus pecados, y yo lo veo más como una celebración de la vida".
Buscando por internet dio con esta iglesia. "Traje a mi hijo, lo bauticé con la idea que yo tenía y un año después era parte de ella", dice. "El primer día nadie me juzgó, fui bienvenida, y cuando una señora me cogió las manos sentí que era todo para mí. Ese día había una mujer en el púlpito, y era homosexual. El tipo de cosas que decía resonaron en mi cabeza durante una semana”.
El primer servicio de Jean Clements se celebró en agosto de 2011, cuando la entonces líder de la iglesia se convirtió en reverenda y la comunidad animó a Clements a sustituirla.
"Hice un discurso y me gustó mucho, así que me pidieron hacerlo una vez al mes. Para la congregación es importante tener distintos oradores con distintos pensamientos, así que nos turnamos", explica. Pronto empezó a hacer cursos para asumir más responsabilidades y se convirtió en la persona autorizada legalmente para celebrar bodas, funerales y bautizos. "También estoy implicada en organizaciones de caridad, apoyando a niños, estableciendo relaciones con la escuela de primaria, ayudando con donaciones para familias con problemas...”.
Clements no quiere que su servicio termine ahí: se está preparando para ser reverenda en dos años. "Di un paso al frente y creo que esto va a ser así indefinidamente".
Para ella creer en Dios es algo íntimo y personal, como el amor hacia otra persona. "No puedo hablar por todo el movimiento unitario, puedo hablar por mí. Y para mí, Dios no es Jesús. Creo que existió, que fue un hombre sabio que murió y fue crucificado, pero no que fuese el hijo de Dios ni que resucitase".
Clements cree que ciencia y religión deben ir de la mano. "La iglesia unitaria fue la primera en aceptar la teoría de la evolución. Personalmente creo que Dios es un ente superior, una chispa que dio lugar a toda la perfección que podemos encontrar en la vida y en la naturaleza, en los animales… Cada uno debe encontrar su propia interpretación y su propia verdad sobre Dios. No puedes decirle a la gente: ‘Tienes que creer en esta historia, si no, irás al infierno’. Es una forma muy anticuada de entender la religión".
Clements fue quien ofició la boda de Tammy y Sarah. "Era la primera vez que casaba a dos personas del mismo sexo y rompí a llorar. Esta pareja tenía una fe muy fuerte pero no les permitían celebrar la boda en su propia religión. El matrimonio es un acuerdo entre dos personas, no debería tener un género específico. No te enamoras de alguien por su género, lo haces por su espíritu".
Será Jean Clements quien bautice a la niña transgénero el próximo agosto y, probablemente, la que bautice al futuro hijo de Tammy y Sarah. "En mayo tenemos el primer intento de inseminación artificial para que Sarah se quede embarazada. Ya tenemos cuatro niños en casa, pero ella desea experimentar qué es ser madre. Queremos un bebé de ambas que forme parte de la familia".