A Jaime Botín-Sanz de Sautuola García de los Ríos (81 años) se le acumulan los problemas judiciales. Al hermano pequeño del que fue zar de las finanzas, de nombre Emilio Botín, eterno presidente del Banco Santander, uno de los grandes bancos del mundo, se le acusa de un delito de contrabando de bienes culturales, relacionado con la salida de España del cuadro Cabeza de mujer joven, de Pablo Picasso, valorado en 26 millones de euros. La Fiscalía solicita para él cuatro años de prisión y una multa de 100 millones de euros.
“A la vejez viruelas”. “Hasta ahora ha ido año tras año esquivando los problemas”, aseguran sus conocidos. Muy atrás quedan ya los suculentos tiempos de su negocio bancario, aunque su fortuna familiar se valora hoy en cerca de 2.000 millones de euros. Este Botín descarriado parece alejarse de la tradición familiar, ore et labora. Nunca siguió los parámetros familiares impuestos por el muñidor de todo este imperio bancario, su abuelo Emilio Botín López (Emilio I), quien solía decir que en los negocios siempre había que jugar con un as en la manga: “Siempre devorar antes de que te devoren”. Por eso, en la saga de los Botín permanece todavía el dicho de “quien da primero da dos veces". Y éste ha sido el lema de una familia convertida hoy en una de las mayores fortunas de España y dentro de las 500 más ricas del mundo. Jaime, al que algunos conocidos dicen que fue “banquero por accidente”, procuro alejarse mucho antes de este mundo. El 20 marzo de 2002, un mes antes de cumplir los 66 años, dio la sorpresa. Presentó su renuncia al consejo de administración de Bankinter, la entidad en la que estuvo vinculado desde su creación en 1965: primero como consejero director general, después como consejero delegado y desde 1986 como presidente de la entidad, tras la salida del cargo de su padre Emilio Botín-Sanz de Sautuola y López. Pero su deseo de una vida más tranquila y sosegada no ha sido del todo posible.
Acusado de contrabando
Esta semana el titular del Juzgado de Instrucción y Primera Instancia número 4 de Pozuelo de Alarcón (Madrid), Enrique Presa, acordó por fin la apertura de un procedimiento abreviado por presunto contrabando contra Jaime Botín en un procedimiento que se inició en el año 2015. El 31 de julio de ese año, agentes de la Gendarmería francesa, siguiendo instrucciones del Ministerio del Interior español, interceptaron en el puerto de Calvi (Córcega) el velero Adix, que fuera propiedad del millonario argentino Carlos Perdomo y luego pasó a la empresa Euroshipping Charter Company, cuyo principal accionista es Jaime Botín.
En este velero de nombre primero Jessica y luego rebautizado como Adix, en honor al apelativo de su segunda mujer Adela Bermúdez, se encontraba escondido el cuadro de Picasso, “Cabeza de mujer Joven”, hoy en custodia en el Museo Reina Sofía. Una obra que había adquirido Botin en 1977. El lienzo realizado por el genio malagueño en 1906 es una de las pocas pinturas del periodo de Gósol, en referencia a la localidad de Lérida donde vivió el artista y empezó a evolucionar hacia el cubismo.
Pero la historia viene de mucho más lejos. Ya en el año 2012, la firma de subastas Christie's Ibérica, solicitó a la Secretaria de Estado de Cultura poder exportar la obra a Londres. Entonces, la Junta de Calificación, Valoración y Exportación de Bienes del Patrimonio Histórico Español rechazó la autorización, “por no existir una obra semejante en el territorio español”. Botín alegó entonces que el “cuadro fue pintado en el extranjero, se compró en el extranjero y allí había tenido siempre su domicilio permanente”.
Esta es la principal línea de defensa de Jaime Botín, que junto a sus asesores argumenta que “navegar por el Mediterráneo, dentro de aguas de la Unión Europea, con el cuadro a bordo, no infringe la prohibición de exportar”. Botín también insiste en su defensa que la obra nunca “salió de su círculo privado”. Pero de una forma u otra, se prevé que el juez no archivará la causa y abrirá juicio oral, un problema más para el otrora todopoderoso Jaime Botín que siempre buscó un final de sus días más tranquilo que los de su hermano mayor.
