¿Qué entendemos por hacer una locura? ¿Que un padre de familia programe su despertador a las cinco de la madrugada para pujar en internet por una Barbie que falta en su colección de más de 2.000 muñecas? ¿Que este mismo hombre planifique las vacaciones de verano pensando en el lugar donde encontrará más barbies inéditas en sus vitrinas? ¿Hacer coincidir -a propósito- una reunión anual de trabajo en París con la convención anual de coleccionistas de la muñeca más famosa del mundo? Si estas tres anécdotas son hacer locuras, Erwin Ramal ha hecho muchas. Y todas por su pasión por las barbies. Un amor que le ha hecho acumular cientos de modelos distintos que ahora trata de recuperar porque durante su separación “alguien” le sustrajo su enorme “tesoro” valorado en más de 300.000 euros.
Erwin, apodado en los circuitos de coleccionismo de muñecas como Tito Cfdolls, sueña desde hace años con su jubilación “perfecta”. Un último periodo vital dedicado en cuerpo y alma a sus barbies: comprar y vender nuevos -o viejos- modelos, viajar y conocer a personas con los que comparte culto y fotografiar a sus 2.000 maniquíes en miniatura. Tiene tal cantidad de barbies que puede agruparlas en categorías como “novias blancas y radiantes”, “los caballeros las prefieren rubias”, “amor de plástico”, “buscando un abrigo desesperadamente” o “it’s raining men”, y ninguno de estos grupos está formado por menos de 30 muñecas. “Podría estar toda mi jubilación -teniendo una muerte lejana- fotografiándolas. Y ahora no sé si podré”, lamenta este profesional del marketing y la comunicación, que próximamente presentará en Madrid una denuncia por sustracción.
La historia de amor de Erwin hacia las muñecas comenzó “por casualidad”. En torno a sus 30 años, le encargaron en su trabajo realizar las tareas de documentación para un reportaje sobre la historia de Barbie que sería publicado en una revista femenina -“Vogue, Cosmopolitan o Elle”, no sabe precisar-. “Descubrí un mundo curiosísimo. Joder, Barbie no era esa muñeca rosa con la que juegan las niñas. Es mucho más: tienen trascendencia, explican nuestra Historia”, avanza. Entonces, se le ocurrió que para las navidades de aquel 1988 regalaría a sus seres más queridos el modelo que más se ajustase a su personalidad. A saber, la Barbie enfermera, la periodista, la bañista o la ama de casa. Pero su sorpresa fue mayúscula cuando -después de meses de tabarra a sus compañeros- las barbies se las regalaron a él. Aquellos regalos sumados a los envíos que le hizo la fabricante de Barbie por el reportaje hizo que en su estantería descansaran las primeras cinco muñecas.
-Tienes cinco, tienes, 15, luego 25, más tarde 55...
A sus hijas nunca le han gustado las muñecas
Y Erwin Ramal se convirtió en Tito Cfdolls. “Empecé a viajar por trabajo y buscaba barbies allá donde iba. Me divertía muchísimo buscando en las jugueterías viejas porque allí estaban las que me interesaban, no las que ocupaban los escaparates de los centros comerciales”, recuerda el padre de dos niñas a las que “nunca” les han gustado las muñecas: “Ni las mías ni las suyas”. “No les hemos regalado en Reyes ninguna. Estaban acostumbradas al tráfico de entrada y salida de barbies de casa”, explica Erwin, quien también admite que durante sus épocas en las que vivía -junto a su familia- en San Sebastián viajaba “constantemente” a Francia para recorrer las jugueterías de los pueblos más recónditos.
Luego llegaron los viajes trasatlánticos. Se desplazaba -cuando la economía se lo permitía- a Estados Unidos en busca de barbies que no encontraba en España y en los países vecinos. “Compraba maletas, sacaba a las muñecas de las cajas y las guardaba unas encima de otras para que entrasen el mayor número posible. Y en la cabina del avión, con bolsas y bolsas”, confiesa en conversación con EL ESPAÑOL. “Escuchaba ‘joder, qué suerte la de tus hijas, cuántas muñecas les llevas’, y yo pensaba ‘vamos a dejarlo ahí, si tú supieses…”. Según los cálculos que hace sobre la marcha a las preguntas del periodista, en un mismo viaje podría traer hasta España una media de entre 30 y 40 muñecas.
Afirma con cierta resignación -como esos últimos 'síes' que acaban delatando a un culpable al final de un interrogatorio- que tiene muñecas repetidas en su enorme colección. Eso sí, argumenta una explicación que evidencia lo que él reconoce como el “carácter maniático” de un coleccionista de raza: “Al principio compraba a las barbies por pares, porque si sacaba un modelo de la caja, tenía que tener otro intacto en su envoltorio original”. “Sí, es un poco locura, pero yo me he divertido mucho con ello”, se justifica.
-¿Cuál es la Barbie por la que más ha pagado?
-¿Sabe? Es que lo del “pagado” no tiene valor para mí, es mucho más que el dinero. Pero puedes comprar una Barbie de 25 euros y otras de 300. Y hasta de 2.000 euros.
-¿Qué tenía de especial la más cara?
