Juan Fernández llevaba viviendo en su casa del Carril de la Vía de Murcia casi ochenta años. “Es lo único que tengo, en lo que lo he invertido todo, es mi patrimonio”. Ahora, la casa está cerrada a cal y canto, las paredes agrietadas y los marcos de las puertas invadidos por el polvo de unas obras que “nos han dicho que son para proteger a los vecinos”. Juan y su mujer, Josefa García, han tenido que mudarse a casa de su hijo por sentirse invadidos por la llegada del muro del AVE, que se acerca poste a poste hacia su parcela.
“Aquí no han llegado a poner los postes todavía porque los vecinos nos quejamos y hemos interpuesto demandas frente a ADIF”. Él y su mujer reclaman una indemnización a la empresa pública, pero siguen sin respuesta concreta. “No hay nada firmado. Nos han dicho que en septiembre se pondrán en contacto con nosotros”. Mientras, sigue visitando su casa cada día, asistiendo a las concentraciones de vecinos -que desde hace días congregan a decenas de murcianos- y reclamando sus derechos. “Y lo hago sin abogado, que seré viejo pero todavía me funciona bien la cabeza”.
Las vías de tren que atraviesan Murcia pasan por enfrente de su casa desde hace muchos años, “al tren nos terminamos acostumbrando, aunque también nos quejamos en su momento. Cuando pasa tiembla un poco la casa”, pero “que nos pongan un muro a 80 centímetros de la fachada ya es demasiado".
Se refiere al muro del AVE que ha convertido a la ciudad en un polvorín. La llegada del AVE a Murcia ha sido la historia de nunca acabar. Y, ahora que parece que va a acabar, lo hace en contra de la voluntad de los vecinos.
El AVE, la historia de nunca acabar
La alta velocidad, cuya llegada está prevista para el primer semestre de 2018, y que costará 200 millones de euros, pasará por el trazado actual de las vías de ferrocarril que cruzan la ciudad de Murcia. Pero estas vías son demasiado estrechas como para que el AVE circule por ellas en superficie mientras se trabaja en el prometido soterramiento integral. De ahí que se esté habilitando un nuevo trazado de 9 kilómetros paralelo a las vías existentes. Un trazado que, según el Gobierno, será provisional y permitirá la llegada del AVE a la ciudad cuanto antes, a la vez que se realizan las obras de excavación del túnel, que durarán alrededor de 36 meses. De esta forma, no hay que suspender el transporte ferroviario.
La construcción de este trazado supondrá que los pasos que actualmente sirven de comunicación entre las dos zonas de la ciudad se eliminarán con la llegada provisional del AVE en superficie por razones de seguridad, tal y como afirmó De la Serna la pasada semana. Unos pasos a nivel que, según cuentan los congregados, “se abren por lo menos 70 veces al día”. A la desaparición de esta conexión se suma el levantamiento de un muro de cinco metros de altura que hace imposible el paso de vehículos y peatones, y que, como denuncia Contreras, Portavoz de la Plataforma Pro Soterramiento de Murcia, “supone una llaga artificial que hiere la ciudad, una barrera infranqueable sin ningún sentido. Se está expulsando a los barrios del sur del resto de la ciudad, obligándonos a salir en coche por una carretera de circunvalación. Desde aquí se cruza a colegios, mercados, centros de salud… este AVE en superficie consolida una barrera que divide a los vecinos”. El mismo muro que ha echado a Juan y a Josefa de su casa.
Y no es solo el muro, sino los 25.000 voltios de electricidad necesarios para que el AVE se mueva. “Que eso algo malo tendrá. Luego vienen y nos dicen que son pantallas acústicas para protegernos. Pero ¿protegernos de qué? Si nos hemos tenido que ir de nuestra casa”, se lamenta la mujer de Juan, Josefa.
NO CREEN QUE SEA PROVISIONAL
El caso de Juan es uno de los más llamativos, pero las obras del AVE en la ciudad de Murcia afectan, según la Plataforma Pro Soterramiento de Murcia, a alrededor de 100.000 residentes. Aunque insiste el Ministerio, de manera provisional.
“¿Provisional? ¿Tú te crees que se van a gastar ese dinero en algo provisional? También era provisional la estación de El Carmen –estación de ferrocarril de la ciudad de Murcia- cuando la inauguró Isabel II en 1862, y mira dónde está todavía”, se queja Pepi Paredes, residente en el barrio de Santiago el Mayor. Pepi y Antonio Fernández forman parte del grupo de vecinos que han comenzado a congregarse a las 10.30 de la mañana de este lunes al lado del paso de las vías que separan a Santiago el Mayor del Barrio del Carmen. “Cuando nuestros hijos eran pequeños ya veníamos a pitar y a protestar contra las vías”. Han venido con su nieto, porque “es el que va a sufrir todo esto. Nosotros lo viviremos poco, así que lo hacemos por ellos. Esto que nos están haciendo no lo vamos a permitir”.
La Plataforma Pro Soterramiento de Murcia lleva luchando por unas vías soterradas desde 1991, cuando todavía no se hablaba de AVE. Ahora protestan con más ahínco si cabe por un proyecto que, como recuerda Contreras, “ya se planteó en 2006, con la firma de un proyecto que planificó el soterramiento y un plan para regenerar los barrios afectados por el trazado ferroviario, pero que por la crisis quedó aparcado. Ahora, con la pretensión de que el AVE llegue cuanto antes para hacerse la foto antes de las elecciones, y con la connivencia del gobierno regional y municipal, nos encontramos en esta situación, cuando podría esperarse unos años más y que venga en túnel desde el principio.”