Pero aquí no terminan los problemas de Jaime Botín. Los escándalos le han ido acompañando en su dilatada vida, acelerándose en los últimos años. Precisamente días antes de la apertura del procedimiento abreviado por el , la Sección de Delitos Económicos de la Fiscalía Provincial de Madrid interpuso una querella contra el ex banquero y otras tres personas por defraudar a la Hacienda Pública la cantidad de 1.014.298 euros. Se les acusa de haber creado un entramado de empresas a través de las cuales se simulaba que la aeronave propiedad de Botín tenía su base en Portugal, un país donde no existen impuestos para este tipo de actividades, cuando realmente el avión realizaba sus movimientos en España, principalmente desde el aeropuerto madrileño de Torrejón de Ardoz.
También un año antes, en 2016, el Ministerio de Economía, a propuesta de la Comisión Nacional del Mercado de Valores, sancionaba con 500.000 euros a Jaime Botín por incumplir el deber de comunicación y difundir sus participaciones significativas en Bankinter. Desde 1993 hasta 2010 sólo declaró tener en Bankinter un 16% del capital, cuando contaba con el 24% a través de una fundación de su familia. La rama de Jaime Botín llegó a controlar un porcentaje importante de Bankinter a través de su sociedad instrumental Cartival.
Cartival, la mano terrenal de los negocios de Botín
Jaime Botín cuenta con una fortuna estimada en unos 2.000 millones de euros, a través de la sociedad familiar Cartival, la empresa que constituyó en el año 1989 de la que es presidente. La firma, que tiene un capital de 71 millones de euros, posee cerca del 24% de las acciones de Bankinter, una participación valorada en la actualidad en más de 1750 millones de euros, inversiones en capital riesgo y diferentes propiedades y explotaciones agropecuarias.
En Cartival figuran como consejeros, además de Jaime Botín, sus cinco hijos, Lucrecia, Marcelino, Marta, Gonzalo, y Alfonso, este último, representante de la empresa en el consejo de administración de Bankinter ocupando el cargo de vicepresidente del banco. La sociedad familiar ganó el pasado año 37,6 millones de euros.
La empresa presidida por Jaime Botín es propietaria de la sociedad El Retamoso de la Mancha, en la que ejerce como administrador único su hijo Alfonso. Explota una finca y cotos cinegéticos en Ciudad Real en la que trabajan 15 personas y que en los años 2015 y 2014 registró pérdidas por importe de un millón de euros. La finca recibió en los dos últimos años subvenciones de la Junta de Castilla La Mancha. El Retamoso de la Mancha tiene a su vez una participación del 50% en la empresa Pista la Perdiz, sociedad propietaria de un aeródromo en la finca manchega La Nava, donde se dan cita cazadores de alta alcurnia, una de las aficiones favoritas de Jaime Botín, en la que coincide con su amigo Juan Abelló.
En su finca manchega también tuvo un incidente con la justicia a finales de los 90 al multar a Jaime Botín la Junta de Castilla-La Mancha con 15,2 millones de pesetas (luego fue anulado en el año 2000 por la Sala Tercera de lo Contencioso-Administrativo del Tribunal Supremo), por la muerte de un águila imperial especialmente protegida, al caer en un cepo para la captura de conejos.
También a través de Cartival ha participado en la Agrupación de Interés Económico, Amigos de Altamira AIE, coproductora de la película Altamira, protagonizada por Antonio Banderas, en la que se defendía el papel de su bisabuelo Marcelino Sanz de Sautuola, descubridor de la cueva de Altamira. Un fracaso en taquilla, en su estreno apenas recaudó 400.000 euros en España en 235 salas, que se estima que costó más de 8,5 millones de euros.
La moralidad del estudiante de Filosofía
Todos los Botín siempre han estado muy compenetrados. Jaime, que dicen que era el más reposado de todos, estudio la carrera de Derecho y Económicas en la Universidad de Deusto. Al acabar sus estudios en 1957 ya entro el negocio familiar bancario del Santander donde llegó a ser vicepresidente primero. Sin embargo, optó por dirigir su carrera financiera hacia Bankinter donde llegó a ser consejero delegado y luego presidente. Fue a petición propia, en el verano de 2004, cuando Jaime abandonó definitivamente todos sus cargos en el Grupo Santander. Aunque siempre estuvo cerca de su hermano sus diferencias de carácter siempre fueron importantes. Mientras que Emilio no tenía ningún problema en acudir a actos y ser el centro de atención, a Jaime les costaba incluso hasta hacerse fotografías para promocionar el negocio bancario familiar.
