Así son las carreras ilegales de coches en la tierra de Fernando Alonso
Son jóvenes temerarios con coches potentes. Corren de forma clandestina por el barrio más rico de Gijón, donde reside Rodrigo Rato. Ya hay detenidos.
19 junio, 2016 02:49Noticias relacionadas
21:50 horas, Alto del Infanzón (Asturias). Anochece pero aún clarea. El paraje es de una belleza exótica. Una estrecha y sinuosa carretera de montaña, entre penumbras, a las afueras de Gijón. Un montón de curvas pegadas a barrancos y precipicios, rodeadas de una vasta vegetación. En el arcén de una doble curva se sientan decenas de jóvenes en la terraza de un bar.
De repente, a lo lejos, ruge el motor de un potente coche que inicia una vertiginosa subida. Es un BMW 320 que se pone a más de 100 km/h en un tramo limitado a 50. Más del doble de lo permitido. Pasa por delante de la gente a toda velocidad, casi cruzado. Parece que en cualquier momento se vaya a estrellar contra la concurrencia o contra la densa arboleda.
Pero el conductor controla el vehículo con una agresiva maniobra, derrapa, emboca las dos curvas y desaparece montaña arriba provocando murmullos de admiración. Segundos después reaparece para repetir el trayecto. Esta vez en sentido contrario y a más velocidad. Baja y se pierde camino de la ciudad.
Es uno de los muchos pilotos clandestinos que participan en las carreras ilegales que agitan Gijón. Los vecinos, la Policía Municipal y la Guardia Civil mantienen una intensa cruzada contra estos conductores que infringen las normas. Aunque este tipo de prácticas existen en la zona desde hace muchos años, en los últimos meses han experimentado un repunte que han obligado a las fuerzas de seguridad a actuar. Ya se han registrado varias detenciones.
“La Policía y la Guardia Civil andan detrás nuestro y ya detuvieron a alguno. Pero nosotros vamos a seguir corriendo porque ye ("es" en bable) nuestra afición y no tenemos otro sitio donde hacerlo” cuenta con orgullo uno de los pilotos a bordo de un Golf GTI. Reivindica que “Asturias es la zona de España con mayor afición por las carreras, pero no tenemos un circuito donde correr”.
Tal vez el estandarte de esta pasión por el motor en Asturias sea el piloto Fernando Alonso. El español más laureado de la historia de la Fórmula 1 es el corredor de Oviedo. Sin embargo, los chicos defienden que “aquí ya había afición antes de que saliese Fernando Alonso. En esta misma carretera se han celebrado rallies desde siempre”:
Carreras por el barrio pijo
Los conductores clandestinos son guajes (jóvenes, veinteañeros en su mayoría) que se reúnen en Somió, el barrio más caro de Gijón. Una zona residencial de chalets construidos en torno a la montaña del Infanzón. El sinuoso trazado, una carretera estrecha con muchas curvas, lo convierte en el lugar ideal para emular un rally.
Además de su pasión por la velocidad, les gusta provocar: “Corremos por el barrio más pijo de Gijón. Somos los únicos capaces de tocarle las narices a Rodrigo Rato. Vive en esta zona y nosotros corremos con los coches casi por la misma puerta de su casa”, cuenta con sorna uno de los corredores.
Somió es su territorio. Hasta tal punto llega la provocación que recientemente llegaron a pintar el asfalto como si fuese un circuito, con la línea de meta y los pianos de las curvas. Marcando su zona. Entre los corredores, sin embargo, manda la omertà. “Nadie sabe quién pintó eso”, coinciden todos los corredores, mirándose entre ellos con una media sonrisa delatadora. El Ayuntamiento mandó borrar las pintadas al día siguiente.
