El 24 de octubre, la doctora Elisa Pinto prestaba declaración ante el juzgado 39 de Madrid. Sentada, con una camisa blanca y una falda negra, esta mujer rubia y delgada, nerviosa pero firme, intentaba explicar el origen de la oscurísima historia que ha protagonizado durante los últimos cinco junto al empresario Javier López Madrid, ex consejero de OHL, amigo del Rey, “compiyogui” de la Reina y un buen puñado de secundarios inquietantes. La historia dura ya cinco años, con demandas por acoso sexual y amenazas cruzadas que avanzan de forma paralela en dos juzgados de Madrid. Una trama de puñaladas, sexo, amenazas, guerras policiales, supuestos sicarios, vestuario de lujo, anillos de Cartier, aviones privados y persecuciones hasta hoteles carísimos de París.
La historia parece escrita por un guionista exagerado que, a fuerza de añadir detalles y personajes, ha convertido lo que parecía un thriller en un marasmo primero inquietante, después inverosímil y, en la quinta temporada, casi incomprensible. Llena de idas y venidas, de contradicciones, en los que el espectador ya difícilmente puede preguntarse qué es verdad y se conforma con imaginar cuál podría ser la causa más probable de las mentiras. Y donde, como casi todas las tramas subterráneas de los últimos años, aparece un artista invitado que pronto se hace con la audiencia: el excomisario Villarejo.
Volvamos a la declaración. La doctora Pinto -48 años, dermatóloga- explicaba ese día que su relación con López Madrid -55 años, al que conoció en su consulta acompañado de su mujer, Silvia Villar Mir, en la primavera de 2012- se redujo a un flirteo que duró cuatro meses, un simple intercambio de mensajes de Whatsapp. “Después, ¿sólo eso?”, le pregunta la fiscal. “¿No se vieron, no quedaron?”. La doctora reconoce que tomaron un café después de un encuentro en una cafetería. “ ¿Y ya está”? , insiste la fiscal. Aquí, en esta sala, tenemos todos una edad. “Sí, ya está”, termina la doctora.
Ese, coinciden los dos, es el principio y fin de su relación. “La doctora es una persona que me parece brillante. Alguna vez tomamos un café, pero raramente fuera de la clínica”. Una relación que, sin embargo, se enreda hasta el punto en el que ella le acusa a él de haber contratado al excomisario Villarejo para apuñalarla. Él acusa a ella de tejer una complicada estructura para amenazar a él y a su entorno más cercano, acosarle, convertir su vida en tal infierno que se ha visto obligado a trasladarse con su familia a Londres. Ella, según la versión de López Madrid, es una psicópata obsesiva. Él, según Elisa Pinto, una versión evolucionada del doctor Jeckyll y Mr. Hyde.
Es un punto de partida que no debería pasar de una cuestión privada, si no fuera porque, a partir de ahí, es muy difícil explicarse -y explicar delante de las juezas- por qué durante meses se tolera un tira y afloja que incluye fotos y mensajes de carácter sexual muy explícitos. O por qué se invierte un millón de euros en la sociedad del hombre que supuestamente te está acosando. O por qué se envían mensajes de buenas noches diariamente. Un punto de partida, en fin, que la propia Elisa minó en una conversación telefónica con una amiga, grabada por la Guardia Civil:
“Enganchados estuvimos los dos pero lo que pasa es que fui yo la que tuvo que cortar porque yo no podía sobrevivir en una relación así… Su objetivo ya ni siquiera creo que sea el placer de saber que estoy sufriendo, es tenerme asustada... Ese es el problema, para defendernos los dos, nos vamos a hundir a muerte. Esto va a acabar con los dos, porque nos va a jorobar la vida, nos va la va a joder completamente, no tiene solución".
Elisa mantiene esta conversación con su amiga en mayo de 2014. Para entonces, ya habían pasado muchas cosas. En los más de tres mil folios
El empresario la había denunciado por acoso sexual y amenazas contra él y su familia. Elisa Pinto había denunciado a su vez amenazas a sus hijos en la puerta de su colegio por parte de un hombre “corpulento, de pelo corto y nariz chata” que se acercó a uno de sus tres hijos para susurrarle: “Dile a tu madre que también estamos pendientes de vosotros”. ¿Era este hombre el excomisario Villarejo? ¿El mismo que ha reconocido en una rueda de reconocimiento pospuesta durante meses Elisa Pinto? ¿El hombre que, según la doctora, había contratado López Madrid para apuñalarla en su propio coche y delante de su hijo en abril de 2013?
En este punto, las ramificaciones de la historia y los secundarios se multiplican.
Está por ejemplo Jaime Barrado, el comisario jefe de la comisaría de Chamartín, el primero que le da la posibilidad, en mayo de 2015, de un reconocimiento fotogénico de su presunto agresor incluyendo una imagen de Villarejo, al que la doctora señala “sin ninguna duda” y que días después fue apartado y destinado a otra comisaría menor.
Desde entonces también ha habido un importante giro e inesperado giro argumental. Villarejo está ahora detenido, acusado de cohecho, pertenencia a banda criminal y blanqueo. En julio, ya imputado por la agresión a Elisa Pinto, concedió una entrevista a Jordi Évole en la que el periodista le preguntaba si apuñaló a la doctora Pinto. Villarejo explicó entonces que el tipo de herida es propio “de las que se autolesionan”. Añadió, con socarronería y como dato fundamental en la teoría del autoapuñalamiento delante de su hijo, que “la doctora lleva una camisa de seda y tal y el malo la levanta para no estropeársela”.
Elisa Pinto continúa viviendo en el ático dúplex de la calle Pío XII de Madrid con su marido, el cirujano Carlos Sánchez Cabezudo, y sus tres hijos. Un ático decorado con mimo y dinero. Es una mujer seguramente mucho más fuerte de lo que parece, capaz de convencer a su interlocutor casi de cualquier cosa con una mezcla de empatía y aparente fragilidad. Nadie le niega, ni a ella ni a López Madrid, una inteligencia rápida y un talento considerable para las relaciones sociales y la argumentación. Ella continúa animada por la reapertura de su causa contra López Madrid -que ordenó la Audiencia Provincial, en la que se ha personado la Asociación contra la violencia de género Clara Campoamor como acusación particular-. Continúa preocupada por la repercusión mediática que sigue teniendo el complicadísimo proceso judicial y que cada vez es más difícil ocultar a su hijo mayor, ya casi un adolescente.
López Madrid, imputado en los casos Púnica y Lezo, presentó su dimisión en el Consejo de Administración de OHL, la constructora propiedad de su suegro, y continúa en Londres.
Y Villarejo… la historia de Villarejo, inevitablemente, tendrá un continuará, quizá incluso una serie propia que podría estar a medio camino entre Breaking Bad y Mindhunter.