Su historia es leyenda para la Armada Española. Sus cicatrices son las de las batallas que ha librado, las de las operaciones navales en las que ha demostrado toda su capacidad. Podría contar historias de su despliegue en la Primera Guerra del Golfo, en 1991. También en el Adriático en 1994, tras el conflicto de Yugoslavia. O de cómo acogió a un joven Felipe de Borbón y Grecia en su preparación como alférez. Su esqueleto -sin armas ni otras dotaciones militares- se arrastra ahora frente a costas de Ferrol (Galicia). Aguarda su traslado a Turquía, donde sus 8.500 toneladas de metal serán desmontadas pieza por pieza. Es el destino final del portaaviones Príncipe de Asturias.
No ha sido sencillo escribir las últimas líneas de su Historia. Desde que se le dio de baja en la lista de buques de la Armada, en diciembre de 2013, se le ha buscado una salida digna. Hubo países como Indonesia y Filipinas que se interesaron por él; incluso se rumoreó con un acuerdo cerrado para su traspaso a las fuerzas navales de Angola. Pero las negociaciones quedaron en papel mojado.
Durante más de tres años se ha especulado sobre su futuro. Un grupo de exalumnos del curso de Defensa Nacional del Centro Superior de Estudios de la Defensa Nacional (CESEDEN) promovieron un manifiesto en el que planteaban su reconversión en un museo: así ocurre con otros buques históricos en Estados Unidos o Inglaterra. Pero la falta de fondos lastró el proyecto.
Tampoco faltaron las propuestas culturales desde Hollywood. Una productora estadounidense contactó con la Armada para pedir que se rodase una película a bordo del Príncipe de Asturias. Contramedidas narraba la historia de una psicóloga –interpretada por Geena Davis- que investigaría una trama de abusos sexuales y tráfico de armas. Finalmente se desestimó la propuesta al conocerse el guión del film.
Subastas sin compradores
Fuentes de la Armada comentan a EL ESPAÑOL que “no quedó más remedio que sacarlo a subasta pública”. Primero se le retiró todo armamento o material susceptible de ser empleado con fines bélicos; después se redactó el pliego de condiciones que debía firmar cualquier empresa interesada en su compra. El negocio está en la venta del material que constituye el Príncipe de Asturias: 8,5 millones de kilos de metal; 6,15 millones corresponden al acero. Precio de salida: 4,8 millones de euros.
Con lo que no contaba la Armada era con la devaluación que el acero ha sufrido en el mercado internacional: en los últimos años su precio ha caído más de un 90%. Así, la subasta se cerró sin ofertas.
Rebaja tras rebaja, se siguió llamando a posibles compradores en sus subastas públicas. Y una y otra vez se encontraron sin compradores. De las quince firmas interesadas en el buque, sólo una, la almeriense Logiscrap, presentó oferta. Pero la propuesta no llegó a mayores al no depositar la fianza requerida.
Ha sido este mes de marzo cuando el Príncipe de Asturias ha conocido su destino final. Se ha adjudicado a la empresa Surus Inversa, que en la última subasta pública presentó una oferta que rondaba los 2,3 millones de euros: menos de la mitad del precio que se requería inicialmente.
El Pentágono estadounidense, a través de la Office of Defense Coordination en España, ha supervisado el proceso. No quieren que el material norteamericano que formaba parte del buque terminase en manos desconocidas.
Sólo falta que se resuelvan las alegaciones que han presentado otras empresas tras la adjudicación. Entonces, el Príncipe de Asturias podrá efectuar su último viaje hasta Turquía, donde será remolcado para su desmantelamiento.
Un “reciclaje verde”
Existen antecedentes similares –aunque no de la misma magnitud- que explican cómo se desmontará el portaaviones. Surus Inversa ha formado una unión temporal de empresas (UTE) con la turca Leyal Deltas. Entre las dos someterán al Príncipe de Asturias a un “reciclaje verde”.
“Aplicamos este método con éxito al Marqués de la Ensenada”, explica Adolfo Cancelo, uno de los fundadores de Surus Inversa. Se refiere al petrolero de flota de la Armada desguazado en febrero de 2015. El portaaviones, con una eslora de 200 metros, es casi el doble de grande que aquel buque, pero el procedimiento para su desmontaje –si el plazo de alegaciones cierra sin sorpresas- seguirá los mismos pasos:
2. Retirada de aguas negras. Pese a llevar tanto tiempo fuera de la lista oficial de buques de la Armada, una embarcación como el Príncipe de Asturias todavía alberga restos de aguas fecales en las sentinas (cavidad inferior del barco en la que se acumulan las inmundicias). Es fundamental extraerlos antes de su desguace.
3. Preparación de la embarcación. Adolfo Cancelo recuerda los preparativos para trasladar el Marqués de la Ensenada a aguas turcas: “Para evitar cualquier contratiempo con los componentes en cubierta de la embarcación o la entrada de agua por los orificios se realizaron los trabajos de trincado de cargas, mangueras y demás objetos en la cubierta; también se cerraron todas las escotillas, ventilaciones, puertas, portillos, válvulas y accesos del navío”.
4. Remolque hasta Turquía. Una vez obtenido el permiso de exportación, se engancha el buque a otra embarcación que hará las veces de remolque y que transportará la carga hasta la península de Aliaga, en Turquía.
5. Desguace de la embarcación. Los primeros elementos que se retiran son los revestimientos y la cubierta, considerados residuos peligrosos por el nivel de amianto que contienen. Después se desmontan los equipos que pueden ser reutilizados para el mismo fin para el que fueron construidos o que contengan piezas útiles. Y más tarde se desguazan todos los elementos metálicos para ser transportados a diferentes fundiciones. El material no recuperable termina en un vertedero controlado o es destruido. A lo largo del proceso se salvan algunos objetos que puedan constituir un elemento decorativo.
Un último adiós
Fuentes próximas al proceso explican a EL ESPAÑOL que “el último adiós” del Príncipe de Asturias en aguas ferrolanas puede estar revestido de una ceremonia de honores. El portaaviones ha servido durante 25 años y ha sido el orgullo de la Armada española. Su lugar como buque emblema lo ha ocupado el buque anfibio portaeronaves Juan Carlos I, con una eslora 30 metros mayor que la de su predecesor y con tecnología más puntera.
Pero como si se tratase de un soldado más, las Fuerzas Armadas despiden a uno de sus efectivos más capaces, que librará su última batalla –como muchos de los efectivos que han servido en la Armada a lo largo de su Historia- en aguas turcas.
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