Desde que dejó la presidencia de Bankinter, ha cambiado sus hábitos, ha dejado de lado las labores mundanas económicas por otras más etéreas. Le gusta además de ir de caza jugar al golf con su segunda esposa, Adela Bermudez. Pero donde dicen sus conocidos que más disfruta es con sus estudios de latín y de Filosofía. En el año 2011 se matriculó como alumno de la “Escuela de Filosofía”, situada en la calle Asura de Madrid cerca de las antiguas oficinas de Banesto. No es una escuela tipo. Aunque si imparten cursos su objetivo principal es que sea un lugar de debate abierto a todos, aunque “lo que abundan son los altos ejecutivos y directivos, y es que los precios no son para todos”, afirman alumnos consultados por El Español. Los cursos como “Historia del Pensamiento Filosófico: el mundo clásico” o “Historia del Pensamiento Filosófico: el mundo moderno” tienen un coste de 2.375 euros. Si se opta por el curso completo “Una historia de la filosofía en el siglo XX”, el precio se dispara de 4.750 euros.
Jaime Botín se mueve en este ambiente como pez en el agua. De hecho, entre septiembre de 2013 y noviembre de 2016 ha escrito diferentes columnas de opinión en el diario El País en el que firmaba como “Jaime Botín, alumno de la Escuela de Filosofía”. Uno de los más controvertidos lo firmó en septiembre de 2013 con el título “Moral Católica”, (que tuvo su continuación en octubre, tras las críticas recibidas, con un segundo titulado “La moral católica y sus practicantes”). En él afirmaba: “Dios es infinitamente misericordioso y la Iglesia tiene delegado el poder de perdonar. En este disparate se asienta la moral católica, un principio fatal para la buena marcha de una democracia moderna donde no debe bastar con pedir perdón. No es suficiente decir: “Me equivoqué”. En una democracia, el sacerdote no administra la absolución de las fechorías cometidas por el pecador arrepentido. En una democracia digna de tal nombre hay que dar cuenta y asumir la responsabilidad. Mucho temo que la moral católica, si Dios no lo remedia, va a acabar no solo con la derecha española, sino con todos nosotros”. Al afearle en otras columnas lo que reflejaba el artículo con los escándalos que le rodeaban en la segunda parte señalaba que “El y tú más es una perversión de nuestras conductas y reflejos morales”.
No dudó en criticar al Gobierno en enero de 2014 en la columna titulada “La derecha política”, con reflexiones como la siguiente: “Si nuestros políticos reflexionaran con un mínimo de prudencia ellos mismos se darían cuenta. Pero nunca aprendieron que “una vida sin examen no merece la pena ser vivida” y olvidar a Sócrates suele tener deplorables consecuencias. Fueron educados en el canon eclesiástico, según el cual pensar está prohibido y los librepensadores van todos al infierno. Seguramente, nuestros actuales gobernantes figuraron entre los primeros de la clase y así les luce el pelo. La contrapartida es el drástico recorte de pelo en los ingresos, las oportunidades y las libertades de los ciudadanos.” Finalizando con un demoledor: “Si la derecha política gana la partida aquí es como si en América se impusiera un partido republicano dominado por el Tea Party, los herederos del Ku Klux Klan. Algo parecido a un poder integrista religioso, pero en América, y allí funcionan muchos contrapesos. Aquí sería distinto: sería para dar miedo.”
También en noviembre de 2004 escribía sobre el derecho a decidir en Cataluña en términos filosóficos: “Aunque Mas y sus socios lo invoquen todos los días, el “derecho a decidir” no existe. Lo que, en cambio, sí hay es la “obligación de decidir” y ésta, consecuencia de la libertad del hombre, es la que da carácter moral a sus actos” para finalizar con “Eso sí, la batalla se dará en términos y con reglas de juego democráticas, mediante el voto libre de los españoles, no constreñido desde el poder político ni influido por la propaganda oficial”.
