El 19 de junio de 2014 el Príncipe Felipe salía del Congreso de los Diputados convertido en Felipe VI. El recorrido que llevaría a los nuevos Reyes desde la sede de la soberania nacional hasta el Palacio Real era la mayor preocupación para el equipo de seguridad de Zarzuela. Porque el ‘jefe’ (como llama el personal al Rey) quería ir en el Rolls Royce Phanton IV, propiedad de Patrimonio Nacional, que es un vehículo descapotable. Eso le convertía en un blanco fácil para cualquier loco. Pero Felipe lo tenía claro. Quería que la gente le viera, sin nada que esconder, sin miedo, saludando de pie desde el coche. Y así ocurrió.
Sólo dos hombres acompañaban en ese coche a los Reyes. Al volante José Ignacio Gómez Valbuena, chófer de Zarzuela durante 40 años, como copiloto José María Corona Barriuso, Jefe de Seguridad de la Casa del Rey. El primero falleció en 2016, el segundo el pasado martes. Ambos murieron antes de lo esperado y los dos de la misma enfermedad.
Si estos días estaban siendo complicados para el Rey con el problema de Cataluña, la muerte de uno de sus hombres de confianza, el pasado martes, fue para el Monarca un duro golpe. Tanto Felipe como la Reina estaban muy unidos a Pepe (como cariñosamente conocía todo el mundo al Jefe de seguridad de Zarzuela) y así quedó demostrado cuando el miércoles por la mañana se acercaron al tanatorio de La Paz, en Alcobendas, para darle el último adiós a su colaborador.
No veíamos a Letizia desde el pasado 27 de septiembre. Los hechos ocurridos en Cataluña han paralizado la agenda de toda la Familia Real, pero los Monarcas no podían dejar de ir a dar el pésame a la familia de Corona, a su mujer, Clara y a sus dos hijos, José y Clara. En el tanatorio estaba casi todo el personal de Zarzuela, nadie quiso faltar en el último adiós a un compañero.
Sin embargo, y a pesar de que todos los periodistas habituales sabían desde horas antes que los Reyes iban a ir al tanatorio -de hecho muchos estaban allí acompañando a la familia-, desde el departamento de comunicación de Zarzuela se pidió a los medios de comunicación que no dieran la noticia de que Felipe y Letizia se habían acercado a la Capilla Ardiente de Corona. La razón que esgrimían Jordi Gutiérrez y su equipo es que no quieren que se haga público ningún momento personal de los Reyes en esta etapa tan complicada que vive el país. El problema es que esta petición convirtió las fotos de los Reyes en el tanatorio en una exclusiva de una revista del corazón y en el gran negocio, una vez más, de dos agencias que se saltan las normas y desoyeron las peticiones de la Casa.
La importancia que Pepe tenía para los Reyes se explica en los muchos momentos que este Coronel de la Guardia Civil, nacido en Burgos hacía 64 años, pasó junto a ellos.
La decisión de ir como copiloto en el Roll Royce el día de la proclamación fue del propio Corona. Quería estar cerca de los Monarcas por si ocurría algo, intentó convencer a Felipe de que el Roll Royce cubierto era mejor idea. Pero como no lo consiguió, Pepe quiso ir con ellos, para tener todo controlado. El Rey no tuvo problemas, sabía que Corona hubiera dado la vida por él sin dudarlo.
Ya en el aquel junio de 2014, este hombre con un físico imponente, amable y cariñoso, se encontraba peleando con el cáncer que finalmente terminaría ganándole la batalla el pasado martes 10 de octubre.
Guardaespaldas del Príncipe desde los 16 años
La relación de Corona con Zarzuela comienza en el año 1982, cuando, siendo todavía teniente de la Guardia Civil, es destinado a palacio como miembro del equipo de seguridad. Dos años después, cuando el Príncipe cumplió 16 años, se convirtió en su guardaespaldas, en lo que llaman su ‘sombra’, un cometido que no dejó de ejercer hasta su muerte.
Uno de sus primeros nombramientos tras ser proclamado como Felipe VI, y después de hacer a Jaime Alfonsín Jefe de la Casa del Rey, fue nombrar a Corona Jefe de Seguridad de Zarzuela.
Nadie hablaba mal de Pepe en la Casa, por eso el miércoles en el tanatorio de La Paz había tanta gente en la misa que muchas personas tuvieron que escucharla desde fuera. Todo el mundo le quería por esa capacidad de ser un buen profesional, leal como nadie, pero a la vez tener un sentido del humor exquisito y un carácter afable y cariñoso.
Pepe no era solo el hombre de confianza de don Felipe: la Reina estaba casi más unida a Corona que su marido. El Jefe de Seguridad de Zarzuela vivía con su mujer y sus dos hijos en un piso del barrio madrileño de Montecarmelo, situado muy cerca de El Pardo y del complejo de Zarzuela. Cuando Corona cayó enfermo, Letizia se acercaba a visitarlo muchas mañanas. A veces salían a tomar un café a una cafetería cercana a la casa del guardia civil, otras, subía a su piso. La última vez fue este mismo verano, a finales de agosto. Dos Guardias Civiles vestidos de paisano revisaban las papeleras de las zonas comunes de la urbanización para asegurarse de que todo estaba en orden. Mirándoles, dos vecinas que tomaban el sol en la piscina: "Ya viene la Reina a visitar a Pepe. Es la tercera vez este verano", comentaban.
