Pascual Pery Junquera, el héroe de Cádiz.

Pascual Pery Junquera, el héroe de Cádiz.

Reportajes

Así evitó mi padre de forma heroica otra explosión en el polvorín de Cádiz

El Capitán de Corbeta Pascual Pery Junquera fue el héroe de la tragedia de Cádiz. Setenta años después, su hijo recuerda su hazaña al sofocar el incendio que pudo haber provocado una catástrofe mayor, un gesto valiente por el que merecía la Cruz Laureada de San Fernando, distinción para la que fue propuesto pero nunca le fue concedida.

13 agosto, 2017 03:14

Hace setenta años, el 18 de agosto de 1947, cuando se produjo la explosión del almacén de minas de la Base de Defensas Submarinas de Cádiz junto al barrio de San Severiano, yo estaba a punto de cumplir seis años. Es la primera imagen que guardo en mi memoria. En un momento de la rutina diaria del baño antes de la cena. De pronto un gran resplandor, el cielo totalmente rojo y un estruendo sentidos a través del hueco del balcón, cuya puerta desapareció, que daba al patio de atrás de la casa de mis abuelos maternos en el centro del casco antiguo de Cádiz. Y luego oscuridad y todo lleno de cristales. También recuerdo a mi padre poco antes junto a ese balcón.

Los recuerdos continúan con la llegada a casa de varios heridos. Sobre todo la de uno de nuestros primos, José Manuel Paredes Marcano, al que su padre Manolo traía a la mañana siguiente en brazos lleno de heridas. A mi abuela desde el patio le dijo: "Tía, vengo con lo que me queda". Había perdido a su mujer y sus otros tres hijos. Me recuerdo mirando arrodillado medio escondido desde el corredor del primer piso que daba al patio principal. Guardo la sensación de que los pequeños lo menos que teníamos que hacer en esos momentos era molestar. Y a los que no nos había pasado nada, no nos hacían ni caso. Otro primo nuestro, niño, huérfano reciente de madre, se quedó solo al perder a su padre, el doctor Rodrigo Zabalette, y a sus dos hermanos. Eran los familiares próximos que teníamos entre las 156 personas que murieron esa noche. La imagen de dos de esos primos pequeños muertos en sus camitas mirándose uno al otro era el recuerdo más triste que guardaba mi padre de cuando fue a ayudar a desescombrar después de pedirle al almirante Estrada que le dispensase de seguir acompañándole y cumplir varias órdenes.

Nada más producirse la explosión, mi padre, Pascual Pery Junquera, entonces Capitán de Corbeta, era comandante del cañonero Calvo Sotelo, atracado esa noche en el muelle pesquero. Temió un accidente a bordo, se puso de uniforme y salió a toda prisa hacia el muelle. Junto a la estación meteorológica que existía frente al Ayuntamiento se encontró al ayudante cartero de su barco y le indicó que el oficial de guardia encendiese para alistar el barco y le enviase un enlace a Defensas Submarinas porque observó un gran incendio hacia el astillero, también en la zona del barrio de San Severiano. Siguió corriendo hacia allá y al llegar el oficial de guardia de la Base le dijo que una muralla de escombros impedía el paso a los almacenes de minas. Trepó sobre los escombros. Y un grupo de marineros que, estando, salvo uno de ellos, francos de servicio, habían vuelto a su destino y estaban en la puerta de la Base desconcertados, cuando vieron que un capitán de corbeta al que no conocían se puso al frente, le siguieron decididamente. Al tiempo, les fue preguntando si donde veían incendios había minas. En uno de ellos, donde estaba el taller de lanchas rápidas, se lo confirmaron y fueron todos hacia allí. El fuego estaba a metro y medio de las minas y al tocarlas comprobó que estaban muy calientes, por lo que había que apagar el fuego. (Pocos años antes un almacén de minas en Lake Denmark había explotado a los cinco minutos de producirse un incendio).

