Rosa Montero: "Pablo Iglesias es un cantamañanas"
Poliédrica novelista, tiene una clientela fiel que sigue devota a su replicante Bruna Husky. Y tras su catártica reflexión de 'La ridícula idea de no volver a verte', para el otoño promete una novela sin máscaras.
7 mayo, 2016 01:11Noticias relacionadas
Rosa Montero (Madrid, 1951). Se forjó desde los 19 años en el periodismo puro y duro, después de haber estado en el Teatro Independiente. En septiembre sale su novela número 15. En los escaparates todavía están El peso del corazón, donde se sigue la peripecia muy real de su replicante Bruna Husky, y La ridícula idea de no volver a verte, una catarsis no sólo para la autora sino para muchos de sus lectores. Rosa Montero, siempre en la realidad. Ahora, en primera persona.
De los 18.000 refugiados sirios que íbamos a acoger, sólo lo hemos hecho con uno, que es sirio, y con dieciocho de otras nacionalidades. Es una vergüenza y un fracaso total del sistema democrático de Europa, no sólo de España. Los únicos que han acogido de una manera mínimamente eficaz son los alemanes.
En mis últimas novelas de ciencia-ficción, que suceden dentro de 100 años, intento hacer un desarrollo realista de lo que va a pasar y, por desgracia, se está cumpliendo. Una de las realidades son estos movimientos de refugiados. Estamos en el comienzo de una era que puede ser genocida.
La indignación de la gente es lógica, y, sobre todo, su desesperación. Yo misma me siento desesperada, es que no sé qué se puede hacer, es muy difícil vivir la vida que vivimos. El ser humano se adapta a todo, pero vivir la vida normal y saber que están pasando estas cosas lleva a la desesperación.
Rajoy está demostrando ser el más inútil. No se mueve y va a terminar destruyendo su propio partido. Lo que tampoco es bueno
En España, por ejemplo, desesperan las leyes de desahucio, que son de las más indignas del mundo. Y resulta que ninguno de los partidos, ni el PSOE ni el PP, han hecho nada. Eso llevó a la gente, con la dureza de la crisis, a la indignación, que no ha hecho más que aumentar. Ahora, siguen los papeles de Panamá y toda la corrupción. Aunque yo quiero ser positiva, y es que sale la corrupción al exterior, hasta el punto que está imputada una infanta.
Las elecciones del 20-D dieron un resultado complejo, pero que decía que España quería un cambio, al menos un cambio en los modos. Se quiere que la gente haga acuerdos, y que no puedan gobernar en solitario. Pero no se ha obedecido para nada ese dictado de las urnas. Me parece un desastre.
Rajoy está demostrando ser el más inútil. Pensé que el más dañino hasta ahora había sido Aznar, sobre todo en su segundo gobierno, pero es que lo de Rajoy está pasando por su inutilidad, por su pasividad. No se mueve y va a terminar destruyendo su propio partido. Que tampoco es bueno.
Rivera es un político interesante y un espectacular orador, comparable en la democracia sólo con Felipe González
A Sánchez le falta enjundia, pero por lo menos ha tenido voluntad de dialogar y de negociar, y eso lo valoro. Albert Rivera es un político interesante y un espectacular orador, comparable en la democracia sólo con Felipe González, cuando no se enrollaba.
El pacto de Sánchez con Rivera daba esperanzas en el sentido de que parecía que se podía pactar. No era un pacto ejecutable, pero sí era una llamada de atención a los demás. Hubiera estado muy bien, para los mimbres que teníamos, el pacto de Ciudadanos, Podemos y PSOE, así se controlaban unos a otros y relevábamos al PP.
Pablo Iglesias es un cantamañanas impresionante que ha dilapidado una fortuna, un capital político que tenía de credibilidad. Así como Rajoy es un baldón para los suyos, Iglesias también es un baldón para los suyos. Lo que ha dicho de que la Prensa tiene que gobernarla el Estado es demencial.
