Las mil caras del escurridizo Carlos Slim
El magnate mexicano lanzó esta semana una OPA por la constructora española FCC. Así lo describe Diego Enrique Osorno, que publica su biografía del magnate en abril.
13 marzo, 2016 02:08La vida del mexicano Carlos Slim Helú, uno de los hombres más ricos del mundo en el primer cuarto del siglo XXI, no sólo es el relato de la primera persona nacida en un país en vías de desarrollo que alcanzó la cima de los multimillonarios de la revista Forbes. Es también la crónica sobre un empresario de mi país que respaldó en momentos críticos al régimen del Partido Revolucionario Institucional (PRI) que gobernó México con marcado autoritarismo y corrupción durante más de 70 años ininterrumpidos hasta el año 2000, a la par que aprovechó el proceso de privatización de empresas y bancos nacionales impulsado desde los 80 a nivel internacional por Estados Unidos y otras potencias mediante el llamado Consenso de Washington, la puerta de entrada para la consolidación del neoliberalismo en diversas regiones subdesarrolladas del mundo. En ese sentido, ésta es una historia de vida alrededor de un fenómeno que se ha estudiado poco: el capitalismo latinoamericano.
Slim conoció el mundo de los negocios desde niño, gracias a su padre Julián Slim Haddad, un emigrante de Líbano que prosperó en México como comerciante y cuyas ideas políticas estaban cerca de Al Kataeb, organización creada en su país natal por la familia Gemayel, con inspiración de las falanges españolas de Primo de Rivera.
Durante su juventud, estudió ingeniería civil en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), donde destacó por ser un estudiante bromista, dar clases de matemáticas, ser cátcher del equipo universitario de béisbol y celebrar el uso de la entonces novedosa calculadora electrónica.
Slim se casó con Soumaya Domit Gemayel, sobrina del presidente libanés que ordenó las masacres de Sabra y Shatila, en las cuales falangistas mataron a más de 2.000 personas, sobre todo palestinos refugiados en Líbano a causa de la guerra con Israel. El sacerdote que ofició su boda fue Marcial Maciel, fundador de los Legionarios de Cristo, congregación religiosa que ha sufrido escándalos de pederastia y corrupción hasta llegar a ser intervenida por El Vaticano. Quien acompañó a Slim al altar ese día, además de su madre Linda, fue su hermano mayor, Julián, un activo comandante de la Dirección Federal de Seguridad, la policía política del régimen del PRI que, bajo el contexto de la Guerra Fría, cometió asesinatos, tortura y desapariciones forzadas de opositores.
Después de la boda, Slim unió las iniciales de su nombre y las de su esposa para fundar Carso, el grupo que encabeza las operaciones que le han dado una fortuna en ocasiones cercana a los 80.000 millones de dólares, en algunos momentos incluso superior a la de Bill Gates, Warren Buffett, Amancio Ortega, George Soros o Mark Zuckerberg.
Soumaya, su esposa, no pudo ver consolidado a nivel global el emporio familiar ya que murió de una enfermedad renal crónica en 1999. Dos años antes, el mexicano más rico del mundo estaría también al borde de la muerte, después de una operación de corazón practicada en Houston (Texas). Al trascender, la cirugía provocó caídas de las acciones de sus empresas en Wall Street y rumores sobre su posible retiro del mundo de los negocios.
En 2015 Slim había dejado atrás aquellos malestares. También algunas de sus relaciones más polémicas. Ya no se le identifica como prestanombres del ex presidente Carlos Salinas de Gortari, al que se le considera hoy uno de sus adversarios en México, junto con Televisa, la principal cadena de televisión en habla hispana del mundo.
Clinton, Felipe y Fidel
Ahora el apellido Slim se asocia con el New York Times y con ex presidentes como el demócrata Bill Clinton, el socialista Felipe González y hasta con Fidel Castro. Durante la crisis electoral que vivió México en 2006, de acuerdo con colaboradores del ex presidente Felipe Calderón, Slim intervino de forma sigilosa para respaldar al candidato presidencial de la izquierda, Andrés Manuel López Obrador, en su demanda de que se anularan los cuestionados comicios.
Aunque dice que no le agrada ser Santa Claus, a través de sus fundaciones Slim ha dado dinero para causas altruistas. Sin embargo y en comparación con otros ultrarricos del mundo, su filantropía es bastante tacaña. Además, su faceta de mecenas se ha convertido en otra forma de hacer política y seguir siendo calculador.
