La lista de Puigdemont-Schindler y el balconing catalán
SÍ. Aunque se han escrito en unos pocos días más artículos sobre “el proceso” de Cataluña (como la novela inacabada de Kafka) que películas se han hecho de la II Guerra Mundial en 70 años, siempre quedarán argumentos para otra opinión más así como para un nuevo filme sobre buenos y malos, sobre nazis y aliados.
El tren. Todo comenzó en septiembre con el anuncio del Govern animando a los catalanes a votar en el referéndum del 1-0. La foto con dos vías de tren para emprender caminos diferentes, me recordó a algo. Por asociación de ideas, inesperadamente, caí en la cuenta días después al ver a Arnaldo Otegi paseando por Barcelona. Sí, una foto muy similar ha servido durante décadas para ilustrar la llegada al infierno de Auschwitz, donde miles de judíos perecieron. La independencia de Cataluña no supondría el exterminio físico de los no independentistas, pero sí su amputación.
La lista. Se tardaron muchos años en conocer la identidad de las 1.000 personas salvadas por Oskar Schindler, interpretado por Liam Neeson en la película de Spielberg. Nunca conoceremos la lista de heridos del 1-O, esas supuestas 893 personas terriblemente maltratadas por “policías y guardias civiles sádicos”, obedeciendo órdenes del “ministro represor Zoido” (que, efectivamente, tiene un rostro que asusta), a las órdenes del oficial del campo de concentración Mariano Rajoy, más o menos como el capitán Amon Goth (Ralph Fiennes). La puesta en escena de los heridos del 1-O, algunos hubo, claro, superó a Leni Riefenstahl.
El balconing. Esta película con los acontecimientos tristes de Cataluña comenzó, sin saberlo, el pasado 20 de julio con una pintada en el Parque Güell, de Barcelona. Ponía lo siguiente: “Dear tourist, balconing is fun”. Invitaba así a los extranjeros y a otros visitantes a que se suicidaran desde las alturas del Parque, porque es muy divertido. Balconing es lo que han acabado haciendo los catalanes, por acción u omisión, apoyando el juego del Govern caminando hacia el precipicio económico y el enfrentamiento entre catalanes.
El primer balconing no fue éste. En 1934 Companys protagonizó uno y 50 años después, un 30 de mayo, Jordi Pujol otro. Aquél día, Pujol salió al balcón del palacio de San Jaume, recién elegido president. Juzgado por la quiebra de Banca Catalana, se libró de la cárcel tras una sutil intervención del rey Juan Carlos y del presidente del Gobierno, Felipe González. Pues el Pujol más hipócrita, ante decenas de miles de personas, sentenció: “El Gobierno central ha hecho una jugada indigna; en adelante, de ética y moral hablaremos nosotros, no ellos”. Y miró hacia Andorra. Tiene gracia.
El discurso. En unos años sabremos, cuando vuelva la calma, si Felipe VI se equivocó o no la noche del pasado 3 de octubre al pronunciar un discurso de Jefe de Estado con tono de Capitán General de todos los Ejércitos. Muchos analistas y “analistos” coinciden en que este discurso ha contribuido a desatascar la situación. La barba, el plano fijo con una única cámara –se vio la mano de la presentadora Letizia Ortiz-, su corbata color rojo borbónico…, impactaron. “Estamos viviendo momentos muy graves”, así arrancó. Para mí, la frase clave fue otra: “Han menospreciado los efectos y los sentimientos de SOLIDARIDAD que han unido y unirán al conjunto de los españoles”.
Los bancos. Esta frase, junto con la arenga “es responsabilidad de los legítimos poderes del Estado asegurar el orden constitucional…”, fue el pistoletazo de salida para que bancos y grandes empresas comenzaron a tomar decisiones el Día-Después. Porque, ¿qué ha sido más decisivo, el mensaje nada navideño del rey o que Caixabank anunciara el traslado de su razón social a Valencia, el Sabadell a Alicante (por cierto, Valencia y Alicante, dentro de los añorados por el independentismo Paisos Catalans), Gas Natural a Madrid, como Agbar, y Freixenet y Codorniu comenzaran a mover papeles para lo mismo? Ni rey ni patria ni Dios: el dinero es lo que une y desune.
Vidas Rebeldes. Pero sigamos con películas, porque lo que está pasando en Cataluña es eso, con un final por escribir donde no se sabe aún quién muere. En esta película hay muchos protagonistas. Quizás, el principal, es Artur Mas. Con él prosiguió el balconing. Es el más hábil y falso de todos. Por eso cuesta comprender el optimismo con el que han sido recibidas unas declaraciones a Financial Times en las que decía que Cataluña no está preparada para la independencia. Y algo más: “Nos hemos ganado como mínimo el derecho a ser un país independiente (…); ahora hay que tomar decisiones sobre cómo se hace efectiva en algún momento la independencia”. Mas morirará con las botas puestas. Es el John Houston de Vidas Rebeldes en versión catalana, con unos actores venidos a menos: Puigdemont hace de Clark Gable (que curiosamente murió 14 días después de acabado el rodaje, ¿cómo Puigdemont tras el 1-O?) y Carmen Forcadel en vez de Marylin Monroe… Sí, yo estoy pensando lo mismo.
Los mediadores. Surgen como setas. Ya sucedió en el País Vasco ensangrentado por ETA. Y ahora, en Cataluña, cuando aún no se ha derramado sangre. Como la Comisión Independiente para la Mediación, el diálogo y la conciliación, apoyada por asociaciones profesionales, sindicatos y entidades varias como la de los pedagogos, podólogos o el gremio de charcuteros. Existe coincidencia en que Puigdemont y Junqueras están más quemados que Piqué en la selección, así como Rajoy a su manera. Como hay que encontrar una solución dialogada, se habla de Miquel Roca, por Barcelona, y Antonio Garrigues Walker, por Madrid. La fracasada Operación Reformista de 1986, rediviva. Volver a empezar.
Imagine. Ha sido la canción que más ha sonado en Barcelona estos días para reivindicar el pacifismo. Desde hospitales a escuelas. Qué estropicio. John Lennon imaginó un mundo sin países, fronteras ni religiones, y ahora se utiliza como himno para hacer la ola al separatismo. Llach estará celoso. El mundo al revés.
Revolución. Es lo que se está pergeñando en Cataluña. La veremos seguramente en los próximos días. Las revoluciones se pintan a brochazo limpio. “Todas las revoluciones se tienen que hacer con ideas generales, absolutas y pobres porque pensar que con ideas relativistas ricas de contenidos se va a mover la gente es una ilusión”, escribió Baroja hace 80 años, en los prolegómenos de la Guerra Civil. Añadía: “Nuestro país parece con frecuencia una plaza de charlatanes de feria”. Como ahora. Y algo más: “La más benévola de las religiones, al menos en la práctica, es el Código Penal”.
¿Pero quién paga esto? Sí, fue lo que preguntó otro catalán, Josep Pla, al llegar a Nueva York y ver superiluminados los edificios de Manhattan. “El catalán es un animal que añora”, decía también. ¿Quién pagará los miles de millones en imagen que ha perdido Cataluña y España desde el 1 de octubre? ¿Puigdemont? ¿La España que nos roba? Habrá que esperar, como mínimo, al año que viene, con nuevas elecciones generales y autonómicas. Quizás, con la llegada de enero, cuyo nombre se debe a Jano, el mes que como el dios con dos caras mira hacia adelante y hacia atrás.