Los intereses económicos del tráfico de heroína no conocen la piedad. A Lucía Begines Capitán, desaparecida desde el 16 de septiembre en Sevilla junto a su madre y su padrastro, le ‘ajustaron las cuentas’ como a un adulto más. Pero tenía sólo seis años. Al igual que a su madre, Sandra Capitán Capitán, de 26 años y embarazada de tres meses, y a su padrastro y padre de su próximo hermano o hermana, el turco Mehmet Demir, de 55 años, hombre fuerte en España de las redes que traen heroína desde Afganistán a Europa a través de Turquía, a la pequeña Lucía la mataron y la enterraron en sosa cáustica para disolver su cadáver. Por una disputa ‘comercial’ con otra familia de traficantes de droga, que también tenía hijos.
A Lucía, Sandra y Mehmet los mató un vendedor de heroína y de ‘rebujito’ (mezcla de cocaína y heroína) llamado Ricardo y apodado ‘El Pollino’, de unos 35 años, según ha averiguado EL ESPAÑOL en el entorno de la investigación. ‘El Pollino’ confesó este fin de semana a la Policía que fue él quien mató a la familia. Luego arrojó sus cuerpos a un pozo del patio de su vivienda, en el número 168 de la calle Cerro Blanco del deprimido barrio del mismo nombre en Dos Hermanas (Sevilla). Y los empapó en sosa cáustica (hidróxido de sodio), un poderoso disolvente parecido a la cal viva (óxido de calcio). Y los sepultó bajo varias capas de hormigón que cegaron el viejo pozo. Y huyó esperando que no los encontraran ni a él ni a sus víctimas.
Junto al homicida o asesino confeso han detenido como presuntos colaboradores a su esposa y a sus padres, él llamado, como él, Ricardo y apodado ‘El Cabo’, de unos 55 años, además de a una quinta persona que podría también estar relacionada con la familia. Todos son conocidos vendedores de droga en el barrio y cuentan con antecedentes por delitos contra la seguridad pública, pero no por homicidio, por lo que el descubrimiento de que estaban implicados en un crimen atroz como éste ha sorprendido a investigadores que los conocían sólo como tenderos de droga a pequeña escala.
Según han explicado a este periódico, el ‘Pollino’ y su mujer (que también tienen hijos) usaban esta casa como “un punto muy activo de venta de droga” y vivienda familiar, y sus clientes habituales eran sobre todo toxicómanos enganchados a la heroína. Los padres de él, que viven a pocos metros en la calle de atrás, la calle Azofairón, también se dedican a este negocio ilegal vendiendo dosis en la puerta, lo mismo que un hermano (no detenido) que vive en esta misma calle Azofairón y justo por detrás de la vivienda donde han hallado a los asesinados. En la mañana de este martes, el 'Pollino', su mujer y su padre declaran ante el juez.
Disputa por las deudas
La inocente Lucía ha sido víctima de la relación amorosa de su madre con un narcotraficante turco, y uno de gran peso, porque Mehmet –como adelantó ayer Abc– estaba casado en Turquía con la hermana de un histórico y poderoso señor de la droga, el turco Urfi Çetinkaya, alias ‘El Paralítico’ desde que le dispararon en la médula en 1988 en una disputa entre narcotraficantes y quedó hemipléjico en silla de ruedas, acompañado siempre de una sonda. Mehmet era desde principios de los años 90 uno de los hombres de confianza de ‘El Paralítico’ para la introducción, distribución y venta de heroína en España a los pequeños vendedores finales que tratan con los consumidores. Al ‘capo’ Çetinkaya y a su cuñado los detuvieron en España con un cargamento de heroína en 1991. El líder pasó cuatro años entre rejas y cuando lo liberaron por las dilaciones del proceso huyó a Estambul, donde ha vivido y desde donde ha traficado impunemente valiéndose aún de su cuñado. Ofrecía ahora cinco millones de euros por pistas sobre el destino de Mehmet.
Aunque, con las diligencias bajo secreto de sumario por orden de la titular del Juzgado de Instrucción 19 de Sevilla, no han trascendido apenas detalles del triple crimen, la lógica indica que Mehmet era –como con clanes gitanos de vendedores de droga establecidos desde hace décadas en el Polígono Sur de Sevilla y con veteranas relaciones con los turcos– el proveedor de la heroína afgana, paquistaní o iraní que ‘El Pollino’ vendía en su casita a los drogadictos que llamaban a su puerta en busca de la dosis del día. Una disputa por deudas habría desencadenado el crimen. Y lo habitual en las relaciones de los mercaderes turcos con sus clientes de venta al por menor es que los primeros les cobren la droga por adelantado en vez de fiársela hasta que la hayan vendido. La investigación dilucidará si ‘El Pollino’ tenía una deuda con Mehmet y lo mató a él, a su mujer embarazada y a su hijastra para evitar tener que pagarle, o si fue una variante distinta dentro de las habituales disputas entre deudores y acreedores en el negocio de la droga.