Después de entrevistar a amigos y enemigos del empresario y al propio Slim y después de una exhaustiva investigación en archivos históricos y confidenciales de los órganos de inteligencia, he escrito una biografía que busca contar quién es el mexicano más rico del mundo, más allá de frías cifras económicas y clichés del éxito empresarial.
Mi libro no es un reportaje financiero ni una mirada económica a su imperio sino un retrato de la forma en la que Slim ha influido en la sociedad. También de la manera en que se relaciona políticamente y de las acciones y omisiones que repercuten en la vida pública de México y los 18 países de América Latina donde posee inversiones. A la par, espero que sea un recorrido por pasajes decisivos de la historia mexicana como los años posteriores a la Revolución, la matanza de Tlatelolco en 1968, la guerra sucia, las crisis económicas de los 80, la privatización de Salinas, la alternancia del año 2000, el conflicto poselectoral de 2006, la llamada guerra del narco y el regreso del PRI al poder con el Gobierno de Enrique Peña Nieto.
El periodismo latinoamericano suele venir de arriba y se dirige hacia los de abajo. Representa una forma en la que el poder dice su verdad al pueblo, no necesariamente en la que el pueblo dice la verdad al poder.
En 2007, cuando tuve por primera vez el impulso de investigar en términos periodísticos a Slim, la idea era retratar a mi país desde un ángulo distinto. En ese momento acababa de cubrir una rebelión en Oaxaca, uno de los estados más pobres de México. Las historias de las que solía escribir en otros lugares de la república siempre estaban ligadas a la marginalidad. ¿Cómo sería entonces informar sobre el poder? ¿Qué encontraría si me pusiera a indagar sobre el hombre más rico del mundo con el mismo ímpetu con el que seguía un levantamiento popular o con el que visitaba una comunidad sumida en el hambre? ¿Qué cosas de México podrían apreciarse desde esa otra mirada?
Después de la investigación que hice, ensayé varias formas de escribir esta biografía: desde el recurso de la carta al mexicano más rico del mundo hasta el modelo coral, usado por Ryszard Kapuściński en El emperador o por Hans Magnus Enzensberger en El corto verano del anarquismo. Al final y ante las características del personaje y de la información obtenida, opté por un registro más puntual como la mejor forma de contar la historia de Slim. Por eso mi amplia investigación sobre él se entrelaza con sus puntos de vista.
Debo mencionar que pese a los diversos temas delicados que le planteé en mis entrevistas, Slim mantuvo siempre una actitud de respeto. Las preguntas acerca de asuntos polémicos prefirió responderlas escuetamente. Debo agradecerle las más de siete horas que me compartió para este libro en el que empecé a trabajar hace ocho años. Durante nuestros encuentros, me mostró fotografías suyas mientras era atendido por su dentista, oímos canciones de Chamín Correa y conversamos mientras le cortaban el pelo un día antes de un evento con el presidente. Me obsequió la autobiografía de su amiga Sophia Loren y un ensayo biográfico sobre Gengis Kan, además de compartirme el proceso de preparación de una conferencia que dio en septiembre de 2015 a los becarios de su Fundación Telmex sobre la evolución de las sociedades durante la historia de la humanidad. En algún momento, el magnate, en su tono medio de reclamo y de juego, me dijo: "Me hiciste decir muchas cosas que nunca había dicho".
Aunque esta biografía quizá tiene una fuerza especial porque cuenta con la voz directa y habitualmente poco escuchada de su personaje principal, sobre todo espero que plantee el reto de conocer y analizar a uno de los personajes más importantes del mundo actual, a partir de datos e interrogantes como la de si ha ayudado realmente a combatir la pobreza y si se puede vivir sólo por el dinero, con la creencia de que la economía es ajena a los problemas sociales y políticos.
La pregunta acerca de si el hombre más rico del mundo puede ser una buena persona fue una de las que me guió durante el trabajo de inmersión en la investigación para este libro, aunque a final de cuentas decidí no exponerla abiertamente en el texto, para dejar al lector la libertad de hacer ésta o cualquier otra reflexión durante la lectura. Una inteligente amiga me recordó que Javier Cercas plantea en El impostor que contar la historia de alguien implica entender, y lo que se entiende suele acercarnos, de tal suerte que el ejercicio de narrar, de alguna forma, disminuye las distancias que las brechas –en este caso de dinero– imponen. Así cada quien puede juzgar con una mejor perspectiva.
