Entre sorbo y sorbo de café con leche, Marta se atusa el pelo, un gesto en el que destacan sus manos grandes y fuertes. Es un ademán delicado y contrasta con su voz grave, masculina, voz delatadora. Marta está aprendiendo a actuar como mujer. Porque vivió 42 años muerta de miedo escondida detrás de Santi, la identidad con la que nació. Santi, sí, es como la bautizaron y así, como un niño primero y como un hombre después, pasó toda su vida. 42 años. Hasta que un día dijo "basta" y se plantó delante de todos. Marta tiene ahora 45 años y es la primera Mossa d’Esquadra transexual mujer.

“La verdad es que todos lo han aceptado con normalidad, no pueden hacer otra cosa, yo lo tengo clarísimo y aunque el tránsito es lento, no pienso dar marcha atrás”, comenta sentada en una terraza del centro de Barcelona. Dice que está nerviosa, que acaba de salir de una sesión de láser para quitarse el vello facial y que ha tenido que maquillarse para que no se le vea la piel irritada. Nada de eso, le contestamos, su cara es rosada, pálida, y su piel no deja vislumbrar atisbo de barba.

Marta viste elegante, con una camisa blanca, una chaqueta color azul navy, luce gafas de montura marrón, un corte de pelo a lo bob... Todo en ella es discreción. Hasta los pendientes son una bolita casi imperceptible en las orejas. Nada casual, claro. “Yo soy así, me siento mujer, y muchos piensan que por haber nacido hombre ahora tendría que vestir falda corta y ser muy llamativa. ¡Qué va! A mí me gusta llevar mi propio estilo, el pelo con un corte mono, nada del otro mundo. Como ves, soy muy normal”.

Marta vivió con miedo durante 42 años encerrada en un cuerpo de hombre. Alberto Gamazo

Dice que la primera vez que se dio cuenta de que era una fémina fue con siete años. Que fue un momento de revelación interna que no puede olvidar. Sencillo, como es ella, pero profundo. Desde ese instante tuvo claro que cambiaría de sexo, pero la vida a veces no nos pone las cosas fáciles.

Esta mujer alta y delgada narra la tragedia con una sonrisa. Hasta suelta alguna risotada nerviosa. Cuenta su vida con cierto reparo, hace algún parón, pide que no pongamos esto o aquello, se pone nerviosa con algunas cuestiones. Teme hacer daño a los suyos con sus palabras y mide el discurso. Prosigue el relato.

Tras una infancia algo complicada, Marta decidió esperar a que llegara el momento oportuno. Y mientras, iba haciendo vida como Santi. Estudió, se licenció en la cademia, viajó, amplió su conocimiento como policía, se casó... “Pero de pronto llega un día en el que no puedes más, crees que te vas a hundir, que la situación acabará contigo, y entonces, explotas”.

No quiere entrar a contar detalles de su entorno más íntimo, considera que con aceptar su proceso ya hace suficiente esfuerzo. Matiza que sí, que cuenta con el apoyo de toda su familia, quienes al principio vivieron la situación con sorpresa y que ahora la apoyan en lo que necesite.

42 AÑOS CON MIEDO

Había vivido como un hombre, sin siquiera una gota de amaneramiento, durante 42 años. Interpretó tan bien su papel que nadie sospechó nunca nada. “Tenía demasiado miedo, no podía ni imaginarme lo que sucedería a mi alrededor”, admite, “y eso me frenó”.

Una foto de infancia de Marta, cuando aún todos le llamaban Santi.

Es consciente de que su caso es excepcional por la profesión que escogió. En España solo hay otra transexual declarada en un cuerpo policial: la Guardia Civil. Según datos de Eurostat, en España hay 534 agentes de policía por cada 100.000 habitantes, si contamos a los agentes de todos los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado (España es uno de los país es de la Unión Europea con más policías).

Marta es la única transexual de los 16.869 Mossos que hay en la actualidad, 13.292 nombres y 3.577 mujeres, según datos del Institut d’Estadistica de Catalunya. ¿En qué lugar de la estadística habrán contado a Marta? Especialista en falsedad documental, todavía no ha logrado cambiar el nombre de su DNI. Dice que está a punto, que en un mes puede que se lo den. Ella, que ha vivido en la mentira toda su vida, se dedica a perseguir a quienes mienten en los papeles.

Al reflexionar sobre su elección profesional admite con una dulce sonrisa que como en todo intentó hacer lo que haría un hombre. “En aquel momento no pensé como mujer, pensé como el hombre que vivía y era”. Y con el tiempo se ha convertido en una eminencia en su campo. Da clases a otros policías, pronuncia conferencias en medio mundo. Una carrera que ha desarrollado con pasión y la ha llevado a presidir una asociación internacional de falsificación documental (Interdocpol). Con ese cargo, su exposición al público se multiplica.

Marta, en el segundo congreso de falsedad documental, celebrado en Italia el pasado mes de abril.

