Son las 10.28 de la mañana de este miércoles, 9 de agosto, en la playa de La Adelfa, un enclave privilegiado en el corazón de Marbella. Un hombre oculto bajo sus gafas de sol y una gorra camina por la orilla. Lleva camiseta blanca ceñida y sin mangas, bermudas verdes, unas zapatillas Nike de color gris y calcetín deportivo blanco. Se trata de Francisco Granados, exconsejero de Interior de la Comunidad de Madrid, involucrado en el estallido del caso Púnica, uno de los escándalos de corrupción más mediáticos de los últimos tiempos. Está en libertad bajo fianza desde el pasado 14 de junio tras haber pasado casi tres años en prisión. Vuelve de hacer deporte. Va a paso ligero. Realiza esta actividad física con religiosa frecuencia y enfila el camino que le conduce hasta la urbanización donde él y su familia pasan la temporada estival, en un adosado valorado en medio millón de euros y embargado por el juez hasta que la macro causa contra la corrupción política que le afecta vaya a juicio.
Hace calor pese a que todavía es temprano. En la playa apenas se ve gente, un puñado de deportistas que aprovechan las primeras horas para correr o practicar yoga. Granados es uno de ellos. Toma el camino de tablones de madera que une la costa con la avenida Cervantes. Pasa junto al Bono Beach, uno de los restaurantes más caros de la zona y en el que nosotros nos encontramos.
El exconsejero de Interior y hombre fuerte de Esperanza Aguirre va alerta. Quizá recuerda el revuelo cuando se descubrió que Luis Bárcenas, extesorero del PP, pasaba sus vacaciones en un chalé de Baqueira tras descubrirse que guardaba 40 millones de euros en Suiza. El ex alcalde de Valdemoro, José Miguel Moreno, también guardó dinero allí. O puede Granados que se acuerde de la imagen de Rodrigo Rato saltando desde su yate en Mallorca en plena vorágine por su declaración como imputado en el caso Bankia. Sea por el motivo que sea, se muestra alerta y esquivo.
En un momento dado, algo llama su atención: se trata del teléfono móvil de un periodista de EL ESPAÑOL. Ante la sospecha de que le pueden estar haciendo una fotografía, vuelve la cara. Su rostro mira hacia la izquierda, pese a que en un momento dado tiene que caminar hacia la derecha en una curva para proseguir su camino. Su mirada permanece fija en sentido contrario al lugar al que debería estar mirando.
Va a buen ritmo y salva la distancia -unos escasos 50 metros- que le separa de su destino, la urbanización El Arenal. Abre la puerta de rejas y desaparece de nuestro campo de visión. Seguimos sus pasos y nos lo encontramos en guardia al otro lado de la puerta. Está vigilante, escudriñando la calle. Al vernos, muestra un gesto irritado, enfadado. Seguimos caminando y, al mirar hacia atrás, nos lo encontramos fuera de la urbanización. Está airado, aún con sus gafas de sol y su gorra. Nos mira fijamente y hace un aspaviento con la mano que tiene fácil traducción: “¿Qué estáis haciendo?”.
La red de la Púnica, en El Arenal
La urbanización El Arenal se encuentra en primera línea de playa, en una zona conocida con el nombre de El Rosario. De acuerdo a los anuncios en diferentes portales inmobiliarios, los adosados rondan entre los 450.000 y los 500.000 euros. Las viviendas, de 165 metros cuadrados, tienen cuatro habitaciones y dos baños distribuidos en tres plantas. La finca cuenta con piscina y servicio de vigilancia durante 24 horas.
Granados comparte urbanización con otros dos nombres clave implicados en la Púnica, el escándalo de corrupción que ha sacudido los cimientos del PP madrileño: el empresario y constructor David Marjaliza, que tras su detención ahora colabora con la Justicia para esclarecer el caso, y el excalcalde popular del municipio madrileño de Valdemoro, José Miguel Moreno, a quien se le acusa de varios delitos de corrupción. “Estoy tocándome los huevos que para eso me hice diputado. Me voy de vacaciones, prepárame pasta”, llegó a afirmar Moreno en una conversación telefónica publicada por este diario.
