La crisis en Cataluña ha llevado a España y, con ella, a la Corona a vivir circunstancias excepcionales. Y esto hizo que, la semana pasada y por primera vez desde el 19 de junio de 2014, la Reina sustituyera a su marido en dos actos en los que la presencia de los Reyes estaba anunciada. Él se autosecuestró en Palacio para seguir al milímetro cada movimiento de los separatistas y ella, al tercer año de la proclamación, reinó por partida doble dejando su impronta: nada de leer discursos de su marido, sino los escritos por ella misma. "Si voy yo, leo mis propias palabras". Y si es necesario, como en una de las dos ocasiones, palabras valencianas y con acento catalán.
Cuando el Rey está presente, Letizia es acompañante, es simplemente consorte. Lo lleve bien o no (es la eterna discusión dentro de Zarzuela sobre las funciones de la Reina, si son pocas, muchas, importantes o menores…) la Constitución en su artículo 58 lo deja claro: "La Reina consorte o el consorte de la Reina no podrán asumir funciones constitucionales, salvo lo dispuesto para la Regencia".
Sin embargo, estos días, en los que España ha vivido un momento excepcional con todo el tema de la crisis en Cataluña, la Corona también ha tenido que acoplarse a las circunstancias y la Reina ha tomado las riendas, de cara al exterior, de las funciones de representación de la Casa del Rey. Mientras Felipe VI seguía el pulso de la actualidad desde su despacho, Letizia daba la cara en los dos actos importantes que han tenido lugar en estos últimos quince días, los Premios Mariano de Cavia y Mingote, en Madrid, y los Jaime I en Valencia. Todos los demás asuntos de agenda han sido anulados, (y así lleva desde el uno de octubre) salvo dos audiencias dentro del mismo recinto del palacio al Presidente de la Universidad de Nueva York, Andrew Hamilton y al Presidente de la Unión Internacional de Notarios, José Marqueño, presididas por Felipe VI.
Zarzuela tomó la decisión, tras los acontecimientos del pasado uno de octubre, de restringir la presencia del Rey fuera de su despacho. "El Jefe del Estado tiene que estar centrado en lo que está pasando, no podemos ignorar la gravedad del momento que está viviendo el país, esta crisis requiere toda la atención de su Majestad", es lo que te dicen en el departamento de comunicación de la Casa del Rey si llamas para preguntar la razón por la que en el mes de octubre los Reyes sólo han protagonizado ocho actos.
Felipe VI vive un retiro en su despacho de Zarzuela, hablando con el Gobierno, las fuerzas de seguridad y toda persona que le pueda acercar a lo que se está viviendo en Cataluña. No se sabe durante cuánto tiempo quieren alargar esta situación, y la gente se empieza a preguntar si tiene sentido. España es un país grande y son muchos los actos que requieren la presencia del Rey. La Vicepresidenta del Gobierno, acudió, el pasado martes, a la fiesta celebrada con motivo del 25 aniversario del Museo Thyssen, en Madrid. Soraya Sáenz de Santamaría es, en estos momentos, la mayor autoridad en Cataluña, pero no quiso dejar de asistir a esta cita tan importante para el mundo de la cultura. Los Reyes también estaban invitados, pero declinaron su asistencia. ‘¿Crees que estamos para fiestas?’ contestan al otro lado del teléfono del departamento de comunicación de Zarzuela cuando se pregunta por esta ausencia.
Lo mismo ocurre con un Viaje de Estado que tiene planeado a Marruecos. Es cierto que este desplazamiento no ha sido anulado porque nunca ha llegado a meterse en agenda, pero sí es verdad que está en pausa por culpa del tema catalán. Y la pregunta es: ¿no deberíamos volver a la normalidad institucional? y ¿no sería bueno que el país viera que los Reyes continúan con su labor, dando el tono de normalidad que tanto necesitamos?.
"Si voy yo, leo mis propias palabras"
Cuando el pasado 26 de octubre se decidió que la Reina acudiría en solitario esa tarde-noche a los Premios Mariano de Cavia y Mingote en la sede del periódico ABC, Letizia no tuvo problemas. Pero cuando le sugirieron leer el discurso que se había escrito para que leyera el Rey, ella se negó. "Si voy yo, leo mis propias palabras". Y no las del rey.
Esto demuestra una seguridad en sí misma asombrosa para una mujer que viene de un mundo tan distinto al de su marido. Letizia no tiene miedo, se ha hecho mayor en el cargo, y si el Rey tiene algo importante que decir, ella también. No quiere hablar en nombre de nadie, ya habla ella en el suyo propio. Esto pone en relieve el esfuerzo que ha hecho durante los casi catorce años que lleva junto a Felipe VI. Un trabajo duro para aprender a estar al nivel de su esposo, para saber cómo afrontar el representar a la Corona en solitario y como máxima autoridad, no como consorte.
