“He sido un maestro de pueblo. Lo puedo decir con orgullo ahora que ha terminado mi carrera”, afirma Juan Antonio González Flores, un señor de 61 años, barba cana, sonrisa ligera y mirada franca. “Hay que mirar más a los ojos. Y hemos de tocarnos más. El contacto es esencial para el aprendizaje”.
Este profesor se jubiló el pasado 9 de enero. Ese día, cuando sonó la sirena de las dos de la tarde, puso fin a una trayectoria de 32 años como maestro. Lo que nunca imaginó es que sus compañeros, su familia y todos los alumnos del colegio Sutefie de Zufre (Huelva), una localidad de 940 habitantes, le habían preparado una despedida que acabaría viéndose a lo largo y ancho de toda España.
El lunes de la semana pasada, Juan Antonio terminó la última clase de su vida laboral sin saber que afuera le esperaba un paseíllo de caras conocidas que, nada más verle salir, comenzó a aplaudirle y a vitorearle. La escena la grabaron varias personas, entre ellas su hermano Santiago, que subió el vídeo a Facebook. Aquello se convirtió en viral. Este martes lo habían visto ya más de 260.000 personas.
Pero las imágenes dejaban abierta una incógnita: el rostro del querido profesor que se jubilaba. No se sabía quién era. Durante el minuto y diez segundos que dura el vídeo, Juan Antonio sale de espaldas en todo momento. Viste chupa de cuero, vaqueros y sostiene un maletín negro con su mano izquierda. Sólo en un par de ocasiones se le ve de perfil. Este martes, ocho días después de aquello, EL ESPAÑOL le pone rostro al hombre que nunca olvidará el día que se jubiló.
“No pude detenerme a agradecer aquel gesto. Era imposible –dice-. Logré contener las lágrimas pero cuando llegué a casa, que está a 200 metros del colegio, me senté en el sofá a respirar tranquilo y a asimilar lo que acababa de vivir. Ha sido el mejor regalo de toda mi vida”.
EL HIJO ‘ROJO’ DE UN GUARDIA CIVIL
Juan Antonio González Flores nació en Jabugo (Huelva) en 1955. Llegó a Zufre con 19 años, cuando aún no había terminado el primer curso de Magisterio. A su padre, que acababa de ascender a sargento de la Guardia Civil, lo destinaron a este pequeño pero coqueto pueblo de la sierra onubense. Junto a su madre, Dolores, y a sus dos hermanos -ambos menores que él- se instaló aquí. Y nunca más se fue.
El chico estudió la carrera a caballo entre Sevilla, donde cursó el primer año, y Huelva, donde completó los siguientes dos cursos de su formación. Después trabajó en el Ayuntamiento de Zufre como administrativo. Tras aprobar las oposiciones a profesor, encontró empleo en colegios de dos localidades onubenses, Castaño de Robledo y Cortelazor. A los 29 años su tercer destino fue Zufre, su pueblo de acogida, donde se había enamorado de una joven que tenía su misma edad. Aquella chica se llamaba Ana. Hoy es su mujer y la madre de sus dos hijas.
Antes de instalarse en Zufre, la familia de Juan Antonio vivió en distintos pueblos. Uno de ellos fue San José de la Rinconada (Sevilla), “un lugar donde el clandestino Partido Comunista tenía mucho arraigo y donde la propaganda corría por las noches”.
Allí, siendo un adolescente inquieto que "se había caído del guindo", aquel chico de metro ochenta, largo y espigado, forjó su carácter y su pensamiento de izquierdas. Vivía en un barrio obrero, corría delante de ‘los grises’ y participaba en las protestas estudiantiles.
“Recuerdo que en aquel tiempo asumí la ideología que aún mantengo. Mi padre, pese a ser guardia civil en un período oscuro de España –finales del Franquismo- era un hombre abierto. Nunca me impuso nada. Sólo quería que estudiara y que fuese una buena persona”, cuenta Juan Antonio sentado a una mesa de la terraza de un bar.
Son las 12 del mediodía de este martes y un cielo raso acompaña la conversación que mantiene con el periodista. Mientras hablamos, los vecinos le saludan y le hacen bromas por la repercusión que ha tenido el vídeo del homenaje recibido el día de su jubilación. “Aquí me conoce todo el mundo. He dado clase a los hijos y a los nietos de la mayoría de la gente que tiene mi edad”.
“NUNCA VOLVERÍA A LA POLÍTICA”
Aquel espíritu de izquierdas, sumado a la petición de muchos vecinos, provocó que Juan Antonio encabezara la lista de Izquierda Unida, partido del que es afiliado, en las elecciones locales de 1999. Logró arrebatarle el gobierno municipal al PSOE y sentarse en el sillón de la alcaldía.
Este profesor jubilado recuerda que fueron cuatro años “muy complicados” a nivel personal, donde se dio cuenta de que la política, “su día a día”, no iba con él. “Veía que se despilfarraba el dinero, que hay gente sin escrúpulos a los que les resbala los problemas de los demás. Yo sufrí mucho durante ese tiempo. Muchas veces me han pedido que vuelva. Pero nunca lo haría. Quien es una persona cabal, sea de la ideología que sea, lo pasa mal”.
Ahora, con el tiempo que le otorga la jubilación, quiere dedicarse a leer, a escribir (tiene dos libros de poemas publicados), a viajar y a disfrutar de la naturaleza que rodea Zufre.
Juan Antonio cuenta que quiere plasmar sobre el papel los recuerdos de su infancia, esos que pasó en una casa de campo que la Guardia Civil tenía a las afueras de Rosales de la Frontera, un municipio onubense fronterizo con Portugal. Dice que eran tiempos de contrabando de café. “Mi padre, pitillo en boca, vigilaba de noche bajo la luz de la luna. A mí me contaba todo aquello y no se me ha borrado de la memoria. Fue un trozo de paraíso que me tocó vivir”.
En Zufre, Juan Antonio conoce el nombre de los casi 90 alumnos del colegio del que fue director durante 18 años. Todos ellos estaban presentes el día de su despedida. Al salir de su última clase, se encontró con la sorpresa que habían organizado sus compañeros y su familia. Los chicos le regalaron un libro encuadernado con palabras recordando su paso por el Sutefie.
Al mostrarlo, en una de sus páginas se lee: “Acuérdate de todos nosotros, que nosotros nos acordaremos de ti”. “Los colegios, los profesores, deben volver a poner en el centro de todo al alumno. Parece que nos hemos olvidado de ello”, reflexiona Juan Antonio. “Yo he tratado de seguir esa pauta durante mis 32 años en activo. Antes de formar a los chicos, hay que intentar que sean buenas personas. Esa herramienta es mucho más útil para la vida que cualquier conocimiento adquirido”.
En su casa de Zufre, perdido entre cajones, este “maestro de pueblo y paleto” guarda la foto que se hizo con todos los alumnos de la primera clase que fue tutor. Él aparece junto a 15 chavales. Lleva barba color ébano, aún conserva pelo y ya usaba gafas. “Me acuerdo como si fuera ayer. Sé los nombres de cada uno de esos chicos. Luego, pasados los años, di clase a sus hijos”.
¿Y cómo ha logrado calar tan hondo en el corazón de todos ellos?, le pregunto. “Es sencillo. Hazle reír y muestra interés en lo que les pasa. Así todo resulta mucho más sencillo”, responde este jubilado que hasta hace poco ejercía de profesor pero a quien en Zufre siempre se le conocerá como “el maestro don Juan Antonio”.