Málaga

La sala estaba hasta la bola, y Pablo llevaba varias horas sin parar de reír y bailar. Estaban con él todos sus amigos. Se habían propuesto pasarlo en grande, cerrar el garito. Celebraba su 22 cumpleaños este viernes, y todos querían que fuera el mejor. Bastante mal le había tratado la vida; bastante había pasado ya. Hacía apenas unos años que había perdido a su hermano José, a quien no pudo salvar de la leucemia pese a donarle su propia médula con sólo cinco años.

Su hermano José había sido también su confidente y amigo. Pero enfermó gravemente de leucemia con tan sólo 11 años. Toda la familia se había implicado en una feroz batalla para salvarle la vida. Así lo contaba el propio Pablo en un relato que le valió el primer premio del certamen literario de su instituto cuando estaba en segundo curso de la ESO. “A la edad de 5 años se me planteó un hecho que, aunque no era muy consciente de la importancia vital que tenía, aún retengo en mi memoria (…). (José) cuando contaba 11 años tuvo que someterse a un trasplante de médula ósea del cual yo fui el donante por ser el único de mi familia compatible al 100%”, escribe en su relato, titulado ‘El hecho más importante de mi vida’.

Tras la operación, y un durísimo tratamiento, su hermano finalizó con éxito los estudios, y la familia respiraba por fin, feliz. “Es doblemente para mí satisfactorio que esté restablecido del todo, y que mi familia haya tenido la gran fortuna de contar conmigo para lograrlo”, escribía en su relato. Lamentablemente, años después de aquella redacción, su hermano recayó y falleció. El golpe fue tremendo. Sólo el nacimiento de un pequeño sobrino había devuelto felicidad a la familia.

Así que esa noche había que pasarlo muy bien. Sus amigos lo sabían. Había que aguantar hasta el amanecer. Esa era la consigna. Y cerca de las cuatro de la mañana Pablo salió con uno de sus compadres a tomar el aire. Pero no regresó. Minutos después, una ambulancia del 061 le trasladaba a la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) del Hospital Clínico de Málaga en estado de muerte cerebral. La causa: los golpes recibidos al tratar de detener una pelea en la calle.

Pablo junto a un amigo en la nieve. Facebook

Todo ocurrió en pocos segundos. A las puertas del local, en la esquina entre las calles Lazcano y Comedias de Málaga capital, varias sombras se agitaban. Se oían gritos y una de las sombras descargó un puñetazo. Los dos amigos se miraron. Querían detener la pelea.

-“¡Eh!¡Eh! ¡Que estamos de fiesta!”.

Pablo apresuró el paso, trató de separar a los dos jóvenes que se pegaban. Los contendientes la emprendieron con él. Un golpe furioso le hizo caer al suelo. Tirado en la acera, unos pies descargaron su ira contra él. La patada le lanzó contra una pared y perdió el conocimiento. Su amigo gritaba y trataba en vano de librar a Pablo de los golpes. Cuando todo acabó, los agresores salieron corriendo.

Pablo yacía en el suelo. Su amigo, a su lado, sufrió una crisis de ansiedad. Poco a poco algunas de las personas del local se percataron de que pasaba algo en la calle. Algunos de sus amigos salieron aprisa. Pero ya era tarde. Telefonearon a los servicios de emergencias mientras trataban de reanimarle. Una ambulancia llegó a gran velocidad sorteando los pivotes que delimitan la zona peatonal del centro de la ciudad. Mientras los servicios médicos le atendían, Pablo sufrió una parada cardiorrespiratoria que duró varios minutos. Durante media hora, le practicaron maniobras hasta que lograron estabilizarle para llevarle al hospital.

La ambulancia corrió por las calles vacías de la ciudad, pero al llegar al Hospital Clínico el estado del paciente era crítico. Los fuertes golpes en la cabeza le habían provocado lesiones muy graves, y permaneció horas en coma. Finalmente, el viernes por la tarde los médicos certificaban su muerte cerebral y se activaba el protocolo para la donación de sus órganos. Pacífico, deportista, buen estudiante (estaba en la universidad) y amigo de sus amigos, su médula salvó la vida de su hermano durante unos años, y ahora sus órganos servirán también para salvar a otros enfermos.

La Policía investiga ahora los hechos y tiene ya identificados a los autores, cuya brutal agresión quedó recogida por las cámaras del local en el que Pablo disfrutó de su última fiesta de cumpleaños.

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