Los guapos de la familia
Jaime Botín siempre ha vivido al margen de los criterios rígidos y oscuros de la familia. Su devenir siempre ha sido el de un millonario, como lo que es todavía hoy. Nunca le han faltado sus caprichos: desde un velero de tres palos, hasta fastuosas mansiones, como la de “Los Pataches”, colgada sobre la playa santanderina de Los Peligros y a escasos metros de la residencia familiar de “El Promontorio”. Su primera mujer fue la santanderina Belén Naveda Agüero, hija del delegado para Cantabria de las máquinas Olivetti y presidente del Club Marítimo. Con Belén tuvo ocho hijos, cinco siguen hoy con vida: Alfonso, Gonzalo, Lucrecia, Marcelino, y Marta. Dos murieron en un trágico incendio en la vivienda familiar de la calle Isabel II, de Santander, y otro falleció al poco de nacer.
Dos de los hijos de Jaime, Alfonso y Marcelino, también siguieron sus pasos en el accionariado de Bankinter, donde han sido consejeros. Su hija Marta contrajo matrimonio con otro influyente banquero, Álvaro Blasco Villalonga, hijo de la millonaria ya fallecida Marita Villalonga, consejera del extinto Banco Central y propietaria de la cuadra de caballos Rosales. Lucrecia se casó con el financiero argentino Raúl Sánchez, en una ceremonia espectacular celebrada en 1987 en la finca familiar Puente San Miguel, donde la familia Botín acostumbra a realizar por todo lo alto las ceremonias nupciales y bautizos. Quien no pudo celebrar allí su boda fue Marcelino Botín Naveda, que dicen que es el más inconformista de la saga, y que al casarse con una chica de clase media fue apartado de ese altar, aunque se casó en otro más barroco, el de la Colegiata de Santillana del Mar. Dicen por Santander que los hijos de Jaime son “los guapos de la familia”.
Jaime Botín y sus cinco hijos fueron salpicados por la famosa lista Falciani que desvelaba los fondos ocultos de millonarios españoles en Suiza. En julio de 2010, los Botín regularizaron las cuentas en el HSBC de Ginebra en las que ocultaban una fortuna al fisco. Era presuntamente el dinero que Emilio Botín Sanz de Sautuola y López, su padre, sacó de España durante la Guerra Civil, cuando fue destituido de sus cargos en el Santander, que había sido intervenido por el Banco de España. Solo por el ejercicio 2005, Jaime pagó 12,1 millones y sus hijos, 2,15 millones cada uno salvo uno que abonó 4,3 millones y que fuentes identifican como Lucrecia, la menor. En total, esa rama de la familia pagó 25 millones solo por ese año para regularizar su situación fiscal, aunque presentaron declaraciones similares entre los años 2006 y 2009. Lo anterior estaba prescrito. Se estima que abonó menos de 125 millones de euros, por la regularización de cinco ejercicios.
El escándalo de esta regularización saltó porque desde Hacienda no tenían claro si la lista Falciani fuese a ser declarada válida en los tribunales (al final, el Supremo decidió que sí lo era) y prefirió que por medio de una carta les avisara para que regularizaran su situación. La Agencia Tributaria comenzó entonces a chequear que la regularización era correcta. El caso de los Botín era muy complicado y estaba cerca de cumplirse el plazo de cinco años de prescripción del delito fiscal. Por ello, Hacienda procuró ganar tiempo. En mayo de 2011 denunció el caso a la Fiscalía Anticorrupción. Lo hizo alegando que "no ha podido determinarse si las regularizaciones han sido completas y veraces". Gracias a esta maniobra consiguió el tiempo necesario para hacer las comprobaciones. Un año después, la Audiencia Nacional archivó la causa contra los 12 miembros de la familia Botín. Hacienda consideró entonces que las regularizaciones habían sido correctas y veraces. No había delito y el fisco aceptó el dinero que habían presentado.
Los Botin reclamaron posteriormente el dinero de la regularización de un solo año, del 2005. Pero el Tribunal Supremo ha desestimado el recurso presentado por el hijo del exbanquero Jaime Botín.
Una realidad muy terrenal con millones de euros en juego, supuestos engaños y triquiñuelas fiscales que chocan frontalmente con ese Jaime Botín estudioso de Filosofía y predicador de ética y moralidad. Hoy si sus antepasados levantaran la cabeza, no le perdonarían nunca.