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Cuesta hablar en pasado de Rocío en la barriada de Los Montecillos de Dos Hermanas. Allí, en la plaza Sortes, quienes la conocieron todavía fantasean con verla asomada al balcón del piso en el que vivía, con que les sorprenda por detrás con alguna de sus habituales bromas o con toparse con ella saliendo del portal junto con sus dos pequeñas, Carmen y Rocío. Hace días que la tranquila plazoleta en la que habitualmente juegan los niños y chismorrean los mayores dejó de ser un lugar alegre. No es luto, explican los vecinos, es vacío. El dolor, instalado allí como una nube, contamina a cuantos en la zona viven. Desde el domingo, el silencio solo se rompe por el recurrente recuerdo de Rocío, la joven de 25 años que murió decapitada por un ascensor del hospital poco después de dar a luz a su tercera hija, Triana. “Qué forma más cruel de morir —lamentan sus amigas—, justo cuando das la vida”.
No cuesta encontrar amigos de Rocío Cortés Núñez, ‘la del Chino’, como la conocían en su barriada por el mote de su marido. El recuerdo de la joven va guiando a los reporteros de EL ESPAÑOL hacia el número 4 de la plaza de Sortes, un núcleo residencial de gente obrera. Allí se vive sin grandes lujos, puede faltar el dinero, pero —explican sus vecinos— nunca faltó la alegría. Hasta el domingo.
A Ana, a Rosa o a María José, íntimas de Rocío, todavía se les escapan las risas cuando recuerdan las ocurrencias de la joven. “Era una cachonda mental —apunta Ana—, estaba todo el día de guasa”. “Mírala en este vídeo, mírala cómo cantaba por Alejandro Sanz. Y si la vieras bailar…”.
Todas echan mano del móvil. Y buscan fotos, mensajes y demás interacciones en el grupo que compartían con Rocío: La Chupipandi. “Nos puso el nombre ella, porque decía que éramos las más chulas del barrio”, explica Ana. Todas vuelven a reír.
Se le tuerce el gesto a Rosa cuando, entre tanto wasap, escucha el mensaje de audio que Rocío envió al grupo de WhatsApp cuando iba a dar a luz. “Niñas, estoy en planta, porque he llegado con la bolsa rota pero sin dolores. Ahora, al parecer, ha empezado el parto de verdad y me están dando contracciones cada cinco minutos”. Eran las 12 de la mañana del domingo 20 de agosto.
Los mensajes de ánimo cesaron a las 13.04 horas, cuando José Luis, ‘el Chino’, el marido de Rocío, mandó a La Chupipandi una foto de la recién nacida: Triana. Todo había salido bien, aunque por cesárea. Y empezaron a intercambiar palabras de enhorabuena.
Era el final de más de 24 horas en el hospital Nuestra Señora de Valme de Sevilla, al que llegaron poco después de las ocho de la mañana del sábado. Eso sí, tras de comunicarlo al grupo de WhatsApp. 08.03 horas, suena un pitido en los once móviles de las once mujeres que componen La Chupipandi. Tamara, Isabel, Carmen, Rosa, Cuqui, Valme, Ana, Alexandra… “Hola, chicas, he roto aguas, me voy para el hospital”.
Entraba y salía de monitores. No dilataba. Por eso algunas amigas se fueron al hospital a amenizar la espera. Allí la maquillaron y le hicieron una trenza. “Era muy coqueta y quería ir mona al paritorio”, puntualiza Rosa.
El parto acabó. Y mientras que a Rocío se le pasaba el efecto de la sedación en la sala del despertar, su marido, los padres de él y los de ella esperaban en la habitación 326 del hospital de Valme.
Poco después escucharon un fuerte ruido. Alertados, supieron de un grave accidente en el traslado de un paciente en uno de los cuatro ascensores que comunican la segunda planta, donde está la sala del despertar, con la tercera, la de maternidad.
“José Luis insistió en conocer la identidad del accidentado porque tuvo el presentimiento de que era Rocío”, apunta Ana. Y así fue.
Como ya contó EL ESPAÑOL un fallo en el ascensor número tres hizo que Rocío quedase atrapado por la cabeza. Narran los testigos que al meter la camilla de la joven en la cabina, después de varios intentos, las puertas no se cerraron y el celador decidió cambiar de ascensor. Al salir, cuando el cuerpo de Rocío estaba horizontal en medio de la puerta, el sistema se accionó y la máquina ascendió súbitamente.
“HAN ROTO LA VIDA DE MI HIJA EN TRES PARTES”
Juan Manuel Cortés, el padre de la fallecida, lo explica así: “Han roto la vida de mi hija en tres partes”.
