El 10 de julio de Miguel Ángel Blanco: secuestro en la estación de Eibar
A las 15.30, nada más bajarse del tren, la etarra Amaia lo "convenció" para que le acompañara hasta el coche. Cuarenta y ocho horas después, aparecería con dos tiros en la cabeza. Al conocerse el secuestro, Iñaki Anasagasti exclamó: "Estos tíos están locos".
10 julio, 2017 00:4810 de julio de 1997, las horas del secuestro
Ermua, 7.30 h.
(…) Amanece tan pronto / y yo estoy tan solo / y no me arrepiento de ayer. / Sí, las estrellas iluminan / y te sirven de guía, / te sientes tan fuerte / que piensas que nadie te puede tocar (…).
"Maldito duende" era el tonificante adecuado para despertarse esa mañana. Esa mañana y otras muchas, porque Héroes del Silencio, con Pedro Andreu y su sobresaliente batería, eran, para él, un modelo a seguir. Del carácter de Miguel Ángel destacan su optimismo y unas inmensas ganas de vivir, de aprovechar el día al máximo, destilarlo hasta el último segundo para que no se acabara.
"Te sientes tan fuerte…".
Tras ducharse, desayunar rápido, echar un vistazo a los papeles del día (los del ayuntamiento los guardará en una carpeta de la que no se separa nunca), se recrea un instante en su fondo de armario. No llega a fashion victim, pero le encanta la ropa. El armario cada día está más lleno. De dimensiones limitadas, en consonancia con la habitación, daba muchísimo de sí gracias a su madre. Chelo lo ordena todos los días y coloca casi con veneración, alineadamente, las camisas por un lado, y por otro, las chaquetas, no muchas pero suficientes, y los pantalones, sobre todo vaqueros. Los Levis son sus favoritos.
Hoy se pondrá unos Dockers. Por arriba, una camisa rosa salmón y una chaqueta tirando a granate. El rosa es su color favorito. Después, el verde. Tiene ese punto de atrevimiento, entre provocador y rupturista (¿acaso ser joven y del PP en el Ermua de aquellos tiempos no lo era?), que va con su personalidad aterciopelada pero firme. Años después, su hermana llevará un ramo de rosas rosas el día de su boda en recuerdo de Miguel Ángel.
Casualidades de la vida: está eligiendo la misma camisa y la misma chaqueta, compradas meses atrás entre El Corte Inglés de Bilbao y Eibar, con las que aparecerá al día siguiente en toda España.
Su madre, cuando la Ertzaintza le pidió horas después una foto reciente de su hijo, entregaría por casualidad un retrato del secuestrado con la misma vestimenta: camisa rosa salmón y chaqueta granate. La foto de estudio se la había hecho meses atrás para el currículum, cuando buscaba trabajo. Unos días después, un despistado administrativo de un Corte Inglés de la zona, llamará a casa de los Blanco para recordar que alguien llamado Miguel Ángel, que dejó ese teléfono y la misma dirección donde telefoneaba, tenía un plazo pendiente de pagar. Su hermana, sobreponiéndose, tranquilizó al dependiente diciéndole que al día siguiente iría personalmente a pagar la deuda. Es entonces cuando el empleado cae en la cuenta de que el Miguel Ángel por el que preguntó en el número de teléfono 943 3171… es el Blanco de ETA más famoso de España. "Perdón, perdón, perdón. Olvídense de mi llamada, la deuda queda cancelada. Lo siento, les acompaño en el sentimiento en nombre de El Corte Inglés", corrige como puede su metedura de pata.
Antes de salir de su habitación, Miguel Ángel, ordenado, metódico, una persona de hábitos, virtud que se convertirá en letal para él y una bendición para sus captores, echa un vistazo a sus vinilos y a sus libros. Siente especial aprecio por El nombre de la rosa, El informe pelícano, Lo que el viento se llevó, Caballo de Troya, Los pilares de la Tierra y, por supuesto, la Biblia. Veinte años después, su hermana los guarda como una reliquia en su piso del norte de Madrid.
Miguel Ángel sigue pensando en una frase que leyó no sabe dónde. Le suena a advertencia bíblica: "Atiende, ora y vigila, porque no sabes cuándo te llegará la hora". El tren, puntual como siempre. Un cuarto de hora después, ya está sentado en su oficina, en Eibar, con el propósito de sacar adelante el trabajo del día y el pendiente de la tarde anterior.
A mediodía, de regreso a Ermua, llega a casa algo más tarde de lo acostumbrado. Su madre le espera, pese a que a esa hora le toca paseo. Ver a su hijo (no sabía que por última vez) compensa la mejor conversación con las amigas. Miguel Ángel insiste en que se vaya para que no llegue muy tarde a la cita con sus amigas. Antes de salir de casa, ama le ha servido la comida. Lo deja sentado y disfrutando del pescado al horno que le preparó.
