El día ha empezado temprano para Pelusa, Pipo y Jerry, los tres perros de Somonte, la finca ocupada por los jornaleros del Sindicato Andaluz de Trabajadores (SAT) en Córdoba. A primera hora de la mañana ya se notaba un ajetreo impropio del día a día. Nadie trabajaba hoy y quienes lo hacían se empleaban lo justo. Dar agua y comida a las cabras, a las gallinas, y poner en orden una casa que sabían que dejarían pocas horas después. Poco más. A las siete de la mañana, con una orden de desalojo encima de la mesa, todos esperaban a la Guardia Civil. Un mero trámite, un episodio más, un teatrillo, que ambas partes, agentes y ocupas, esperaban que pase rápido. “Cuanto antes nos desalojen —explicaba uno— antes la volveremos a ocupar”.
En torno a una mesa, en una de las dos viviendas ocupadas dentro de la finca, apenas media docena de jornaleros comentaba lo que estaba por venir. “¿Sabes si en el proceso por Somonte piden cárcel o solo multa?”, preguntaba Manuel. “Creo que no, que aquí solo nos piden usurpación, y eso no lleva cárcel. Pero llama a Pepe y le preguntas, no estoy seguro”, contestaba Óscar Reina, secretario general del SAT.
Manuel, Óscar, Víctor, Cata, Javi y Jesús, los últimos jornaleros ocupas de Somonte —al menos de momento— sí tenían claro es que no opondrían resistencia. ¿Para qué? Si en su mente ya estaba la posibilidad de volver a ocupar la finca.
De hecho, el desalojo previsto para este viernes es el cuarto que viven desde que un nutrido grupo de unas 500 personas tomaran esta finca propiedad del Instituto Andaluz de Reforma Agraria (IARA) de la Junta de Andalucía el 4 de marzo de 2012. La marcha llegó a pie hasta estas cuatrocientas hectáreas situadas entre los municipios de Palma del Río (Córdoba) y La Campana (Sevilla). Entre ellos, Diego Cañamero, actual diputado en el Congreso, y Juan Manuel Sánchez Gordillo, ex alcalde de Marinaleda y uno de los referentes del movimiento jornalero.
Óscar, actual secretario general del SAT, recuerda bien el día que se ocupó Somonte; también, los tres desalojos previos. El de hoy, que se empezó a ejecutar pasados ocho minutos de las nueve de la mañana, pilló a Jesús, uno de los jornaleros, con la tostada de mantequilla y salchichón sobre la mesa y con la cafetera echando humo. “Ahora le ofreceremos café a los agentes”, bromeaban.
POCOS AGENTES PARA UN DESALOJO PACÍFICO
En torno a 16 guardiasciviles se personaban a las puertas de Somonte. Otros cuatro se apostaban fuera de la finca, en una de las lomas con los tallos de trigo pisados. Al menos dio tiempo de segar. “Venimos a notificarles un auto del Juzgado de Instrucción número 2 de Posadas (Córdoba), que dicta el inmediato desalojo de la propiedad y la identificación de todos sus ocupantes”, esgrimía el Brigada al frente de la operación. En la orden se les acusa de un delito leve de usurpación inmobiliaria.
Sin más palabra que mediar, ocupas y guardiasciviles pactaron darse media hora de cortesía para recoger las pertenencias y, cómo no, acabar el desayuno. “¡Ay! Que tengo la lavadora puesta con las calzonas del Sevilla. Y esas no me las dejo aquí”, se lamentaba con guasa Javi, uno de los jornaleros.
Él es uno de los que duerme en esta finca, en la que trabajan de forma más o menos regular una treintena de personas. Media docena pasa las noches en las dos viviendas que el IARA construyó junto a unas amplias naves donde se guardan aperos y maquinarias para el quehacer agrario. Somonte es su trabajo y su casa.
SOMONTE, “UN SUEÑO POSIBLE”
Fuera, la superficie cultivable se divide entre las 341 hectáreas de secano y otras 59 de regadío. Cereales en las primeras; un pequeño huerto con pimientos y alcachofas en las segundas. Pero Somonte, como Cerro Libertad, Los Humosos, Benzocano o las otras fincas actualmente ocupadas por el SAT, es algo más.
—Óscar, ¿qué es Somonte?
—Hay dos versiones, para la Junta de Andalucía es un bien especulativo; para la clase jornalera andaluza es un sueño que se ha hecho realidad después de cinco años de resistencia. Hemos demostrado con nuestro ejemplo que cinco años después que ese sueño es posible.