Para Lali Zamora, una de las asistentes a la concentración de vecinos de este lunes por la mañana al lado de las vías, “esto es una injusticia. Ahí enfrente hay, para empezar, tres colegios y un instituto, y muchísimos alumnos cruzan todos los días por aquí para ir a clase.” Uno de ellos es el Instituto de Educación Secundaria Mariano Baquero Goyanes, que quedará a una distancia de menos de 10 metros del muro y la línea de 25.000 voltios de electricidad que moverá el AVE.
El muro y los voltios le quitan el sueño también a Francisco Martínez, que regenta el Mesón Bodega Paco, al que ya le han colocado frente a la terraza una hilera de postes que conforman lo que las fuentes oficiales llaman ‘pantalla acústica semitransparente’. “Muchos de mis clientes habituales son del barrio de enfrente, o pasan por aquí porque tienen que cruzar al otro lado de la ciudad a hacer recados. Con el AVE, y sin un paso que nos comunique, tendrían que coger la carretera de circunvalación para venir expresamente aquí. ¿Quién va a hacer eso?”.
La terraza del mesón, en la que ahora se amontonan mesas y sillas cada día, podría quedarse vacía en unos meses. “Como es tan difícil entrar a esta zona sin el paso, puede incluso parecer que el restaurante está cerrado”. Francisco se queja también de la falta de información y de estudios de impacto. “Aquí no vino nadie a analizar cómo iba a afectar esto a las casas, a los comercios… nada. Yo presenté alegaciones en junio y estamos esperando a ver cómo evoluciona.” Él sigue yendo a las concentraciones de vecinos siempre que puede, pero cree que “esto tiene mala solución.”
CONCENTRACIONES CADA DÍA
“Esta es la mayor aberración que nos podían hacer, escríbelo”, exclama Antonia Vivo, vecina afectada por las obras. “Yo cruzo por el paso 5 o 6 veces al día. Ya me dirás qué voy a hacer ahora”, se lamenta Mavi de Gea.
Antonio Morales, otro de los vecinos más activos, afirma que “tenemos que pensar que hay solución. Nosotros seguimos protestando y luchando, pero llega un momento en que te das cuenta de que estás luchando contra una pared que no cede. Protestamos pacíficamente, ni podemos ni queremos actuar ‘a palos’ contra nadie, pero llama la atención ver que, cuando actúan los grupos radicales, es cuando entonces se nos hace más caso.”
Antonio se refiere a la agresión de ultras de izquierda a dos agentes de policía tras la marcha en favor del soterramiento del pasado sábado. Desde la Plataforma Pro Soterramiento condenan estos actos y se desmarcan de ellos.
No obstante, la tensión entre Policía y manifestantes existe. “Aquí se envió a la Policía a que nos agrediera. A algunos los retiró de las vías arrastrándolos, lo que les produjo quemaduras en la espalda.”, comenta Lali Zamora, una de las vecinas presentes cuando se produjeron los disturbios. Antonio añade que “cuando vinieron los furgones de Policía esperaban encontrarse a radicales”.
Pedro Monpeán trabaja en Moto 5 Murcia, un local muy cercano a las vías. “El otro día en la manifestación había 10 o 12 furgonetas antidisturbios de la Policía. Parecía que había habido un atentado o algo así. Y luego viene el Ministro De la Serna y se ríe de la gente, porque ni siquiera se atrevió a acercarse a los afectados. Esto es como el muro de Berlín”.
Pedro Morata, jefe del negocio, muestra su preocupación por el comercio. “Aquí nos nutrimos unos de otros. Todo el día están pasando coches y peatones, gente que viene y va a comprar. Cuando pongan un muro, nos van a separar por completo. Pero los políticos tienen que hacerse la foto con el AVE en la estación”.
“Pues no les va a votar ni Dios”, dice Mavi, indignada. “Si viviera aquí el alcalde –el popular José Ballesta- otro gallo cantaría, pero ni se ha dignado a venir y a dar la cara ante nosotros.”
“El ministro De la Serna vino a hablar con nosotros con una actitud intransigente”, comenta Joaquín Contretas. “Vino a imponer, puso firmes al gobierno municipal y al regional y quiso ponernos firmes a los ciudadanos, pero no lo vamos a aceptar. Hay otro tipo de soluciones técnicas mucho menos agresivas que se están dando en otras regiones y que aquí no se dan.”
A Antonio Hernández le expropiaron 5.000 metros cuadrados de solar cuando todavía existía un tramo de las vías para el que no se planificaba el soterramiento. “Como no iba a haber soterramiento por mi zona, querían hacer un puente por encima de las vías. Al movilizarme judicialmente, y como no existía proyecto de construcción, ni estaba adjudicado, entonces la sociedad Murcia Alta Velocidad S.A. se reunió con Ana Pastor en enero de 2016 y revirtieron esas expropiaciones, y ahora dicen que van a soterrar el tramo íntegro, pero los vecinos ya no nos creemos nada.”
Las obras están en marcha y los postes del muro empiezan a erguirse, pero ni Mavi, ni Juan, ni Francisco, ni ninguna de las alrededor de 3.000 personas que se movilizan cada día a las ocho de la tarde en las vías parece dispuesta a dar su brazo a torcer. Mientras tanto, la casa de Juan y el bar de Francisco seguirán acumulando polvo y enfrentándose al avance de los paneles a lo largo de 9 kilómetros que avergüenzan a los murcianos.