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Cuenta Enric González que el término 'charnego' era la xenofobia verbalizada con la que los catalanohablantes definían a los obreros que llegaban a Cataluña desde otros lugares de España. El lenguaje es un campo de batalla, que dice una amiga, evidenciando que la violencia también es una cuestión semántica.
En Santa Coloma de Gramenet, un municipio del extrarradio de Barcelona, fue donde se asentó una comunidad de charnegos que fue creciendo. A finales de los 80, en Santa Coloma no había nada, protestaban sus habitantes. "El viejo autobús no podía subir la cuesta hasta la cima de Can Franquesa. Las casas eran húmedas. Había corrimientos de tierras por la lluvia. Cuando se establecieron en ese momento no tenían ni agua corriente", ilustra de nuevo Enric González. "Este gueto va a acabar, la ciudad roja va a estallar; un centro de delincuencia, odio, paro y violencia; ¡Santa Koloma I Reich! Un campo de exterminio, pero queremos seguir vivos", gritaban los barceloneses del grupo Pisando Fuerte, antes conocido como Olor Insoportable.
Un domingo de 1988, el presidente de la Generalitat Jordi Pujol acudió al barrio en una visita institucional. Aquello encabronó al vecindario, que acabó por rebelarse lanzando piedras contra los coches que servían de alfombra roja al president. Pujol salió de su automóvil, hizo acopio de su autoridad y les calló alzando la voz por encima de las proclamas.
Precisamente en Santa Coloma, en aquellos años y en aquellas calles, vivía el Jose, el hijo mayor del Lino y la Luisa. Años más tarde, aquel crío delgado, moreno y que llegó a medir 1,80 acabaría por dirigir el cuerpo de los Mossos d'Esquadra y compartiría paella no con Pujol pero sí con otro president: Carles Puigdemunt.
Josep Lluís Trapero Álvarez (1965) es hijo de charnegos, tiene dos hermanos pequeños y se crió en un barrio obrero (el de la Guinardera, en Santa Coloma), en un asentamiento de emigrados. De hecho, en casa le llaman Jose, su lengua materna es el castellano, pero él se identifica como Josep Lluís y maneja el catalán a la perfección. También habla en castellano con "su novia de toda la vida", Sonia, "su punto de apoyo imprescindible", describe el periodista Joan Vehils, amigo íntimo del mosso. "Es una persona sencilla, discreta, humilde y exigente. Le encanta su trabajo y estaría horas hablando de la labor de los Mossos, aunque no ha filtrado una noticia en su vida. Le gusta cocinar y la montaña —en especial la de Sierra Nevada—. No tiene ni idea de fútbol aunque su número de placa es el 1899, año de la fundación del Barça. Toda esta movida no se le subirá a la cabeza", cuenta Vehils en una suerte de panegírico improvisado.
En la última semana, tras el atentado en Barcelona en el que fueron asesinadas 15 personas, se ha convertido en un héroe —incluso un diario alemán le ha dedicado un reportaje—. Primero, por su manejo de la situación —los Mossos abatieron a seis de los terroristas que perpetraron el crimen— y por su diligencia a la hora de comunicar los hechos. Segundo, por la contestación que dio a un periodista holandés en rueda prensa: tras afearle que respondiese en catalán y no en castellano, Trapero le replicó que si le preguntaban en castellano, respondería en castellano, y si lo hacían en catalán, lo haría en esa lengua. El periodista, Marcel Haenen, se levantó y abandonó la sala. Trapero contestó: "Bueno, pos molt bé, pues adiós".
"Ahí le salió su vena de barrio, esa respuesta era Trapero al cien por cien. Es cierta soberbia mezclada con un hartazgo hacia las causas que no le interesan", explica una fuente cercana a Trapero y al ya fallecido fiscal de anticorrupción David Martínez Madero, uno de los referentes morales del mosso.
Su círculo de amigos, dicen, es pequeño. Por eso la mayoría de quienes hablan de Trapero para este reportaje prefieren el anonimato: no le gusta la deslealtad y valora mucho su intimidad. También en el ámbito laboral: el pasado julio participó en una conferencia titulada Generación milenial, ¿preparada para liderar?, donde aseguró que los milenials [la generación de quienes han nacido entre 1980 y 1995] están "sobradamente capacitados" para liderar la policía catalana, pero también les afeó su "baja tolerancia a la frustración" y la "falta de lealtad y compromiso". Aseguró que esta generación prioriza la "satisfacción personal" por encima de los "resultados del negocio".
Licenciado en Derecho y exfumador
Josep Lluís Trapero, que ahora tiene 51 años, comenzó a estudiar Biología —siente pasión por los animales—, pero dejó los estudios para ingresar en los Mossos cuando tenía 24 años. No fue por vocación, eso llegaría más tarde, sino azuzado por un amigo mosso y por tener una salida laboral a la que aferrarse. Cuenta la periodista Mayka Navarro en este perfil de La Vanguardia que su carácter "despierto e inconformista con las injusticias" se forjó en la calle Milton de Santa Coloma, donde ya 'patrullaba' las calles a petición del secretario de la junta de vecinos de su comunidad; el objetivo era vigilar que nadie estropeara las paredes del edificio recién pintado. "Organizaban excursiones al Montseny y para que ningún niño se quedara sin ir, recolectaron dinero fabricando caleidoscopios que vendieron en la Rambla por 50 pesetas", prosigue Navarro. Como remate a esa imagen de perfección que le retrata, cuenta una fuente cercana a él que es admirador de Barack Obama y que cultiva su propio huerto.