Pensó en sofocarlo con mantas bien empapadas, lo que era imposible de conseguir, ya que el cuartelillo de la Base había desaparecido, y con cierta desesperación empezó a tirar escombros al fuego, lo que al poco tiempo vio que empezaba a surtir efecto. En esa labor se empeñaron todos. Hasta apagarlo. Allí seguían los marineros Mosquera, Casas, Romero Gabarda, Rosso, Palero, López Fernández, Otero Martínez, Maqueda, Gallardo y Cuevas. Por esta acción el almirante Estrada propuso el inicio del juicio contradictorio para la concesión de la cruz laureada. El empate a diez en la votación final del Consejo Supremo dejó la decisión en manos del presidente, que votó en contra, rompiendo la tradición de que el presidente en caso de empate siempre votaba a favor desde que en 1841 lo hizo en contra para condenar a muerte a Diego de León. No obstante, a propuesta del ministro almirante Regalado se le concedió la medalla naval individual. En aquel momento, para los marineros recibir la laureada colectiva hubiese sido de valor. Cuando a finales de los años ochenta el Ayuntamiento de Cádiz los nombró a todos hijos adoptivos y predilectos debieron sentirse orgullosos.

Imagen aérea de Cádiz tras la explosión.

Imagen aérea de Cádiz tras la explosión.

Al producirse la explosión, el Capitán de Fragata García Agulló, jefe de la Base de Defensas Submarinas, se dirigió a toda prisa a la residencia de verano del Capitán General, almirante Estrada, muy próxima a su casa en la zona de la playa Victoria. El almirante le ordenó detener al primer coche que pasase para ir inmediatamente a la Base. Que el almirante no tuviese un coche a la puerta da idea de lo precario de aquellos tiempos. El coche que paró fue el del coronel de armamentos Cantero. Durante el camino hasta la Base el almirante tuvo que hacer varias paradas para tranquilizar en lo posible a una población temerosa de que algo más podía venir detrás. Al llegar a la puerta de la Base García Agulló quiso dirigirse a los almacenes de minas inmediatamente, a lo que el almirante le dijo: "Vamos los dos"; y siguieron el camino que el oficial de guardia, mayor torpedista Garofano, encontró más accesible. Mi padre siempre comentó que de no llegar él, Agulló habría sido quien apagase el fuego.

El almirante Estrada pidió a mi padre que le acompañase y se les unió el sargento Padilla, electricista del Guadalete, portando una linterna. En una máquina de tren que estaba maniobrando se trasladaron hacia la Comandancia de Marina. Los almacenes de minas daban a las vías del tren. En la Estación había un vagón con municiones custodiado por un soldado centinela. El almirante dijo a mi padre que lo desenganchase para que fuesen luego a empujarlo alejándolo hacia el muelle. Lo hicieron más tarde un grupo de voluntarios. Cuando en su recorrido con el almirante volvieron a la Base y se acercó al almacén, cuyas minas no habían explotado, le dijeron que un fuego en el astillero se había reavivado. Se dirigió allí en un camión y se hizo cargo de su extinción, en la que participaban marineros del Calvo Sotelo y de la Comandancia de Marina y bomberos del Consejo Ordenador. Al volver a San Severiano mi padre le pidió al almirante poder dirigirse a las casas derruidas donde residían familiares de su mujer. Con la tristeza de ver lo que habían sufrido ya bien entrada la mañana volvió a casa. Mi madre recordaba que volvía con los zapatos blancos del uniforme destrozados.

Estado en el que quedaron las viviendas tras la explosión.

Estado en el que quedaron las viviendas tras la explosión. Imágenes de RTVE

Al mirar ahora hacia atrás y ver lo que pasó aquel día hay que situarse en la realidad de entonces. A pesar de la dificultad para hacerlo, dado que el archivo General del Departamento Marítimo desapareció, en buena parte debido a un incendio, se ha investigado con gran esfuerzo. En particular José Antonio Hidalgo y también José Antonio Aparicio Florido que en su libro La noche trágica de Cádiz concluye que el origen de la explosión se debió al algodón pólvora de unas cargas de profundidad. Explosivo que había dejado de utilizarse ya entonces, pero que contenía algunas de esas cargas depositadas en el almacén número uno que fue el que explotó y donde buena parte de lo almacenado había sido recuperado después de la Guerra Civil. Desgraciadamente, las medidas que se estaban tomando para llevarse muy próximamente los depósitos de minas a unas cuevas excavadas en el lugar apartado de la sierra de San Cristóbal no llegaron a tiempo. La tragedia sigue presente en el recuerdo de todos los gaditanos.

*José Mª Pery Paredes es Capitán de Navío retirado e hijo de Pascual Pery Junquera.