La vivienda estival de Granados, que el político utiliza desde hace años según sus vecinos, se encuentra ahora bloqueada por la Audiencia Nacional. El exconsejero de Interior madrileño puede disfrutar de ella, disfrutarla los veranos junto a su familia, pero no puede venderla o especular con ella. Y así será previsiblemente durante varios años. Todo lo que se prolongue su causa judicial hasta que exista una sentencia firme. A día de hoy, un mes de alquiler en la zona ronda los 1.500 o 2.000 euros.
La urbanización El Arenal está atestada en este mes de agosto. Una pareja de inquilinos explica a EL ESPAÑOL que ven a Granados con frecuencia en la piscina: “No va más que un rato, pero lo hace a menudo. Se quita la camiseta, se pega un chapuzón, se seca con la toalla y se marcha rápidamente”, afirman. Asienten con la cabeza al ver la foto que un periodista de este periódico ha tomado del exconsejero de Interior madrileño practicando deporte: “Sin duda, es él. Sale todas las mañanas y vuelve pronto, antes de que haya demasiada gente en la playa. Es activo y deportista, pero creemos que no quiere que se le vea demasiado”.
Según explican, el que fuera hombre fuerte de Aguirre -en prisión preventiva entre el 31 de octubre de 2014 y y el 17 de junio de 2017- apenas sale de su vivienda, aunque a veces lo hace a la hora de comer “para encontrarse con algunos de sus viejos amigos que también veranean en Marbella”. La joven pareja también relata que el adosado del exalcalde de Valdemoro -“desierto desde hace mucho tiempo”- linda puerta con puerta con el de Granados.
Una zona residencial exclusiva
El adosado de Francisco Granados está en uno de los enclaves más exclusivos de la Costa del Sol, junto a la playa de La Adelfa, que se extiende a lo largo de varios kilómetros por la costa marbellí. La zona también es conocida con el sobrenombre de “las dunas”, por el sistema arenoso que el Ayuntamiento de Marbella protege debido a “su alto valor ecológico”.
La playa se llena de turistas a las doce de la mañana. El mar suele estar ligeramente picado. Vendedores ambulantes ofrecen toda suerte de artilugios, relojes y prendas de vestir a los visitantes. Varios puestos que ofrecen servicios de masajes salpican la playa: “Masaje de pies de 15 minutos, 15 euros; espalda y piernas, 25 euros; personalizado, 35 euros; masaje completo de una hora, 50 euros”.
También se pueden encontrar algunos de los chiringuitos y restaurantes más lujosos de este enclave marbellí. Bono Beach, el que está situado más cerca de la vivienda de Granados, ofrece a sus clientes un servicio de alquiler diario de tumbonas: 80 euros con sombrilla; 100 euros las que están cubiertas por un dosel de madera y telas de lino. El precio incluye una botella de vino servida en una cubitera con hielos. Los comensales de este restaurante pueden pedir un bogavante entero por 39 euros o un solomillo irlandés por 28, entre otros platos de la carta.
A eso de las cuatro de la tarde, cuando crece la marea y el mar casi engulle la playa, la mayoría de los visitantes se retiran a sus urbanizaciones o a sus chalés. También es la hora en la que se llenan los muchos campos de golf que hay en la zona. Por la noche es frecuente encontrar a los inquilinos de la urbanización El Arenal paseando entre las calles de Puerto Banús o en los restaurantes de la ciudad de Marbella.
Francisco Granados seguía rutinas similares antes de que estallase el caso Púnica. Hoy, siendo uno de los principales señalados por el escándalo de corrupción y tras su paso por prisión, mantiene su veraneo en su casa de la Costa del Sol. Pero ahora lo hace imbuido en una actitud alerta y esquiva. Son las 10.28 de este miércoles, 9 de agosto, y el ex consejero Justicia e Interior de Interior de la Comunidad sospecha que ha sido descubierto por EL ESPAÑOL. Alza el mentón en gesto desafiante y mueve la mano de forma airada clamando en silencio: “Sí, soy yo. Y vosotros, ¿qué estáis haciendo?”.