A diferencia del Rey, a Letizia le gusta dar discurso cortos y concisos. No se alarga, no se enrolla. Dice lo que quiere decir y punto. En los galardones de periodismo sólo hizo una pequeña referencia a su marido en el principio de sus palabras: "Querría primero trasladarles todo el afecto del Rey, que no puede hoy acompañarnos por razones que –estoy segura- todos comprenden". Y eso es todo. Lo demás ya todo de su propia cosecha.
Después de sus palabras, rodeada de antiguos compañeros y amigos –hay que recordar que la Reina fue durante su época de universitaria becaria en el periódico ABC- Letizia charló y conversó con los invitados durante el cóctel, eso sí, ella volvió a no pronunciarse sobre el tema de Cataluña, la opinión de la Corona sobre esto la da el Rey y solamente él.
Unos días después, se repitió la misma escena, esta vez con motivo de la vigésima novena edición de los Premios Rey Jaime I, en la Lonja de los Mercaderes de Valencia. Aunque esta vez el escenario era mucho más importante que un periódico nacional, ya que se trata de los galardones más relevantes de esta comunidad autónoma.
Se decidió que la Reina volviera a sustituir a su marido en la entrega de estos galardones. De nuevo palabras de Letizia no del Rey, y una pequeña referencia a Felipe VI: "Me ha pedido que trasladara todo su cariño y afecto. Le encantaría estar hoy aquí", comentó.
Como es costumbre en todas las palabras que dan los Reyes en una comunidad autónoma con lengua propia, Letizia usó el valenciano para comenzar y cerrar su discurso. Aunque con marcado acento catalán, según los presentes, lo cierto es que la Reina se desenvolvió bastante bien en la lengua autonómica. El Rey habla con soltura todas las lenguas cooficiales del Estado, dominando sobre todo el catalán, y su esposa, desde que piso Zarzuela el primer día, se ha dedicado a aprenderlas.
Porque la Reina lleva desde 2003 preparándose para estas ocasiones, para ejercer de Soberana y no sólo de consorte. Letizia pisó palacio, por primera vez, sin tener ni idea de los mecanismos de la Casa del Rey, y ahora, catorce años después, ella dicta cómo funcionan. La suya ha sido una escalada al poder poco a poco, desde abajo, con una revolución silenciosa, cambiando las cosas sin prisa pero sin pausa, sabiendo que tarde o temprano su momento iba a llegar, y esto ha ocurrido estos días.
La evolución de una Reina
Nadie podrá decir que Letizia lo ha hecho mal. Correcta y discreta ha cumplido su misión sin que nadie pueda decir nada malo. La evolución de la esposa de Felipe VI no ha sido sólo física o de estilo a la hora de vestir, también ha vivido un cambio interior muy intenso. De aquella muchacha que se atrevió a mandar callar al Príncipe de Asturias en su pedida de mano a la Reina que no quiere leer las palabras de otro, aunque sean las del mismísimo Rey, hay mucha diferencia.
Sigue siendo perfeccionista y cumplidora, como lo era cuando presentaba informativos de madrugada y también seductoramente dominante, aunque ha perdido cierta espontaneidad y unos gramos de locura, que también tenía. En estos momentos, su máxima preocupación son sus hijas a las que, como dirían las abuelas, lleva más derechas que una vela. Nadie podrá decir que Leonor y Sofía no son unas niñas bien educadas y eso, todo el mundo lo reconoce, es mérito de su madre.
Sus años en la Zarzuela le han dejado huella y ella también ha dejado la marca de su pisada en la familia real. Primero observó, luego quiso cambiarlo todo, más tarde se rebeló y últimamente se ha conformado con exigir el cumplimiento de sus principios en el ámbito privado y adaptar su papel público a su peculiar personalidad.
Hace algunos años, la reina Noor de Jordania, a quien su sucesora Rania sacó del plano en cuanto, una vez muerto Hussein, su marido Abdalá fue proclamado rey, escribió un libro sobre su vida que tituló Memorias de una vida inesperada. La cuarta y última esposa de Hussein de Jordania explicaba con toda naturalidad que tuvieron que pasar muchas cosas y no todas buenas para que ella, Lisa Halaby, una arquitecta estadounidense de remoto origen sirio, se encontrara, en la inauguración del nuevo aeropuerto de Amman, con el monarca jordano viudo de Alia Tukán, su tercera esposa muerta trágicamente en un accidente de helicóptero.
