Así era Reme, la ‘tata’ que conquistó a Picasso en casa de los Bosé
La mujer que cuidó a los hijos de Luis Miguel Dominguín y Lucía Bosé es ahora objeto de discordia por un cuadro que el pintor malagueño le regaló en 1963. Esta es su historia.
18 noviembre, 2017 03:11Noticias relacionadas
A Pablo Picasso no le gustaba que le molestasen mientras trabajaba. Pero con los pequeños de los Bosé Dominguín, hacía siempre una excepción. Miguel Bosé era apenas un renacuajo cuando correteaba por las habitaciones de la mansión que el artista malagueño tenía en Cannes, en la Costa Azul. Eran veranos felices e inocentes. El pequeño se colaba en el estudio del genio, que todavía a sus 80 años echaba 14 horas al día frente al cuadro sin descansar. Se lo encontraba con las manos manchadas de mil colores, la camiseta de rayas negras y blancas y la mirada fija en el lienzo. “Pablo, quiero pintar yo también”. “Pues pinta”. Y allí que se quedaba. Y de telón de fondo, siempre acompañando, siempre atenta, la tata, Remedios de la Torre Morales. Reme para los de casa. Los ojos de la verdadera madre que los Bosé tuvieron.
Picasso imaginaba a Remedios como una mujer con dos enormes pescados en las manos. Con los ojos negros. Con una falda hecha de jirones verticales de color rojo y amarillo. Con brío. Con siete pies y siete piernas. Era como si se multiplicase para hacer mil y una tareas en aquella casa. Así la imaginaba y así fue el modo en que la representó el genio cubista. Con cuatro trazos sencillos en un pequeño dibujo repleto de colores. Lo hizo el 12 de febrero del año 1963 en su mansión de Cannes. En la parte de atrás del papel tan solo escribió la dedicatoria: “Para Reme”.
El cuadro era uno más de los que Picasso realizó por y para los niños y la familia Bosé, de forma absolutamente espontánea. En casa de Lucía, la matriarca de la familia, había de todo: esculturas, cuadros, dibujos. Decenas y decenas de recuerdos de una larga relación en el tiempo que se mantuvo casi hasta la muerte del artista. Reme ya nunca más se marchó de aquella casa.
Este pequeño esbozo desapareció durante décadas. No volvió a saberse nada de él hasta ahora. A Lucía Bosé, la matriarca del clan, amiga íntima de Picasso durante años, le ha llegado esta semana el escrito de acusación de la fiscalía de Madrid. María Pilar y Manoli, las sobrinas de la tata Reme, le exigen 200.000 euros por haberse apropiado de esa obra que Picasso le regaló a su tía.
Reme fue un pilar en la familia Bosé-Dominguín. Ella sola se ocupó durante décadas la casa de los Bosé-Dominguín y de la educación de sus hijos. Les quería como si lo fueran. Y Miguel, Paola y Lucía, los tres hijos del clan, amaban igualmente a Reme como si de su propia madre se tratase. Muchas veces, o casi siempre ejercía como tal. Siempre en un segundo plano. Testigo de cómo algunos de los grandes nombres del siglo XX iban de visita a los salones de aquella familia.
Tras el divorcio entre Lucía Bosé y el matador Luis Miguel Dominguín, la importancia de Reme se incrementó todavía más. Miguel Bosé siempre dice que su madre Lucía ejercía de padre. Y la madre era la tata Reme. Su vida quedó unida para siempre a aquellas dos familias que, con el tiempo, la vieron como una igual, como un miembro más de aquella dinastía. Así la conocieron.
De cómo los Bosé encontraron a 'la tata'
Saelices es apenas un pueblo de 500 habitantes, al noroeste de Cuenca, casi pegándose con las sierras del sur de Madrid. En su día, las calles fueron todo un festival de glamour. Luis Miguel Dominguín poseía allí una finca, conocida como Villa Paz, a la que él y la familia acudían con regularidad. También los amigos del diestro, que procedían, en su mayoría, de la alta sociedad española, europea y estadounidense.
No era extraño, por tanto, advertir por sus calles a actrices como Ava Gardner, que mantuvo un fogoso romance con el torero a mediados de los años 50. El encanto que emanaba de Dominguín, que atrajo hacia sí a escritores, artistas, actores y actrices de Hollywood acabó repercutiendo en el pueblo. Y en sus gentes.
En Saelices, quien más quien menos tiene todavía en alta estima al diestro ya fallecido. El hecho que de instalase allí su finca pronto repercutió en la pequeña economía del pueblo. De ese modo, uno cuidaba los toros, otro mantenía limpia la finca, aparecieron negocios adyacentes y relacionados con los dominios del torero. El pueblo cobraba un ambiente enorme cuando Dominguín se llevaba a su finca a toda clase de amigos, organizando allí fiestas que convertían el lugar en una especie de Hollywood manchego.
La historia de Reme con la familia Bosé-Dominguín comienza justo después de la doble boda de Lucía y Luis Miguel en el año 1955. Primero, la pareja se casa en Las Vegas. Luego, en la finca de Dominguín en Saelices. Era el inicio de un feliz matrimonio que iba a durar bastantes años.
Justo después de casarse, la pareja empezó a hacer los planes para los años siguientes. Necesitaban alguien que les ayudase a cuidar a sus hijos cuando ellos no estuviesen. Gran parte del tiempo, Luis Miguel no paraba de viajar, ya que recorría el mundo saltando de plaza en plaza, de muleta en muleta, de toro en toro. Lucía se iba con él en muchas ocasiones. Así que se pusieron a buscar a una persona que pudiera estar siempre disponible para ellos.