-Nada. Es una cuestión de oferta y demanda. El coleccionismo es muy caprichoso. Una muñeca que hoy sale a la venta por 20 euros mañana puede valer 200 si se agota. Pero en un año, si la gente empieza por capricho a deshacerse de ella, la pueden vender por menos de 20 euros, que era su precio original. Esto es muy imprevisible.
¿Cuándo perdió de vista sus muñecas?
Tan imprevisible como el giro que dio su vida hace un par de años. Después de más de 20 años, la relación con su mujer “se apagó definitivamente” en 2016. Antes, en octubre de 2015 aproximadamente, comienzan con la separación a través de un proceso de mediación “para perjudicar lo menos posible” a las dos hijas del matrimonio, de 14 y 17 años. Sin embargo, ella -sin razones aparentes, según la versión de Erwin- decide romper esa posible mediación y le anuncia que irán a los tribunales. Por esto, él decide abandonar el domicilio familiar en una localidad del norte de Madrid y con él se lleva “de manera gradual, poco a poco” sus pertenencias.
Todo aquello para lo que tenía espacio en su nuevo estudio.
Todo menos su colección de más de 2.000 muñecas.
Estas seguían, hasta la última vez que las vio, en la parte superior de la casa en la que se quedaron su exmujer y sus dos hijas. Allí, donde pasaba las horas fotografiándolas. “Yo nunca he tenido la casa llena de muñecas como otros coleccionistas. Disponía de una vitrina en la entrada en la que cabían unas 30 y que iba rotando según la temporada del año. Y otra en el salón, igual”, explica. “No me gusta que las muñecas invadan la casa”, apostilla.
Pasó el invierno de la separación matrimonial y durante los primeros días de la primavera, una amiga de la madre de sus hijas llevó a estas al lugar de trabajo de Erwin. Allí le comunicó que su ex mujer había sido ingresada debido al cáncer que padecía y se encontraba en fase terminal. Además de la trágica noticia, el coleccionista de muñecas se enteró de que tan sólo 24 horas antes del ingreso hospitalario, la mujer se había mudado de casa dejando atrás la vivienda familiar en la que pasaron más de dos décadas juntos. “¿Por qué la mudanza? ¿Por qué tanta prisa?”, son preguntas que aún retumban en la cabeza de Erwin y para las que no encuentra respuestas.
"No me lo podía creer. Habían desparecido todas"
Una semana después de aquel día, el 29 de marzo, su ex mujer falleció en un hospital madrileño y Tito Cfdolls comienza de cero de nuevo. Mudanza incluida. Por un lado, comienza a llevarse a su casa todo aquello que se encontraba en el piso al que se había mudado su mujer con sus hijas antes de fallecer y por otro, aquello que habían dejado en dos guardamuebles de un polígono de Leganés, al sur de Madrid. Muebles, cajas de ropa, estanterías de libros, recuerdos acumulados durante años, pero… ni rastro de las más de 2.000 muñecas del coleccionista. “No me lo podía creer, habían desaparecido todas”, asegura.
-¿Cuál es el valor económico que tiene la colección?
-Puedo hacer un cálculo muy bruto. De las muñecas que tenía hay algunas que pueden valer 50 euros, pero otras pueden llegar a costar 2.000 euros en estos momentos. Pero si tenemos que hacer un precio medio, estaríamos hablando de entre los 100 y 150 euros.
(...)
Multiplicamos con la calculadora del móvil: 300.000 euros.
-Nunca lo había pensado porque nunca le he dado ese valor. El coleccionismo tiene un punto de enfermizo relacionado con el síndrome de Diógenes: vas acumulando, acumulando, y …
La pista: un resguardo de la mudanza
Pasaron los meses -en los que ha seguido comprando barbies pero que ni tan siquiera ha sacado de la caja “por falta de ganas”-, y entre papeles dio con la pista que le puede llevar a sus 2.000 muñecas -y a la persona que las retiene-: un resguardo de la mudanza. Su mujer no hizo dos envíos como él pensaba (uno al nuevo piso en el que vivió dos días antes de ingresar y otro al guardarropa), sino tres.
El tercer envío que realizó la empresa de mudanzas constaba “de 100 cajas” y la dirección de entrega era una calle de Soto del Real, municipio de la sierra madrileña en el que vive la amiga de su mujer fallecida. “Estoy convencido de que mis muñecas iban en esas cajas. Todo cuadra”, asegura. “Mi ex hizo algo que nunca debió hacer. Pero una vez que ella ha fallecido, otra persona se está metiendo en algo que no le corresponde: es una sustracción clara, una invasión de mi intimidad porque está tocando algo que no le corresponde y manejándolas”, añade.
-¿Tiene esperanza en recuperar las muñecas?
-La ley tiene que hacer todo lo posible para que pueda volver a tenerlas, lo que pasa es que en este acto de sustracción hay algo de maldad. Es decir, no van a conseguir quitarme la colección a no ser que la hayan destruido, pero lo que sí han logrado es hacerme sentir que el hecho de coleccionar lleve muchas connotaciones negativas.
-¿Cómo cuales?
-No sé definirlas, igual sólo es una sensación temporal...