El pasado 2 de julio se cumplieron 25 años de la muerte de una persona, José Monje Cruz, y una leyenda, la de Camarón de la Isla. Este es un pequeño repaso en la distancia a sus biografías publicadas, algunas precipitadas, otras grandilocuentes, y todas a mi parecer incompletas porque o no pudimos hablar lo suficientemente con él o los que lo hicieron no han sabido trabajar con la distancia para que el análisis sopese al hombre y al artista.
Tuve el irrelevante honor de publicar la primera biografía de Camarón de la Isla. (Camarón de la Isla. Se rompío el quejío. Ediciones Nuer, 1992. 240 pag., 1590 pesetas). El título no me dejaron elegirlo. Tampoco la fotografía de portada. El proyecto se me cruzó tras el cierre del fallido diario El Sol del editor salmantino Germán Sánchez Ruipérez. Diego A. Manrique, maestro de periodistas al que repescamos tras un desencuentro que había tenido con El País, colaboraba entonces con nosotros. Manrique había cubierto para el periódico la actuación de Camarón en Nueva York organizada por la Sociedad General de Autores, si no recuerdo mal muy personalmente con Teddy Bautista, unos meses antes. El italiano Pino Sagliocco –presidente de Live Nation España- andaba entonces “representando” a Monje. Pino y Teddy hacían buenas migas.
Tras el cierre del diario en marzo del 92, Manrique recibió el encargo de una biografía por parte una pequeña editorial llamada Nuer con sede en la calle Rodríguez San Pedro. Nunca le pregunté a Diego cuál fue el motivo por el que rechazó la oferta, pero a toro pasado bien pudo ser la dificultad de escribir una biografía en profundidad de un gitano enfermo ya, maestro del cante, endiosado por los suyos, para entregarla en apenas tres meses. O quizá fuese la propuesta económica lo que le desanimó, aunque a mi me sonó a cantos celestiales.
Le agradecí a Diego que diera mi nombre para el proyecto con una mezcla de irresponsabilidad y pasión. Aquel invierno había visto a José Monje en el Teatro Atlántico (el palacio de las chirigotas), a dos butacas de Carmen Romero, ex mujer de Felipe González, entonces diputada al Congreso por Cádiz, que presidió el acto. Tras el concierto, que recuerdo espectacular, para presentar Soy Gitano, el álbum grabado con la Royal Philharmonic Orchestra que logró por primera vez alcanzar las 50.000 copias necesarias para ser disco de oro, tuve mi única entrevista con Camarón en una de las peñas de la ciudad. José llegó casi dos horas tarde a la cita, a eso de las tres de la madrugada, y se mostró como era, un pequeño gorrión en las distancias cortas al que te daba terror agredir con una pregunta. Sobre el escenario, sin embargo, parecía un halcón anillado sobre la silla de enea del escenario. Tenía ya cara de enfermo.
José murió el 2 de julio, aunque todos le dan “por medio muerto” semanas antes. Se había corrido la voz de su importante adicción y de su deteriorada salud. La muerte de Camarón, tal y como recoge la hemeroteca, encendió una polémica oscura por sus confusos derechos de autor. ¿Cuál fue el problema? Sencillo y complejo al mismo tiempo.
El entorno de José reclamaba para La Chispa, su viuda, y sus herederos, un futuro de regalías sobre las canciones, los textos adaptados de toda su discografía. Para terminar de enredarlo no hay que olvidar que muchas de las letras interpretadas eran textos tradicionales o de incierta autoría. Camarón facturaba y mucho por los conciertos, a menudo en efectivo como manda la tradición flamenca, pero casi nada por los casetes de carretera, los cedés y por supuesto olvídate de los vinilos. Muerto el artista, se abalanzó sobre la familia un panorama desolador de ingresos capados. La semana pasada Jorge Pardo y sus hijos organizaron en el Festival de Flamenco del Conde Duque un homenaje a Monje.
Apenas seis semanas después de su muerte mi biografía, prologada por Diego Manrique, vio la luz y agotó su primera edición en poco más de un mes. No olvidaré nunca verla expuesta en el escaparate de Hiperión, la librería de poesía de referencia en Madrid. Sin embargo, el libro no llegó a agotar la segunda edición y la editorial al poco cerró dejando los contratos firmados en un limbo de quiebras. En ese momento todos los editores de España se lanzaron al unísono a publicar biografías de Camarón que podemos dividir en tres grandes grupos.