Estoy muy preocupada porque veo a mi alrededor una añoranza de los autoritarismos
Evidentemente, vivimos en un mundo que no comprendemos. Mi última novela, El peso del corazón, es una ciencia-ficción que no se evade de la realidad. Mis novelas de Bruna Husky, El peso y Lágrimas en la lluvia, son posiblemente mis libros más realistas.
Hay tres mundos. Está la tierra, con una democracia corrupta, hipócrita y mentirosa, como la nuestra. Y luego hoy dos plataformas, una es Labari, una teocracia terrible, esclavista y arcaizante, y la república democrática de Cosmos, un estado totalitario materialista, como si fuera soviético. Son maneras de reflexionar. Estoy muy preocupada porque veo a mi alrededor una añoranza de los autoritarismos.
A Bruna Hasky le quedan tres años, diez meses y veintiún días de vida. Mis replicantes no son robots, son clones. Viven 10 años y saben cuándo van a morir. Mis clones, como los seres humanos, son rehenes de un cuerpo que es su asesino.
Tradicionalmente el ser humano se ha llevado muy mal con su cuerpo, algo que ha intentado solucionar de diferentes maneras. Normalmente, de una forma punitiva. Las religiones castigan al cuerpo por lo animal; otros, al contrario, glorifican el cuerpo. No hemos escogido tener el cuerpo que tenemos, y, al final, el cuerpo nos mata.
Mi padre fue banderillero. Yo soy animalista, pero el que me enseñó el amor por los animales fue mi padre
En El peso del corazón está el Madrid de dentro de 100 años. Mi madre, Amalia Gayo, tiene una calle. Vive todavía, tiene 85 años y una cabeza estupenda. Ha sido ama de casa, pero, con dos hermanos pintores, dibujaba mejor que ellos. Ni mi padre, Pascual, ni mi madre estudiaron más allá de los diez años. Mi madre es una narradora oral muy seductora. Mi padre fue banderillero profesional, después de ser novillero. A mí no me gustan los toros y soy animalista, pero el que me enseñó el amor por los animales fue mi padre. De niña, estuve cuatro años sin ir al colegio. La enfermedad que tuve fue tuberculosis, una respuesta a algo que pasó; es decir, que la enfermedad fue un síntoma.
Yo me creía fea porque, en esos papeles que tocan en la familia, a mi hermano le tocó ser guapo, valiente y vago. Yo era la inteligente pero feílla, y cobarde. Fea, pero me las he arreglado. Por lo menos me dijeron que era inteligente y pude intentar ser inteligente con tranquilidad.
Yo vengo de la época hippie. Los tacones nunca me han gustado y sigo detestándolos. Y siempre me he pintado, pero conforme a mi época y a mi tribu. No me he pintado las uñas porque no era cosa de mi tribu. Pero sí me ha gustado arreglarme, arreglarme conforme a mi tribu. Hice teatro con el grupo Tábano. Fueron cinco años. Me gustaba porque eran uno de los grupos más modernos de finales del franquismo, vivían en comunas, eran mi tribu. Pero luego, tras hacer periodismo, empecé en la prensa, y lo compaginaba con estudiar psicología. Con Castañuela 70, al tener que salir de gira, tuve que decidir dejar el teatro.
Me encantó entrevistar a Paul MacCartney porque cuando yo tenía 12 años estaba enamorada de él
Trabajé en el Pueblo de Emilio Romero. Y de Pueblo me fui al Arriba, con 19 años, a hacer las páginas centrales con Pedro Rodríguez. Éramos rojos todos menos Pedro Rodríguez. Como era el Arriba nadie se fijaba en lo que salía, se daba por entendido que era fiel al régimen.
En mi vida he hecho muchas entrevistas. Calculé una vez que unas 2.000. Los personajes se me olvidan. No, Muhammad Yunus, el creador de Microcrédito, que fue Premio Nobel de la Paz porque son unos cobardes los del Nobel, porque tenían que haberle dado el de Economía. Me pareció un tío de esos que cambian la historia. Me encantó entrevistar a Paul MacCartney porque cuando yo tenía 12 años estaba enamorada de él. Luego, la gente que encontrado más interesante es gente anónima.