“Traumatismo craneal serio”. Así lo describe el avance de la autopsia que ya está en manos del Juzgado de Instrucción Número 1 de Sevilla. El torso de Rocío fue atrapado en las puertas, la cabeza se elevó con la cabina y el tren inferior quedó colgando del exterior.
El médico forense, en un escrito, aconsejaba a los familiares no ver el estado en el que habían quedado los restos de la joven. Y nadie salvo un tío materno y su padre llegaron a verla. “El padre salió dando voces, tuvieron que atenderlo”, explica Rosa. Rocío estaba irreconocible.
—¿Les consuela pensar que fue una muerte rápida?
—Sí, al menos no sufrió. El informe dice que estaba consciente pero sedada. Eso nos lo ha contado José, el marido. El médico le dijo que tuviera el consuelo de que no había sufrido.
En la plaza Sortes nadie duda que ‘el Chino’ se repondrá del duro golpe que la vida le asestó justo en un día que estaba pensado para ser felices. El nacimiento de su tercera hija le trajo el fallecimiento de su mujer.
José Luis y Rocío se casaron hace dos años. Ella, gitana, iba con un entallado traje de amplio escote y sin hombros, de diseño muy exuberante con pedrería, de larga cola y profusión de volantes de tul y diadema. Sus hijas llevaban los anillos. La Luna de Miel fue en las playas del Palmar, en Vejer de la Frontera, Cádiz.
Carmen y Rocío, sus dos hijas de cinco y cuatro años nacieron y se han criado en Los Montecillos. En un piso de tres dormitorios, salón, cuarto de baño, lavadero y cocina. Él trabaja de camarero en el bar San Fernando, situado frente al lujoso hotel Alfonso XIII, en el centro de Sevilla. “Es un hombre muy trabajador, echa todas las horas del mundo”, explican las de La Chupipandi. De nueve a dos de la tarde, y de cinco hasta las tantas de la madrugada. Por eso Rocío era ama de casa.
ROCÍO, BÉTICA, ROCIERA Y AMANTE DEL BOXEO
La joven, a la que le gustaba la playa, era feliz con pocos lujos. Bética, devota de la virgen del Rocío y creyente. Si todo salía bien tenía pensado ir a la peregrinación de las mujeres al Rocío, que este año se celebra el 16 y el 17 de septiembre. Eligió los nombres de sus hijas por sus tres devociones: Carmen, Rocío y Triana. Y le gustaba el deporte. Practicaba boxeo en Los Portales, el barrio en el que se crió en Dos Hermanas.
Hasta allí iba para, como dicen sus amigas, evadirse del día a día. Su marido, en su último cumpleaños le regaló unos guantes de boxeo y unas vendas. Era una mujer de temperamento. “Pero se hacía a todo —acota Francisco, otro vecino que se acerca al corrillo—, era cariñosa de corazón”.
“¡Qué dolor!”, lamentan.
José Luis llegó el martes por la tarde a la plaza en la que vive, poco después del entierro de su mujer. Desde el domingo vive en casa de su madre, con sus dos hijas, pero ha explicado a sus vecinos que volverá a los Montecillos cuanto antes. Eso sí, ya ha avanzado que necesitará ayuda. “Y sabe que el barrio ayudará”, responde Ana.
“Nos dijo que si podíamos echarle una mano y todas le dijimos que sí, que lo que necesite: desde el cuidado de sus niñas, a enseñarlo a organizar su casa, a hacer la comida, la ropa… a todo”, enumera Ana.
“Es un pedazo de padre, trabajador, todo el día con su Gorda —como llamaba cariñosamente a Rocío—, que no la dejaba de la mano; y ahora nosotras no lo vamos a dejar a él”, explica Rosa. Porque lo que menos desean en la plaza Sortes es que la familia Cortés Núñez abandone el que ha sido y es su hogar.
LA CHUPIPANDI, UN APOYO PARA ‘EL CHINO’
“Por nada del mundo”, advierten. “Esas niñas las tenemos rozadas de chicas”, asegura María José, otra de las amigas. Todas se quedan en silencio mascullando la idea.
—Y si a las niñas las tiene que criar el barrio, ¿las criará el barrio?
—Ufff. Eso es seguro. Con su Chupipandi cuenta seguro. La criará el barrio. Y sus amigas de Las Portadas, el barrio en el que se crió. Los ayudaremos en todo. No tenemos dinero en casa como para tirar cohetes pero les ayudaremos económicamente si llega el caso. Nos quedaremos con las niñas cuando él no pueda, haremos la comida… todas estamos organizadas. Y si nos tenemos que asfixiar un poco, lo haremos, hasta que este hombre levante cabeza. Y él lo sabe.