El peligro de La Curvona
Pilotos y espectadores se dan cita en La Curvona; un tramo de carretera situado en mitad del Alto del Infanzón. “Llamámosla La Curvona porque yé una curva muy grande y también la más bonita de todo el trazado”, aclara uno de los pilotos clandestinos. La Curvona es bonita pero también peligrosa. Son dos curvas seguidas (una a derecha y otra a izquierda) en una carretera estrecha de doble sentido. Una chicane de no más de 20 metros de longitud y 8 de ancho, sin quitamiedos y con un precipicio como límite. Los corredores clandestinos alcanzan ahí velocidades de entre 120 y 130 kilómetros por hora, lo que ha provocado numerosos siniestros. “En verano vino a correr uno con un Peugeot 206 y cayose por el barranco”, recuerdan.
No es el único punto por donde corren estos conductores. El dispositivo policial que acabó con detenciones se montó en mitad de una autovía que parte por la mitad un polígono industrial. Ahí corren en una recta de casi dos kilómetros, de rotonda a rotonda. Mientras, los espectadores observan las tandas ilegales desde lo alto de un puente que pasa por encima del asfalto. Desde la Guardia Civil recuerdan que “nos llamó un vigilante jurado del polígono, asustado. Había un montón de gente encima del puente a las tantas de la noche y coches embalados pasando por debajo”.
Asturias se consolida de este modo como la capital española de las carreras ilegales. Una búsqueda simple en internet arroja resultados numerosas quejas, denuncias y detenciones por este motivo en años anteriores. Coches compitiendo por el Infanzón, por otros puntos de Gijón e incluso por otros pueblos como Mieres, Laviana o Avilés.
Los vecinos tienen miedo
Las víctimas colaterales de estas carreras clandestinas son los vecinos de la zona. “Con estas cosas nunca pasa nada… hasta que pasa. Se acabarán llevando por delante a cualquier inocente”, advierte una vecina del Infanzón. Con su hija recién nacida en brazos relata que “un día veníamos de Gijón con el coche y al llegar a la puerta del garaje tuvimos que pegar un frenazo. Entró un corredor de estos con su auto totalmente cruzado y casi nos lleva por delante”.
Otra residente cuenta que los vecinos están poniendo mucho de su parte para poner fin a estas prácticas. “Igual no tenía que haberlo hecho, pero una tarde me puse a seguirlos para apuntar las matrículas. En un momento dado me encontré a un hombre que iba a pie. Pensaba que era otro vecino afectado. Le pregunté si también estaba controlando a los corredores y me gritó, de muy malas maneras, que me metiese en mis asuntos. Me di cuenta de que llevaba un cronómetro en la mano. Era uno de los que marcaba los tiempos”, asegura. La vecina reconoce que “desde la noche de las detenciones menguó un poco el problema. Parece que con el escarmiento les bajó un poco l'afoguín (fiebre). Pero en los últimos días volvieron a correr”.
Aceite para que patinen
Hay vecinos no se lo toman bien ni son tan diplomáticos. En el pueblo de Arroes (otra zona repleta de curvas a la que se llega siguiendo la misma carretera de montaña) ya hay quien hace la guerra por su cuenta. “Hay un hombre que vive en una casa ubicada en una curva. Está harto de soportar las pasadas de estos pilotos y la solución que ha encontrado es verter aceite en el asfalto, a ver si escarmientan. Eso tampoco es”, reconoce un agente de la Guardia Civil.
Otros que también lo sufren son los peregrinos que van a Galicia, porque por esa zona pasa el Camino de Santiago. O los ciclistas que suben el alto. “No deja de ser una carretera de montaña, estrecha y con poca visibilidad. Más de una vez he tenido que pararme para que un coche no me arrolle. Y yo no tengo chasis. Si me dan me matan” cuenta un ciclista que reconoce que "a según que horas paso de venir por aquí. Por lo que pueda pasar".
Se unen las fuerzas de seguridad y los vecinos
Estas prácticas han provocado que Guardia Civil y Policía Municipal unan esfuerzos para ponerle freno. “Generalmente corren las noches de los fines de semana, pero recientemente hubo un repunte muy bestia. Cada día teníamos algún aviso. Era una especie de guerra en plan “a ver quién se cansa antes”, aunque ellos deberían tener en cuenta que nosotros no nos cansamos”, cuenta un mando de la Guardia Civil.