Soy articulista. Los articulistas llevamos una especie de huertecito de ideas en la cabeza, y las vas madurando. Puede haber algo que realmente pase el día anterior y que te dé una idea. Llevo siendo articulista desde los 28; es decir, 37 años.
Cuanto más se acerca una mujer al poder, más sexismo aflora. Hemos avanzado mucho pero todavía sigue existiendo ese sexismo
Fui redactora jefa del semanal de El País. El éxito de El País catapultó a la fama a una serie de jóvenes. De repente, la gente te adoraba, pero no sabías a quién adoraban. Luego vino otra ola de odio. Lo que hice fue aceptar este trabajo que me ofreció Cebrián. Me gustó pasar por esa experiencia porque aprendes sobre el ser humano. Pero lo dejé en seguida. Además, las mujeres, como hemos estado mucho menos en esos puestos, cuanto más nos acercamos al poder, más sexismo aflora, más te recuerda todo el entorno que eres una extraña y que no debes estar ahí. Hemos avanzado mucho pero todavía sigue existiendo ese sexismo.
Desde Crónica del desamor, en el 79, he escrito quince novelas con la próxima que saldrá el 8 de septiembre. Hacer una novela no es salir de mí; es introducirme más conscientemente en mi inconsciente. El escritor maduro es el que consigue realmente borrar su yo dejando que fluya en su inconsciente una historia. Cuanto más consigas bajar a tu inconsciente más estarás hablando no ya de ti, sino de todos. En el fondo, muy dentro de cada uno estamos todos.
Como la mayoría de los novelistas, yo empecé a escribir de niña. Mis primeros cuentos los escribí con cinco años y eran de ratitas que hablaban. Mi madre los guardó, los tengo. Desde que me recuerdo como persona, a los cuatro o cinco años, me recuerdo escribiendo. Es mi forma de ser frente al mundo. Me horrorizaría pensar que eso no existiera. Después de mi tercera novela estuve casi cuatro años bloqueada y fue horrible, fue como si no pudiera percibir la vida. Tengo la sensación de que la novela que voy a publicar va ser una novela muy distinta. Utilizo menos la máscara del personaje porque ya soy lo suficientemente mayor para hablar de mi mundo sin hablar de mí.
Llevo tatuada en el brazo derecho una salamandra. El tatuaje es la única manera que tienes de hacer tuyo el cuerpo
El 3 de mayo ha hecho siete años de la muerte de Pablo Lizcano. Cuando empecé La ridícula idea de no volver a verte, con los Curie como eje, ya habían pasado dos años y pico de su muerte, y pude hablar de la muerte de Pablo no hablando de mi duelo sino del duelo de todos, de lo que es la pérdida.
Tuve a los Curie como en un espejo, no sólo en cuanto al duelo. Por edad y todavía más, después de la muerte de Pablo, porque llevaba tiempo dándole vueltas a un montón de reflexiones que nos hacemos todos sobre la vida. Cuando me mandó Elena Ramírez, la directora de Seix Barral, el pequeñísimo diario de duelo de Marie Curie, de 28 páginas, y lo leí, me sorprendió porque es un aullido de dolor. Me dije: “Quiero utilizar este personaje tan grande y tan complejo para intentar entender todas mis reflexiones y profundizar en ellas”.
Llevo tatuada en el brazo derecho una salamandra. Es de hace 15 o 16 años. Y los pajaritos de mi brazo izquierdo me los puse hace dos años y medio, después de que me operaran de la espalda y me pusieran cuatro tornillos en la columna vertebral porque me había quedado paralizada. ¡La lucha con el cuerpo! El tatuaje es la única manera que tienes de hacer tuyo el cuerpo. Tengo otro tatuaje en la nuca, "ni pena ni miedo", de Raúl Zurita, del poeta chileno. Un gran lema para la vejez.