“Yo pasé 11 meses en prisión por una mentirosa. Así de sencillo”. José Antonio Santos, 47 años, habla desde el otro lado de la barra de su bar en Salteras, a 16 kilómetros de Sevilla. El encuentro con EL ESPAÑOL se produce este jueves, con la noche ya sobre los hombros y los clientes en retirada. “Fue muy duro estar entre rejas sin haberle puesto la mano encima a mi ex. Al juez le valió su simple testimonio para meterme en prisión provisional. Menos mal que todo se dio la vuelta y salió bien…”.
Su estancia entre rejas fue hace 10 años. José Antonio dice de carrerilla el período concreto. “Del 24 de febrero de 2007 al 11 de enero de 2008”. Nunca olvidará. Ahora, una década después, es su exmujer, Raquel Valle, la que puede que acabe con sus pies en prisión. El Juzgado de Primera Instancia e Instrucción número 1 de Lora del Río (Sevilla) ha ordenado deducir testimonio por presuntos delitos de acusación y denuncia falsa contra ella, de 40 años, por otra serie de denuncias falsas contra su exmarido.
Un divorcio traumático y "una obsesión"
José Antonio y Raquel se casaron en Sevilla en 1995. Comenzaron a vivir juntos en un piso de alquiler en el barrio de Su Eminencia, en la capital andaluza. Dos años más tarde, en 1997, mientras compartían techo en una casa de su propiedad en San Juan de Aznalfarache, el matrimonio tuvo a su primer y único hijo. Pero la relación, ya deteriorada, empeoró por momentos. Se divorciaron cinco años después de haberse dado el sí quiero. “Teníamos enfados continuos, la relación pasó por altibajos…”, recuerda José Antonio mientras prepara algunas de las tapas que mañana ofrecerá a su clientela.
Cuenta este camarero bajo y robusto que el suyo fue un divorcio traumático por el régimen de visitas del niño. Raquel Valle no quería que José Antonio lo viera. Al final llegaron a un acuerdo, “aunque ella ponía mil y una trabas”. “Su padre incluso llegó a pegarme”, cuenta el hombre. “Mi ex tampoco permitía que mis padres tuvieran contacto con su nieto”.
Paralelo al divorcio, dice José Antonio, comenzó su “calvario”. Raquel denunció a José Antonio por primera vez en el 2001. Sin embargo, el caso se archivó por falta de solidez en el testimonio de la supuesta víctima, que volvió a la carga cinco años más tarde, en 2006. José Antonio recuerda que fue a finales de ese año, cuando él ya había rehecho su vida con la pareja que a día de hoy sigue conviviendo con él.
José Antonio estaba junto a un cuñado en El Portil (Huelva) cuando le sonó el teléfono. Era la Guardia Civil. Debía presentarse en el cuartel. Su ex le había denunciadode nuevo. Él, que pensó que aquella denuncia de Raquel Valle quedaría en papel mojado, no acudió al requerimiento de la Benemérita. El juez que llevó el caso le puso una orden de alejamiento.
“Yo estaba tranquilo porque sabía que no la iba a incumplir. Yo no quería saber nada de esa señora, por lo que no iba a acercarme a ella”. Por ese tiempo José Antonio vivía en Umbrete, un pueblo de la periferia de Sevilla, y ella en la capital hispalense. Distancia suficiente para evitar problemas con la Justicia.
Pero en febrero de 2007 Raquel Valle volvió a denunciar a José Antonio. Aquella vez presentó un informe médico con los presuntos golpes y arañazos propinados por su ex. El juez consideró que él había incumplido la orden de alejamiento y emitió una orden de busca y captura. A José Antonio lo detuvieron el 23 de febrero de ese año. Al día siguiente, tras pasar una noche en el calabozo, ingresó en prisión de forma preventiva. Lo hizo en la cárcel de Alcalá de Guadaíra, donde coincidió con Farruquito.
“Tiene una obsesión enfermiza. Ni conmigo ni sin mí”, cuenta él, que no descansó ni mientras esperaba juicio. Raquel Valle siguió presentando denuncias pese a que él estaba entre rejas. En una lo acusó de haber contratado a un sicario para que le diera una paliza. La mujer señaló a su presunto agresor: dio la casualidad de que era un presidiario de la cárcel de Alcalá que estaba de permiso.
El abogado de José Antonio, Fernando Retamar, pidió un careo entre José Antonio y ese hombre. El supuesto sicario dijo que no conocía de nada al ex de Raquel. “Ni siquiera estábamos en el mismo módulo. Tampoco habíamos coincidido nunca. Yo nunca tuve la oportunidad de hablar con ese señor. Ni en la cárcel ni por teléfono porque mis llamadas desde la penitenciaría pasan por un registro autorizado, y su número no aparecía”.