En ese torbellino, el asesino no perdonó la vida a la niña, a la que, como decían esta madrugada algunos vecinos que asistían en la calle a la operación policial de la exhumación de los cadáveres, bien podría haberla dejado libre. ¿Qué culpa tenía ella?, se preguntaban.
En la calle, cuando casi todos los curiosos se habían ido ya, en una esquina, apoyado en la pared a cincuenta metros de la mampara con que la Policía Científica protegía de miradas la entrada de la casa, un hombre joven esperaba noticias en silencio acompañado por tres allegados. Era Joaquín, el padre de Lucía. Fue él, junto a la madre y abuela de Sandra y Lucía, Josefa Raquel Capitán, quien denunció ante la Policía la desaparición a su niña y su ex pareja el lunes 18 de septiembre. El padre se alarmó porque Sandra tenía que darle la niña para que pasara el día con él pero no se presentó y su móvil estaba apagado. Su última conexión de Whatstapp era de las 14.30 horas del sábado 16.
La búsqueda de la niña
Al no tener noticias suyas, la madre y una tía de Sandra fueron a buscarlas ese fin de semana al piso donde vivían con Mehmet desde principios de este año, en el número 10 del conjunto Nueva Bellavista del barrio sevillano de Bellavista, no lejos en coche del Polígono Sur, donde vivía la familia materna y donde Sandra creció y conoció a su nueva pareja, y también cerca del lugar donde al final aparecieron sus cadáveres en el vecino municipio de Dos Hermanas. Se encontraron la comida puesta en el fuego a medio hacer. Sólo faltaba el bolso de ella. Los coches de Sandra y Mehmet quedaron aparcados en la calle. Y la bicicleta morada de la niña, en el balcón que asoma desde el quinto.
El 11 de septiembre empezó en el colegio Zurbarán sus clases de primero de Primaria. Aquí también se quedaba al comedor. Fuentes cercanas al colegio dicen que la niña era “un encanto” y que no tenían ninguna queja de su familia. Era la madre la que la llevaba en su coche. El viernes 15 de septiembre fue su último día de colegio. Posiblemente fue esa tarde cuando sufrió el accidente con el patinete en el que se hirió el brazo y por el que le tuvieron que poner una escayola, dato llamativo de su aspecto que destacó la familia en los días de búsqueda. El lunes 18 tenía una cita médica por su brazo escayolado a la que no acudió. Lo que indica que a la familia los pudieron matar ese mismo fin de semana de su desaparición, hace dos semanas, un tiempo que coincide con las dos semanas que vecinos de la calle de la casa del crimen dicen –con miedo a revelar nombres- que los inquilinos llevaban ausentes de ella.
El director del colegio explica al periodista que no recibieron nunca ninguna noticia de que la familia de Lucía estuviera amenazada. Y que en estos días quieren rendirle en el centro un homenaje a la alumna asesinada, aunque de puertas adentro, en privado.
A la niña sería a la primera a la que arrojaron al pozo, pues los restos de su padrastro y de su madre, en este orden, fueron los primeros que sacaron los agentes de la Policía Científica, ayudados por la Unidad de Emergencias del Ejército y los Bomberos locales para abrirse paso en el hormigón, la tierra y los restos de disolvente. A los adultos –ayer se realizaba la autopsia para conocer las causas y circunstancias de su muerte y confirmar sus identidades– los encontraron antes de medianoche y sus restos se los llevó un furgón de la funeraria Fuascen sobre las cinco de la madrugada. Allí cerca estaba el padre de Lucía, esperando su turno. A la pequeña, lo que quedaba de su cuerpo, la encontraron hacia las seis de la mañana.
En el tanatorio del barrio de San Jerónimo, en Sevilla, sede también del Instituto de Medicina Legal, no había ayer al mediodía ningún familiar de las víctimas, que prefirieron esperar los resultados de la autopsia en casa. Por teléfono, una mujer pariente de Sandra y Lucía advertía a los medios de comunicación, periodistas y cámaras: “No os acerquéis a nosotros”.
Días antes, cuando lanzaron un SOS público para encontrarlas, dieron como signo inequívoco de la identidad de Sandra que la madre tenía tatuado sobre la clavícula izquierda el nombre de su hija, Lucía. La sosa cáustica lo habrá borrado.
La Policía las ha encontrado a ellas y a Mehmet. Y ha detenido a los presuntos culpables. ¿Caso cerrado? Ahora lo que hay que temer es la venganza del ‘Paralítico’. Un primo suyo, Ekrem Turmus, del que desconfió, acabó en 1995 torturado y desmembrado en el vertedero madrileño de Valdemingómez, supuestamente por órdenes del señor de la heroína y cuñado del hoy difunto Mehmet. ‘El Pollino’ quizás no sabía a quién estaba matando.