El psicoanálisis del poder
No es fácil analizar a un millonario más allá de los estereotipos buenos o malos que hay sobre ellos. El psicoanalista francés Jacques-Alain Miller, discípulo de Lacan, cree incluso que con los ultrarricos es imposible. En una entrevista para el semanal Marianne, contó que en 2008 recibió en su consultorio a un millonario que le contaba cómo en esos días ganaba o perdía un millón de dólares especulando hasta que quedó arruinado por la crisis financiera de ese año.
"Si usted es verdaderamente rico, más bien es inanalizable, porque no se encuentra en situación de pagar, de ceder algo que sea significativo: el análisis le resbala por encima como el agua sobre las plumas de un pato", explica Miller, para quien "el dinero es un significante sin significación, que mata todas las significaciones. Cuando uno se consagra al dinero, la verdad pierde todo sentido".
Este especialista que se formó junto con Jean-Paul Sartre considera que son tres las motivaciones que suele haber detrás de los grandes acumuladores de capital. La primera tiene que ver directamente con la muerte y se refleja a través del miedo a las enfermedades y el deseo de perpetuarse en su descendencia. La segunda está vinculada al goce y se refleja con el consumo inmediato y el gasto desenfrenado. Ninguna de estas dos parecería la motivación detrás de Slim. Quizá la tercera clasificación que hace el psicoanalista Miller es la que aplicaría: la de tener el dinero por el dinero, el placer puro de poseer, el empuje de ganar más.
Pero mi libro dice más cosas sobre Slim, dependiendo del lector que lo tenga en sus manos. Puede ser la historia del hijo de un inmigrante libanés que sumó su habilidad matemática a su visión empresarial para crear un emporio global. O bien puede ser el registro de la desigualdad económica que prevalece en el mundo y en especial en México, donde la riqueza de los millonarios (Slim por delante) creció un 32% entre 2007 y 2012 a pesar de que en el resto del mundo disminuyó 0.3% según el Global Wealth Report 2014.
También hay quienes podrían encontrar aquí el relato sobre un personaje que representa la moral neoliberal de nuestros tiempos, aquélla que desconfía de los políticos, cree que el mercado es el mecanismo más eficaz para todo, incluso para el combate a la corrupción, y ve la filantropía como una inversión social y a la empresa como un elemento de riqueza colectiva.
Lo que me queda claro es que dominación y resistencia son dos conceptos que me han marcado, a veces inconscientemente, al reportear y al escribir éste y mis otros libros. Es en esa disputa entre cualquier tipo de poder establecido y la oposición que se organiza para hacerle frente donde se encuentran mis preguntas periodísticas más importantes. Estoy de acuerdo con el filósofo boliviano Raúl Prada en que la teoría de la lucha de clases de Marx no es una clasificación botánica, como muchos marxistas dogmáticos creen, "sino que es una puesta en escena de la lucha de clases, una puesta en escena a través del drama del enfrentamiento de dos protagonistas históricos, el proletariado y la burguesía. Se trata de una teoría no sólo crítica sino dinámica de la lucha de clases".
A mí me ha tocado atestiguar y narrar, desde perspectivas diferentes, la existencia de esa lucha de clases. Mi primer libro Oaxaca sitiada cuenta la primera insurrección que hubo en México en el siglo XXI en un lugar pobre y sojuzgado durante largo tiempo. Se relata el conflicto desde las barricadas populares, aunque también entrevisté al cuestionado gobernador y a todos los miembros de la clase política que gobernaba en ese momento, incluso a los jefes policiales que realizaron la represión en la que se cometieron crímenes de lesa humanidad.
En contraste, lo que traté de hacer en este libro fue contar la vida de uno de los mayores representantes del capitalismo: la lucha de clases es motor de mis historias y de muchos otros narradores a los que nos tocó vivir en esta era tan efervescente y desigual.
No ver la lucha de clases detrás de una insurrección popular o de la vida del hombre más rico del mundo es no querer ver la realidad. En ese drama gira la Historia.
El siguiente texto forma parte de la introducción del libro 'Slim: Retrato del hombre detrás de la fortuna', que publicará en abril en España la editorial Debate. Antes fue publicado en México y en otros países de Latinoamérica, donde ha permanecido como uno de los libros más vendidos desde el otoño de 2015.