El agente de la Benemérita asegura que "los tenemos controlados. Conocemos las matrículas y los modelos. Sabemos quienes son. Chavales muy jovencitos que trucan los coches ellos mismos. Se compran un volante de competición por internet, lo instalan en sus talleres clandestinos y necesitan lucirlo y vacilarle a los colegas. Lo único que buscan es notoriedad. Y algún día se van a encontrar con un accidente grave”, declara. También subraya que "la colaboración vecinal ha sido fundamental para actuar en este problema".
¿Qué se puede hacer para parar estas carreras? El Guardia Civil cree que “seguir con lo que estamos haciendo. Operativos permanentes, radares, controles y sanciones. Por la ITV caducada, por modificaciones no homologadas, por conducción temeraria o por pisar líneas continuas”. De todos modos, sigue sin ser optimista al respecto: “Les pones la multa, se quedan sin puntos… pero los vuelves a ver haciendo el loco con otro coche a los dos días. En alguna ocasión incluso antes. Yo he llegado a multar a un tío dos veces en la misma noche”.
Lo que sí que reconoce este agente es que no existe aún ni una sola denuncia por competición ilegal porque no se puede demostrar que, como sostienen los vecinos, los corredores apuesten. De hecho, los propios pilotos lo niegan.
Una multa es más barata que el circuito
Durante la conversación con los jóvenes en La Curvona pasan otros coches quemando rueda. Uno de los pilotos confiesa que sigue corriendo por aquí “porque me renta (me compensa). Hay una especie de circuito en Oviedo, pero no se puede correr y te obligan a pagar 70 euros por nada. Por enseñar el coche. Para eso me vengo aquí y corro por carreteras interesantes. En todo el año pasado sólo me pusieron una multa de 100 euros y fue por pisar una línea continua. Me sale a cuenta”.
Económicamente le sale a cuenta, pero si se produce un accidente, la cosa ya no es tan rentable. Y menos si a alguno se le va la vida en ello. Sucedió hace unos días en México. Un par de jóvenes participaban en una competición ilegal y grababan la carrera a bordo de su Volkswagen Golf. En un momento dado, el conductor perdió el control del automóvil, volcaron y fallecieron los dos. Sin saberlo, estaban grabando su propia muerte. El vídeo se hizo viral en las redes la semana pasada.
Hasta la fecha no se ha producido ningún siniestro en el que haya que lamentar víctimas, pero los propios corredores son conscientes de que “son cosas que pueden pasar. Intentamos ir con cuidado para no atropellar a ningún peatón o ciclista, pero claro, estas cosas son difíciles de prever”, reconoce uno de los que confiesa correr “muy a menudo y “a chapa” (a tope), a todo lo que da el coche”. Él no ha sufrido nunca un accidente, pero relata varios producidos en este tramo: “Se ha puesto de moda este lugar para correr e incluso viene gente de León a hacer unas subidinas”. Después señala el bosque y recuerda que “una vez llegó un forastero al que nadie conocía, con un Renault Megane. Midió mal, estrellóse contra ese árbol y volcó”.
Otro interviene en la conversación para opinar: “Ni a Policía Municipal ni a Guardia Civil le interesa lo más mínimo nuestra seguridad ni la del resto de personas. Si fuese así ya hubiesen instalado un par de policías acostaos (badenes) en mitad de la carretera. Nos iríamos de aquí. Pero ellos prefieren ponerse abajo y multar. Lo que quieren es recaudar. Les interesa más el dinero que la vida de la gente”, sostiene con dureza. Le pregunto si dejarían de correr en caso de que instalasen estos badenes. "Bueno... a mí esta zona ya no me interesaría". Insisto en la pregunta. "¿Dejaríais de correr si os pusiesen esos obstáculos?". El chico mira a su amigo, se sonríen y contesta: "No. Nos iríamos a otro sitio".