Preguntaron por el pueblo. Pronto dieron con una chiquilla que llegaba con disposición. La probaron un verano y ya la quisieron para siempre. Ella se quedó, encantada.
Cuando el padre y la madre se iban de viaje, casi siempre por las corridas de toros de Luis Miguel, los niños se quedaban con Remedios. En buena parte de esas ocasiones, pasaban largas temporadas con ella, la tata, en el chalet de Picasso. El genio se encontraba en aquellos años casado con Jacqueline Roque, la última de sus mujeres. Ya no fumaba. Ya no bebía. Se cuidaba y estaba en plena forma física. Tan solo trabajaba y luego jugaba con los niños. Todo bajo la supervisión de Reme.
Cuando la contrataron, Remedios apenas tenía 18-19 años. Ella y toda su familia nacieron y se criaron en el propio Saelices, donde los empleos de muchos tenía, de algún modo, relación con Dominguín. “Uno cuidaba de los toros, otro estaba en el campo de Dominguín… Y ellos vinieron con niños pequeños y buscarían una persona para que cuidase de ellos” relata una vecina del pueblo a EL ESPAÑOL. Fue entonces, justo después de la boda, cuando se inició la historia de Remedios con los Dominguín. Sirvió a la familia hasta que se murió, cincuenta años después, el 5 de abril de 1999.
Reme no aparece en casi ninguna de las fotos de la familia Bosé que aparecen en los archivos. Nunca está. Sin embargo, todos los miembros del clan, cuando le preguntan por ella, sacan a relucir lo que significaba para ellos. Miguel Bosé decía: “Era como mi madre”. Era la que más tiempo pasaba con ellos, la que les preparaba en el día a día, la que les tomaba la lección, la que les leía el cuento por la noche. Toda la familia le tenía un enorme cariño.
La subasta de la discordia
Sin Luis Miguel Dominguín, la familia Bosé nunca habría accedido al territorio Picasso. Sucedió en una corrida de toros en Arlés, en 1958. Ese fue su primer encuentro. Picasso se le presentó y desde ese momento entablaron una amistad que se extendió durante décadas. Hablaban básicamente, de toros y de toreo.
Para llegar al núcleo del conflicto hay que retrotraerse al 25 de junio del año 2008. Lucía Bosé decide vender 40 obras ejecutadas por Picasso durante aquellas largas vacaciones. Lo hace en Londres, a través de la casa de subastas Christie´s.
“La colección mostraba el lado privado de Picasso su gran amistad con Lucía Bosé y la mutua admiración entre Dominguín y el artista”, explica a este periódico la casa de subastas. Todos son dibujos que hablan de ese sentido de travesura que también Picasso tenía para con los pequeños de la casa, y también para Lucía y Luis Miguel. Una de las obras que se vendieron en aquel entonces era una muñeca que Picasso creó para la hija mayor del matrimonio, Lucía. En auqel entonces tenía cuatro años. Años después, en la subasta, salió a la venta con un precio que rondaba los 50.800 y 76.200 euros.
Entre esas obras había también otras muy singulares. Una de ellas, la que más cara se vendió, fue el cuadro de la niñera, de Reme, estimado en cerca de 100.000 euros. Se vendió en ese momento y ya luego no se supo nada más del asunto.
Cuando Reme falleció, al parecer, dejó el cuadro en manos de Lucía Bosé. Le dijo que ella no quería aquel cuadro para nada. Que no le hacía falta. Que se lo quedase ella. Así parece que fue. Los Bosé-Dominguín se lo dieron todo tanto a Reme como al resto de los habitantes del pequeño pueblo de Cuenca en el que tenían la finca, que creció exponencialmente, dicen desde la familia, con su presencia.
No fue la tata Reme la única de su familia que trabajó para Lucía Bosé, Luis Miguel Dominguín y familia. También su sobrina Manoli estuvo empleada en la casa. En este caso, fue secretaria de Miguel Bosé durante aproximadamente 12 años. Es ella ahora una de las sobrinas que han esgrimido la demanda contra Lucía Bosé. Le piden 200.000 euros y 2 años de cárcel.
El otro sobrino en discordia
Sin embargo, el discurso de dos de las sobrinas de Remedios que quieren hacerse con el cuadro supuestamente robado se está viendo rebatido por otro miembro de la familia de la tata: uno de sus hermanos. Felipe Platas de la Torre lleva días patidifuso por lo que están haciendo María Pilar y Manoli. “Estoy avergonzado por las hermanas que tengo. Ellas se han quedado con toda la herencia de la familia. Y ahora quieren meter a Lucía Bosé en la cárcel. Que nos lo dio todo esa familia a la nuestra”, explica a EL ESPAÑOL. “Como sabe todo Saelices, los Dominguín y los Bosé hicieron aquí cosas muy de agradecer”. Felipe todavía vive en Saelices, donde creció su tía y toda su familia.
Dicen que Picasso nunca fue capaz de pintar a Luis Miguel Dominguín. “O te sale o no te sale”, lamentaba el artista. En una ocasión le hizo posar para comenzar a elaborar un retrato suyo. No podía. Tiró los pinceles, tiró la paleta y los colores, tiró el lienzo al suelo. Desistió de pintarle nunca más. En cambio, otras cosas le salían de un modo más espontáneo al genio que siempre decía que se había pasado la vida entera tratando de aprender a pintar “como un niño”. El de la tata Reme le salió con facilidad. Con siete rápidas piernas.