Todas enmudecen cuando piensan en el día que José Luis regrese al barrio con sus tres hijas, empujando un carrito. Carmen y Rocío todavía no saben que su madre ha muerto. “Les han dicho que está en el hospital con Triana”, explica Rosa. Los psicólogos están preparándolas para tratar de mitigar el duro golpe. “Se lo dirán antes de que vuelvan al colegio, cuando se puedan enterar por cualquier otro niño”, apunta Ana.
Entretanto, para mantenerlas distraídas, La Chupipandi les ha organizado una fiesta de cumpleaños atrasada. Fue este pasado jueves en la plaza Sortes. Y todas hicieron el papel de sus vidas. “Dijimos que nada de llorar —advertía Rosa—, que la que tuviera ganas se fuese al cuarto de baño”.
El objetivo es volver cuanto antes a la normalidad. Y que la justicia prosiga con la investigación de los hechos.
El juzgado que lleva el caso ya tiene en su poder el informe de los Bomberos, la Policía Científica mantiene precintada la planta en la que ocurrieron los hechos. Una vez que todo obre en manos del juez, empezarán a tomar declaración a los implicados. El celador continúa con tratamiento psiquiátrico. Aunque nadie clama contra él. “Es una víctima más”, apuntan desde el círculo de Rocío.
DENUNCIAS, DIMISIONES Y RECORTES
El bufete de abogados de Ernesto Sanguino ha explicado que pedirá responsabilidades al hospital, a la Junta de Andalucía, como responsable de su gestión y al fabricante y a la empresa de mantenimiento “sin perjuicio de cualquier otra persona o entidad pueda ser la responsable”. “El celador —relata el abogado de la familia— hizo lo que debía, e incluso tuvo un acto reflejo de intentar salvarla, cumpliendo en todo momento con su labor, conduciendo la camilla desde la cabeza y colocando los pies hacia adelante en el elevador”.
Si piden responsabilidades políticas los representantes de la Marea Blanca, que el jueves se manifestó junto con el padre y el marido de Rocío Cortés a las puertas del hospital de Valme exigiendo la dimisión de la antigua directora gerente del hospital y actual directora general de Asistencia Sanitaria del Servicio Andaluz de Salud (SAS), María Dolores Alguacil, toda vez que “se le presentó varias denuncias de fallos en los ascensores” tanto a la gerencia como a la Inspección de Trabajo.
El dirigente de Unión Sindical Obrera (USO) Andalucía esgrimió que se comunicaron, tanto de forma oral como escrita, al hospital cinco denuncias desde finales de 2015 sobre las “deficiencias y mal funcionamiento” de los ascensores, en concreto del 2 y el 3, en el murió Rocío. Fallos que vendrían derivados, según uno de los portavoces de la Marea Blanca, de “los recortes” producidos en la sanidad andaluza. “En otros hospitales hay fallos similares”, añadía el doctor Marín Recio.
Varios usuarios han confirmado a EL ESPAÑOL que los fallos con los ascensores eran y son habituales antes y después del fallecimiento de Rocío. Que en no pocas ocasiones se han visto atrapados por las puertas. Y que muchos trabajadores prefieren usar las escaleras por miedo a los elevadores.
La dirección del hospital, en una nota, se defiende argumentando que los ascensores habían pasado las revisiones que exige la normativa. Y que entre agosto y octubre de 2016 realizaron una mejora de tres elevadores centrales por valor de 58.873 euros.
Pese al argumento del hospital, Juan Manuel Cortés, el padre de Rocío, insiste: “Los recortes han influido en un porcentaje alto, en que mi hija haya perdido la vida”. Y pide que la Junta “meta mano en el asunto”. “Que esto no suceda una vez más, que no haya otra familia destruida como la mía por culpa de un accidente como este”.
Un triste suceso que ha alterado el quehacer de todo un barrio, Los Montecillos.
Tamara, vecina puerta con puerta de Rocío, tiene los ojos hinchados y la cara triste. Parece ida. Confiesa que ha pasado la noche a base de pastillas para poder conciliar el sueño. Es una de las más afectadas. “Era mi hermana, no mi amiga”, cuenta en el rellano del bloque que compartían. “Ella no se merecía esto”.
Entre silencios, confirma que a Carmen, Rocío y Triana no le faltarán los mimos de su barrio. “Estaremos para lo que sea, para lo que haga falta, para todo”, asegura Tamara. Apenas habla.
“Yo estoy ahí —zanja con su tajante ofrecimiento—, y el barrio también”.