Aunque de vez en cuando, como hoy, ese sueño genere algunas pesadillas.
“Agente, ¿podríamos disponer de tiempo para recoger los garbanzos, que están ahí plantados?”, pregunta Óscar. “¿Cuánto tiempo necesita?”, responde el guardiacivil. “Hasta el sábado”, replica el jornalero. “Lo siento pero la orden judicial dicta el inmediato desalojo, le insto a que medie con la Junta de Andalucía, propietaria del inmueble para que les permitan recoger los garbanzos”. Asunto zanjado. Nadie discute.
Los responsables de la operación de desalojo explican a EL ESPAÑOL, presente en la finca desde las siete de la mañana, que tras su actuación, Somonte quedará en manos de la Junta de Andalucía y que debe ser la propiedad quien asegure que no vuelvan a ocuparla. Pero todos saben que la nueva ocupación llegará. Lo esperan los agentes, la Junta y los propios jornaleros, que lo admiten sin pudor.
—¿Óscar, habrá una quinta ocupación?
—Sí, tenemos claro que por cada desalojo habrá una ocupación. Y más que nada por necesidad. En Andalucía no se puede vivir de las subvenciones, las manos sirven para trabajar y que aquí venimos a practicar con el ejemplo.
—¿Cuándo?
—En el momento que podamos. Sin duda, entraremos. Aunque suponga transgredir las leyes, nosotros entraremos. Yo entraré. Si me quieren encarcelar, que me encarcelen. No iré al juzgado. Porque no he hecho ningún delito. Porque lo único que estoy haciendo es defender el trabajo y el acceso a la tierra.
“TODO SEA POR LIBERAR AL PUEBLO ANDALUZ”
“En Andalucía no hay industria, no entendemos cómo no se aprovechan los recursos disponibles para que no emigre la juventud. Defendemos que la tierra genera riqueza. Así que, por nosotros, que vengan las multas, la cárcel o lo que tenga que venir. Todo sea por liberar al pueblo andaluz”, zanja el secretario general del SAT.
Fuera, después de los ladridos iniciales, Pipo y Jery juegan con los agentes. Al menos, lo intentan. Mientras, los guardiasciviles siguen identificando a los ocupas. Todos, después de un juicio rápido previsto para el próximo martes, pasarán a engrosar la lista de acusados de los delitos de daños, usurpación y desobediencia. Aunque muchos de sus nombres ya están incluidos en la orden judicial que porta la Guardia Civil.
Es la consecuencia de, como dicen los murales pintados en las fachadas de Somonte, pedir “tierra y ‘libertá’”. “No hay causas perdidas, hay causas difíciles, pero como son tan justas, algún día las ganaremos”. La frase, que se puede ver en una pintada bien grande a las puertas del cortijo, la firma Diamantino García, cura obrero y fundador del Sindicato de Obreros del Campo, actual SAT.
En otros de los inmuebles se puede ver un retrato del Che Guevara. Y otros tantos lemas. “La tierra, para el que la trabaja”. Y ese es el sentir de los últimos ocupas de Somonte.
“Ahora estamos ocupando la tierra, pero estaríamos abiertos a que la Junta convocara un concurso público a través de sistemas cooperativos de trabajadores y jornaleros en paro. Lo único que queremos es que esta tierra no sirva como bien especulativo y sí para generar mano de obra. Por eso entendemos que este es un laboratorio de jornalerismo andaluz del siglo XXI”, explica el secretario del SAT.
—¿Somonte es un laboratorio del jornalerismo andaluz?
—Sí, porque referencia cómo el jornalero en paro busca una alternativa más allá de la legalidad, de las imposiciones o soluciones que nos dan desde el Gobierno. La ley se debe adaptar a las personas. Y lo defendemos desde nuestro pacifismo pero con una acción directa. Y creemos que hay leyes como la 8/1984, de la reforma agraria de la Junta de Andalucía, que dice que la tierra se puede poner a disposición de un bien social.
A las diez de la mañana todo había acabado. Los coches, con los jornaleros ocupas y sus escasas pertenencias, salían en caravana de Somonte levantando polvo. Dentro se quedaba la Guardia Civil. El teatro llegaba a su último acto. Puro trámite.
Somonte volverá a ser del SAT. Pelusa, Pipo y Jerry no se despiden de sus amos. Saben que regresarán pronto. Así lo han anunciado. Solo falta saber cuándo.