Durante unos años compaginó su trabajo de mosso con sus estudios de Derecho en la Universitat Oberta de Catalunya, donde se licenció. Se le recuerda como uno de los alumnos más aplicados del instituto Puig Castellà. De hecho, cuando fue nombrado mayor de los Mossos —un cargo blindado: o se va o se jubila—, el centro educativo lo destacó en un apartado de su página web. Aquel día, en abril 2017, Trapero dedicó unas palabras a sus padres, a los inmigrantes de Santa Coloma de Gramenet y a su mujer.
Dice un amigo íntimo de Trapero que antes era un hombre pegado a un cigarro. Fumaba tanto como su padre, Lino, un taxista originario de Valladolid que falleció hace siete años. Hasta dos paquetes al día. A su padre le dedicó una emotiva carta en El Periódico, que envió en calidad de lector y que firmó como José Luis Trapero. Es un alegato de amor, pero también una férrea defensa de la sanidad pública. Se titula Lo que es de todos y dice así:
"Ayer por la mañana mi familia enterró a mi padre. Hace un año y medio que le diagnosticaron un cáncer de páncreas que había afectado a otros órganos. Quiero agradecerle, en primer lugar, su fuerza, porque solo ella explica el tiempo que nos ha regalado. Gracias, papá. Puede que este agradecimiento interno tenga tan solo valor para mí y los míos. Pero hay otro agradecimiento que quiero hacer y este, quizá, debiera tener valor para algunos más en tiempos donde parece que tan solo tenga lugar la queja. Pero así lo siento. A los médicos que lo operaron, por su trabajo, por sus silencios y, también, por sus palabras, por sus ritmos, por intentarlo todo ese tiempo sabiendo ¿ellos sí¿ que el final no sería lejano. A las enfermeras, por llamar a mi padre por su nombre y decirle cariño y guapo cuando le cuidaban y le daban los medicamentos. A las chicas que limpiaban su habitación, porque limpian las habitaciones pero también limpian las almas. A las plantas 5ª y 13ª, pero también a aquellas donde yo no estuve, porque estoy seguro de que no son diferentes. Al servicio de urgencias, por las noches que lo atendieron. Cierto es que alguna de ellas en un pasillo. Pero tanto da, sé que lo cuidaron y por ello quiero agradecerlo. Por todo ello, ahora que mi padre se ha ido y el Hospital Can Ruti quedará, necesariamente, un poco más lejano para mi familia, quiero agradecer a todos los que allí trabajáis vuestra generosidad, y quiero reivindicar el orgullo de lo que es de todos. Descansa en paz, papá (Barcelona, 17 de junio de 2010)".
A principios de 2015 dejó de fumar definitivamente después de una visita de urgencia al dentista: "El médico le advirtió que debía estar varios días sin fumar. Allí mismo en la camilla decidió que no fumaría más", escribe Mayka Navarro.
El mismo amigo que le recuerda hilando pitillos de manera compulsiva asegura también que es "un tipo muy tiquismiquis a la hora de comer": "Si por ejemplo vamos a un sitio y la carne está demasiado hecha para él, ya no se la come". También le describe como alguien "arrogante" y "con poca cintura en su trato con la gente". Rápidamente añade: "Pero si tuviese que darte un resumen de cómo es Trapero te diría que es un tipo con un gran corazón, enfermo con cumplir la ley y... enfermo con Serrat".
Su pasión por el cantante catalán le viene de escuchar los casetes que sus padres ponían en casa. Paraules d'amor es una de sus melodías favoritas y la ha cantado con público en, al menos, dos ocasiones: en una gran cena de los Mossos y en una comida en Cadaqués organizada por Pilar Rahola en la que también estaban Joan Laporta y Carles Puigdemont.
Aquel día, a mediados de 2016, Pilar Rahola invitó a su círculo cercano a una paella en casa. Trapero, con camisa hawaiana y sombrero de paja, tocaba la guitarra y entonaba la voz como podía. Rahola subió a Twitter algunos vídeos e instantáneas de aquel momento, así como de la actuación de Puigdemont cantando Let it be. Quienes conocen a Trapero aseguran que aquello no le gustó, precisamente por lo celoso que es de su vida privada.
Los enemigos de Trapero
Se estrenó como policía raso en la comisaría de Girona allá por 1990, tras haberse graduado en el Institut de Seguretat Pública de Catalunya. La mayor parte de su trayectoria profesional la ha desempeñado como investigador criminal, aunque tiene formación específica en criminalidad informática y financiación del terrorismo. Al principio ascendía a pasos cortos pero rápidos; después, despacio pero cada vez más arriba. Tanto como para llegar a comisario jefe de los Mossos en 2013, y a mayor —el rango jerárquico más alto del cuerpo, un cargo que llevaba diez años en desuso— hace tan solo unos meses de la mano de Carles Puigdemont.