Al final, el juez sobreseyó el caso y puso en libertad a José Antonio. Desde entonces sigue obsesionado con ir siempre acompañado por la calle, pedir facturas de los sitios en los que compra o se toma un café… “Todo para poder justificar dónde estoy. Porque las denuncias no cesaron ahí tampoco”, cuenta el hombre.
Otra denuncia a los 10 días de salir de prisión
Raquel Valle volvió a denunciar a José Antonio diez días después de que su exmarido saliera de prisión. Pero el camarero había sido más listo. Él quedó en libertad el 11 de marzo de 2008. Tres días más tarde se personó en el juzgado de Violencia de Género pidiendo que le pusieran una pulsera que permitiera a los agentes del orden tenerlo ubicado en todo momento. Allí, cuenta José Antonio, se rieron de él.
Finalmente, en esa ocasión el hombre pudo demostrar mediante tickets de compra y testimonios de compañeros del bar en el que entonces trabajaba que cuando Raquel dijo que había ido hasta su casa a pegarle y agarrarla del cuello él estaba lejos de allí.
Pese a todo, Raquel Valle insistió en su embuste. En abril de ese año, 2008, volvió a presentar una denuncia -ella siempre dice que ha puesto en torno a cien, aunque sólo una decena han tenido recorrido judicial-. Pero el embuste le salió mal. Ante el juez, el médico forense que la examinó desmontó la versión de la falsa víctima, quien no hace sino manchar a las mujeres que de verdad sufren malos tratos por sus parejas y recurren a la Justicia.
"Las lesiones apreciadas no se corresponden a una situación de fuerte forcejeo entre dos personas. No hay signos contusivos, ni marcas defensivas, ni en lugar distinto del plano anterior del cuerpo (ninguna lesión en el plano posterior); las heridas del cuello son claramente simétricas, difícilmente producidas en una situación de forcejeo; las heridas del antebrazo y muslo son paralelas, difícilmente producidas en una situación de forcejeo...".
El especialista subrayó, por ejemplo, que Raquel asegurara que se defendió de la agresión con uñas y dientes y que justamente sus uñas no presentaran el más mínimo rasguño o rotura. "No se puede descartar la característica autolesiva de las lesiones descritas", acaba diciendo el forense. Concluye, por tanto, que ha podido ser capaz de hacerse daño a sí misma sólo para poder colgarle al marido el cartel de maltratador.
En 2011 se celebró el primer juicio contra Raquel Valle, que al año siguiente, cuando se redactó la sentencia, fue condenada a 20 meses de prisión. José Antonio cuenta que no pidió más tiempo de cárcel contra su ex -lo mínimo son dos años y un día- para no trastocar la vida de su hijo, por entonces con 15 años.
Pese al varapalo judicial, Raquel Valle no desistía. Siguió presentando denuncias de malos tratos contra ella por parte de su ex. En 2014 lo volvió a llevar a juicio. Ella presentó un falso testigo al que, en un principio, ante la Guardia Civil dijo que había visto aparcado el coche de José Antonio aparcado cerca de la casa de su ex. En sede judicial rectificó, dijo la verdad y confesó que Raquel le había dado la matrícula y el modelo del vehículo de José Antonio para ayudar a incriminarle.
En su memoria de 2016, la Fiscalía General presentó una radiografía de los delitos cometidos en España. El año pasado no se probó ninguna denuncia falsa por violencia de género, aunque todavía hay en tramitación 14 causas, alguna de las cuales podría terminar en sentencia condenatoria.
Según recoge dicha memoria, en el periodo que comprende desde 2009 a 2016 se contabilizaron 1.055.912 denuncias por agresiones machistas. De este cómputo total en 79 casos se probó y se ejecutó una condena por denuncia falsa, una cifra que representa el 0,0075 %.
"La ley culpabiliza de inmediato al hombre"
Pese a la condena, las denuncias de Raquel Valle continuaron. En 2015 le puso otra. En 2016, una nueva. En ambas testificaron compañeros y clientes del bar en el que trabajaba José Antonio, en Gines, también Sevilla. “Incluso declaró un guardia civil que estaba en el bar aquel día”, cuenta el hombre, la verdadera víctima de toda esta historia.
“Cada vez que me denuncia se me abren las carnes. La Ley de Violencia de Género está mal ejecutada, no digo que sea una mala ley. No se puede dar por culpable de inmediato a un hombre por el mero hecho del testimonio de una mujer. Yo me comí 11 meses de prisión y tuve que demostrar que era inocente. ¿La Justicia no funciona al revés, señalando al presunto culpable?”. Esta vez, con la investigación abierta de nuevo por un juzgado contra esta femme fatale, quizás la ley encuentre su verdadero sentido.