El pasado mes de abril, sin ir más lejos, como presidenta internacional de Interdocpol tuvo que inaugurar el segundo congreso de falsedad documental y tráfico ilícito de vehículos, celebrado en la población de Riva de Garda Italia. Allí pronunció un discurso de bienvenida y apertura ante 500 personas. FUe la presentación de Marta en sociedad. Se subió al estrado como mujer ejecutiva: traje chaqueta negro y unos zapatos de tacón “no muy altos”, y dio su discurso sin más.

“Algunos no me reconocieron hasta al cabo de un rato, fue gracioso”, comenta. Esta policía se toma todo lo que le sucede con una alegría contagiosa. Nada, ahora, por muy malo que pudiera ser, le parecerá tan terrible como sus 42 años agazapada en la mentira, en ese Santi que todavía le duele recordar, una identidad que aparece a ratos, incluso sin quererlo.

“Es habitual entre los transexuales, sobre todo entre los que realizan el tránsito de mayores”, nos cuenta Andreu Sauca i Ballart, logopeda del Hospital de Sant Pau especializado en casos como el de Marta. “Los mayoría tiene su zona de confort, esas personas con las que pueden relajarse y hablar como siempre lo han hecho, sin estar pendientes de la voz, de la entonación o del género que usan”.

A Marta le sucede hablando con nosotros. Cruza los apelativos femeninos con los masculinos y al hacérselo notar, dice que es la falta de costumbre, que poco a poco lo va consiguiendo. “Marta es muy valiente y tiene las cosas muy claras”, dice su logopeda, “hay muchas otras trans que no llegan tan lejos en tan poco tiempo. Marta tiene mucha seguridad y unos objetivos muy claros, así que está llevando su proceso de adaptación vocal muy rápido, tanto, que a veces no se permite llegar a la globalidad”.

Por este motivo, cuando habla tiene todavía despistes y se refiere a sí misma en masculino. “En algunas trans observo cierta reticencias a veces, cuando empiezan el proceso se dan cuenta de lo duro que es u entonces se relajan, de pronto no lo tienen tan claro y la cosa se pone lenta. En Marta es al revés”. 42 años esperando. No es poco.

Pasan los coches y el ruido a veces es atronador. Entonces Marta tiene que elevar la voz, casi gritar, y su voz masculina choca con la feminidad de su imagen. Porque pese a que hace poco tiempo que Marta ha iniciado el tránsito, aunque su cara todavía denota masculinidad, sus gestos, su mirada y su sonrisa son las de una chica. Una buena chica, algo tímida, que duda entre contar toda su vida a un desconocido o salir pitando. Se queda, ya ven ustedes, y nos cuenta muchas cosas.

Como que sus amigos le dicen que desde que empezó el tratamiento hormonal se muestra más relajada. Y ella se ríe: “¡Son las hormonas!”. Pero no, no son las hormonas. “Lo que le pasa a Marta es que por fin puede ser ella misma y eso relaja a cualquiera”. Habla ahora un miembro de la unidad Trànsit del Institut Català de la Salut, organismo dependiente del Departamento de Salud de la Generalitat. Rosa Almirall es una de las mayores especialistas en la materia –tiene unos 240 pacientes al año- y desgrana con pedagogía el proceso hormonal al que se suele someter un transexual.

Hay dos apartados, el de la hormonación masculina y el de la femenina (se rebajan los niveles de hormonas masculinas y se aumenta el de femeninas). Son los pacientes quienes escogen el nivel al que quieren llegar, siempre compensado por el médico. Y cada siete o diez días se revisan las dosis hasta llegar al tope que ha marcado el paciente. “Los hay que no se lo han dicho ni a su familia, así que no quieren que el tránsito se note y la hormonación es muy baja”, puntualiza Alrmirall.

Marta ha tenido que adaptarse a su nueva identidad, incluso yendo a un logopeda.

Los primeros resultados son visibles en una semana: empieza a disminuir el vello corporal en aquellos lugares típicos masculinos (pecho, espalda...), los músculos pierden fuerza y peso, se redistribuye la grasa... Al mes surgen los primeros “brotes mamarios”. Primero como una lenteja, después como un garbanzo, y así, hasta un pecho pequeño.

Pero hay tres cosas que no cambian jamás, por mucho tratamiento hormonal que se siga, incluso si el paciente decide dar el gran paso y someterse a una vaginoplastia (cambiar el pene por una vagina): la voz, la barba y una calvicie. Por eso, la mayoría de transexuales debe usar el láser para quitarse el vello facial. Como Marta. Y también por eso deben acudir al logopeda: tienen que aprender a hablar como una mujer, con una nueva entonación, palabras diferentes, incluso gestos.

Y en eso está nuestra protagonista. Paso a paso, adaptándose ella y adaptándose el entorno. Desde el cuerpo de los Mosso d’Esquadra dicen que no han tenido que cambiar nada por el paso de Santi a Marta, que todo es normal. “Sigue en la misma unidad, desempeña las mismas funciones y sigue adscrita al mismo lugar”, señalan desde el cuerpo: “La tratamos como a una mujer policía más, no hay nada excepcional, es una mosso como cualquier otra, con su uniforme de mujer, con la pareja que le toque... todo”.

Marta está a punto de conseguir un DNI en el que aparezca su actual nombre. Pasará la historia ese Santi que tanto dolor le ha causado. Durante 42 largos años.

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