"No te preocupes, hoy recojo yo, ama". El paseo es por prescripción médica. Le han aconsejado que camine, que haga ejercicio, que tome el aire. Aún no ha superado del todo el fallecimiento de su madre, doña Elena, tras una larga enfermedad. Fue enterrada en Faramontaos (Orense), en julio de 1996, aunque murió en Ermua. Chelo tiene un don infrecuente: despierta tanta confianza entre quienes la conocen que fácilmente se convierte en confidente de propios y extraños. Una cualidad esta que, como es sabido, requiere discreción y buen juicio. Dos virtudes que comparten madre e hijo.
Acaba de comer, coloca los platos en la pila y rápidamente al tren. La vida es algo que pasa cuando hacemos otros planes, dijo John Lennon, asesinado en Nueva York en diciembre de 1980 por un admirador.
Eibar, 14.30 h.
En la calle Aragüeta, nº 2 bis, piso entresuelo, ha habido generala. Es el Día D. Tal y como sucedió en el desembarco de Normandía, que se retrasó un día por razones climatológicas, en vez del 5 de junio de 1944 fue el 6. Ayer, 9 de julio de 1997, no pudo ser el Día S, de secuestro, porque Blanco no se presentó; sucederá hoy. Txapote y Amaia salen juntos, cruzan la calle, se topan con la sastrería Azpiri, una de las mejores de Eibar, y conducen el coche hasta las inmediaciones de la estación Ardanza, que nada tiene que ver con el lendakari José Antonio Ardanza. Oker ya merodea por allí.
El plan sale niquelado. Miguel Ángel Blanco abandona el apeadero sobre las 15.30, algo distraído como siempre. Una chica de buen ver, morena, se acerca a él. Nunca se supo qué le dice o si le amenaza con una de las dos pistolas de las que disponía el comando.
Lo cierto es que el joven concejal, con sus tics, tan arreglado, siempre en perfecto estado de revista, con sus lentillas que escondían seis dioptrías, tan cumplidor, tan educado en sus formas, tan metódico, tan todo, acompaña a la terrorista Gallastegui, un apellido profundamente vinculado con la independencia de Euskadi. Y ahí se acaba su historia conocida. No se volverá a saber de él hasta ser encontrado con dos disparos en la cabeza cuarenta y nueve horas y quince minutos después, en un monte bajo próximo a Lasarte (Guipúzcoa), a sesenta kilómetros de la estación de Eibar.
Madrid, 17.00 h.
Sobre las cinco de la tarde, la secretaria del ministro del Interior recibe una misteriosa llamada. Al principio se toma como otra llamada más de amenazas contra el titular de la cartera, Jaime Mayor Oreja. Una voz anónima dice: "Lo de Ortega Lara lo vais a pagar. ¡Boom! Gora Euskadi Askatuta!". Esta tarde tiene una visita muy especial. En el antedespacho le espera su predecesor en la cartera, el socialista Juan Alberto Belloch, más tarde alcalde de Zaragoza. Mantienen una buena relación y se reúnen con asiduidad para hablar, entre otras cuestiones, de las vías de relación con ETA durante los gobiernos de Felipe González. La más importante es la de la República Dominicana.
Ya en el despacho con Belloch, es cuando recibe la tercera llamada sobre la extraña desaparición de un desconocido concejal del PP en Ermua, que podría tratarse de un secuestro de ETA —"¿Pero estamos seguros?", pregunta con temor Oreja—, decide suspender la reunión con el exministro socialista. Una llamada desde la emisora de radio Egin-Irratia confirmará los peores augurios. "Ha pasado algo raro —le dice momentos antes Carlos Iturgaiz desde Bilbao—. No se sabe dónde está un concejal nuestro de Ermua".
Ermua, 17.00 h.
Chelo, que ya ha visto su novela en la tele y ha descansado del paseo con sus amigas, recibe una llamada extraña. "¿Está ahí Miguel Ángel?". "No, está trabajando". A continuación, otra más: "¿Sabes algo de Miguel Ángel?", "No, acabo de decir a otra persona que está en Eibar, todavía no habrá salido del trabajo. ¿Pero pasa algo? ¿Le ha ocurrido algo a mi hijo?". "No, nada, no te preocupes, llamo del ayuntamiento. Es que en su trabajo nos han dicho que no ha llegado aún y tiene a un cliente esperando. Y como siempre es muy puntual…".
Chelo inmediatamente se temió lo peor. La madre comienza a llamar a los hospitales por si lo han atropellado al salir del tren… "Las llamadas continuaban y fue entonces cuando la secretaria de Jaime Mayor Oreja me llamó y me comunicó que le habían secuestrado. Me derrumbé", recordaba Consuelo nueve años después, en el juicio contra los asesinos de su hijo. El padre, Miguel, llegaría a casa poco después de las siete de la tarde en su furgoneta Citroën C-15, blanca como su cara y su apellido, descompuesto. "¿Qué ha pasado? ¿Qué ha pasado?", preguntaba a los mismos periodistas agolpados en el portal de la vivienda de la calle Iparraguirre 11, la del bardo que avisaba que siempre hay que estar atentos. Un vecino se ofrece a aparcarle el vehículo.