Las biografías editadas por grandes sellos: Ediciones Z y el Grupo Prisa pronto lanzaron sus biopics. El periodista Francisco Peregil- hoy corresponsal en Marruecos de El País-, autor de la cobertura para el diario del entierro y de la polémica de los “derechos no recibidos por Camarón de los que algunos acusaron directamente de robo al padre de Paco de Lucía, Antonio Sánchez, mentor y productor de sus primeros discos”, firmó la suya (Camarón de la Isla. El Dolor de un Príncipe, 1993) para El País/Aguilar. En la portada aparecía una foto de adolescente de Camarón y en la contra el magnífico retrato que Alberto García-Alix le hizo para el lanzamiento de Soy Gitano en la Venta Vargas. Junto a la Venta de Antequera, la Venta Vargas fue una de las mejores escuelas de flamenco del mundo para autodidactas. Peregil recorrió San Fernando, La Línea y Sevilla para trazar el viaje de José a Camarón y de Camarón a José.
Por su parte el Grupo Z -la editorial ha sido vendida a Penguin Random House esta semana- publicó en su colección Primera Plana, Camarón. Vida y Muerte del Cante, de Enrique Montiel. José Oneto, gaditano, en aquellos tiempos uno de los periodistas más poderosos del país al frente de la revista TIEMPO, la prologa y recuerda que José Monje fue enterrado muy cerca de la tumba de sus padres. “En una España eternamente dividida por sus preferencias, Camarón fue aceptado por todos. Por todos, incluidos jóvenes y viejos”.
En el cuadernillo de fotografías se incluyen entrañables retratos del álbum familiar como el de Adela Moreno, la niñera del cantaor, y también se ve a Camarón de niño, con los amigos, en la puerta de la Plaza de Toros de la Isla (torear fue su pasión frustrada y de ahí su profunda amistad con Curro Romero). Incluye también todas las letras de las canciones cantadas por José, hoy incompleta tras la edición de nuevos discos en directo. De todos recomiendo el concierto grabado en el desaparecido Johnny, el Club San Juan Evangelista, que no solo programo jazz en sus años míticos.
También están las biografías de los amigos o colaboradores, dos de las palabras que más complican un acercamiento profesional al legado porque alrededor de Camarón hubo de todo, buscavidas, narcos, productores, peseteros, iluminados y otros oficios que colindan entre el lumpen y el flamenqueo. Pertenecientes al subgénero “Yo le conocí” creo que son las menos interesantes por lo que mediatiza la amistad en estos casos. De todas destacaría Camarón, biografía de un mito (RBA, 2002), firmada por el periodista Luis Fernández Zaurin a medias con el extremeño José Candado, un hombre efectivamente muy cercano a Monje y su familia, que fue concejal en Santa Coloma. Llamaré la atención del lector sobre la cercanía de Candado y Camarón, cuidando especialmente de su salud, que el libro incluye una copia de su certificado de defunción. En fin, no sé si era necesario.
Y por el último merece la pena reseñar el exhaustivo trabajo firmado por el flamencólogo y productor José Manuel Gamboa (ha grabado con Carmen Linares, Enrique Morente…) y por Faustino Núñez (Camarón. Vida y obra. 1993, SGAE). Se trata del trabajo más profundo y profesional sobre la obra de José Monje, con un completo índice onomástico y todas las grabaciones datadas y documentadas con precisión de relojero flamenco. Por sacarle alguna pega tan sólo apuntaría a lo incómodo del formato para una lectura sosegada, difícil de manejar mientras se escuchan sus grabaciones, que es por donde le recomiendo al lector que se arranque.
No quiero olvidar la película biográfica de Jaime Chávarri (2005) y la excepcional interpretación de Óscar Jaenada (42) que desde entonces parece haber encontrado su look a lo Johnny Depp de la Isla.
Después de tantos años y como implicado tangencial en el fenómeno pienso en que fallamos por la dificultad de recoger en un texto el pellizco, la emoción, el timbre de la voz de José y esos instantes en los que empujado por las ganas de dejar el escenario saltaba de la silla en un suspiro dejándonos a todos con las tripas henchidas de retortijones y un síndrome de abstinencia que ríete tu de las papelinas que le lanzaban los de la primera fila. Te queremos José. No te olvidaremos nunca.