Pero no todo son palabras de amor: una fuente de la policía catalana cercana a la investigación del atentado en Barcelona sostiene que "es un trepa" y que ha llegado tan arriba "dando codazos". "Es un tipo que tiene muy claro que sería capaz de vender a su madre para conseguir lo que quiere y con mucha habilidad para arrimarse a la persona conveniente", añade. Este periódico ha tratado de contactar con el Sindicat de Policies de Catalunya (SPC) para escuchar su opinión sobre Trapero, a quien se han enfrentado en diversas ocasiones, pero no han respondido a las diferentes peticiones formuladas en los últimos días.
Otra fuente policial opina que "está obsesionado con el trabajo, es analítico y extremadamente inteligente". Como muestra, esto que recoge El Periódico de Catalunya: "Pese a su cargo, no ha dejado de participar personalmente en las pesquisas de algunos casos. Así, en septiembre del 2009 él mismo detuvo a Remedios Sánchez, conocida como la Mataviejas por haber acabado con la vida de tres ancianas. Desesperado porque, aunque tenía identificada a la sospechosa, no se la lograba localizar y se temía que volviera a actuar, el comisario Trapero salió de su despacho y se sumó al dispositivo de búsqueda en la calle. Cogió un coche de paisano para empezar a hacer y deshacer el recorrido que se creía que seguía la sospechosa. En esa ruta, vio un salón recreativo. Los investigadores sabían que Remedios era adicta a los bingos. Barajando la posibilidad de que también estuviera enganchada a las tragaperras, el comisario entró en la sala, donde encontró, ante una máquina, a la asesina en serie".
No siempre infundió tanto respeto como ahora. A mediados de los 90 "fue manifiestamente despreciado por la policía nacional con la que tenía que trabajar en algunos casos para cruzar información", opina la fuente cercana a Trapero y al ya fallecido fiscal de anticorrupción David Martínez Madero. "Eso no lo ha superado, le queda esa inquina, ese vinagre en el estómago. A veces cuando llamaba para pedirles la imagen de un sospechoso, los polis le pasaban una foto que no era. Le confundían, le hacían bromas, se burlaban de él. Le veían joven pero ya arrogante; aquellos tipos le superaban en edad y prestigio pero no se daban cuenta de que estaban en la curva descendente de su carrera profesional". Esta persona cercana a Trapero lo cuenta porque quince años después Trapero lideró una importante operación anticorrupción que salpicaba a varios de estos policías. Se trata del caso Riviera y Saratoga, una trama de corrupción policial creada en torno a dos burdeles de Castelldefels (Riviera y Saratoga).
Lo recogía así La Vanguardia en 2009: "Esta larga investigación tiene entre sus puntos de arranque un extraño episodio ocurrido durante el verano de 2007, cuando la Guardia Civil puso en marcha una operación policial después de que, precisamente, los responsables del club Saratoga denunciaran que un inspector jefe de la Policía Nacional les estaba extorsionando. Según relató entonces la Fiscalía, el funcionario reclamó supuestamente 3.000 euros a cambio de que el local se evitara problemas tales como inspecciones. Se llegó a concretar una cita —bajo vigilancia camuflada de la Guardia Civil— para que se hiciera la entrega que, según la Fiscalía, se llevó a cabo. El policía se metió el sobre con el dinero en el bolsillo y dejó la reunión que se celebró en un hotel de Barcelona. Días después, la instructora decidió que fueran los Mossos los que llevaran el peso de la investigación. Los máximos responsables del cuerpo autonómico destinaron algunos de sus mejores investigadores [uno de ellos, Trapero] a este suceso en exclusiva".
Dice esta fuente cercana a él que Trapero le dijo, literalmente: "Hice lo que tenía que hacer... pero cómo lo disfruté". Para él era un ajuste de cuentas por todos aquellos años que algunos de esos polis le habían ninguneado: "Él jamás forzaría nada por venganza, es alguien extremadamente pulcro y moral, pero claro que lo disfrutó", añade. Esa pulcritud fue puesta en duda cuando fue investigado por su relación con Manuel Gutiérrez Carbajo, imputado por delitos de narcotráfico: "A veces quedaban a comer porque era un confidente de Trapero. Fíjate si no quería que nada le relacionase con él que siempre se negaba a que Gutiérrez Carbajo le pagase la comida. El tipo se ofrecía porque tenía pasta para exportar pero Trapero siempre decía que no. De hecho, una Navidad le mandó un jamón y él se lo devolvió", señala la misma fuente. Como remate final para ejemplificar esa actitud "enfermiza con la ley" parafrasea a Trapero en una reunión en la que coincidieron recientemente: "Dijo que la ley no puede valer solo para los delitos que nos convienen. Lo decía en referencia al procés". Trapero nunca se ha significado en el ámbito político y aunque fue muy criticado por su aparición junto a Rahola, Laporta y Puigdemont, "no se pondrá del lado del independentismo ni acatará una orden ilegal; hará lo que dice la ley porque es lo que él hace".