Y es que cuando Letizia llegó a Zarzuela no lo tuvo fácil. El antiguo equipo del Rey don Juan Carlos, compuesto en su mayoría por militares y diplomáticos, no la recibió con los brazos abiertos y la, en aquel entonces, Princesa de Asturias, encontró en Pepe un buen amigo y un buen confidente para alguna de sus escapadas buscando su perdido y añorado anonimato o para salir por ahí a tomarse algo con sus antiguos compañeros de profesión o amigos.
El pasado mes de mayo, y sabiendo ya el Rey que Pepe parecía perder la batalla contra el cáncer sin remedio, don Felipe quiso agradecerle sus 30 años de leal servicio firmando el Real Decreto 503/2017, por el que le concedía la Gran Cruz de la Orden del Mérito Civil.
Don Felipe también tuvo un cariñoso recuerdo para Corona el pasado jueves en la recepción del Doce de Octubre. Aunque en todos los corrillos se hablaba del problema en Cataluña, el Rey comentaba con mucho pesar, con la prensa habitual de Zarzuela, lo triste que se había sentido tras la muerte de su ‘sombra’ y lo mucho que iba a echar de menos ‘sobre todo, el sonido de la risa de Pepe’. Tras esas palabras guardó un pequeño silencio, como si quiera rendirle un pequeño homenaje al fiel amigo.
La maldición del Roll Royce
Lo cierto es que, con la muerte de Corona, se cumple una maldición sobre aquel Roll Royce de la proclamación de 2014, ya que el conductor, otra de las personas de confianza de Felipe VI, falleció de la misma enfermedad tan sólo unos meses antes que el copiloto.
El conductor del Phanton IV descapotable era José Ignacio Gómez Valbuena. En Zarzuela todos le conocían simplemente como Valbuena. Su larga figura, casi siempre con gorra, aparece al volante de casi todos los momentos históricos en los que el Rey Juan Carlos y el actual se han visto implicados. Fue, durante más de 40 años, el chófer del padre del Felipe VI y fue la persona que enseñó a conducir a un joven Príncipe de Asturias por las carreteras de El Pardo con un Seat Ibiza que la marca española le había regalado al heredero unos meses antes de cumplir los 18 años. La Reina Sofía siempre le decía, con sorna, que llevaba más tiempo en Zarzuela que el propio palacio, y es que Valbuena comenzó a trabajar allí unos meses antes de que ella se instalara.
José Ignacio, que era padre de dos hijos de su primera mujer, y tres de la segunda, dedicó toda su vida a servir a la Familia Real. Entró como chófer del estado en 1971 y dos años después fue el propio Príncipe Juan Carlos el que requirió sus servicios.
Valbuena amaba dos cosas por encima de todo, los coches y su Virgen de El Rocío, a pesar de ser madrileño de nacimiento. Ya podía pasar lo que pasara, que él no se perdía la Romería a la aldea de El Rocío, que realizaba a caballo, con sus amigos y familiares.
Una de las cosas que peor sentaba a Valbuena era decirle que escribiera un libro. Sentando al volante había recorrido junto al Rey emérito, en viajes públicos y privados, miles de kilómetros, y seguro que las conversaciones entre ambos daban para muchos capítulos para contar parte de la historia de España. Pero a él, un hombre leal y sencillo, no le interesaban esas cosas. Si le insistías mucho igual conseguías que te contara alguna anécdota como cuando viajando hacia Gernika llevando a don Juan Carlos les avisaron de que podían ser víctimas de un atentado por parte de ETA. El Rey decidió que continuaban y le dijo: ‘Es que si no voy, no me pueden pegar un tiro’.
Valbuena siguió siendo el chófer del Rey, pero esta vez de Felipe VI, hasta su muerte, también causada por un cáncer, en agosto de 2016, con tan sólo 63 años. Como hacía su padre, don Felipe usaba al conductor para conocer el pulso de la calle, saber cómo iban las cosas y hacerse una opinión más clara de los problemas de los españoles. Porque para el Monarca, uno de los mejores valores de su chófer era que no se andaba con chiquitas, si tenía que decirle algo que no le gustaba a Felipe VI o algo que había escuchado que en la calle no había sentado mal, él se lo decía. Las muchas veces que como Príncipe o ya como Rey, el Monarca ha parado en un bar de carretera o en cualquier restaurante perdido en la geografía española en alguno de sus muchos desplazamientos, ha sido porque Valbuena lo conocía y recomendaba una paradita para probar el bocata de jamón de este sitio, el pincho de tortilla de este otro o un buen menú diario por once euros.
Sin duda este mes de octubre está siendo uno de los más difíciles en el Reinado de Felipe VI. A la suma del problema catalán se le ha unido la pérdida de un buen amigo, de un gran compañero. De aquel Phanton de su proclamación ya no queda ni conductor ni copiloto, los Reyes se han quedado solos sentados en los llamativos asientos de cuero verde de la parte de atrás del Roll Royce.