Hussein que primero se había casado con una prima, se divorció para casarse con una inglesa, Tony Gardiner, hija del agregado militar de la embajada de Gran Bretaña en Jordania a quien el rey conoció en el rodaje de Lawrence de Arabia. La joven se convirtió al islamismo y adoptó el nombre de Muna (la elección) de Hussein, tuvo cuatro hijos uno de ellos, el actual rey Abdalá, pero su matrimonio también acabó en divorcio. Hussein se volvió a casar con Alia, una palestina de pura cepa, con el fin de congraciarse con el mundo árabe tras el conflicto del Septiembre Negro que enfrentó al rey jordano con la Organización para la Liberación de Palestina (OLP). En fin, que la vida de Hussein dio muchas vueltas hasta encontrar a Lisa, casarse con ella y convertirla en Noor (Luz) de Hussein.
Si algún día la Letizia escribe sus memorias también podría enredarse en toda una serie de episodios que permitieron que un día se encontrara, en una cena de periodistas, con el príncipe Felipe. El heredero, con un historial sentimental llenó de obstáculos no superados, echó el órdago con Letizia dispuesto a no aceptar las presiones que acabaron por romper algunas de sus anteriores relaciones. Letizia Ortiz Rocasolano, divorciada ya de su primer marido, Alfonso Guerrero, pudo haberse quedado en nada si en vez de haber estado casada por lo civil se hubiera casado por la iglesia lo que habría complicado extraordinariamente la cuestión. Letizia encontró a un príncipe escarmentado por anteriores fracasos y dispuesto a sus 35 años a dar el paso definitivo. Ambos lo vieron claro, aunque su noviazgo secreto solo duró unos meses.
Letizia pasó diez años como princesa demostrando desde el primer día que tenía ideas propias y logrando que algunas, una vez llegada a reina, se hayan llevado a la práctica. En algunas cuestiones, la reina Letizia se ha adaptado a la Corona y en otras, muchas, ha sido la Corona la que se ha tenido que adaptar a ella. El resultado es que, en estos tiempos de confusión política en los que el Rey trata cumplir escrupulosamente sus funciones constitucionales sin hacer ruido, ella, la Reina, pisa fuerte.
No tuvo las cosas fáciles
Cuando Letizia aterrizó en Zarzuela a finales de 2003, no tuvo las cosas fáciles. El anterior equipo del Rey Juan Carlos, formado por militares y diplomáticos, no recibieron a la periodista con los brazos abiertos.
Tampoco es que la Familia Real la acogiera con todo el cariño esperado. Salvo la Reina Sofía, que entendió desde el primer día que esto eran ‘lentejas’, sus cuñadas, las Infantas Elena y Cristina, se encargaron de recordarle constantemente, que ellas no la consideraban más allá de una novia más de su hermano. La Reina no recibió de ellas ni una pequeña ayuda, aunque también es cierto que ella nunca se la pidió. El tiempo y Letizia las pondrían en su sitio.
Ella rápidamente busco sus propios aliados en las personas que encontró más afines a su edad y a su estilo de entender la vida. Entre ellos el actual jefe de comunicación de la Casa, Jordi Gutiérrez, que por entonces era el segundo en el departamento bajo las órdenes de Juan Cebrián. También estrechó lazos con Pepe Corona, que era el encargado de la seguridad del Príncipe por aquel entonces, y que falleció hace unas semanas, una gran pérdida para la Reina.
Desde el primer día que comenzó con su formación estaba claro el objetivo: la Reina tenía que estar a la altura del que iba a ser su marido, pero lo cierto es que Letizia no es Felipe, ni sus vidas han sido ni parecidas. Lo primero que tuvo que hacer la todavía prometida del Príncipe era ponerse con los idiomas. La periodista hablaba un inglés básico, y necesitaba ser bilingüe. Lo mismo con las lenguas cooficiales del Estado, tenía que conocerlas bien, no hablarlas a la perfección, pero si manejarse con ellas. Además de la Constitución, funcionamiento de la Corona, normas de protocolo, reglas de la Casa y costumbres. La Princesa se puso a ello. Logrando el éxito en un tiempo récord, cumpliendo casi mejor que Felipe, con el protocolo y las normas.
Todo cambio en junio de 2014. Cuando don Juan Carlos decidió abdicar a favor de su hijo Felipe VI. Entonces llegó el momento de que los nuevos Reyes decidieran, cambiaran y dictaran las nuevas normas. Y eso se nota, la Reina por muy consorte que sea no lee las palabras del Rey, escribe las suyas propias.