La primera medida del socialista Carlos Totorica, alcalde de Ermua, fue escribir un apresurado bando, de camino a Ermua, para que los vehículos de la Policía Municipal, con su megafonía, convocaran al pueblo en la plaza en asamblea popular. Jamás en el País Vasco había habido una reacción así, en ningún pueblo, pese a que en más de cien localidades vascas ha habido víctimas del terrorismo. Tras llamar locos a los secuestradores, impresentables, así como a todos sus secuaces, dictó que el pueblo de Ermua se declaraba en manifestación permanente hasta la liberación del paisano.
Bilbao, 18.00 h.
Sabin Etxea, sede central del PNV. En la Casa de Sabino (Arana) se encontraba la cúpula de Partido Nacionalista Vasco. El responsable de prensa avisa de la noticia a los jefes que hay en la sede. Entre otros, está el líder del partido, Xabier Arzalluz Antia, presidente del PNV de 1985 a 2004; una especie de Sabino Arana redivivo, ideológicamente no tan creativo, seguramente menos xenófobo y racista, pero sí con una ascendiente sobre el nacionalismo vasco de aquellos años irrepetible. En cierta ocasión, Gregorio Ordóñez llegó a llamarle "pistolero de las palabras". También estaba Iñaki Anasagasti, la cara del PNV en Madrid, a quien ETA planeó matar en la capital de España, según le avisaron años después desde la Consejería de Interior vasca. Anasagasti, tan nacionalista como el que más, fue beligerante contra los comandos etarras.
La reunión improvisada en la sede del PNV para seguir las noticias del secuestro se celebró en la planta tercera (la noble era la cuarta, desde donde bajaron Arzalluz y Anasagasti). Íñigo Urkullu, luego presidente del Gobierno vasco, todavía no había llegado tan alto, pero también estaba allí. Anasagasti, con su voz imperturbable y firme, sentencia: "Estos tíos están locos", refiriéndose a ETA. Acertó. Días después, nada más conocer el asesinato de Blanco, hace un pronóstico arriesgado en ese momento: "Esto es el principio del fin de ETA".
Madrid, 20.00 h.
Palacio de La Moncloa. José María Aznar se reúne en su despacho con el vicepresidente del Gobierno, Francisco Álvarez Cascos, el ministro del Interior, Jaime Mayor Oreja, y el ministro de Defensa, Eduardo Serra. También está Javier Zarzalejos, secretario general de Presidencia. Previamente, el presidente del Gobierno había llamado al director del CESID (ahora el CNI), Javier Calderón. El diagnóstico de los expertos es el mismo: sería un milagro dar con Miguel Ángel Blanco antes de que le maten. En ningún momento, según Mayor Oreja, el Gobierno de Aznar se plantea buscar vías para la negociación.
Aznar pide a su ministro del Interior que haga una declaración pública, que Mayor Oreja prepara como puede en el coche, de vuelta a su despacho. En la grabación disimula ante las cámaras su íntimo y fatal pensamiento, además de su ira. "Modulé la rabia, para que no pudieran justificar el asesinato arguyendo una provocación por mi parte, pero el mensaje era claro: no negociaremos con ETA y cumpliremos con nuestro deber".
Diario El Mundo. La redacción está en pleno zafarrancho de combate informativo. Su director, Pedro J. Ramírez, nunca pierde el tiempo. Menos en esa circunstancia, donde cada uno de los dos mil ochocientos ochenta minutos dados por ETA valía una vida. Habla con la abogada de San Sebastián María José Gurruchaga, hermana de Carmen, redactora del diario, y le plantea si está dispuesta a desplazarse a Francia para entrevistarse con el etarra Txelis, preso allí. La letrada y el jefe etarra se conocían por razones profesionales y mantenían una buena relación de confianza. Ramírez llama al ministro del Interior, le explica la situación y Oreja, siempre obsesionado con su premisa de "con ETA no se negocia", hace al instante la gestión con su homólogo francés. Siempre y cuando, advierte el político democristiano con voz de púlpito al periodista, quede claro que es una iniciativa periodística y no un puente tendido por el Gobierno de España a los etarras.
José Luis Álvarez Santacristina, alias Txelis, miembro de la cúpula de ETA detenida en Bidart en 1992, es concluyente: 1) Él no podía hacer nada en su situación carcelaria y más aún cuando él mismo había comenzado un proceso de distanciamiento contra determinados postulados de la organización. 2) Aunque mandara en ETA, nada podía hacer, porque los comandos, cuando inician una acción de este tipo, rompen toda comunicación y cumplen hasta el final su misión sin volver a consultar nada más. Los secuestradores son como los animales de tiro (en su otra acepción) a los que se les pone viseras perpendiculares al ojo para no distraerse del objetivo. Y la orden asumida por Txapote, el secuestrador, es que a las cuarenta y ocho horas le pegará arriba, y a por otro.
Tan seguro está Txelis que cuando Mayor Oreja se reúne con Aznar, al conocer la opinión de la vía establecida en París, es terminante: no hay nada que hacer, salvo que, por un golpe de suerte, las Fuerzas de Seguridad del Estado den con él.
Extracto del libro El hijo de todos, escrito por Miguel Ángel Mellado, editado por La. Esfera de los Libros.